El presente texto que Vallejo & Co. divulga ahora, fue originalmente publicada en la revista alba. lateinamerika lesen (www.albamagazin.de), edición 10, junio de 2017, pp.16-19, por su autora.
Por Christiane Quandt*
Crédito de la foto www.piranhamx.club
El Estridentismo mexicano:
Una vanguardia radical radial
Yo tenía mi único ejemplar de Caborca bajo el brazo y en
la mano izquierda el Actual no 1 y en la derecha mi vaso
con mezcal Los Suicidas, y mientras bebía les iba leyendo
trozos de aquel lejano año de 1921 y lo íbamos
comentando, los párrafos y el mezcal.
(Roberto Bolaño, Los detectives salvajes)
En 1921 en México no solo se estrena la radiodifusión, sino entra en escena el grupo de vanguardia llamado Estridentismo. En diciembre de ese año el poeta Manuel Maples Arce lanza su primer manifiesto como hoja volante y afiche bajo el título Actual Número 1. Hoja de Vanguardia en la Ciudad de México. Afirmaría más adelante:
“Yo había pensado reiteradamente en […] la renovación literaria de manera inmediata, […] prescindiendo de los elementos lógicos que mantenían su sentido explicativo. Inicié una búsqueda apasionada por un nuevo mundo espiritual, a la vez que trabajaba por difundir entre la juventud mexicana las novísimas ideas y los nombres de los escritores universales vinculados al movimiento de vanguardia, al que México había permanecido indiferente… […] […] No había tiempo que perder. La madrugada aquella me levanté decidido, y sin que mediara ningún mensaje de la Corregidora […] me dije: no hay más remedio que echarse a la calle y torcerle el cuello al doctor González Martínez.” (Manuel Maples Arce, cit. en Luis Mario Schneider, El estridentismo o una literatura de la estrategia, Lecturas Mexicanas, cuarta serie, México D. F.: Conaculta, 1997, p. 41.)
El programa estético estridentista es renovador y, a la vez, se inspira en otras vanguardias, apropiándose de ideas y conceptos al servicio de la “causa estridente”. Del futurismo toma la fascinación por las máquinas —la “acción rápida”—, lo tecnológico y la gran urbe como cuna de lo creativo. Del creacionismo, la aspiración a un arte que deje de imitar al mundo para competir con la naturaleza creadora —los “medios expeditos”—; del surrealismo y del dadaísmo, la valoración del inconsciente, el humor, así como la “subversión total” de la lógica establecida y el deseo de inventar nuevas estéticas para “ahondar las posibilidades de la imagen”. Del cubismo le inspira la técnica de superposición de fragmentos, el collage y la yuxtaposición de lo aparentemente contradictorio, entre otras características. Luego de subrayar esas afinidades, el manifiesto presenta en su parte final un “Directorio de Vanguardia” en forma de larguísima lista de nombres, entre los cuales figuran “Guillermo Apollinaire” [sic], “Tristram Tzara” [sic], “Francisco Picabia” [sic], “Marcel Duchamp”, “F.T. Marinetti”, “Van Gogh” y “Pirandello”. Los principales miembros del movimiento son, en ese momento, los poetas Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide, Arqueles Vela, Salvador Gallardo y Luis Quintanilla, además de los artistas plásticos Germán Cueto, autor de unas impresionantes máscaras, Fermín Revueltas y Ramón Alva de la Canal. Sus zonas de influencia van del D. F. a Puebla y Xalapa, ciudad que durante cierto tiempo se convierte en la anhelada Estridentópolis[1], llegando finalmente a Ciudad Victoria donde se lanza el último manifiesto en 1926.
El nombre del movimiento evoca una impresión acústica, clave en muchos de sus textos en los que lo sonoro tiene un papel central. Lo que suena no será, por cierto, los Nocturnes del romántico Chopin (asesinado en la silla eléctrica en Actual Número 1); los materiales que sirven de cortina musical son los sonidos creados o transmitidos por la tecnología. De allí la atracción que sobre los estridentistas ejerce el invento tecnológico de mayor actualidad en 1921: la radio, un medio centrado en lo acústico que los estridentistas veneran no solo explícitamente. De esa devoción por el medio radial surgen poemas de extensión variable como “T.S.H”, escrito por Manuel Maples Arce justamente en ocasión de la salida al aire el 8 de mayo de 1923 de “La casa del Radio”, la emisora abierta por la revista El Universal, emisión en la que paradójicamente también se incluyeron piezas de Fréderic Chopin.
El poema, cuyo título es un anagrama de la “telefonía sin hilos”, o sea, la radio, está marcado por el asombro ante esa primera experiencia radiofónica. Para los poetas, la “T.S.H.” es casi un equivalente concreto de la metáfora. La magia y la admiración generadas por la tecnología se funden con la profunda subjetividad de la estética estridentista y las imágenes (irónicamente) románticas del yo solitario bajo un cielo nocturno habitado por la luna y las estrellas. Valiéndose siempre de metáforas radiofónicas, la mente del yo enlaza asociaciones y recuerdos:
Las antenas insomnes del recuerdo
recogen los mensajes
inalámbricos
de algún adiós deshilachado. (vv. 19-22)
En “T.S.H.” el soundscape radial que se nos abre culmina en la imagen del “manicomio de Hertz, Edison y Marconi”, cuyos esfuerzos hicieron posible la tecnología que ahora persevera en el éter. Allí se entremezclan y confunden idiomas e identidades. El escucha se convierte en meras orejas dotadas de un “cerebro fonético” inmaterial que navega sobre las caóticas olas nocturnas.
Un año más tarde se publica RADIO. Poema inalámbrico en trece mensajes, de Luis Quintanilla del Valle (Kyn Taniya), un novedoso poema-homenaje a la radio que abarca los más variados aspectos: aparecen tanto un “Padre nuestro” como los sonidos del éter entre las estaciones, materializado en el “mensaje” titulado “…IU IIIUUU IU…”. El segundo “mensaje”, “Midnight Frolic”, hace referencia a la confusión de voces en el aire:
Escuchad la conversación de las palabras
…………en la atmósfera
Hay una insoportable confusión de voces terrestres
…………y de voces extrañas
lejanas (vv. 2–6)
Se evoca el sex appeal eléctrico, desencadenante de reacciones corporales: “Se erizan los pelos al roce de las ondas hertzianas”. El yo lírico busca su pareja para un ballet planetario al sonido de una jazz band neoyorquina. Los mismos elementos dan el tono en los dos próximos “mensajes” del poema, “Kaleidoscopio” y “Paisaje”, así como en “Era Noche de Mayo”, “Luces Frías”, “II Primavera”, “Marina”, “Noche Verde” y “Alba”. Se evocan paisajes planetarios, “música de las esferas”, voces “transatlánticas”, “corrientes magnéticas”, dotado todo de la chispa erótico-eléctrica nutrida por la anonimidad nocturna de las ondas hertzianas. Fuera de los “salones de baile” donde “las frívolas antenas / gozan eléctricos espasmos de frescura” crecen árboles que amanecen “pintados de azul”.
Lo anunciado en “T.S.H.” alcanza su perfección en RADIO: el propio texto se convierte en un aparato de radio cuyas válvulas y luces eléctricas sirven de combustible a la estética estridentista. La torre que grita, la gran antena, conforma el centro estético de la literatura estridentista y de la ciudad ideal: Estridentópolis.
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[1] En 1925 Manuel Maples Arce obtiene el cargo de secretario general en el Gobierno en Xalapa, a partir de ese momento, la ciudad se transforma en centro del estridentismo: “Pocos días después Maples Arce llama a colaborar al gobierno a algunos de los más esclarecidos miembros del Movimiento Estridentista. Germán List Arzubide llega con nombramiento de secretario particular de Maples Arce, y profesor en la Escuela de Bachilleres de Xalapa. Más tarde se le confiará la dirección de la revista Horizonte, órgano del movimiento. Llegan poco después Ramón Alva de la Canal y Leopoldo Méndez como responsables de la presentación tipográfica de la revista y de las ediciones. […] Xalapa dejó de llamarse así para pasar a ser Estridentópolis.” (Luis Mario Schneider, El estridentismo o una literatura de la estrategia, Lecturas Mexicanas, cuarta serie (México D. F.: Conaculta, 1997) p. 140).