Este poemario ha sido un catalizador del periodo más difícil de mi vida. Entrevista a Diego Alonso Sánchez

 

Por Mario Pera

Crédito de la foto (izq.) Carolina Gamarra /

(der.) Ed. Vallejo & Co.

 

 

Este poemario ha sido un catalizador del periodo más difícil de mi vida.

Entrevista a Diego Alonso Sánchez

 

 

Mario Pera [MP]: Diego, comienzo preguntándote, ¿qué significó para ti como persona y para tu obra el haber cofundado y haber sido parte del Grupo de creación y crítica literaria Sociedad Elefante en San Marcos? ¿Qué le dio a tu visión del quehacer poético el haber formado parte del grupo? Tras casi 20 años, hay la distancia crítica para sopesarlo.

Diego Alonso Sánchez [DAS]: Cuando uno es joven y busca elementos que configuren su identidad, encontrarte con personas afines a tus gustos y que enciendan la misma flama creativa, sin duda, es una suerte sin fondo. Lo de Sociedad Elefante fue un poco eso, el viento sopló y nos juntó en el patio de Letras de San Marcos.

Luego de tantos años de esa experiencia, más allá de qué relevancia poética se haya alcanzado, en efecto, me templó el espíritu como para perseverar en la lectura y escritura. Esto, sumado a que la mayoría de los integrantes de S.E. siguen siendo mis referentes más próximos a la poesía peruana del siglo XXI, compartiendo todavía el vigor de hace veinte años, y a su cobijo intelectual con apuntes invaluables al devenir de la literatura peruana, en realidad es hermoso. Lo que sí podría cuestionar de esa experiencia es, como los adolescentes de entonces, que excluimos mucho de nuestra mirada, muchas veces con la distancia de la imprudencia, obvio, y con no poca vanidad.

 

 

[MP]: Tu padre, Enrique Sánchez Hernani, es un conocido poeta y periodista cultural peruano. Creciste vinculado al ambiente literario con la posibilidad de leer estupendos libros por tu biblioteca paterna y pudiste conocer en persona a grandes poetas o narradores nacionales y foráneos que eran o son amigos de tu padre. ¿Cómo influyó en ti y en tu vocación literaria (si es así), ello? A la vez, ¿crees que la obra poética de tu padre ha influido de alguna manera en la tuya, si bien manejan registros de estilo diferentes?

[DAS]: Con mi padre mantengo una cercanía poética que a muchos puede sorprender, a pesar de nuestras diferencias. Sin duda, dentro de su casa, prácticamente tapiada de libros, pude beber durante años de la más alta poesía, sobre todo peruana, lo que me ayudó muchísimo en mis años de formación. Como sucede con los grandes maestros, él solo dejaba sobre mis manos los libros que consideraba imprescindibles y, con alentadoras palabras, me motivaba a meter mis narices entre sus páginas; que luego siguiera estéticamente su tendencia, sobre todo en la escritura, es otro cantar.

De mis tíos y tías, saurios amables que llegaban a casa, sea en la ciudad o frente al mar, aprendí de sus experiencias de vida, algo realmente fundamental para decidir mis primeros pasos con la poesía, allá en los noventa, cuando todavía era difuso para mí si ser escritor era realmente un oficio. Sin mi padre, mi formación habría sido más complicada: de su sensatez y perseverancia con la lectura, de su calidez como guía, he tomado muchísimo, sin llegar a ser ni mínimamente como él. Ya quisiera.

 

El poeta Diego Alonso Sánchez.
Crédito de la foto: Carolina Gamarra

 

[MP]: Desde tu último poemario publicado, Pasos silenciosos entre flores de fuji, en 2016, han pasado seis años, con una pandemia y tu matrimonio de por medio. ¿Cómo sientes o crees que tus experiencias personales y lo vivido en el contexto mundial y peruano han permeado en Un sol líquido?

[DAS]: Luego de mis tres primeros libros, con una tendencia bastante definida gracias a mis estudios de literatura japonesa y mi investigación personal sobre los fenómenos culturales nikkei en Perú, decidí dar una pausa, para reformular varias cosas. Mi experiencia como poeta, entonces, estuvo fortalecida por la infancia de mi pequeño hijo, quien fue mi compañero más fiel en este proceso. Ahora, Mitsuya Nicolás creció, se volvió un ciudadano y emprendió su camino como adulto, tema que le dio vuelta a mi vida.

Así llegó la pandemia y en medio del miedo y el dolor, encontré la luz que ahora me ayuda a dar todos mis pasos sobre el mundo. Si bien mi matrimonio es, sin duda, el momento más hermoso de mi vida, este llegó en un momento demasiado difícil, no solo para mí, sino para el universo que me rodeaba. En ese sentido, Carolina me ha marcado el horizonte en medio de un viaje realmente atemorizante, y decidimos unirnos, justamente, para rebelarnos contra la muerte y la injusticia.

Ese estallido revolucionario en mi vida, pleno de solidaridad, porque somos muy sensibles con respecto a lo que nos rodea, peor aún en un tiempo tan convulsionado como el presente, aterrizó en mí el deseo de sacar Un sol líquido. Este compendio es una suerte de antología que reúne poemas de inicios de siglo y otros bastante recientes, que estaban buscando un lugar, más allá de la intención de mis primeros libros. Podría decir que este poemario ha sido un catalizador del periodo más difícil de mi vida.

 

 

[MP]: Tu poesía, hasta ahora, se ha nutrido de la poesía oriental. Has mantenido un estilo (haiku, tanka) y temática, por lo general asiática. Sin duda, eres uno de los poetas peruanos jóvenes que más conoce, ha investigado, difundido y publicado poesía oriental e incluso tienes reconocimiento por ello. En este nuevo poemario, Un sol líquido, rememoras algo de aquellos temas, pero se evidencia un distanciamiento. ¿Es una veta agotada, se acabó el ciclo oriental? ¿Tus intereses poéticos van ahora más que a continuar publicando en esa clave a seguir, pero desde la difusión de la poesía oriental en el país?

[DAS]: Pues, decididamente, luego de Pasos silenciosos entre flores de fuji, dije que no volvería a plantear libros con referencias o juegos metatextuales con la literatura japonesa, sobre todo, de la que me he nutrido muchísimo. Pero debo admitir que no es un tema cerrado. Ahora, sí estoy viendo muchas otras referencias líricas que antes pensaba no me habían tocado tan profundamente, de todo el mundo, como las de la finlandesa Edith Sodergran o la polaca Wislawa Szymborska, lo que me ha dado la posibilidad de volcar mi trabajo en otros horizontes.

Sin duda, estoy en deuda con los grandes poetas japoneses, así como le debo mucho a los maestros chinos, por eso tengo todavía en Un sol líquido algunos textos que juegan con esa estética. No creo que pueda estar tan lejos emocionalmente de Sei Shonagon, Murasaki Shikibu, Ono no Komachi, Ki no Tsurayuki, Matsuo Basho, Yosa Buson, Kobayashi Issa, Masaoka Shiki, Tu fu, Li po, Wang Wei y Bai Juyi, como presuntuosamente creía. Es más, en estos últimos años, más allá de la composición, he volcado mi investigación por la literatura de oriente en mi otra pasión, la docencia. Como maestro he dictado varios talleres y cursos, así como charlas y exposiciones sobre literatura japonesa, lo que me ha llevado a formar parte de un proyecto muy interesante: Retama, escuela de haiku.

 

 

[MP]: ¿Consideras que Un sol líquido es una bisagra para tu obra? ¿Cómo explicas este poemario dentro del conjunto de tu obra? Pensando también en los libros que vendrán.

[DAS]: Pues, no sé si bisagra, pero sí una deuda que tenía con varios textos que había escrito hace buen tiempo y necesitaban tener un lugar. Dentro de mi obra, es fácil aceptar que es distinto, de otro aliento por la temática, más diversa y menos oriental, porque así siento a Un sol líquido, pero no es otro quien escribe, soy el mismo que se emociona con los mismos episodios de la vida, en donde, incluso, empleo técnicas aprendidas y trabajadas con mucho esfuerzo en los libros anteriores. Diferente sí, pero no tanto: mi ojo sigue atento como antes. En los libros que vendrán, pues, seguiré siendo el mismo escritor que busca con la mirada y el corazón: que se sorprende a veces con poco, con lo común, y que se estremece mucho. Tengo dos proyectos en ciernes que responden a este espíritu.

 

 

[MP]: En este poemario indagas en una nueva veta temática, una suerte de “poesía social” (aunque muy entre comillas, claro), pues en poemas como “Reportaje”, “Puka wayta”, “Si me permiten hablar” o “Me pregunto” habla un yo lírico preocupado por los sucesos sociales del país, la reivindicación de las culturas andinas nacionales y su lengua, la lucha por preservar la memoria de lo que significó el terrorismo de Estado y las violaciones a los DDHH, así como las vivencias de los que menos tienen en el país. ¿Cómo llega esta nueva temática a tu poesía? ¿Cómo surge la decisión de hablar en clave lírica sobre ello?, porque, entiendo, es una preocupación tuya de siempre.

[DAS]: Es un dilema eso de la “poesía comprometida”, pues ¿qué acto cultural no es comprometido con su sociedad? Pero sí, en efecto, con más ganas de mostrar mis dudas y desacuerdos con el sistema que nos rige (no hablo del gobierno representado en el sillón presidencial, necesariamente, sino del sistema en sí) en donde cada persona se valora por sus capacidades de generar capital más que por su condición humana, he venido escribiendo textos que buscan resaltar algunas luchas. Sobre todo, me impactan las vejaciones a los DDHH que se cometen desde siempre en el Perú, pero de las que he podido ver más cercanamente, como de los dos gobiernos de Alan García, pasando por la dictadura fujimorista y llegando a los regímenes del nuevo siglo, que han sido nefastos, especialmente, para quienes forman parte de la base de nuestra sociedad, los más pobres y desvalidos.

Pues, la decisión de escribir sobre ello no tiene una razón ni una fecha exacta, solo fluyó, quizá ya muy cargado de las injusticias que nos acometen cada día y que, en pandemia, fueron devastadoras en contra de los desempleados, jornaleros, independientes, obreros y campesinos, por ejemplo. Algunos de los poemas que he escrito con esta temática están en Un sol líquido, pero otros los sigo trabajando con más cuidado y respeto de lo que especialmente uno debe tener, porque estos temas mueven sensibilidades e historias demasiado íntimas. No lo veo como un deber, pero sí como el resultado natural ante las desigualdades históricas en nuestro país que me enfurecen como a muchos peruanos.

 

 

[MP]: En cuanto al estilo, continúas produciendo poemas breves, casi se muestran como momentos, estampas, capturas instantáneas, lo sobrio al decir sólo lo esencial. ¿Esa brevedad es consciente o una característica que implica mucho trabajo para decir en cada poema sólo lo necesario? ¿No tienes interés en explorar la escritura de un poema de largo aliento?

[DAS]: Siempre he temido a la extensión por reiterativa o excesivamente descriptiva, en la poesía. Sé que hay poetas que son buenísimos para ello, pero en mi humilde caso no se da, porque me ahoga. Soy de la idea de que, si lo puedes decir con pocas palabras, transmitiendo bien, es mejor. Incluso el poema “Flores de Hiroshima”, que en principio no fue dividido en tres partes, fue planeado de largo aliento, algo que se me hizo cansino. Esta es una posición muy personal, quizás aderezada por mi déficit de atención, ya que me distraigo fácilmente en textos muy largos.

 

 

[MP]: En Un sol líquido, siento que dos presencias rondan varios de los poemas: los poetas José María Arguedas y José Watanabe. ¿Lo ves también así? ¿Crees que este poemario, consciente o inconscientemente ha sido influido por la obra de ambos autores?

[DAS]: Es muy graciosa esa apreciación, ya que en mi casa existe esa misma confluencia (o contraposición): Carolina es arguediana y yo soy Watanabe-fan-enamorado. Bueno, más allá del humor, la verdad es que es imposible sacarse de encima a unos autores que has leído con tanta pasión y admiración, incluso, muchas veces sin quererlo a consciencia, plagiando algunas de sus ideas o versos para reformularlos. Estoy eternamente agradecido a ambos, como pilares de mi trabajo como poeta.

 

El poeta Diego Alonso Sánchez.
Crédito de la foto: Carolina Gamarra

 

[MP]: ¿Cómo ves el ambiente poético peruano actual? Lo que la generación más joven a la nuestra viene escribiendo y publicando… Si bien desde los años 80s las voces femeninas están presentes con fuerza en el panorama lírico peruano, hoy en día quizá no solo están presentes, sino que, en mi opinión, pueden ser las voces más potentes o referenciales de la poesía más joven escrita en el Perú. ¿Crees que es así? ¿Qué poetas jóvenes sigues con interés?

[DAS]: Sí, me parece que estamos con mucha salud con respecto a la producción poética nacional última. Aunque no soy un lector autorizado para dar panoramas detallados, ya que estoy algo fuera de ritmo y alejado de las más recientes publicaciones, valoro mucho el trabajo de varias poetas: Gloria Alvitrez, Lisbeth Curay, July Solis y Katherine Medina, por dar algunos nombres. La vanidad acunada durante décadas en los brazos de los poetas masculinos como principales actores en el panorama nacional, ha sido dañina.

 

 

[MP]: Para finalizar, ¿tienes un nuevo proyecto literario? ¿Algún nuevo poemario?

[DAS]: Felizmente estoy ocupado. Tengo casi listo un poemario que trata de rendirle honor al trabajo de los maestros de Educación Básica Regular, sobre todo enfocado en los primeros años de la primaria. Este conjunto de textos coquetea, eso sí puedo adelantar, con la sensibilidad del haiku, aunque no lo emplee tal cual. Otro de los proyectos en los que estoy entrometido, junto al poeta Dante Ayllón, es un homenaje al actor y artista marcial Lee Jun-Fan, de quien conmemoramos el próximo 20 de julio 50 años de su fallecimiento. Hay mucho por hacer.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1981). Poeta. Bachiller en Literatura Peruana e Hispanoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), entusiasta difusor de la literatura japonesa y estudioso de las diferentes manifestaciones nikkei en el Perú. En el 2009, publicó el poemario Por el pequeño sendero interior de Matsuo Basho. En el 2013, su libro Se inicia un camino sin saberlo obtuvo el primer premio del Concurso Nacional de Poesía de la Asociación Peruano Japonesa, Premio José Watanabe Varas, que fue editado al año siguiente. En el 2016, salió a la luz Pasos silenciosos entre flores de fuji. En la actualidad, forma parte de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África (ALADAA – Perú) y desempeña la docencia en el proyecto Retama – Escuela de Haiku y en el colegio Los Reyes Rojos. Su último poemario publicado es Un sol líquido (2022).

 

 

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