Ese viento alevoso de la memoria. 13 poemas de Blanca Varela

 

 

Por: Blanca Varela*

Selección de poemas: Mario Pera

Crédito de la foto: Herman Schwarz

 

 

Ese viento alevoso de la memoria.

13 poemas de Blanca Varela

 

 

 

Monsieur Monod no sabe cantar

 

querido mío

te recuerdo como la mejor canción

esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres

que ya no soy que ya no seremos

y sin embargo muy bien sabemos ambos

que hablo por la boca pintada del silencio

con agonía de mosca

al final del verano

y por todas las puertas mal cerradas

conjurando o llamando ese viento alevoso de la memoria

ese disco rayado antes de usarse

teñido según el humor del tiempo

y sus viejas enfermedades

o de rojo

o de negro

como un rey en desgracia frente al espejo

el día de la víspera

y mañana y pasado y siempre

noche que te precipitas

(así debe decir la canción)

cargada de presagios

perra insaciable (un peu fort)

madre espléndida (plus doux)

paridora y descalza siempre

para no ser oída por el necio que en ti cree

para mejor aplastar el corazón

del desvelado

que se atreve a oír el arrastrado paso

de la vida

a la muerte

un cuesco de zancudo un torrente de plumas

una tempestad en un vaso de vino

un tango

 

el orden altera el producto

error del maquinista

podrida técnica seguir viviendo tu historia

al revés como en el cine

un sueño grueso

y misterioso que se adelgaza

the end is the beginning

una lucecita vacilante como la esperanza

color clara de huevo

con olor a pescado y mala leche

oscura boca de lobo que te lleva

de Cluny al Parque Salazar

tapiz rodante tan veloz y tan negro

que ya no sabes

si eres o te haces el vivo

o el muerto

y sí una flor de hierro

como un último bocado torcido y sucio y lento

para mejor devorarte

 

querido mío

adoro todo lo que no es mío

tú por ejemplo

con tu piel de asno sobre el alma

y esas alas de cera que te regalé

y que jamás te atreviste a usar

no sabes cómo me arrepiento de mis virtudes

ya no sé qué hacer con mi colección de ganzúas

y mentiras

y con mi indecencia de niño que debe terminar este cuento

ahora que ya es tarde

porque el recuerdo como las canciones

la peor la que quieras la única

no resiste otra página en blanco

y no tiene sentido que yo esté aquí

destruyendo lo que no existe

 

querido mío

a pesar de eso

todo sigue igual

el cosquilleo filosófico después de la ducha

el café frío el cigarrillo amargo el Cieno Verde

en el Montecarlo

sigue apta para todos la vida perdurable

intacta la estupidez de las nubes

intacta la obscenidad de los geranios

intacta la vergüenza del ajo

los gorrioncitos cagándose divinamente en pleno cielo

de abril

Mandrake criando conejos en algún círculo

del infierno

y siempre la patita de cangrejo atrapada

en la trampa del ser

o del no ser

o de no quiero esto sino lo otro

tú sabes

esas cosas que nos suceden

y que deben olvidarse para que existan

verbigracia la mano con alas

y sin mano

la historia del canguro —Aquélla de la bolsa o la vida—

o la del capitán encerrado en la botella

para siempre vacía

y el vientre vacío pero con alas

y sin vientre

tú sabes

la pasión          la obsesión

la poesía          la prosa

el sexo             el éxito

o viceversa

el vacío congénito

el huevecillo moteado

entre millones y millones de huevecillos moteados

tú y yo

you and me

toi et moi

tea for two en la inmensidad del silencio

en el mar intemporal

en el horizonte de la historia

porque ácido ribonucleico somos

pero ácido ribonucleico enamorado siempre

 

 

 

Nadie sabe de mis cosas

 

(dedicatoria)

 


a ti capaz de desaparecer
de ser atormentado por el fuego
luminoso opaco ruin divino

 

a ti
fantasma de cada hora
mil veces muerto recién nacido siempre
a ti capaz de hacer girar la llave
de inventar el sol en un cuarto vacío

 

a ti ahogado en un océano de semejanza
náufrago de cada mañana
esclavo propietario de zapatos periódicos
algunos libros
tal vez padre o hijo
guardián de resecos jardines de aves de paso

 

a ti
observador de la tarde
infatigable lector del reloj del sueño
de la fatiga del tedio de la esposa
a nadie sino a ti

 


(cualquier hora del día)

 

en una hoguera extinguida
esa mujer sacrificada
cerraba los ojos y nos negaba la dicha de su agonía

 


y un perro una gota de lluvia una familia de paseo
como en un cuadro entraban para siempre en la memoria
una vuelta de tuerca y otra y otra un peldaño que cruje
siempre a la misma altura de la oscuridad
la dicha puede ser este brebaje oscuro el neón de las cinco
de la tarde la más esplendorosa verdad
así casi ciegos encontrando generosa como nadie la miseria
cruzando el muro invisibles
manos tan pálidas no han existido jamás en otras manos
ni tanto calor en tanto frío ni ojos tan llenos de otros
ojos contemplaron la tarde
y frente al mar negra ruina y portentosos círculos de
bruma
rodeándonos
y el rojo lengua río perro mosca y la tarde la reina de
desnudos
malvados brazos en su balcón de ceniza

 


(noche y descontento)

 

pitada cruel canción de ciego
la noche comienza a respirar
todo se aleja
todo se pierde

 

cárcel cine amarilla luna de farmacia
a las ocho a las nueve a las diez
convertido en un fantasma cruel besas a mil mujeres
acaricias sus senos para los otros
me das asco
y es esta náusea lo mejor de mi vida

 


(conversaciones insidiosas)

 

alguien dice tu nombre
—es un libro interesante y habla de un héroe
anónimo por cierto
hay una estrella azul al fondo de mi vaso
inagotable estrella
debe brillar en tus ojos cada vez que la miro
cómo debes reír para los otros
tú cordero disfrazado de cordero
tú lobo a solas
tú atrozmente niño
—los bellos pensamientos señores
no ocultan el perfume de la carne
hemos de transpirar en los museos como bestias
sumisas bestias en su rincón de terciopelo
—Picasso por ejemplo…

 


(tell me the truth)

 

dime
¿durará este asombro?
¿esta letra carnal
loco círculo de dolor atado al labio
esta diaria catástrofe
esta maloliente dorada callejuela sin comienzo ni fin
este mercado donde la muerte enjoya las esquinas
con plata corrompida y estériles estrellas?

 


hila su imposible claridad nuevamente la envenenada
sonrisa solar
¿sientes el divino salivazo sobre la bestia sientes el
hedor de la rosa sientes mi corazón sobre el tuyo?
más tarde será tarde cuando la soledad invente lo mejor
nuevamente tus labios tus ojos las ruinas de tus caricias
el mar de mi pecho
la soledad «estrella de mis noches»
nadie sabe de mis cosas

 


(pobres matemáticas)

 

cuando nada quede de ti y de mí
habrá agua y sol
y un día que abra las puertas más secretas
más oscuras más tristes
y ventanas vivas como grandes ojos
despiertos sobre la dicha
y no habrá sido en vano que tú y yo
sólo hayamos pensado lo que otros hacen
porque alguien tiene que pensar la vida

 

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Puerto supe

 

A J.B.

 

Está mi infancia en esta costa,

bajo el cielo tan alto,

cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,

nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,

azules casas en el horizonte.

 

Junto a la gran morada sin ventanas,

junto a las vacas ciegas,

junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.

 

¡Oh, mar de todos los días,

mar montaña,

boca lluviosa de la costa fría!

 

Allí destruyo con brillantes piedras

la casa de mis padres,

allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,

destapo las botellas y un humo negro escapa

y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

 

Están mis horas junto al río seco,

entre el polvo y sus hojas palpitantes,

en los ojos ardientes de esta tierra

adonde lanza el mar su blanco dardo.

Una sola estación, un mismo tiempo

de chorreantes dedos y aliento de pescado.

Toda una larga noche entre la arena.

 

Amo la costa, ese espejo muerto

en donde el aire gira como loco,

esa ola de fuego que arrasa corredores,

círculos de sombra y cristales perfectos.

 

Aquí en la costa escalo un negro pozo,

voy de la noche hacia la noche honda,

voy hacia el viento que recorre ciego

pupilas luminosas y vacías,

o habito el interior de un fruto muerto,

esa asfixiante seda, ese pesado espacio

poblado de agua y pálidas corolas.

En esta costa soy el que despierta

entre el follaje de alas pardas,

el que ocupa esa rama vacía,

el que no quiere ver la noche.

 

Aquí en la costa tengo raíces,

manos imperfectas,

un lecho ardiente en donde lloro a solas.

 

 

 

A César Moro

 

El rayo ha perfumado ferozmente nuestra casa.

Tenemos sed, tenemos prisa por golpear

con el hueso de una flor en la tiniebla.

Hay un árbol talado en esta historia.

Contemplamos el cielo. No hay señales.

¿Es de día? ¿Es de noche?

Murió la araña que medía el tiempo,

sólo hay un viejo muro y una nueva familia de sombras.

 

 

 

A media voz

 

la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
está el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada

sola casi
en la muerte
casi en el fuego

 

 

Casa de cuervos

 

 

porque te alimenté con esta realidad

mal cocida

por tantas y tan pobres flores del mal

por este absurdo vuelo a ras de pantano

ego te absuelvo de mí

laberinto hijo mío

 

no es tuya la culpa

ni mía

pobre pequeño mío

del que hice este impecable retrato

forzando la oscuridad del día

párpados de miel

y la mejilla constelada

cerrada a cualquier roce

y la hermosísima distancia

de tu cuerpo

 

tu náusea es mía

la heredaste como heredan los peces

la asfixia

y el color de tus ojos

es también el color de mi ceguera

bajo el que sombra tejen

sombras y tentaciones

y es mía también la huella

de tu talón estrecho

de arcángel

apenas posado en la entreabierta ventana

y nuestra

para siempre

la música extranjera

de los cielos batientes

 

ahora leoncillo

encarnación de mi amor

juegas con mis huesos

y te ocultas entre tu belleza

ciego sordo irredento

casi saciado y libre

como tu sangre que ya no deja lugar

para nada ni nadie

 

aquí me tienes como siempre

dispuesta a la sorpresa

de tus pasos

a todas las primaveras que inventas

y destruyes

a tenderme —nada infinita—

sobre el mundo

hierba ceniza peste fuego

a lo que quieras por una mirada tuya

que ilumine mis restos

 

porque así es este amor

que nada comprende

y nada puede

bebes el filtro y te duermes

en ese abismo lleno de ti

música que no ves

colores dichos

largamente explicados al silencio

mezclados como se mezclan los sueños

 

hasta ese torpe gris

que es despertar

en la gran palma de dios

calva vacía sin extremos

y allí te encuentras

sola y perdida en tu alma

sin más obstáculos que tu cuerpo

sin más puerta que tu cuerpo

así este amor

uno solo y el mismo

con tantos nombres

que a ninguno responde

y tú mirándome

como si no me conocieras

marchándote

como se va la luz del mundo

sin promesas

y otra vez este prado

este prado de negro fuego abandonado

otra vez esta casa vacía

que es mi cuerpo

adonde no has de volver

 

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Canto villano

 

y de pronto la vida

en mi plato de pobre

un magro trozo de celeste cerdo

aquí en mi plato

 

observarme

observarte

o matar una mosca sin malicia

aniquilar la luz

o hacerla

 

hacerla

como quien abre los ojos y elige

un cielo rebosante

en el plato vacío

 

rubens cebollas lágrimas

más rubens más cebollas

más lágrimas

 

tantas historias

negros indigeribles milagros

y la estrella de oriente

 

emparedada

y el hueso del amor

tan roído y tan duro

brillando en otro plato

 

este hambre propio

existe

en la gana del alma

que es el cuerpo

 

es la rosa de grasa

que envejece

en su cielo de carne

 

mea culpa ojo turbio

mea culpa negro bocado

mea culpa divina náusea

 

no hay otro aquí

en este plato vacío

sino yo

devorando mis ojos

y los tuyos

 

 

Vals

 

No he buscado otra hora, ni otro día, ni otro dios que tú.

 

Laberinto, pirámide de humo, altura que canta, pozo que amenaza,

tierra de abismo, primavera ciega.

 

La soledad nos une en la humedad del guisante, en la hinchazón

de la ola,

en el sudor de la raíz.

 

(Brota en el polvo gris de Lima la baya cargada de ira.

Gira el vals, manantial de orina, vaho dorado y golpe bajo,

labios negros, estrujados, fantasma que se acaricia bajo las uvas

amarillas y se flagela al alba con las estrellas.)

 

Asciendo y caigo al fondo de mi alma

que reverdece, agónica de luz, imantada de luz.

En este ir y venir bate el tiempo las alas

detenido para siempre.

 

Recrearte: polvo, brizna, herida.

Perderte: gesto, contacto, olvido.

Buscar tu sombra, reconocerte tras una ventana,

mancha de sol, sombra de lluvia, en cualquier calle del mundo.

 

Perseguirte, condenado girasol,

como una piedra encadenada al aire,

arrastrando la tierra, cauda que enciende universos,

que se desvanece en una plaza.

 

La mirada que soy entorna la puerta, atisba el vacío,

otea el cielo en ruinas.

En la rama vencida estalla una breva furiosa, la pupila en llamas

buscándote, exigiendo su razón de luz.

 

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En lo más negro del verano

 

El agua de tu rostro
en un rincón del jardín,
el más oscuro del verano,
canta como la luna.

Fantasma.
Terrible a mediodía.
A la altura de los lirios
la muerte sonríe.
Sobre una pequeñísima charca,
ojo de dios,
un insecto flota bocarriba.
La miel silba en su vientre
abierto al dedo del estío.

Todo canta a la altura de tu rostro
suspendido como una luz eterna
entre la noche y la noche.

Canta el pantano,
arden los árboles,
no hay distancia,
no hay tiempo.

El verano trae lo perdido,
el mundo es esta calle de fuego
donde todas las rosas caen y vuelven a nacer,
donde los cuerpos se consumen
enlazados para siempre
en lo más negro del verano.

En un rincón del jardín
bajo una piedra canta el verano.
En lo más negro,
en lo más ciego y blanco,
donde todas las rosas caen,
allí flota tu rostro,
fantasma,
terrible a mediodía.

 

 

Secreto de familia

 

soñé con un perro
con un perro desollado
cantaba su cuerpo su cuerpo rojo silbaba
pregunté al otro
al que apaga la luz al carnicero
qué ha sucedido
por qué estamos a oscuras

es un sueño estás sola
no hay otro
la luz no existe
tú eres el perro tú eres la flor que ladra
afila dulcemente tu lengua
tu dulce negra lengua de cuatro patas

la piel del hombre se quema con el sueño
arde desaparece la piel humana
sólo la roja pulpa del can es limpia
la verdadera luz habita su legaña
tú eres el perro
tú eres el desollado can de cada noche
sueña contigo misma y basta

 

 

 

La muerte se escribe sola
una raya negra es una raya blanca
el sol es un agujero en el cielo
la plenitud del ojo
fatigado cabrío
aprender a ver en el doblez
entresaca espulga trilla
estrella casa alga
madre madera mar
se escriben solos
en el hollín de la almohada

trozo de pan en el zaguán
abre la puerta
baja la escalera
el corazón se deshoja
la pobre niña sigue encerrada
en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran
no se borran
no se borran

 

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Edición bilingüe de la poesía de Blanca Varela (italiano-español). Editada por el Istituto Italiano di Cultura.

 

Nadie nos dice cómo

voltear la cara contra la pared
y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa
sólo en el reino animal
hay ejemplares de tal
comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta

 

 

 

Máscara de algún Dios

 

Frente a mí ese rostro lunar.

Nariz de plata, pájaros en la frente.

 

¿Pájaros en la frente?

 

Y luego hay rojo

y todo lo que la tierra olvida.

Humedad con poderes de fuego

floreciendo tras las negras pestañas.

Un rostro en la pared.

Detrás del muro, más allá de toda voluntad,

más lejos todavía que mirar y callar:

¿qué?

 

¿Siempre algo que romper, abolir o temer?

¿Y al otro lado? ¿Al revés?

 

Vuela la mano, nace la línea,

vibrante destino, negro destino.

Por un instante la melodía es clara,

parece eterna la tarde,

purísima la sombra del cielo.

 

Vuelvo otra vez. Pregunto.

Tal vez ese silencio dice algo,

es una inmensa letra que nos nombra y contiene

en su aire profundo.

Tal vez la muerte detrás de esa sonrisa

sea amor, un gigantesco amor

en cuyo centro ardemos.

Tal vez el otro lado existe

y es también la mirada

y todo esto es lo otro

y aquello esto

y somos una forma que cambia con la luz

hasta ser sólo luz, sólo sombra.

 

 

 

 

 

*(Lima-Perú, 1926 – 2009). Estudió Letras y educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A partir de 1947 empezó a colaborar en la revista Las Moradas, que dirigía Emilio Adolfo Westphalen. En 1949 emigró a París en donde entabló cercana amistad con Octavio Paz, figura determinante en su literatura, y quien que la contactaría con los intelectuales latinoamericanos y españoles radicados en Francia en la época, forjando amistad con Sartre, Simone de Beauvoir, Michaux, Giacometti, Léger, Tamayo, Martínez Rivas, entre otros. Tras vivir una larga temporada en París, la poeta se trasladó a Florencia y, más tarde a Washington, ciudades en las que se desempeñó como traductora y, eventualmente, como periodista. En 1962 retornó a Lima de modo permanente. De 1977 a 1979 trabajó como secretaria general del Centro Peruano del PEN Club Internacional y, entre 1974 a 1997, laboró como directora del Fondo de Cultura Económica en la sede de Lima.

Por su obra lírica, recibió varias distinciones como el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2001), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2006), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007) y la Medalla de Honor del Congreso de la República del Perú en el Grado de Gran Oficial (2007). Ha publicado en poesía Ese puerto existe (1959), Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972), Canto Villano (1978), Camino a Babel (antología, 1986), Ejercicios materiales (1993), El libro de barro (1993), Poesía escogida 1949-1991 (1993), Del orden de las cosas (1993), Como Dios en la nada (antología de 1949 a 1988, 1999), Concierto animal (1999), Donde todo termina abre las alas (poesía reunida 1949 – 2000) y El falso teclado (2001). Recientemente, se publicó una edición facsimilar de Ese puerto existe bajo el título original de Puerto Supe (2014).

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