Hace unos meses fue publicado en Madrid, España el poemario un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (2016), tercera entrega del poeta peruano joséagustín hayadelatorre, quien cuenta en su obra con los poemarios Canto de la herrumbre (2006) y Nocturno del alba (2008). hayadelatorre es uno de los fundadores del grupo de creación y publicación Sociedad Elefante, creado en la UNMSM a inicios de la década del 2000 y, actualmente, es doctorando en literatura por la Universidad de Salamanca-España. Vallejo & Company comparte una interesante entrevista de Mateo Díaz con el poeta.
Por: Mateo Díaz*
Crédito de la foto: Fb del autor
«Escribo lo que siento y como veo e interpreto el mundo»,
entrevista a joséagustín hayadelatorre**
Mateo Díaz [MD]: joseagustín, quisiera empezar nuestra conversación con un tema que no se suele mencionar en este tipo de diálogos: aquello que motiva a la escritura. ¿Cuáles son las fuentes de tu escritura (vitales, literarias, etc.) en un bosque ardiendo… y cómo llegan a hacerse poema? ¿Qué debe pasar para que poemas como “Antepalabra” o “Itinerario” lleguen a escribirse?
joseagustín hayadelatorre [jh]: Sin duda la escritura de este libro responde a un momento de real aprendizaje: cuestionarme y dudar de todo lo que sabía, confrontarlo sin temor a tener que desprenderme de sus enseñanzas. Es, pues, la experiencia del desarraigo, de volver a buscar mi pertenencia. Por otro lado, el conjunto de estos textos responde a los años en que viví fuera, donde logré encontrarme; si bien me fui por motivos académicos, la experiencia humana fue sin duda el gran aprendizaje. Muchos de los textos se los debo a conversaciones con amigos o el haberme mudado en algún momento a un país donde no hablaban español. La ciudad donde pasé la mayor parte de esos años fue Salamanca, en que la biblioteca pública fue un lugar del que absorbí todo lo posible no solo de literatura, sino de cine, música, documentales, ciencia… No creo en la especialización de un tipo de conocimiento, considero que todos los conocimientos siempre pueden ser complementarios.
Este libro tiene muchas horas de caminar por ciudades, de comidas, de vinos, de cervezas y otras sustancias, de museos, de música, de noches en los aeropuertos, de tener poco dinero e ingeniármelas para que cada inversión sea un gusto. Ambas situaciones han sido determinantes.
Cada una de las expresiones usadas responden a distintas situaciones de vivencia: «en un lugar donde el idioma cambia todos los días», expresa, por ejemplo, mi experiencia portuguesa. Ahí iba del español, al portugués, al inglés, al francés, a las señas… en cuestión de minutos. O cuando menciono a una persona que abraza los árboles, es la actitud vitalista de una muy querida amiga.
En Salamanca conocí personas con las que compartía un interés tanto en lo creativo como en lo académico. Nos interesaban esas dos vertientes y varios de ese grupo son talentosos escritores como los narradores Matías Núñez o José Ramón Ortiz o los poetas Rodrigo Pámanes y Carlos Ordóñez, quienes, además, son investigadores rigurosos. Pero no solo de literatura nos alimentábamos: viajábamos juntos y nos preocupábamos de nosotros como seres humanos, como personas, sin duda el aspecto más importante. En el camino tuve la oportunidad de conocer a poetas como Juan Carlos Mestre, Miguel Ángel Muñoz o Luis Arturo Guichard, con quienes establecí una amistad y con quienes conversaba mucho sobre poesía. Ellos muchas veces me recomendaban lecturas.
Las fuentes literarias fueron muy amplias, pero sin duda me encontré con una poesía española, estadounidense, y en general europea que me marcaron; España cuenta con muchos poetas de alto nivel y es un lugar por el que pasa mucho de la mejor poesía viva, gracias a su poderosa industria editorial. Específicamente «Antepalabra» responde a mi encuentro con la poesía de José Ángel Valente. Es un término propuesto por él. Valente es un poeta urgente de leer, potente e inteligente. Preciso en sus palabras y entendía que había un fuego sagrado anterior a la escritura que es el pulso que se plasma en los textos. Además, es un ensayista tremendo, pocos como él hablan desde un lado tan humano de la poesía, de la experiencia poética. Por su parte, «Itinerario» constituye la recurrencia del desaprendizaje. Cada verso es un nuevo límite que entiendo, luego, es el piso desde donde me construyo yo.
[MD]: Al final del poemario, se encuentra este pasaje: “Tan temible es pensar virtud alguna de la transparencia. / No devela, no imagina, no sorprende. Encarece la luz. / Y, tímida y falsamente, niega la oscuridad. / La claridad, por el contrario, magnifica la sombra”. ¿Estamos ante la poética (o una de las poéticas) del libro? ¿Cómo se sustenta a nivel ético una escritura que “magnifica la sombra”?
[jh]: La luz se consume a sí misma y crea para ella un lugar de reposo: la oscuridad. No podríamos apreciar la belleza de la luz, el efecto que esta ejerce en nosotros si ella misma no se situara en otra posición. La sombra es solo un efecto más de la luz. La oscuridad reivindica el sentido íntimo de las personas: sería mentir que existe algo o alguien transparente, alguien o algo que no se sitúe en un lugar jerárquico más allá de una actitud horizontal o que de alguna manera no exprese voluntad y afecto. Siempre hay una postura. Considero que todos buscamos ser claros, pero la claridad no obedece a convenciones objetivas, sino a lo que nuestro estado de conciencia desea.
Además, las palabras elegidas guardan necesaria relación entre ética y estética: no me gustan los convencionalismos, las ataduras sociales, los borreguismos. En el modo como se articula la sociedad actual, como diría Jameson, bajo la lógica cultural del capitalismo, es urgente buscar salidas a esa castrante libertad. Vivimos en una época donde el capitalismo con una de sus más deshumanizadas expresiones como el neoliberalismo nos consume como seres humanos, nos quita la dignidad. Por ello, encarar la situación sin hipocresías, sin maniqueísmos «bueno o malo», sin purismos, puede devolver algo de humanidad a las personas. Así, se podrían replantear/repensar situaciones básicas, dejando de lado chauvinismos, nacionalismos o visiones parcializadas por reivindicaciones. Debemos reivindicar lo humano, lo que nos humaniza, pero entendiendo nuestras diferencias, así no las compartamos.
Retomo la pregunta: reivindico la luz, sus estados y uno de ellos es la sombra.
[MD]: En cierto sentido, un bosque ardiendo… no es un libro fácil para el lector, le ofrece una resistencia que debe asumir. Sin embargo, quienes hemos leído tus libros anteriores sabemos que esto no es algo nuevo, sabemos de tu búsqueda por constituir un lenguaje personal, alejado de los “borreguismos” que mencionas. ¿Qué diferencias encuentras en el tratamiento de la oscuridad y su tensión con la luz en este libro en comparación con los anteriores (pienso sobre todo en las secciones más experimentales de Nocturno del alba)?
[jh]: La forma de expresión no puede estar condicionada al lector ni a etiquetas. No podría escribir pensando en si le lector se resistirá o en qué pensará, porque de lo contrario sería inconsecuente con mi forma de pensar. Tampoco podría hacerlo pensando en adscribirme a determinada corriente estética… El término lenguaje personal es ambiguo. Escribo lo que siento y como veo e interpreto el mundo, pero sin atarme a una forma de comunicación que se vea obligada a decir para que todos logremos entender lo mismo sobre una información. La poesía no puede hacerse de las formas expresivas del poder, no puede hablar como dice Gamoneda desde el lenguaje normalizado. Además, porque «mi» poesía, «mi» escritura es parte de un aprendizaje, una suma de voces estéticas afines.
En mi caso, no puedo ejercer una calificación sobre el modo en que he tratado el tema de la oscuridad o de la luz. Una posible comparación, de lo poco que te puedo decir, está en cómo me sentía yo. Del temor inicial cuando uno se enfrenta por primera vez a la escritura, de ese deseo por hablar, de esa situación en que decimos lo que podemos, como creo me ocurrió en los libros anteriores, me sumergí hasta las últimas consecuencias en una forma de expresión, no en la que esta moldease mi decir, sino desde la que yo hable… Priman las palabras para dar forma a las ideas, no al revés. Supongo que en ese riesgo está esa tensión que mencionas.
[MD]: Por otro lado, en el poemario hay una recurrencia por el mundo natural (los bosques, las flores, el mar) y animal (la tortuga, el antílope, el elefante, entre otros). ¿Cuál es la relación que estableces con estos elementos?
[jh]: El mundo es un lugar donde confluyen distintos seres vivos, que a su vez sobreviven de maneras asombrosas. Por el contrario, me duele que las personas consideren este espacio como un lugar desde el que ejercer supremacía y que desdeñen a esos seres. De alguna manera ese colonialismo que ahora solapamos entre los seres humanos lo hemos trasladado a otras áreas identificadas con el «mundo natural», con el fin de que este reditúe económicamente y nos olvidamos de los fascinantes que son los otros seres vivos. Pero además, gracias a varias de las expresiones de la naturaleza nos humanizamos o recordamos que no somos un ser tan destructivo.
En el caso del mar, tal vez sea un elemento distinto. Si bien es el lugar donde hay mayor cantidad de seres vivos, en sí el mar es un símbolo de vida y muerte, con sus encantadoras olas, sus corrientes, sus mareas, los estuarios, las rompientes, el modo en que arrecia contra las piedras… Es un imán; para mí, junto con el desierto, el lugar más estremecedor, donde mayor cantidad de emociones me surgen. Pero además el mar es Lima, que a su vez es mi tormento personal, un lugar que amo pero en el que no deseo vivir. Por el mar, también, entiendes el sentido de varios temas, como la necesidad de quienes hemos vivido en una ciudad con mar de tenerlo, pues su ausencia es ausencia de uno. Asimismo, entiendes esa palabra tan profunda y melancólica como «saudade». Solo ahí, con el mar, las lluvias y la niebla intensas entiendes esa palabra. La naturaleza es un lugar de experiencias vitales, parte de mis viajes. Y creo que es un lugar de memoria y sabiduría que se debe explorar; es una forma de llamar a lo mítico: a lo inaprensible que se intenta dejar de lado en este mundo de pretensiones racionalistas.
[MD]: A lo largo del libro, joseagustín, se incide bastante en la cualidad fragmentaria del mismo y en la pluralidad de voces que conforman tu propuesta poética (incluso, llegas a definir la poesía como “la suma de las voces”). En algunos poemas (pienso en “Péndulo”, “Querella del doble” o “Nefelibata”) esto es bastante visible. ¿Consideras que en tu propuesta estética subyace una concepción polifónica? Si es así, ¿en qué sentido?
[jh]: Considero que la polifonía tiene que ver con las formas/estructuras de los poemas como caminos que me permitían alcanzar lo que deseaba decir, pero, además, se relaciona con el hecho de tener que confrontar mi misma creación, de aprender y desaprender… Yo no me veo igual todos los días y además la fragmentariedad responde a una forma más consciente de mi parte sobre la distinta variedad de elementos que conforman lo unitario, pues soy yo quien los pone en diálogo, pero también busco comprenderlos por sí solos. Asimismo, la fragmentariedad responde a momentos específicos, precisos que son los que uno mantiene en la memoria.
Cada una de estas estancias responde a sus propias características, que no siempre viven en armonía, sino que sus elementos necesariamente se confrontan: dudo, me cuestiono y entiendo que en esa revisión encuentro fortalezas, cuestiones que mejorar, o dejar ir. Es como cuando lees un texto tiempo después, sin duda encontrarás cosas nuevas hasta la probabilidad del desencanto.
Finalmente, esa polifonía también responde a uno de los elementos que más me alimentan como es la música. Estos textos van desde el jazz clásico y el más experimental a la música clásica contemporánea como Ligeti o Schönberg, el rock, hasta la salsa dura y la romántica o la cumbia.Todo responde a la búsqueda expresiva para cada situación planteada en los textos. Y sin duda esa característica que le atribuyes responde, también, a que cada poema es una homenaje a los autores que más me han marcado.
[MD]: Por último, quisiera volver al poema que cierra el libro: “Nefelibata”. Primero arriesgaré una interpretación y luego haré una pregunta. Me parece que entre todas las cosas que puede ser, “Nefelibata” es asimismo un diálogo con algunas poéticas de tu generación, una puesta sobre el tapete de su contexto y diversidad. Más allá de la indudable heterogeneidad de las obras de los autores de la (mal o bien llamada) Generación del 2000, ¿te parece que comparten una actitud común con respecto a la poesía y la tradición poética peruana? Desde tu perspectiva, ¿es posible encontrar algún vínculo?
[jh]: En general en todo el poemario hay versos de poetas y amigos que aprecio, pero hay más versos de poetas que no son de «mi generación»… Ese poema tiene otro origen para mí; pero todos tenemos limitaciones en los posibles alcances o interpretaciones que los textos puedan tener, por lo que no puedo decir que no a tu parecer.
No será la primera vez que diga que no me gusta la palabra generación, porque mi diálogo está con las obras: una literatura de obras y no de nombres. Así es que retrocedo y avanzo miles de años con la que considero mi generación. Con mis amigos que comparto la escritura converso de libros y discutimos nuestros gustos estéticos; aunque es un diálogo complementario, prefiero siempre gozar de las cualidades humanas.
La peruana es una de las tradiciones más ricas y creo que muchos reconocemos la calidad de esas obras, pero cada uno tiene sus correspondencias y afinidades según su manera de sentir. Sin duda todos respetamos obras en común sobre las que casi no discutimos su relevancia.
No, no todos compartimos la misma actitud. Pero eso ocurre en todas las situaciones cuando te expones públicamente, en la que muchas veces ganan los egos y una necesidad por los reflectores o las primeras planas. No está mal que te entrevisten o que hablen de tu obra, pero no comparto el hecho de que uno mismo hable de sus luminosas cualidades o de sus inteligencias o los grandes méritos de sus obras y mucho menos comparto la actitud de pedir que te publiquen o reseñen. Personalidades con las que no coincidas habrán y por ello seguramente no entableré amistad. Sin embargo, ello no debe detenernos a leer sus obras, porque de lo contrario nos privaríamos de genios como Borges o Pound. En el caso de con quienes comparto espacio, sin duda antepongo la calidad personal, antes que la obra.
Y un vínculo creo que sí hay: la caída del régimen fujimorista y de los años del terrorismo posibilitó que no se reprimieran distintos proyectos artísticos. De algún modo esa simpática eclosión de grupos poéticos en distintas casas universitarias vivida a inicios de la década del 2000 responde a ello: éramos más de cincuenta personas pensando en dar forma a nuestros proyectos literarios. Como bien dices, esta es una generación heterogénea y de mucha riqueza expresiva, en la que hay proyectos notables y que más allá de su ingenio responden sin duda a una tradición peruana, pero ya con un carácter de desterritorialización y marcas que responden no a países, sino a lenguas.