Por Kaio Carmona*
Curador de la muestra Fabrício Marques
Traducción al español por Luiza Santana Chaves
Crédito de la foto el autor
Es que septiembre llegó.
13 Poemas de Kaio Carmona
Del anuncio
Es que septiembre llegó
y contra todos los cálculos, previsiones e intuiciones
seguimos juntos.
Y sin que esperáramos
a ti le gusta el carnaval
y a mí la lluvia.
Vamos juntos al cine
y tú todavía te demoras en los letreros.
La luz allá afuera es artificial y en las palabras de la pantalla aún hay hilos de sueño.
Pero septiembre llegó
y seguimos juntos.
Nadie ha visto,
ni tu padre, ni tu hijo,
yo
o tú.
Nadie vio ese brillo de mañana todavía seco
que anunciaba – perentorio:
es que septiembre llegó.
Y seguimos juntos.
Hemos perdido mucho,
en el trabajo, en la ausencia.
Perdimos algunos parientes y, tristemente, otros amigos.
Pero, mira, seguimos juntos.
Es que septiembre llegó.
Y en algún lugar alguien podrá decir
: septiembre llegó.
Puede ser médico, zapatero, florista o abuelo,
pero pensará también: seguimos juntos.
Y, luego, el teléfono va a llamar,
la hora del trabajo, con el precio del mundo, cobrando nuestra prisa,
y tendremos que hacer compras, pagar el aparcamiento,
ir al dentista, llevar al hijo a algún lugar.
Y, luego, el noticiario de la TV
anunciará un desastre, un escándalo, el gol del año.
Pero, mira, no me importan las heridas en tus manos,
los sueños que alimentas.
No me importa lo que piensas de la educación
o el tamaño de su culpa.
No me importan dios o el diablo,
ni las impresiones metafísicas del día.
Sólo ve, mira bien, esa luz
adentrando la sala, casi en el pasillo.
Es lo que importa:
Septiembre llegó
y seguimos juntos.
Oro sobre azul
En aquella tarde deambulamos
por entre ángeles y demonios
gárgolas de un cemento secular.
De cuando en cuando me ofrecías las manos
como pistas en camino desconocido.
Pero luego la miopía de mis ojos
la miraba se pierdiendo en laberintos
de paredes con nombres dentro de otros nombres.
Cuando quise llamarte
un juego de espejos te repetía al infinito.
Sentí nuestro amor tan frágil
Pequeño.
Daba para medirlo entre los dedos, entre los intervalos de la respiración.
Pero tú me sonreíste de lejos
ante la puerta de vidrio, toda dorada del poniente que entraba.
Oro sobre azul
de tu vestido.
Y tuve miedo de los ángeles de la entrada.
Este tráfico doméstico
De silencio en silencio
– en pequeños sustos –
se va construyendo nuestro amor
diario.
Las habitaciones de la casa todavía son grandes,
como eran grandes las habitaciones de las casas
antiguamente.
Y aún así nos chocamos
de habitación en habitación,
ese tráfico doméstico.
Pasa por mí sin mirarme y deja tu mano
al azar
en algún lugar de mi cuerpo,
intencionalmente.
Sé más de ti por estos choques y silencios
que su sonrisa, tallada en la faena
del mundo de las relaciones.
Tu sonrisa:
Pequeños silencios, pequeños encuentros.
Y el amor se alzando en el aire.
Y el amor se arrojando al suelo.
Banquete
Y finalmente conoces el amor
y en él apuestas tus miedos.
Amas con hambre.
Conforme el hambre:
Día tras día macerando la carne
con cansancio.
Tenaz.
Y amas con rabia.
Te vuelves meticuloso por tu posesión.
Asesino.
Persecutorio.
Vigilante incansable.
Finalmente conoces el amor
para, conforme el hambre, matarlo.
Palabra
para Ana Martins Marques
No
Este poema no es
un poema de amor
y por eso no debe contener la palabra amor
mucho menos desamor
que es forma de amor
ni puede ser rojo
o encendido como el cigarrillo
abyecto
que de aliento en el aliento
se quema, como el amor.
De algún modo también es dolor
que es rima pobre y resto
de amor.
Este poema no tiene ventanas
de vistas desde dentro
para hacer volar
el amor.
Ni siquiera se bloquea
en casa o se esconde en cubiertas
las brasas como el cigarrillo algunas líneas arriba.
No hay abismos,
la morada del amor.
En ninguna hipótesis el poema
trata del amor
que pensar el amor ya es desamor.
Definitivamente el poema no habla de amor.
Romance familiar
A veces, hay que engañar el amor
y, con cháchara y parloteo, aprisionarlo
en jaula, jaula de hierro.
Es necesario retirarle el agua y
intermitentemente
espinarlo
pincharlo
ignorarlo.
Es necesario contarle historias futuras
mostrarle el reloj de arena
o antes
darle todo lo que exige y dejarlo boquiabierto.
Sorprendido.
Sofocado.
Dispararle en la cara improperios
restos de comida
escupe y mijo.
Por veces es necesario entregarle en los brazos
su primogénito:
el odio.
Sigilo
Pienso el amor en tres actos:
Horizonte
Párpados bajando
Manos que se entrelazan, bailando.
Pienso el amor en dos actos:
La piel sudorosa
El aliento por un triz
Pienso el amor en un acto:
La palabra que no se dice
Del diálogo
Ella dice:
– dame la mano.
Él insólito como la bruma:
– debo guiarle.
Lancinante:
– dame tu boca.
Él rígido en su traje:
– hay que protegerla.
Ella solamente:
– me puse bella.
Él perplejo:
– se viste de rosa o azul, según la forma.
Ella sin aliento:
– ata mi cintura.
El plomo:
– el tiempo ha de volverse.
Ella deshace el lazo del vestido
Él le arranca piedras del seno.
Se aman en el mismo discurso de toda tarde.
Un niño ve a los bichos
para Maria Esther Maciel
Yo, cuando niño,
vi entre bueyes, caballos, gallinas,
el amor natural.
Vi un abuelo lejano,
silbando un tiempo de decaimiento, a través de los pastos,
se pierdiendo entre los montes.
Vi una abuela manca,
Inutilmente tratando de llenar los agujeros en el camino.
Yo, cuando niño,
quería ser bicho.
Y imitaba el lobo, aullando en la noche,
sin conocer a Thomas Hobbes.
Creía que cada bicho
era un héroe.
Yo, cuando niño,
quería ser bicho.
Incluso ante la crueldad de los hombres.
Incluso ante los gritos de los hombres.
Yo, cuando niño,
quiero ser hombre
de gran memoria,
para poder recordar todo el tiempo
de un amor natural.
Belo Horizonte
Lo que en ella me falta
es un gran puente
que uniera por lo menos por una mirada
los opuestos
que en la carretera se dan
el norte y el sur.
La ciudad de un inmenso azul
porque atrapado entre montes
más azul de expectativas.
Y que en la edad tiene la triste sina
de construir y de deconstruir su pasado.
En tierra, en hierro, en oro.
Oro sobre azul.
Desterrado.
¡QUIERO UN DÍA equacionar el amor!
Calcular su rayo y su ángulo,
tomar su forma como un triángulo,
¡medir sus aristas y su valor!
Multiplicar tu base y sin pudor
dar a su altura un número nulo
para que la caída sea sólo un salto
fraccionado, preciso y sin rencor.
Amar como trabaja un matemático:
¡Con la mano segura y segura de la razón!
Verme libre del atractivo sintomático
de ese músculo que me quita la acción.
¡Basta! ¡Basta ya de eso! ¡Seré muy práctico!
¡No sé descifrar mi corazón!
PUDIERA PINTAR AQUÍ la exactitud
de tu cuerpo y con firmes pinceladas
tener en trazos tus formas dibujadas.
Verte poco a poco de mis manos.
Ah! Pero me falta el don, la precisión
de estos puros pintores de encantada
visión, que – vibrantes – en la deseada
pantalla hacen nacer la perfección.
Pues sólo así podría estar seguro
de que tu cuerpo en pantalla pintado,
pleno, eternizado en la destreza
de un artista por toda la gente amado,
poseería casi la misma belleza
de él así en mi cama acostado.
LA LUNA DESDE ARRIBA envía mensajes indecorosos a los novios.
El viento susurra secretos calientes,
mientras que la noche pide silencio en gemidos sordos.
Y lo que me queda es la memoria
atrapada en libros, tratados, tesis, ensayos
sobre el amor.
Lo que me queda es la nostalgia
y es con ella que me abrazo
en ese precipicio de hoy.
Todavía tengo en mis dedos la curva de su cintura,
la textura de su falda.
Todavía te veo, parada, afligida,
con mi corazón en las manos,
sin saber qué hacer.
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(poemas em su idioma original, português)
É que setembro chegou.
13 poemas do Kaio Carmona
Do anúncio
É que setembro chegou
e contra todos os cálculos, previsões e intuições
seguimos juntos.
E sem que esperássemos
você gosta do carnaval
e eu da chuva.
Vamos juntos ao cinema
e você ainda se demora nos letreiros.
A luz lá fora é artificial e nas palavras da tela ainda há fios de sonho.
Mas setembro chegou
e seguimos juntos.
Ninguém viu,
nem teu pai, nem teu filho,
eu
ou você.
Ninguém viu aquele brilho de manhã ainda seco
que anunciava – peremptório :
é que setembro chegou.
E seguimos juntos.
Perdemos muito,
no trabalho, na ausência.
Perdemos alguns parentes e, tristemente, outros amigos.
Mas, veja, seguimos juntos.
É que setembro chegou.
E em algum lugar alguém poderá dizer
: setembro chegou.
Poderá ser médico, sapateiro, florista ou avô,
mas pensará também: seguimos juntos.
E, pois, daqui a pouco, o telefone irá tocar,
a hora do trabalho, com o preço do mundo, cobrando a nossa pressa,
e teremos de fazer compras, pagar o estacionamento,
ir ao dentista, levar o filho para algum lugar.
E, pois, daqui a pouco, o noticiário da tevê
anunciará um desastre, um escândalo, o gol do ano.
Mas, veja, não me importam as feridas em suas mãos,
os sonhos que alimenta.
Não me importa o que pensa da educação
ou o tamanho de sua culpa.
Não me importa deus ou o diabo,
nem as impressões metafísicas do dia.
Veja apenas, repare bem, aquela luz
adentrando a sala, quase no corredor.
É o que importa:
Setembro chegou
e seguimos juntos.
Ouro sobre azul
Naquela tarde passeamos
por entre anjos e demônios
gárgulas de um cimento secular.
De quando em quando me oferecia as mãos
como pistas em caminho desconhecido.
Mas logo a miopia dos meus olhos
via você se perder em labirintos
de paredes com nomes dentro de outros nomes.
Quando quis te chamar
um jogo de espelhos te repetia ao infinito.
Senti o nosso amor tão frágil
Pequeno.
Dava para medi-lo entre os dedos, entre os intervalos da respiração.
Mas você me sorriu de longe
ante a porta de vidro, toda dourada do poente que entrava.
Ouro sobre azul
de seu vestido.
E tive medo dos anjos da entrada.
Esse tráfego doméstico
De silêncio em silêncio
– em pequenos sustos –
vai se construindo nosso amor
diário.
Os cômodos da casa ainda são grandes,
como eram grandes os cômodos das casas
antigamente.
E mesmo assim nos esbarramos
de cômodo em cômodo,
esse tráfego doméstico.
Passa por mim sem me olhar e deixa sua mão
aleatoriamente
em algum lugar de meu corpo,
propositadamente.
Sei mais de você por esses encontrões e silêncios
que o seu sorriso, talhado na lida
do mundo das relações.
Seu sorriso:
Pequenos silêncios, pequenos encontros.
E o amor se erguendo no ar.
E o amor se entornando no chão.
Banquete
E finalmente conheces o amor
e nele apostas teus medos.
Amas com fome.
Conforme a fome:
Dia após dia macerando a carne
com cansaço.
Tenaz.
E amas com raiva.
Torna-te meticuloso de sua posse.
Assassino.
Persecutório.
Vigilante incansável.
Finalmente conheces o amor
para, conforme a fome, matá-lo.
Palavra
para Ana Martins Marques
Não
Este poema não é
um poema de amor
e por isso não deve conter a palavra amor
muito menos desamor
que é forme de amor
nem pode ser vermelho
ou aceso como o cigarro
abjeto
que de fôlego em fôlego
se queima, como o amor.
De modo algum também é dor
que é rima pobre e resto
de amor.
Este poema não tem janelas
de vistas por dentro
para fazer voar
o amor.
Nem mesmo se tranca
em casa ou se esconde em cobertas
brasas como o cigarro algumas linhas acima.
Nem tem abismos,
a morada do amor.
Em hipótese alguma o poema
trata do amor
que pensar o amor já é desamor.
Definitivamente o poema não fala de amor.
Romance familiar
Por vezes, é preciso enganar o amor
e, com conversa fiada, aprisioná-lo
em gaiola, jaula de ferro.
É preciso retirar-lhe a água e
intermitentemente
espinhá-lo
espetá-lo
ignorá-lo.
É preciso contar-lhe histórias futuras
mostrar-lhe a ampulheta
ou antes
dar-lhe tudo o que exige e deixá-lo boquiaberto.
Surpreso.
Sufocado.
Atirar-lhe na cara impropérios
restos de comida
cuspe e mijo.
Por vezes é preciso entregar-lhe nos braços
o seu primogênito:
o ódio.
Sigilo
Penso o amor em três atos:
Horizonte
Pálpebras baixando
Mãos que se entrelaçam, dançando.
Penso o amor em dois atos:
A pele suada
O fôlego por um triz
Penso o amor em um ato:
A palavra que não se diz
Do diálogo
Ela diz:
– me dá tua mão.
Ele insólito como a bruma:
– devo guiar-lhe.
Ela lancinante:
– me dá tua boca.
Ele teso em seu traje:
– é preciso protege-la.
Ela apenas:
– me pus bela.
Ele perplexo:
– veste-se de rosa ou azul, conforme a forma.
Ela sem fôlego:
– ata minha cintura.
Ele chumbo:
– o tempo há de virar.
Ela desfaz o laço do vestido
Ele lhe arranca pedras do seio.
Se amam no mesmo discurso de toda tarde.
Um menino vê os bichos
Para Maria Esther Maciel
Eu, quando menino,
vi entre bois, cavalos, galinhas,
o amor natural.
Vi um avô distante,
assoviando um tempo de decadência, por entre os pastos,
se perdendo entre os montes.
Vi uma avó manca,
inutilmente tentando preencher os buracos no caminho.
Eu, quando menino,
queria ser bicho.
E imitava o lobo, uivando na noite,
sem conhecer Thomas Hobbes.
Achava que todo bicho
era herói.
Eu, quando menino,
queria ser bicho.
Mesmo diante da crueldade dos homens.
Mesmo diante dos gritos dos homens.
Eu, quando menino,
queria ser homem
de grande memória,
para poder lembrar de todo o tempo
de um amor natural.
Belo Horizonte
O que nela me falta
é uma grande ponte
que unisse ao menos por uma visada
os opostos
que na estrada se dão
o norte e o sul.
A cidade de um imenso azul
porque aprisionado entre montes
mais azul de expectativas.
E que na idade tem a triste sina
de construir e desconstruir seu passado.
Em terra, em ferro, em ouro.
Ouro sobre azul.
Desterrado.
QUERO UM DIA EQUACIONAR o amor!
Calcular o seu raio e o seu ângulo,
tomar sua forma como um triângulo,
medir suas arestas e seu valor!
Multiplicar sua base e sem pudor
dar à sua altura um número nulo
para que a queda seja só um pulo
fracionado, preciso e sem rancor.
Amar como trabalha um matemático:
Com a mão certa e segura da razão!
Ver-me livre do apelo sintomático
desse músculo que me tira a ação.
Basta! Chega disso! Serei bem prático!
Eu não sei decifrar meu coração!
PUDESSE EU PINTAR AQUI a exatidão
de teu corpo e com firmes pinceladas
ter em traços tuas formas desenhadas.
Ver-te aos poucos nascer de minhas mãos.
Ah! Mas me falta o dom, a precisão
desses puros pintores de encantada
visão, que – vibrantes – na desejada
tela fazem nascer a perfeição.
Pois só assim poderia ter a certeza
de que teu corpo em tela pintado,
pleno, eternizado na destreza
de um artista por toda gente amado,
teria quase a verdadeira beleza
dele assim em minha cama deitado.
A LUA LÁ DO ALTO ENVIA mensagens indecorosas aos namorados.
O vento sussurra segredos quentes,
enquanto a noite pede silêncio em gemidos surdos.
E o que me resta é a memória
aprisionada em livros, tratados, teses, ensaios
sobre o amor.
O que me resta é a saudade
e é com ela que me abraço
nesse precipício de hoje.
Ainda tenho em meus dedos a curva de sua cintura,
a textura de sua saia.
Ainda vejo você, parada, aflita,
com o meu coração nas mãos,
sem saber o que fazer.
*(Brasil). Poeta y profesor de Literatura. Doctor en Estudios literarios por la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil). Vive en Belo Horizonte (Brasil). Ha publicado Um lírico dos tempos, Compêndios de amor y Para quando.