«Es necesario volver al inicio, terminar para empezar. El constante retorno». Entrevista a Braulio Muñoz

 

Por Ximena López Bustamante

Crédito de la foto (izq.) Ed. PanÓptico /

(der.) el autor

 

 

«Es necesario volver al inicio, terminar para empezar. El constante retorno».

Entrevista a Braulio Muñoz

 

 

La evocación como victoria sobre el tiempo. Estesícoro con capacidad de lograr que la nostalgia por este periplo dé por vencido al pensamiento. Nos despojamos del raciocinio para dejarnos apoderar por la consciencia que implica coexistir con otros seres en este inmenso habitar que es Naturaleza.

Aún tengo palpitando la sinestesia que fue leer Yaraví (2021), último libro de poesía de Braulio Muñoz* (1946), Centennial Proffessor de Swarthmore College y radicado en Estados Unidos hace más de cuarenta años. Un largo poema que bajo la forma de lamento andino acompaña al personaje en una travesía hacia los fondos de sí mismo, hacia los orígenes. Un coro que, bajo las palabras transparentes de Muñoz, permite al lector trasladarse y atravesar desiertos como paisajes imaginarios universales. Abandonar trémulas esquinas que como la noche parecen saber más de una misma que una misma. Contemplar el mar y su sollozo relente que, por ratos, parece confundirse con la voz poética para finalmente culminar iniciando otra entrada en la coda. La observación, la experiencia y la reflexión, son tres ramales que parten del mismo tronco del autor.

Metamorfosearemos sin cuerpo alguno, de lagartija a cangrejo, de arena a mar, de lamento a reclamo. Una voz que cansada del abuso y el devaneo eleva gritos en idioma ancestral porque no hay pide por lo que se ha dado, porque solo sacando las manos de los bolsillos podremos, por fin, dejar la inercia del pasado con sus errores y accionar. Espolear la conciencia ecológica en este Yaraví y en el presente amenazado como el que nosotros ahora.

Por mi derecha entra un manto de luz vespertina que el verano limeño suele diñar. Cuatro en punto, admito al usuario que solicita el ingreso a la sala virtual. Superando algunas trabas técnicas, logramos oírnos claramente, hay una imagen nítida y generosa de ambos en pantalla, estamos listos. Él, quien añora la nieve en Pensilvania, pues dice que están en medio del invierno y que hasta ahora no nieva, repite: «Es una pena. Si nevara, por lo menos uno ve que las cosas son como deben de ser». A dos horas de Nueva York, desde lo que parece ser su zona de trabajo y rodeado de libros, yace detrás de él un estante de madera de techo a suelo, el cual invisibilizó todo lo que alguna vez fue pared. Viste un saco gris que parece abrigador, es grueso y elegante. Si lo miras de cerca tiene como cuadros diminutos de diversas tonalidades que desde lejos vislumbran el color que lo compone.

 

Entrevista online entre Ximena Bustamante y Braulio Muñoz

 

1. Memoria del seguir siendo

 

A pesar de ir contra todo lodo, el canto de traiciones, sacrificios y miedos del ayer toman protagonismo en estas pampas, uróboros de arena donde la nada parece poderlo todo.

 

Ximena López Bustamante [XLB]: Aunque la ausencia se entienda como un «quedarse solo», en este periplo el personaje poético nunca anda en soledades. Pues se hacen parte del paisaje como oyentes, Qalaywa por el desierto, seguida de apanquras cerca del inmenso mar. ¿Hay una especie de mímesis en el tomar roles del afuera que se hallan en el adentro?

Braulio Muñoz [BM]: En el caso de qalaywa o lagartija peruanita, como se le conoce en el norte del Perú, es un animal de desierto. Por otro lado, el apanqura es un animalito de orilla de mar, significa cangrejo o carretero. Viven al filo del agua, suben y bajan con las olas limpiando las orillas, ahí pasa su vida. Te quería decir una cosa interesante para mí. Hace mucho tiempo, cuatro o cinco años más o menos, una lectora de uno de mis libros, Alejandro y los pescadores de Tancay, donde este personaje también aparece, me dice: «Braulio, ¿no sabías tú que en la Edad Media, cuando vino la plaga, se llamaba “carreteros” a las personas que en carreta se llevaban a los muertos?». Me dejó mudo. La afinidad entre ambos radica en que el carretero de Yaraví también está limpiando todo lo muerto, retirando el desperdicio que llega a las playas. Mira, lo que pasa aquí es que no quería que el yo poético se sienta completamente ensimismado al estilo romántico del siglo XIX. Mi intención era sobre todo que este personaje, que va en busca de sí mismo y al mismo tiempo va en busca de un derrotero, tenga un interlocutor. Algún oyente, porque estos nunca contestan, el diálogo no se concreta, los animales están ahí como oyentes para que el personaje pueda exteriorizar algo, decir algo. En ese sentido, diría que son personajes que pertenecen al «Yo» del yo poético.

 

 

[XLB]: El uso de palabras en quechua, en inglés, francés, las onomatopeyas, parecen ser la pauta para un estilo. ¿De dónde nace esa sed por integrar diversos idiomas en tu poesía y enriquecer el lenguaje?

[BM]: Lo que quisiera que este yo poético exprese sería la condición moderna. Ya no es como en décadas anteriores, cuando aún no había comunicación internacional. Este personaje vive en un mundo mucho más complejo que solamente un puerto. Él es porteño, nacido en ese puerto, pero vive en un mundo más enmarañado, uno con historia. En parte, es esta la intención. Quiero conectar este Yaraví con el mundo, no solo con los peruanos sino con todos. Y, sí, tienes razón, hay inglés, francés, portugués, italiano. Son lenguas que vienen y van con las personas y sus culturas alrededor de un puerto. Así vemos, pues, que al inicio del libro el personaje poético se encuentra sentado, pensando e intentando conectar con su pasado. Un pasado que es mucho más complejo.

 

 

[XLB]: Hay un intento por imitar a la naturaleza. «¡Plumm!, swishh, ushhh». El runa simi, lengua previa al quechua, tenía esa intencionalidad como premisa. ¿Quizás algo de evocación a esa lengua madre que nuestros antepasados conocieron? ¿Tienes algún tipo de relación con ella?

[BM]: Sí, mi madre era cajamarquina. Lamentablemente, no sabía quechua. Sin embargo, cuando yo era muy niño estuve rodeado de personas de Tarma, Junín, Ayacucho que lo hablaban. Con ellos aprendí el sentir de esa conexión con la naturaleza, los sonidos enrarecidos pero originales. En ese sentido, sí me siento muy apegado a ese mundo porque lo experimenté de niño.

 

 

[XLB]: Citas el extracto de un canto en quechua de una importante rebelión allá por el 1921 llamada «Masacre de Rumitaqe» en Cusco, donde indios y mistis se vieron en enfrentamiento. No sin antes dejar oír este canto desafiante del campesinado: unan punchaymanta chayqa karaqo tukukapun tukuyta qonqanayki suwa suwarunakuna maytaq chakrayku maytaq uywayku suwa allqu mistikuna. Traducido al español, dice: «A partir del día de hoy esto, carajo, se terminó. Has de olvidarlo del todo. Ladrones, hombres ladrones, ¿dónde están nuestras chacras? ¿Dónde nuestros animales? Mistis, perros ladrones, hoy en nuestras manos van a morir. Hoy no somos ya como en el tiempo pasado. Ya no soñamos ni dormimos. Hoy pues empezamos a despertar del todo». Si este canto se entonara hoy, ¿Quiénes serían los antagonistas de esta historia?

[BM]: En cierta medida, somos todos. Esto es como una demanda, un gritarles: «Tú también eres como nosotros». Los antagonistas son las empresas mineras que recogen tantos tesoros del Perú, las compañías pesqueras enormes que han destruido la bahía de Chimbote. Serían, también, estas personas que siguen explotando a sus hermanos. El despojo de las riquezas del pueblo peruano.

 

 

[XLB]: Encuentro justos gritos de reclamo en versos como «hijos de mar podrido» o «sabor a salitre en el aire». ¿Este reclamo de la voz poética tiene alguna solución que ofrecer o solo se queda en la queja?

[BM]: En el poema XIII de Desiertos (primera parte del libro), el personaje le pregunta a Qalaywa «¿penas por algo?», pero esta no contesta, claro, la voz poética continúa: «peno por traición de credos más cuando no hay coda». O sea, pierden los ideales y no tienen la posibilidad de regresar y reiniciar esos ideales. Si te fijas, en uno de los últimos poemas, el personaje regresa a la ciudad y se dice «saco manos de los bolsillos» y se va de regreso. Ahí está doña Pelagia advirtiendo que va tarde, lo intercepta y le da una pancarta que dice: «¡Con los carreteros!». La poesía es maravillosa en ese sentido, ya que puede concisamente explicar toda la historia. Pero, al final debe retornar al pueblo como cualquier yaraví. Por eso coloco una coda: es necesario volver al inicio, terminar para empezar. El constante retorno.

 

 

2. El que critica y contempla

 

El ganador del premio International Latino Book Award en 2009 posee un espíritu contemplativo y a la vez combativo. Los puños se alzan, salen los guerreros, la noche como refugio. Se descubren más de una batalla. La lucha principal: salvar el medioambiente. Comprometido con los conflictos de su tiempo, el multilingüe autor compartía con su época, y aun con el presente, un enorme apetito hacia todo lo que significase cambio, renovación o regeneración social.

 

[XLB]: Citar un canto de revolución no debe ser gratuito. «Where have all the flowers gone», de Pete Seeger, o ver irse a Mirla con rifle en mano tampoco debe serlo, creo yo. Considerando las referencias, ¿cómo se asocian estos guiños de la revolución en el aspecto sociopolítico hacia tu vida personal?

[BM]: En el poema IX de Desiertos cito a Víctor Jara: «Declara mi canto es de los andamios para alcanzar las estrellas», y ahí mismo también digo que no funcionó. La revolución del setenta, el comunismo y el marxismo, no funcionaron. Entonces, en esta cita de la canción de Seeger, a propósito de la Guerra de Vietnam, recalco que a pesar de todo debemos seguir en la lucha y sacarnos las manos de los bolsillos. Acá hay una pregunta: ¿Cómo es que todos estos temas de protesta se ligan conmigo? Bueno, yo fui presidente del Sindicato de Construcción Civil y Anexos, fui un portavoz de los pobres en Chimbote. Después fui director de un periódico también de izquierda. Como supe hablar inglés y francés pude escuchar, por esos años en las radios Sony que llegaron de Japón, canciones de protesta de la época. Había muchos de mis amigos, de varias partes del mundo, que compartían ese gusto conmigo y nos juntábamos e íbamos a cantar esas canciones.

 

 

[XLB]: En esa nostalgia que evoca un yaraví, uno vuelve a recordar y evocar. Al retornar a Chimbote con la imaginación, ¿a qué vuelves más, o qué es lo que vuelve a ti?

[BM]: A ver, esto va más o menos así. Cuando tuve alrededor de veintidós años dejé Perú y no regresé sino hasta quince años después. De ahí en adelante, solo fueron visitas esporádicas. Entonces he estado fuera del Perú por casi cincuentaicinco años, casi la mayor parte de mi vida. Salí del Perú, en parte, por las cuestiones políticas. Pero en parte también porque quería acabar mis estudios. Yo no había culminado ni la primaria, imagínate. Solo estaba metido en esa clase de cosas revolucionarias (risas). Entonces me fui a Estados Unidos a estudiar física. En esos años todavía no estaba disponible la binacionalidad. Las cosas se pusieron complicadas con Perú y sus miles de trabas. Después de casi diez años me nacionalicé norteamericano y recién pude volver a Perú sin problemas. Porque Perú, Chimbote sobre todo, es mi suelo, mi zafio batán en el cual quiero dar mis últimos pasos. Por eso, ese retorno es importante. Siempre quiero regresar a Chimbote. No obstante, al regresar, uno ha cambiado, es diferente. Son cuarenta o cincuenta años luego de los cuales uno regresa a un Chimbote que ha cambiado. Encuentro que las esquinas siguen ahí, pero la gente no es la misma, hablan de otra cosa. La música es diferente. En parte, es un retornar hacia mí, pero con la nostalgia, con la memoria. En el presente, tengo la suerte de conocer y haber podido juntarme con mucha gente joven de Chimbote. Poetas como Denisse Vega, Elí Urbina y Juan José Magán, Elisa Altamirano son personas que hacen cosas por Chimbote. Entonces, me importa a mí conectar con ellos, como podría hacerlo con el yo de hace cincuenta años. Saber qué piensan ahora, no quedarme en el pasado.

 

 

[XLB]: Existe una burla al ayer mezquino desde el hoy eterno. Además, dices que «el tiempo del alma es aún para siempre», insistes en el «terco seguir siendo». Eternizas a Mirla en el «aquí y el ahora». ¿Alguna razón de jugar así con el tiempo en este Yaraví?

[BM]: En el caso de Mirla, ella es eterna. Ella es el sueño, el ideal poético, la ilusión. El amor puro, incansable, el sueño por mundos mejores. Espectacular el tiempo. Para mí existen dos clases de tiempo, hay un tiempo cronológico, el reloj digamos. Pero hay otro tiempo sentido, el tiempo de la memoria. El tiempo de la memoria no tiene comienzo ni fin, se puede ir a todos lados. En cambio, el tiempo cronológico, no. Para mí, la poesía, la idea de que haya mundos diferentes al que tenemos gracias a la palabra, no cambia con el pasar del tiempo cronológico. La poesía es algo a lo que los humanos siempre vamos a volver, volver y volver, felizmente. Si fuéramos seres sin memoria, tendríamos la tiranía del tiempo. El tiempo es tirano cuando lo dejamos que sea, porque podemos recordar cosas, soñar cosas, imaginar mundos diferentes y prescindir del tiempo.

 

 

[XLB]: Hablemos de la importancia de los epígrafes. Por ejemplo, en la sección Mar:

[BM]: Bueno, en esa sección tenemos dos epígrafes. El primero, de Danielle Collobert, una de mis poetas favoritas, aunque no sea muy conocida, dice «tengo un mar interior, no muy grande, pero me llena entera». El mar de Collobert es uno que está dentro de ella, las olas le chicotean en mi cabeza, no la dejan dormir, la atormentan. Es un mar interior, pero con toda la rabia del mar adentro. Hay un contraste con el segundo epígrafe, de Pablo Neruda, que dice: «Necesito del mar porque me enseña». En este caso, el mar de Neruda es uno que está fuera de él y lo ayuda a calmarse, lo limpia, le saca todo lo malo y le deja sólo lo bueno. En el caso de este yaraví, el mar está casi en medio. Está dentro de él, sí. Se comunican: el mar le habla «ushh, swishh, plumm», ese es el mar hablándole al personaje poético porque éste le entiende, siente sus palabras. Pero el mar no lo controla, lo recarga, pero no le da tormentos interiores. Es un mar que eventualmente, como a Neruda, lo limpia y le da fuerzas para que pueda regresar al puerto.

 

 

[XLB]: ¿Es posible la participación constructiva en la era digital de la mano de los fantasmas virtuales para esta batalla?

[BM]: Yo creo que es indispensable la participación de la gente que está en la virtualidad. Es una de las virtudes que rescato en Juan José Magán. Este joven hace mucho con las herramientas digitales en favor de Chimbote, por ejemplo. Necesitamos esa clase de personas. No podemos pensar que seguimos en los cincuenta o sesenta, no pues. Nuestro mundo ahora es otro. Imagínate si yo me rehusara a tener esta entrevista contigo porque no sé usar Zoom, sería ridículo. Ya estamos en otros tiempos y hay que usar las herramientas del presente. Y creo, además, que sí se pueden usar las redes sociales para hacer avanzar ciertas políticas o iniciativas que valgan la pena ser escuchadas.

 

 

[XLB]: Seguro te lo preguntan seguido, pero ¿cómo fue el salto definitivo para decidirte dejar la docencia y ser escritor a tiempo completo? ¿Hubo algún hito?

[BM]: Mira, más o menos durante cuarenta años de mi vida acá (Estados Unidos), yo no escribí literatura. Aquí soy más conocido como filósofo social, mi cargo en la universidad fue sobre eso, abarcaba temas de psicología, psicoanálisis, etc. Literatura empecé a escribir desde el 2004 en adelante. Fue una cosa que me costó un poquito. Pero luego la decisión se hizo fácil, porque realmente yo quería volver a lo que amé de joven. Yo escribía poesía de joven, trabajé en diversas radios, a los diecisiete años dirigí un periódico. O sea, me gustaba ese mundo, pero tuve que abandonarlo todo al irme de Perú.

 

 

La entrevista, a pesar de las pantallas, va bien, pero nos salimos un tanto. Tal parece que Braulio tuvo un liderazgo natural desde muy joven. Eleva los brazos, junta palma con palma, las frota y sutilmente las pasa por los costados de su cabeza. Pareciese hacer el ademán de peinarse o simular que sus palmas fuesen una especie de peineta imaginaria. Su peinado es increíble, una cola baja sin un pelo fuera de lugar, toda hebra fue dominada. Me mira, «se peina», ríe genuinamente, voltea a los costados y empieza.

«A ver, salí del Perú en el 68 bajo el gobierno de Velazco. En esos años, había muchas posiciones políticas. Yo, no sé si felizmente, pero nunca me alineé con ningún partido, nunca fui comunista ni socialista, yo era un independiente. Las cosas se pusieron difíciles y tuve que salir. En Estados Unidos me dediqué a las matemáticas, porque de niño era muy bueno para los números, en especial a la Física».

El hombre de casi 1.80 cm de estatura, una talla ceremonial en diversas culturas, tiende a pensar las palabras antes de decirlas, hay un tiempo prudencial entre el decir y el pensar. Imagino que no debe ser sencillo pensar en un idioma y expresarlo en otro, además de tocar los agrios asuntos de la política.

 

Entrevista online entre Ximena Bustamante y Braulio Muñoz

 

3. Canto integral

 

[XLB]: Existe un remordimiento, una culpa tácita que aniquila por dentro, cuando de ponernos a defender el lugar que habitamos se trata. ¿Qué le hace falta al ser humano para pasar a la acción y dejar las palabras?

[BM]: Yo creo que no se deben dejar las palabras. Yo creo que las palabras deben ser parte de la acción. Mira, esto viene de mis estudios críticos sociales, en el sentido de que: acción sin pensamiento y sin palabras es solamente activismo. Un pensamiento revolucionario sin acción solo se queda en pensamiento. Hay que unir las dos cosas: palabras y acción. En primer lugar, las palabras son parte de lo que somos, no podemos dejarlas a un lado. Pero, al mismo tiempo, las palabras no tienen su propio universo organizador. Es decir, las palabras no vienen con un plan, sino que nosotros las usamos, nosotros hacemos el plan. Las combinamos como queremos, las aplicamos a nuestro antojo. Tenemos el don de la palabra. Entonces, eso es lo que quiero mantener, la idea de que el ser humano continúa siendo un nexus entre las estructuras de un lenguaje y la libertad de la creación.

 

 

Pregunto por el medioambiente porque quizás ya habría llegado a sus oídos este nuevo campo de estudio de la psicología, la ecopsicología, el cual vincula a éste con la salud mental, física y espiritual. Esta disciplina propone que, si no sanamos la relación con el medioambiente, no será posible un estado completo de salud en las personas. Además, es visto como un sentido de pertenencia a esta Tierra, como un sentir nuestro lugar en el mundo. Va más allá de solo ocupar un lugar en el mundo, apela a concientizarlo.

 

 

[XLB]: Pongo este concepto sobre la mesa para resaltar que la conexión con la Naturaleza o el coexistir con ella al que referían nuestros antepasados tiene ahora un campo de estudio dentro de la Academia. Esto ayudará a revalorizar el compromiso de uno para con el todo ¿Consideras que el camino por concientizar al humano sobre el cuidado del medioambiente involucra el bienestar mental? ¿Cómo se vive ese despertar ecológico en un país donde priman más edificios que árboles?

[BM]: Yo creo que es una cuestión simbiótica. Sin un buen mundo, nosotros no podemos ser buenos individuos. Nosotros somos parte de la naturaleza, la naturaleza es nuestro cuerpo. Durante el Modernismo (alude al racionalismo de la Ilustración de la Edad Moderna) plantearon esta idea de que la ciencia podía hacer todo y todas las cosas que no fueran medibles no funcionaban y se descartaban. A mí, eso me parece erróneo. Acabo de publicar una novela en inglés que se llama The Always Already, que trata precisamente sobre la destrucción ecológica de este país (Estados Unidos). Esta es la trama: una mujer andina viene desde la sierra del Perú, pasa por Lima, va hacia California, cruza medio continente llevando un mensaje de amor hacia la Tierra con una mirada integral. Porque, aquí, no es que no quieran, sino que no saben cómo amar la Tierra. Es una novela larga, tiene quinientos veinte páginas, pero mira que esto que me acabas de preguntar es justamente lo que estoy tratando de expandir para este país, en inglés naturalmente. Es verdad, no saben amar a la Tierra. Fue una sensación de pena que me invadió fuertemente al llegar a este país. Quizás sea mucho decir, pero en parte dejé el mundo académico para hacer esta clase de cosas, para seguir con el mensaje y hablar de temas que en Perú no interesan. Aquí ya escribí dos novelas en inglés, una de ellas habla sobre la inmigración y la otra es sobre la ecología. Entonces, estoy tratando que esta forma integral de ver la vida se mantenga, se conozca más y deje de ser relegada a las ideas de los curanderos o la falsa mística.

 

 

De pronto, una pausa. El doctor en sociología, se detiene, mira a la cámara, achina los ojos nimiamente y bromea: “Ah, y por si acaso puedes adquirirla en Amazon. Desde cualquier parte del mundo”. Compartimos risas que él inició. ¿Qué mejor que ampliar la paleta de idiomas para repartir el mensaje?  Ahora entiendo mejor la intención, a la que refirió líneas arriba, acerca de expandir el mensaje de cuidado y preservación del medioambiente por el mundo.

 

 

[XLB]: Eres un multifacético hombre de letras con novelas, ensayos y hasta premios en su haber, ¿por qué activismo ecológico? ¿Cómo lo vinculas a tu obra literaria?

[BM]: Es algo que me nace, no me cuesta. Además, estuve vinculado a la docencia de un curso relacionado a la cultura latinoamericana y ahí enseñaba sobre las culturas y el ecologismo indígena. Además, te diría que mi novela Alejandro y los pescadores de Tancay es un libro ecológico sobre cómo los pescadores cuidaban el mundo con sus saberes ancestrales. Aquí, en Estados Unidos, ganó un premio. En Italia también se interesaron por el tema (ecología), porque ellos también estaban sufriendo contaminación en sus bahías, y se publicaron dos ediciones del libro.

 

 

[XLB]: ¿Qué opinas sobre esta afirmación: «La mente es un microcosmos del mundo; el mundo, un macrocosmos de cada una de nuestras mentes»?

[BM]: Bueno, en estos casos, o cuando me hacen alguna pregunta similar, yo recurro a uno de mis grandes libros de cabecera. Hablo, muy en parte, de los libros de Baruch Spinoza. Para él no hay fuera de este mundo: todo está conectado por dentro. Entonces, para mí la idea de que de alguna forma hay que separar el cuerpo del espíritu o la salud mental de la física, me parece equivocada. Somos todos uno y en este uno también pasan cosas crueles, el león también tiene que comer y el ciervo tiene que morir. La idea del bien o el mal también es parte de este mundo. Somos lo que somos. Tampoco me refiero a un mundo lleno de personas bailando con flores en las manos, no me malentiendas. Me refiero a que somos el engranaje y debiéramos ir hacia la integración perpetua.

 

 

[XLB]: Noto una genuina voluntad por mantener la cultura viva, por seguir siendo milenario, o quizás sea involuntaria. Podría ser una infidencia, pero y ¿el cabello largo? ¿La unancha en tus sombreros? ¿De qué época vienes?

[BM]: Yo creo que tengo dos tiempos. Un tiempo en mi niñez que yo aprecio muchísimo. Recuerdo los valses afroperuanos que me sabía de memoria… Aún escucho algunos boleros criollos que aprendí de niño. Ese mundo me pareció maravilloso. De ahí pasé al mundo bucólico de Santa Clara. Luego vino un rompimiento que me marcó: Chimbote. Estuve cinco años nada más, pero vaya que me marcaron. Fue un mundo increíble para mí, pude hacer una pila de cosas que nunca creí poder hacer. Mira esta anécdota muy interesante sobre el cabello que me marcó. Estuve terminando el PHD en Pensilvania y estaba con el que fue mi asesor de tesis, quien me sugirió, o advirtió, cortarme el cabello antes de la sustentación. Me dijo: «Si tú sales así, con ese cabello, no van a creer que puedas tener autoridad para hablar algo sobre Heidegger o Kant. Nadie va a creer que sepas algo». Desde ese momento, decidí que mantendría mi cabello así, porque es parte de mi cultura. Los indígenas en Perú fueron obligados a cortarse el cabello; ahora, en cambio, yo puedo elegir y decidí no cortármelo. Luego, me tocó ir a una conferencia en Oxford y con mi frondosa melena me puse a hablar sobre filosofía con un público atento y respetuoso. Hay que acabar con el estereotipo del cabello largo ligado a la ignorancia. Un día, por Chimbote, estaba caminando con el sombrero que siempre uso, al cual le coloco la bandera del Tawantinsuyo alrededor de la copa. Pero, fíjate, que vino un señor y me increpó, me gritó que estaba promoviendo la homosexualidad con ese cintillo en mi sombrero. Me incitó a sacármelo. Imagínate, ni siquiera sabía el símbolo de esa bandera.

 

 

Despedimos con metáforas naturalistas: «Todo en la naturaleza nos enseña que la extinción de una vida es lo que abre espacio para la aparición de otra. Del modo en que ahora vivo, eso cosecharé», escribía Henry David Thoreau en El Diario (1837-1861) en 1837. Imposible no mencionar a Thoreau y Muñoz y sus varias muchas semejanzas. En medio de amigables bromas y nuestras manos alzándose al ritmo de las voces al hablar, damos por terminada la entrevista. Amablemente se soltó la liga que le sujetaba tajante el cabello, en seguida caen sobre sus hombros lianas de la noche. Oscuras fibras que combinan con el azul cobalto de la camisa que viste bajo el saco gris. De todos los posibles Braulios invocados, le di un hasta pronto al amante de la naturaleza, al precursor de los movimientos ecologistas y también al pionero del activismo consciente.

 

Enero, 2022

 

 

 

 

 

*(Chimbote-Perú, 1946). Poeta, ensayista y narrador. Sociólogo por la University of Rhode Island (EE.UU.), magister y doctor en Sociología por la University of Pennsylvania (EE.UU.). Trabajó como profesor en Swarthmore College entre 1978 y 2020. Obtuvo el International Latino Book Award (New York, 2009). Ha publicado ensayos y artículos sobre teoría social, filosofía, sociología y crítica literaria, entre los que se encuentran Sons of the Wind: The Search fot Identity in Hispanic Amaerica Indian Literature (1983); Tensions in Social Theory (1993); Huairapamushcas: La búsqueda de la identidad en la novela indigenista hispanoamericana (1996); A Storyteller: Mario Vargas Llosa between Civilization and Barbarism (2000) y Looking North: Spanish American Perceptions of the United States, 1899-2008 (2013, en colaboración con John Hassett). Ha publicado las novelas Alejandro y los pescadores de Tankay (2004); The Peruvian Notebooks (2006); Los apuntes de Alejandro (2009) y El Misha (2013); además, los relatos El hombre que sabía morir (2021) y en poesía Plaza Mayor (2017). Tiene en preparación la novela The Always Already y una colección de ensayos titulada Retazos.

 

 

 

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