Vallejo & Co. presenta una selección de poesía boliviana por Jessica Freudenthal Ovando, quien nos acercará a la tradición lírica de su país. Poesía Boliviana I.
Por Humberto Quino Márquez*
Notas y selección por Jessica Freudenthal Ovando**
Crédito de la foto Facebook del autor
Érase un abatido vate…
Crítica y poemas de Humberto Quino Márquez
Humberto Quino Márquez, es conocido por su ácido y corrosivo humor, por sus posturas anarquistas, por pasar su lengua sobre “mujeres sin historia y damas de leyenda”, y por abismarse a la muerte a través de sus palabras. Ávido lector y tenedor de libros.
El abatido vate niega la retórica del uso, “ars male dicendi”, esa es la bandera de una escritura que procura desterritorializar el lugar común, que “abre y exhibe la macabra realidad que decora a la muerte”.
En este (des) propósito, Humberto Quino Márquez reflexiona sobre su propio hacer: “romper el verso para producir una nueva semántica”, “cuestionar un lenguaje tributario de la certeza”, intento de auto-desciframiento que es, desde el inicio, un fracaso, como lo es intentar definir la poesía y pretender asirse de pequeñas palabras/reliquias para resignificar el mundo. He ahí la ironía, la paradoja, la indulgencia.
La palabra de la poesía de Quino Márquez flota en tierra de nadie, se declara insumisa y desobediente, indócil y pérfida. Quizás por ello uno de sus epígrafes recurrentes –del escritor Roberto Bolaño– glosa “Que tus palabras te sean fieles”. Quizás, es lo único que Humberto espera de su escritura: que no lo traicione. Es así que le preguntamos al poeta: si tus palabras, poemas, te traicionaran, ¿cómo lo harían?
Humberto Q.: Todo poema tiene fugas: distorsiones, resonancias, cenizas de un fuego inmemorial, un flujo esquizoide, un querer atrapar un “cuerpo sin órganos” (F. Guattari), sin dejar de estar encerrado en una atmósfera, que marca su pluralidad y su contingencia.
Todo poema implica una traición, desde el momento en que no se subordina a una totalidad: la afirmación de una parte niega la forma del sujeto como una totalidad y la relación consigo mismo se hace desgarradora, conflictiva, suicida a veces. Todo poema, cercenado en su raíz, pretende restaurar esa unidad primordial.
En este sentido, la escritura de Quino Márquez se nombra como “el eco de la maldición de estar vivos”, poema central de la obra de Humberto, dedicado a Martín Adán. Texto donde la poesía ―destrucción y éxtasis― muestra su doble filo: no decir nada, o ser de piedra recóndita.
Por otro lado, están los poemas que versan sobre la propia escritura y el poema, algunos también lo hacen sobre el poeta y su oficio. Esta voz cercana a la autobiografía, este “yo” personal, pasa, en “Retrato de poeta I, II y III”, a la tercera persona. El “yo” se dirige al vate abatido como “viejo poeta”, pidiendo u ordenando que no ceda, describiendo esas palabras que “pasan por el cuchillo”; y evocando a la muerte: “Cuando hayas abandonado tu cuerpo/ Viejo poeta/ y seas una estatua de arena/ Las renacidas ramas cubrirán tu canto/ Tú marchita corona (…)”
En “Poema entre dos aguas”, la tensión vida-muerte cuaja en la imagen del poeta, en el personaje del poeta retratado en palabras: “Me acuerdo la vara con que fui medido/ y del escuálido verso que fue mi retrato”. La degradación de la imagen del vate es clara, la burla, la mofa, y la infamia con que se lo presenta, poeta sin halo, sin melena, que sostiene la lira en una mano, y en la otra una bacinilla.
El desparpajo ante la propia y la muerte, el menoscabo del cuerpo del poeta y la imposibilidad o inutilidad de la escritura permean estos poemas, seduciéndonos y apelando a los lectores, invitándonos a ser parte de esa “desenfrenada investigación”, del goce del lenguaje.
Poemas
Introito
Varias poesías
que a diferentes asuntos
escribió don Humberto Quino
Caballero
de la orden militar de calatrava
Maestre
del gremio de desocupados
y empedernido
defensor de mujeres perdidas.
Versión del padre
Si sobrevivo aún
Es por mi salvaje pereza
Por tu fatiga deshilando los días
¿Acaso no fui tu pupila en el espejo?
¿Acaso no fui tu alucinado huésped?
A veces, Padre mío
En el centro de tu corazón navega
Esta voz de ahogado
Esta marca de bestia acorralada
Feroz a medida que envejece
Uniendo sus pedazos en tus entrañas
Aullando en tus venas su raído cuerpo
Sepultado entre la tierra y el cielo.
A Gregorio Quino
In memoriam
Somos bienaventurados masticando un cacahuate
No hay un solo pedazo de nervio que nos pertenezca
Abandonados en un campo de flores
Hundidos en el perdido reino de las criaturas de la derrota
Alguien danza en nuestras melancólicas cabezas
La saudade / Púrpura y lamento de la tarde.
Así vamos / Coronados por el agreste viento
Por longevas damas que la ciudad engulle
Por las manoseadas de nuestra rotonda
Por la ira / La rabia y el sucio amor
Por el odio / La cólera y la calvicie
Por el caos y la destrucción
Por la encallecida muerte que nos aguarda.
A la altura de tus labios
Si la esposa muere
Ésta es su ceniza.
Leopoldo María Panero
Mi mujer cava una fosa
Y tiene la forma de una boca roja.
Mi mujer cava una fosa
Muda y flaca y oscura.
Bebemos la leche de la noche
Es la sed del ahorcado
Su reloj de tristeza
Su vaso de vino con migaja
Su incinerado amor
Por eso escribo / Amada serpiente.
Retrato de poeta I
No cedas viejo poeta
A la quejumbrosa visita de una lágrima
Cuida tu maniquí de las moscas ebrias
Cronista de sueños y desgracias
No cedas viejo perro.
Retrato de poeta II
En tu isla / Viejo poeta
Las palabras pasan por el cuchillo
Así
Es difícil llegar a la concavidad de las cuartillas
A esa revelación que es muda tragedia
Una furia de nostalgia y soledad
En tu isla / Viejo poeta.
Retrato de poeta III
Cuando hayas abandonado tu cuerpo
Viejo poeta
Y seas una estatua de arena
Las renacidas ramas cubrirán tu canto
………………………………………………Tú marchita corona
Viejo poeta
Cuando seas un desvarío sobre un peldaño
Cuando hayas abandonado tu cuerpo y tu rocín.
La escritura es el eco de la maldición de estar vivos
He habitado la destrucción y el éxtasis
Poesía que no dice nada
Poesía de piedra recóndita
Poesía de un hueso sobre otro hueso
Yo soy más que el olvido
Lo mío / Lo que desciende en gusano
Lo que desgarra y calla
Es este ser y estar
En esta y en la otra vida.
A Martín Adan
Celebración de un infante
Mi infancia era un humo azul
Un punto ciego en el cuarto escarlata
El mago Tou Fou acariciaba mis cabellos
Mi padre cabalgaba sobre mi vieja cuna
Como si estuviera fuera el mundo y su pesadumbre
Mi madre medusa comía una naranja
Su pálida tristeza me hundía en la gracia
En esa espuma desconocida y áspera que sería mi destino.
Mi infancia era una selva de sombreros y falacias
Querubín luciferino / Mi gloria era el infierno
El esqueleto de un caballo
Y ese hueco en la niebla donde una maldición tejía
Ya el telón había caído sobre mi razón
Y sólo tenía la certeza
De haber sido echado del paraíso
Entonces / Me desaté la lengua
Me rompí un brazo
Y me masturbé como un simio.
Rapsodia para aves nocturnas
Puerta de Ave-soul
Abre tu ser y despierta
Llévame al otro lado de estos muros
Donde uno nace y acaba
Donde uno está colgado del hilo de la razón
Entre máscaras y coronas
Ebrio y desamparado
Cual papel escrito y arrugado.
Puerta de Ave-soul
Vida para morir
Qué voy a hacer con este animal cansado
Que se niega a la sumisión
Que se niega a estar solo
Que anda / Bebe y olvida
Desnudo como está
Muerto como está
Tan semejante a ti y a mí.
Parábola de la soledad
Alguien está solo en su lecho
Y corre a su muerte
Desnudo como Dios
Al encuentro de sí mismo.
Un santo de tu devoción
Aún espero la noche
Con una marca de sangre en la frente
Y cuando la hora más ardiente llegue hasta mi nuca
Y aún cuando yo muerto entre las ratas
Alabo tu hermosura
Para que me ilumine tu belleza
En este juego de amar y morir
En la nada.
Para Claudia Ch.
Poema entre dos aguas
Sentado en la calle
Como una hormiga abandonada en la tierra
Me acuerdo de la vara con que fui medido
Y del escuálido verso que fue mi retrato.
Método del discurso
La nuez de lo absoluto
No es ser o no ser
Viejo comediante de tablas.
El rezo del doliente es ser
Y no tener alma
Ser
Y no tener un alma
Que llore sobre tu cadáver
Ser
Y no tener alma
Ni esqueleto.
Soliloquio del homo maniacus
El hombre está enfermo
Porque está mal construido.
Antonin Artaud
¡Conduélete Señor!
Mis colmillos son pequeños
Mis pies grandes
Y mi gorra con un inmenso agujero
Donde habita la locura.
¡Amásanos de nuevo Dios!
Donde don Humberto Quino se duele de no tener mar
De no tener bar
De no tener un pelo de tonto
Ni un pelo de vivo.
*(La Paz-Bolivia, 1950). Poeta. Ha publicado en poesía: Escritura fallida (1976), Delirio de un fauno en la avenida Buenos Aires a las 12&45 (1978), Balada para mi coronel Claribel y otros huevos (1979), Manual de esclavos (1980), Mudanza de oficio (1983), Fosa común: Antología de la nueva poesía boliviana (1985), Tratado sobre la superstición de los mortales (1987), Crítica de la pasión pura (1993), Diccionario herético (1993), Álbum de la nueva poesía chilena (1994), Summa poética: 1978-2002 (2002), Coitus ergo sum (2003), Ópera parca (antología personal), Parodias, invenciones y otras blasfemias (2011), entre otros.