Por Natalia Litvinova*
Poemas Javier Galarza**
Crédito de la foto (izq.) Marco Zanger /
(der.) Ediciones en Danza
Javier Galarza suele chasquear los dedos o golpear la mesa suavemente cuando lee su poesía, así revela el ritmo de su escritura. Cada libro suyo es la búsqueda de nuevos acordes, podríamos decir que ningún libro de Javier suena igual. En esta entrevista para Vallejo & Co., relata qué música y qué paisajes acompañaron la creación de su nuevo poemario Für Alina (2018).
Entrevista a Javier Galarza
Natalia Litvinova [NL]: Contanos sobre el comienzo de Für Alina: la época y las anécdotas que sirvieron de inspiración para los primeros poemas.
Javier Galarza [JG]: Hace casi 30 años, yo usaba una máquina de escribir Olivetti, regalo de mi padre. Una noche, escribí un párrafo pequeño donde aparecían dos personajes: Alina, una adolescente débil y marginal, junto a un hombre extraviado, acaso un poeta. Pasó el tiempo, se sucedieron los escritos e incluso los libros, pero nunca pude librarme de esas presencias que fueron desarrollándose a través de pequeñas prosas. Las anécdotas que dieron origen al personaje de Alina fueron mayormente amores de juventud: tomar un tren hacia las sierras, acampar en invierno, mirar el fuego, caminar borrachos, alcanzar la iluminación a través del cuerpo de la amada.
[NL]: Qué etapas y cambios atravesó hasta convertirse en el libro que es hoy.
[JG]: Tenía la historia que quería contar, los protagonistas recorren barcos abandonados, vías que ya no funcionan, es decir, los restos urbanos de esta civilización. Primero imaginé a Alina como una yonqui, también como portadora de un virus; pero como estas ideas me parecieron densas, solo quise decir que Alina se estaba disolviendo y que el narrador se estaba contagiando de esa progresiva disolución. Años después de comenzar el libro leí a Novalis, a Marcel Schwob, la nouvelle Tristessa de Jack Kerouac y Nadja, de Andrè Breton. Entonces comprendí que estaba ante un arquetipo literario. Porque Alina es una joven que, en trance maníaco, se pone a recitar el Bhagavad Gita o los libros sagrados. Alina me enseñó muchas cosas. Lo sigue haciendo.
[NL]: El título Für Alina evoca lo extranjero, lo remoto, ¿cómo llegaste a él?
[JG]: Sucede que, precisamente, Alina es lo remoto, lo extraño. Una de las tantas cosas que resignificó el trabajo fue la pieza del músico estonio Arvo Part que lleva ese nombre, “Para Alina” o “Für Alina”, en su idioma original. Empecé a escuchar a los compositores de la corriente musical llamada “el minimalismo sacro”, el inglés John Taverner, el polaco Henryk Górecki y de alguna manera esa música entró en los poemas. Cito algunos fragmentos de las letras de esas composiciones y una anécdota que le ocurrió a Arvo Part.
[NL]: Hace unos días publicaste unas fotos del puente de la calle Ituzaingó, ese que apasionó a Borges. Mencionaste también la zona de Barracas y Constitución. En tus referencias suelen aparecer los lugares salvajes y abandonados de Buenos Aires. ¿En qué espacios te inspiraste para armar la arquitectura de Für Alina?
[JG]: Me inspiré en una capilla cerrada que solía visitar en Moreno, en la estación Martín Coronado, en ese puente de la calle Ituzaingó, en los barcos oxidados del puerto de Buenos Aires… Seguí investigando y me enteré de que muchos fotógrafos en todo el mundo se sienten atraídos por los lugares abandonados: Epecuén, Chernóbil. En Barracas hay fábricas abandonadas y en Constitución confluyen todas las tribus de Buenos Aires. Cuando entro a una iglesia abandonada, de cualquier religión, mi devoción se acrecienta. Cada uno de estos lugares colapsados, que a la larga se vuelven de culto, son los restos del capitalismo, donde revive la idea de un santuario profano.
[NL]: Contanos sobre tu próximo proyecto de escritura.
[JG]: Son muchos, afortunadamente, tengo un hermoso proyecto junto a la editorial Llantén, un ensayo sobre un testamento desconocido de Alejandra Pizarnik (en coautoría con Leonardo Leibson y María Magdalena); tengo un libro de cuentos listo para publicar, una novela en camino y un libro que consiste en la reescritura de textos sagrados de diferentes culturas, pero mezclados con elementos de hoy.
5 poemas de Für Alina (2018),
de Javier Galarza
La enviada
Esta es la canción de una adolescente
de la ciudad que renegando de todo
alcanzó la iluminación en un andén,
junto a las vías del tren de las afueras.
Pues vino al mundo otra mesías,
nacida en la tierra santa de Estonia,
un viejo dormía cerca de allí,
envuelto en hojas de diario,
y fue salvo en la contemplación de la niña.
Viajaba yo en el tren,
descreído y falto de fe,
cuando una joven metió su mano
en el bolsillo de mi sobretodo
y una navaja en mi costado.
«Quedate quieto» me dijo para enseñarme
el camino de la desposesión
Yo fui tocado, fui tocado y creí.
Retablos al paso
Benditos los viajes y las aventuras,
este desconocimiento, las placas
y los altares que improvisamos
en cada santuario profano.
«Aquí se erigió una estación de servicio.
Cuatro chicos orinaron esta pared.
En este lugar dormía el mendigo
que se llevó la policía»
La noche nos llevaba
junto a Nuestra Señora de las Lluvias,
la Virgen de los viajeros.
«Aquí abusaron de un chico.
En este rincón de la calle un gato fue atropellado».
Alina, yo abrevaba en tu templo
con gratitud de viajero,
partías el pan y nos dabas de comer,
las vides o la parra del vecino
saciaban nuestra sed.
Una mañana tus ojos me supieron sin razón,
y con un truco de magia
encendiste tenue
este film en la llovizna.
La transacción
Las vírgenes de los andenes
fueron testigos de la transacción.
Unas dosis entre el jean y la ropa interior.
Alina se derrama contra los azulejos del baño.
El tren de la madrugada arranca
y mi dealer bordea la estación.
“Busca y encontrarás.
Golpea y te será abierto”.
Voy a pegar con la foto de mi nena.
Su estampa me protege en los barrios duros.
En este borde, amigos hermosos
me refugian en sus casas,
con comida caliente y revistas pornográficas.
Alina escupe las manos de los policías y dice:
“Entre las letras soy la a,
la dualidad entre los compuestos,
Ushana entre los poetas”.
Sobre estas piedras edifico el templo.
Su palabra es profecía.
La mariposa muerta
“Es la miseria lo que me impide darlo todo”,
predicó Alina como una pequeña loca de Asís.
“Si sabemos disolvernos,
podremos terminar
con la idea de un yo y de un otro”.
Y agregó:
“La gente aprende cosas como quien,
con precisión de entomólogo,
atraviesa a una mariposa
con un alfiler.
En cualquier cosa que entiendan
habrán perdido el vuelo”.
Los lamentos
La zona es ese lugar al que nunca llegamos
pero volvemos sin embargo cada noche.
«O Mamo nie płacz nie—Niebios Przeczysta Królowo
Ty zawsze wspieraj mnie»[1],
irradia el pueblo abandonado,
los hospitales vacíos,
las paredes descascaradas,
los retratos imantados,
cada pasado adherido a los lugares
donde aún rota la tierra gira,
como quien patina sobre hielo
bajo árboles desnudos.
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[1] «Oh mamá, no llores – Inmaculada Reina Celestial, socórreme siempre», Sinfonía No. 3 de Henrik Górecki, también conocida como Sinfonía de los lamentos. El compositor oyó hablar de esta inscripción garabateada en la pared de una prisión de la Gestapo, a los pies de los Montes Tatras, al sur de Polonia, escrita por una joven de dieciocho años.
*(Gómel-Bielorrusia, 1986). Poeta y traductora. Reside en Buenos Aires-Argentina. Ha publicado en poesía Esteparia (2010), Balbuceo de la noche (2012), Grieta (2012), Rocío animal (2013), Todo ajeno (2013), Cuerpos textualizados (en coautoría con Javier Galarza, 2014) y Siguiente vitalidad (2015).