Por Adam Zagajewski*
Traducciones al español por Elzbieta Bortkiewicz y Xavier Farré
Crédito de la foto Xavier Cervera – www.lavanguardia.com
En ningún lugar.
5 poemas de Adam Zagajewski
En ningún lugar
Fue un día
en ningún lugar
al volver del entierro de mi
padre,
un día entre continentes, iba perdido por las calles
de Hyde Park escuchando retazos de voces americanas,
no pertenecía a ningún lugar, era libre,
pero si eso era la libertad, pensé, preferiría
ser cautivo de un buen rey, de un cálido emperador;
las hojas fluían a contracorriente del rojizo otoño,
el viento bostezaba como un perro cazador,
la cajera en el colmado, en ningún lugar
(le intrigaba mi acento), me preguntó de dónde era,
pero lo había olvidado, tenía ganas de hablarle
de la muerte de padre, pero pensé: ya soy
demasiado viejo para ser huérfano; vivía
en Hyde Park, en ningún lugar,
where fun comes to die,
como decían no sin envidia los estudiantes de otras
universidades,
era un lunes sin carácter, cobarde,
sin forma, un día sin inspiración, en ningún lugar, ni
siquiera el penar
había adoptado una forma radical, tenía la sensación
de que el mismo Chopin en un día como ése se limitaría,
en el mejor de los casos, a dar clases
a estudiantes aristocráticas, acaudaladas;
de repente me acordé de lo que había escrito de él
gottfried Benn, dermatólogo berlinés,
en uno de mis poemas preferidos:
«Cuando delacroix anunció su teoría,
él se quedó preocupado porque no podía
justificar sus nocturnos»,
estos versos, irónicos y tiernos a la vez,
siempre me colmaron de una felicidad
casi tan grande como la música de Chopin.
Una cosa sí sabía: tampoco hace falta justificar
la noche, ni el dolor, en ningún lugar.
(versión de Xavier Farré)
Nadar
Los ríos de este país son dulces
Como una canción trovadoresca,
El pesado sol se dirige hacia occidente
En amarillas carretas circenses.
En las pequeñas iglesias rurales
Aparece el tejido del silencio, tan fino
Y antiguo que una sola respiración
Podría romperlo.
Me gusta nadar en el mar que siempre
Está hablando solo
Con la voz monótona de un viajero
Que ya ni siquiera recuerda
Cuánto tiempo lleva de viaje.
Nadar es como una oración:
Las manos se unen y se separan
Casi sin fin.
Un poema chino
Leo un poema chino
escrito hace mil años.
El autor habla de la lluvia
que cae toda la noche
sobre el techo de bambú de la barca,
y de la paz que finalmente
anidó en su corazón.
¿Será casualidad que vuelva a ser
noviembre, haya niebla
y una puesta de sol plomiza?
¿Será por azar
que otra vez alguien viva?
Los poetas dan mucha importancia
a los éxitos y a los premios,
pero otoño tras otoño los árboles
orgullosos van deshojándose
y si algo queda es el murmullo
delicado de la lluvia
en los poemas que no son
ni alegres ni tristes.
Tan sólo la pureza es invisible
y el atardecer, cuando luz y sombra
se olvidan de nosotros un momento,
ocupados en barajar secretos.
Lienzo
De pie, callado ante el cuadro sombrío,
ante el lienzo que hubiera podido tornarse
abrigo, camisa, bandera,
pero en cosmos se había convertido.
Permanecí en silencio,
colmado de encanto y rebelión, pensando
en el arte de pintar y el arte de vivir,
en tantos días fríos y vacíos,
en los momentos de impotencia
de mi imaginación,
que como el corazón de la campana
vive tan sólo en el balanceo,
golpeando lo que ama
y amando lo que golpea,
y pensé que este lienzo
también hubiera podido ser mortaja.
(versión de Elzbieta Bortkiewicz)
Canción del emigrado
En ciudades ajenas venimos al mundo
y las llamamos patria, más breve es
el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.
Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda
el gran aro del sol
ardiente, a través del cual, como en el circo,
salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas
contemplamos las obras de viejos maestros
y, sin asombro, en añejos cuadros vemos
nuestros propios rostros. Habíamos existido
antes, e incluso conocíamos el sufrimiento,
nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia
ortodoxa de París los últimos rusos blancos,
encanecidos, rezan a Dios, varios lustros
más joven que ellos y, como ellos,
impotente. En ciudades ajenas
permaneceremos, como los árboles, como las piedras.
(versión de Elzbieta Bortkiewicz)
*(Lwów-Ucrania, 1945 – Cracovia-Polonia, 2021). Poeta, novelista y ensayista. Miembro de la Generación del 68 polaca. Filósofo por la Universidad Jallegónica (Polonia). Se vinculó con el movimiento poético de la Nowa fala (‘Nueva ola’) y perteneció al grupo literario Teraz (‘Ahora’). Se desempeñó como profesor en la Universidad de Chicago y de Houston (EE.UU.), y en la Universidad Jallegónica (Polonia). Obtuvo el Premio Vilenica (Eslovenia, 1996), el Premio Tranströmer (2000), el Premio Adenauer de literatura (2002) y el Premio Princesa de Asturias (España, 2017). Publicó en poesía Komunikat (‘Comunicado’, 1972), Sklepy miesne (‘Carnicerías’, 1975), Plótno (1990), Ziemia ognista (‘Tierra de fuego’, 1994), Trzej aniolowie (‘Tres ángeles’, 1998), Pragnienie (‘Deseo’, 1999), entre otros; las novelas Swiat nieprzedstawiony (‘Un mundo no representado’, 1974), Cienka kreska (‘Trazo’, 1983), etc.