Por Rocío Ferreira*
Crédito de la foto (Izq.) www.cuartofestivaldepoesiadelima.blogspot.pe
(der.) Lustra editores
El universo Redondo
de Vanessa Martínez Rivero
La interesante obra poética de la poeta, cantante de música punk y comunicadora limeña-trujillana Vanessa Martínez Rivero consta de 2 plaquettes: Poemas del Olvido y Amencia Nata, con dibujos de Óscar Alarcón, y los poemarios: La hija del carnicero (2007), Coraza (2009), Carne (2012), Cartografías de la carne (2012), Redondo (2015) y la novísima edición de Redondo (Lima, Lustra Editores, 2016). Los primeros poemarios de Martínez están construidos con un lenguaje visceral, directo y fuerte en los que la poeta crea universos alternativos para hablar del deseo y goce desde el cuerpo, desde la misma carne en sí de la manera más cruda. Es una poesía llena de tintes eróticos y amorosos, pero donde también se tratan los temas clásicos como el amor, la memoria, la vida, la muerte y la existencia. La presencia de lo erótico en su obra le sirve para alcanzar la trascendencia, porque pretende hablar de ese redescubrimiento de lo espiritual a través de las sensaciones carnales, de la piel, de la sensualidad, de la atracción sexual, de lo más próximo que tenemos, que es nuestro cuerpo. Martínez apuesta por una lírica erótica que hable desde las entrañas y cuya utilización del erotismo sea una forma de reconocimiento, de que estamos ante lo más próximo, ante la piel, y desde ese conocimiento de lo carnal, la poeta llega a lo trascendental. No es gratuito que el cineasta chileno Rodrigo Araya Tacussis haya llevado a la pantalla dos poemas del libro La hija del carnicero y que cuya cadencia e intensidad de sus personajes haya sido interpretada por las actuaciones de los músicos de la escena underground chilena Roberto Oyarzún Susñar y Alondra Verdi.
En su nueva entrega, el poemario Redondo, Martínez nos lleva a otro universo poético. Redondo, es una apuesta poética nueva, cuya organización se divide en cinco partes: Núcleo interior (El corazón esquizofrénico), Núcleo exterior (Pequeños hogares de voz), Manto (La piel más dura es la que se invierte por el fuego), Corteza (Desde aquí se observa todo en micro) y Atmósfera (Tristes cartas de los últimos habitantes). Ya desde el título, Redondo, Martínez le hace un guiño al lector en el que anuncia que nos llevará al propio universo de la Tierra, redonda como la conocemos desde niños en las aulas escolares, y nos hará entrar en sus profundidades que, a su vez, son las concavidades del corazón con sus fluidos tibios y vitales.
Es desde ese espacio que el yo poético relata, ante todo, su experiencia amorosa que aflora desde la capa más profunda de la piel. En ese sentido, la poeta nos remitirá a las capas estructurales de la geosfera y de la piel de manera invertida, es decir, el viaje de liberación de la voz poética se realizará de manera ascendente, del interior al exterior. Recordemos que la geosfera es la parte estructural de la tierra que se extiende desde la superficie hasta el interior del planeta y consta de tres partes principales: el manto cuya temperatura es muy elevada y algunas de sus rocas están fundidas; la corteza terrestre que es la capa más externa. Es sólida y está formada por rocas. Esta capa es muy fina en comparación con el tamaño de la Tierra; y el núcleo (interior y exterior) es la parte más interna y está formada por hierro. Su temperatura es más alta que la del manto. La parte externa del núcleo se encuentra en estado líquido y la interna se encuentra en estado sólido.
Por su parte, la atmósfera es la capa de aire de la Tierra más externa. La atmósfera está compuesta principalmente por nitrógeno, oxígeno y menos cantidad de otros gases. A su vez, la piel se compone de tres capas esenciales: la hipodermis que es la capa adiposa del organismo; la dermis que es la capa interna; y la epidermis que es la capa externa de la piel. En este contexto, el poemario se articula desde una mirada ecocrítica, a través de la relación del hombre con la naturaleza. Como bien sabemos, el ecocriticismo estudia la relación entre la literatura y el medio ambiente y se ocupa de analizar la conexión entre la cultura humana y el universo físico, y el modo que en que ambos van siendo afectados por sus acciones. Es, pues, desde una conciencia ecocrítica que Vanessa Martínez conjugará una relación simbiótica entre el estado de la tierra y aquel del yo poético. Sin duda, el libro busca un delicado equilibrio entre ambas partes.
Como enuncian los versos del poema “Cuando solo quedó el corazón”, la poeta hace una reflexión ecocrítica sobre el estado del universo, del hombre y los seres que lo habitan como los pájaros, los reptiles y otros elementos que se van deteriorando hasta destruirse:
Limitó con todos los bailes en un gran salón de huesos frágiles.
Quiso decir: <<Haré una celda con ellos>>,
pero con un solo latido se hicieron polvo a su paso.
Quiso escuchar ángeles
y pensó en golondrinas que vio en su trayecto.
Las aves habían perdido las patas por dárselas a los peces
que ya perdían el mar.
No anidan en ningún espacio apocalíptico,
menos hubieran querido trinarle pues cuidaban su pico
que era una brújula desmemoriada.
Cuando el corazón se quedó solo
estaba sostenido de algunas vena
que ya se iban deshermanadas
y estratégicamente guardaban su objetivo final,
llegar al Corazón solo para devorarlo.
Un extraño temblor entró en el corazón solo, sin fe
se abrazó en arcadas,
las venas se debilitaron y soltaron al corazón.
Solo el polvo se disipó.
se contrajo consonantemente en una vocal de odio.
Explosionó.
Quedó un mar de sangre,
todos se juntaron
y bebieron de él. (13)
Después de este momento de quiebre, vendrá todo un proceso de recuperación. El yo poético comenzará su viaje al mundo externo, pasando por distintos mundos hechos de estados líquidos: del “lado caliente de Oceanía”, “del sonido del mar”; de estados sólidos: como “tarde de oropel”; de altas temperaturas, donde “la piel más dura es la que se invierte por el fuego”, “un frío juego donde todo se incendia”. La voz poética transitará subterráneamente de manera concéntrica por las distintas capas de la tierra y de la piel, del cuerpo y de la mente. El poemario, entonces, se despliega en multiformes metáforas, imágenes apocalípticas, registros musicales duros y diversos, construyendo así dos mundos paralelos que necesitan sanar de su proceso destructivo que los está llevando hacia el fin y la muerte.
Ahora bien, si en su búsqueda poética Vanessa Martínez recurre a cantar el extremo proceso de destrucción de la tierra, de sus animales y del ser humano, sin duda, el epicentro del poemario se ocupa de elaborar las distintas capas y etapas por las cuales transitan las relaciones de amor (el corazón) con todas sus complejidades. La voz poética de Redondo hará un viaje catártico desde el fondo de la tierra, desde el núcleo interior al exterior, es decir del interior de la piel del cuerpo humano; hacia afuera, hacia el manto/hipodermis, hacia la corteza/dermis, hacia la atmosfera/epidermis, para así liberar al “corazón de esta cárcel” en la que ha estado atrapado una eternidad.
Consciente de que se está haciendo daño y de que ha caído en un profundo lugar, en el interior de la coraza que la reviste, es decir en el núcleo interno del “corazón esquizofrénico”, la voz poética, es últimamente rescatada por su propia memoria y ejercicio poético. Con la fuerza de la poesía mística, éste énfasis en el amor y en los afectos ya no posibles, le permiten, en este caso, no al alma sino al corazón, escapar de su celda y des/unirse con el ser amado a través de la propia escritura del poema: “pongo el poema y converso con él”.
En el poema “Redondo”, título del poemario, ya se vislumbra el difícil proceso de la reconfiguración y renovación de su propio universo:
Un sueño navegará impulsado
por los vientos de nuestro paraíso artificial
por todos los flujos de insatisfacción y de lucha
por aquello en la piel que no alcanza a reciclar ley.
Los cuerpos forjados, absortos por la evocación del capricho
descienden como un pájaro cansado de ironizar truenos.
Carpintero obseso en meaculpas:
enmaraña nidos en tus ojos volados.
Región flor donde se abate
el rocío de las nubes deshaciéndose
una a una
sobre mí.
Algodón de tu vestido. (12)
A través de imágenes de pájaros que se convertirán en ángeles, la voz poética iniciará ese viaje ascendente de sanación, atravesando todas las capas de la Tierra y de la piel del cuerpo, para restablecerse y llegar a la atmósfera, símbolo de libertad.
Irónicamente, sin embargo, la epifanía final del poemario solo podrá revelarse y resolverse con la muerte. En su “Memoria final”, último poema del libro, en un viaje redondo, el yo poético retornará a las entrañas de la Tierra donde el corazón quedará, finalmente, libre y en paz con la memoria desgarradora:
Se riega un sordo fruto macerado
para los desgarros estéticos del ardor.
Tan engañosa la ceniza que nos queda
calladamente como el rumor hecho raíz.
Desordenando nuestra suerte cúbica,
Puños para la magia inquilina.
Pues la pulsación retuerce los nudos que se desmadejan
y tejen un hogar para la ruta de la memoria. (39)
En su viaje final por las capas más duras, oscuras y recónditas de los vestigios que deja la ruptura de una relación amorosa, la voz poética sale del duelo.
En búsqueda de la luz sosegadora y a través de un laborioso entretejido de los distintos universos erigidos, Vanessa Martínez Rivero nos transporta a su propio universo poético. Sin duda, Redondo es un poemario redondo que todos tienen que leer.