Por Liliana Lukin*
Crédito de la foto la autora
El silencio que has hecho.
7 poemas de Liliana Lukin
La boca
el silencio que has hecho
hondo y dulce
deja babas
sangre seca
sobre la curva
de lo callado
que hunde y no
penetra
el silencio que haces
hondo
deja babas
envuelve
con delicadeza
no da paz
(de Descomposición)
2
debe haber caído: la mano abierta
guardando en el centro asco de sí
saliva de la costumbre alrededor
debe haber visto
la miseria del acto
que no mejoraba la vida
una pierna arqueada levemente
cayendo según
la gravedad
habrá modificado las sombras
el testimonio
que la superficie ofrece
la tristeza: un esfuerzo inútil
sobre la pequeñez de las formas
donde las palabras ensayan componer
la historia es
un cuerpo sin explicación sobra la escena
su carne expuesta
al amor y la duda
el lugar
que engendrará leyendas
en relación inversa a la posibilidad
de tocar su rostro por última vez
(De Cortar por lo sano)
espina
esa tarde de castigo espiando
el juego de otros hace virutas
fino polvillo de amor en la penitencia
que de lo recordado ensucia márgenes:
el vano de una puerta
medio ojo en la pena y medio
en la sombra de la madre
vista desde adentro inclina
lo recordado hacia la luz: los otros
en risa de movimientos
(vida sin pausa ante ese ojo)
mientras allí en el ojo crece
la carne de un tesoro atroz
un cuerpo dócil a la disciplina
se preserva en la ensoñación
de chiquito hace virutas del amor
polvillo fino hace
y tararea
(de Carne de tesoro)
carta XVI
mi querida: los hombres nos envidian el penetrante
juego de intimidades sucesivas: los ensordece
el murmullo de palomas que cambiamos
insomnes y ligeras por sobre toda obligación
envidian la obscenidad de nuestros juegos
contar y llorar como hijas de la misma madre
(que hubiéramos compartido los baños y las camas)
o como madres a punto de parir (casi desnudas
y hablando de un dolor parecido)
los hombres es sabido nos envidian
el impenetrable clima de las risas oblicuas
(como de amiguitas a la siesta en el zaguán)
y esa falta de vergüenza al mostrarnos las llagas
o hacerse vestir o acariciar el alma una por otra
ellos no saben cómo hacer para podernos
distraer de nosotras llamarnos la atención
es su pasión y su calvario: tan fuertes
somos en nuestro pacto el motivo de su deseo
desesperan de nosotras pobrecitos
y amados como el otro de nosotras sospechan:
la insuficiencia de ese modo de amar
ellos quisieran ser una más y nos envidian
lo impenetrable (el resto de adolescente que se deja
tocar sin perder nada) ese poder de ubicuidad
que nos concilia con el infierno en un salón del paraíso
en esta lucha por el amor de cada día
ellos no saben de nuestra necesidad y nos envidian
y aunque les juremos que nos son imprescindibles
sabrán que en esa frase hay una trampa:
ser el otro de nosotras es poca cosa
y ellos siempre querrán ser una más.
(de Cartas)
¿girando detrás de un pensamiento
como una perra que muerde su cola
algo del pensamiento se hará claro y potente
como un ladrido o un celo de animal?
¿algo de la perra que hay en mí
dejará de girar detrás de sí dejará
de morder de hacerse daño
si esa luz hace claridad?
¿girar no es una gimnasia ridícula
que saca de lugar confunde
cielo y suelo y vuelve
cada cosa algo que se mueve
y algo que se deja de ver?
¿es posible así entender algo?
¿habrá que tener un pensamiento de perra
para hacer una pregunta donde se vea
cómo una mujer muerde el hueso
tras una idea de mujer
y eso la lleva a ver con otra claridad?
(de Las preguntas)
Demostración
(habla Baruch de Spinoza)
Sueño con una puerta:
armo mi cerrojo
como una llave.
Como en todos los
bellos sueños humanos,
la puerta da a un jardín.
Pero mi llave abre hacia
adentro, donde solo
hay sombra, perfume y rumor
de hojas y de viento.
Yo que he sido
echado, expuesto, amo el resto
de luz que hace posible
ver el jardín donde no
hay un jardín: amo
mi arrojo, mi cerrojo,
el peligro del texto
concebido.
Escolio:
Sueño con pertenecer. Yo,
que nada tengo, a quien nada
pertenece, he sido arrojado.
Amo mi arrojo,
ese acto contra mí
ha hecho de mí lo que soy:
un artífice
que documenta la visión:
un revelador y un
rebelado.
(de La Ética demostrada según el orden poético)
en maceración
pero ¿y si no fuera necesario
hablar, decir nada,
para que los acontecimientos
arrojaran deshechos
los últimos restos de
algún conocimiento adulterado?
el poema, el poema,
¿a quién le importa
su revelación, la tardía
idea que tu idea trae
a estas playas de puro
tiempo y melancolía?
escribir sería una
fiesta en otra parte,
improbable,
donde la saciedad
de lo que el cuerpo pide
creara secreciones:
deseos de palabra
como deseo segundo,
deambular del ojo a la búsqueda:
inutilidades, adivinación, perturbaciones
que actuaran sobre lo visible
y lo dieran a probar: poemas
(de El Libro Del Buen Amor)