El pulso del silencio. 13 poemas de Mariana Ianelli

 

Por Mariana Ianelli*

Curador de la muestra Fabrício Marques

Traducción al español por Ricardo Alberto Pérez, Vicente Araguas,

Martín Palacio Gamboa y Mariano Shifman

Crédito de la foto

 

 

 

El pulso del silencio.

13 poemas de Mariana Ianelli

 

 

 

Descendencia

 

Soy el poema extraviado

Que un lobo trae en la boca

Como premio

De un paseo al campo.

 

Vive en mí

El hermano más viejo

De bruces sobre el suelo

Cavando, cavando con las uñas.

 

Aquí una ciudad se levanta,

Fuerza y música,

Ya la prostituta distribuye

Sus encantos.

 

Uma primera espada

Se desplaza

Y hay un desierto en mí

Que seca todo llanto.

 

Aquí muere eternamente

El ladrón del fuego

Muere Abel, a cada verso

La tierra impone escuchar su sangre.

 

El animal que hace milenios

Me carga

Tiene la marca

De la educación por la sombra.

 

 

 

En la casa del padre

 

Déjame oírte

En el pulso del silencio

Y que yo no pierda

En discordia

El rastro de tu paso.

 

Que el fruto de la vida

Como un seno se ofrezca,

Libre de la protección de lós ángeles,

En un paraíso salvaje.

 

Conocerte en esa magnitud

Me esclarece

Que el puño cerrado

Sobre la mesa se deshaga.

 

Y me habré olvidado,

Y me habré acordado

Em la edad precisa de decir,

Si hubiera tiempo:

Aquí no se muere más.

 

Treva Alvorada_Capa

 

Extensión del mito

 

Cuentan que descendió

Al valle de los olvidados

Y cantó encima del suplicio.

 

Que apaciguó el viento,

Multiplicó los parrales,

Con los ojos cerrados

Sedujo a la serpiente

Como se resembrase

El primer jardín.

 

[Cuentan]

Que fue odiado, despedazado,

Lanzado al mar,

Para que nunca más

Una voz se atreviera a la armonía.

 

Pero no cuentan que una mujer

Reunió sus fragmentos

Y hechizó a las mujeres de la isla,

Que así Orfeo amó a Eurídice,

Finalmente en cuerpo y lira.

 

(traducción de Ricardo Alberto Pérez)

 

 

 

Memorándum

 

No hay grandes noticias.

Desapareció una torre,

El invierno se expandió

Y la esperanza aún roe

El fondo de una caja

Buscando salida.

 

Con labrado esmero

Va acabándose una familia.

 

Un gesto cualquiera se repite

Mientras prueba a ser abolido,

Remediar, sofocar, corregir,

Nada recuerda ló que antes sólo fue

Generosidad de cosa viva.

 

No conviene

El alboroto de los pájaros,

La revancha de la elegancia.

Es inútil desafiar al polvo

Y, aun así, se desafía.

 

 

 

Canto del extranjero

 

Vendría como un rey

Si fuese por voluntad tuya.

 

Tan remoto en el tiempo

De tu vida

Que ni te tocase.

 

Vendría con la alborada,

Casi espejismo dibujado

De un ave

Sobrevolando tu historia.

 

Sin poseerte

Ni pertenecerte

Para tu placer un gesto

El más natural

Sería mi señal a lo lejos,

Libre de pasiones

Y lleno de gloria.

 

Nada semejante

A la paz que sucede a las guerras

En el regreso de un Ulises

Vagabundo,

Exhausto de triunfo, como yo

Que penetro tu mundo

Envuelto en sombra

Y para siempre me despiezo

Al deshilar la púrpura

Que la espera puso

En tus párparos.

 

(traducción de Vicente Araguas)

 

Almádena - Capa

 

Almádena

 

Almádena, enséñame a volver.

 

Ya barrí todos los muertos,

No hay más restos en el suelo.

Un cuarto blanco, una silla,

Mi tiempo es el presente,

No tengo de qué quejarme.

 

Ya está hecho, celebrado.

 

Ventanas y puertas abiertas,

En la mesa la fruta matutina,

El lirio, el vaso de agua.

Una casa agradable,

Si fuese esto una casa.

 

Yo me traicioné, Almádena.

 

Ahora llueve,

Es una tal plenitud,

Imperio absuelto de historia.

Cuánta memoria venciendo,

Cubriendo, cavando el rostro,

Cuántos días, cuánto cincel,

Cuántas horas.

 

Está lloviendo todavía.

Yo tengo un rostro sin marcas.

 

La luna del amarillo al sueño

Y esa estatua que me mira.

Una obra merecida, consumada.

 

Yo desaparecí, Almádena.

 

Nada obliga a decir

Tanto cuánto dicen esos ojos.

Yo vivo como quien ama,

Yo consiento,

Es sólo lo que me cabe.

Dar y repartir, hacer de cuenta que no sé,

En el bronce ser el animal que duerme.

 

Hay una única lámpara,

Hay un violín

Y la mano que lo desata.

El viento de cuando en cuando,

El tercio cuadrante y el canto rodado.

 

Hay una llave que nada guarda.

 

La tierra resplandece,

Consorte de quien parte.

Ahora amanece.

 

Yo me perdí, Almádena.

 

No hay rumor en las cosas,

Ellas son lo que son,

No desean explicarse.

La porcelana, el cambray, el arrayán

Y la falta de un ala.

 

Aquí no existe el miedo,

Yo planto y yo desbasto.

Las paredes arden,

La hierba da su olor,

El sol viene del leste,

Todo en perfecto orden.

 

Está pronto, terminado.

 

Un rasgar, un paso en falso,

Una sombra,

Ahora es tarde.

Las cartas no llegan

Ni son enviadas.

La mesa está limpia.

 

Yo me olvidé, Almádena.

 

Los colores, cómo ellos vibran,

Las auroras.

El verde de las bajas altitudes,

El rojo, el azul,

Cómo se entornan.

 

Desciendo y me hago pedazos,

Voy en caída libre, soy fuerte.

La naturaleza es fuerte.

Cuatro pilares me sustentan.

 

El cielo sobre todas las torres,

Todas las luces, excepto una.

Las nubes se cruzan,

Se juntan y se apartan.

Hay una brisa allá afuera.

 

……………………………..El cuerpo está servido,

El cuerpo está saciado.

Ahora anochece.

 

Protégeme, Almádena.

 

 

 

[Tenía que ser el caos]

 

Tenía que ser el caos.

El descenso del padre liberó

El demonio confinado en sus hijos.

Por la fantasía de infringir,

Por la analogía de la sangre,

Los herederos de la casa vieja

se agarran uno al otro.

Llovía sobre el camino de tablas,

Al pie de la escalera del patio el barro olía bien

Y la infancia mostraba sus vísceras.

Hoy, demasiado tiempo separa a los hermanos

De este primer conocimiento de la vida.

Desaparecieron las imágenes

que el recuerdo discernía

De todo lo inmenso cortinado de ilusiones,

El patio envejeció del mismo modo

que envejecieron los niños

-Sin dar por la ruina de la transformación.

El luto de la familia,

que se cumple con disciplina,

La tradición de las noches de oficio

en la voz del padre,

El culto de las letras eruditas,

Todo eso ardió en el fuego de un sabath.

Acostados en la misma cama, enloquecidos,

Los hermanos se poseen. Y gritan.

 

La poeta Mariana Ianelli.
La poeta Mariana Ianelli.

 

Variaciones para muerte

 

La otra madre, que va sola.

 

Rápida seducción de los turbantes,

Intuición de una alquimia salvaje,

El arrastrar de penas rubias

A pocos metros del niño que juega

Sin saber.

 

La que no llora.

 

Hipnosis de emboscada,

Hilandera de los límites,

Autora de libros póstumos,

Tu rostro y mi rostro

En ella indistintos.

 

Palabra de la cual nacemos.

 

Única respuesta incontestable

Erizada en la penumbra,

Al servicio de quien quiera

(Y todos quieren, con sed y con temor).

Consenso de las filosofías.

 

Aquella que más nos amaría, si la dejáramos.

 

Nuestra conciencia tardía.

Más que un despertar y un mundo implícito.

Lo que pasa por atrás de la pared de los jeroglíficos.

 

Palabra que nos justifica.

 

Caverna donde el sol no penetra,

Nuestra vértebra.

Alli cegamos atrasados, inanimados,

Pero limpios de sufrimiento,

Entregues a lo elemental de la sustancia.

 

Fin de las desemejanzas.

 

Nuestro máximo aprendizaje.

Víspera de cuando ya no seremos tristes.

Cuando, hijos viandantes,

Regresemos a la puerta de casa

Con los bolsillos vacíos.

 

Nuestro Santo Sábado.

 

El frío de la meditación.

Contacto con labios entreabiertos,

Una hoja de bálsamo considerada al descubierto.

Espacios ampliados y un tiempo a la deriva.

 

El fondo de una relación.

 

Fidelidad a nosotros mismos.

Necesidades ultrapassadas,

Argumentaciones rarefactas.

Del azul a color ninguno.

Nuestra genuflexión.

 

Dádiva de lo inexistente.

 

 

 

Fénix

 

Agótame hasta el hueso,

Pero no ahora, no todavía.

Déjame que antes yo repita

La historia de antiguas religiones

Y que ejercite mi fe,

Aunque Dios no exista.

 

Arráncame lo que poseo

Antes que vengan los otros

Y que tu fuerza me sotierre

Bajo un montón de cenizas.

Hazme libre de preguntas,

Como si nada más pudiera ser dicho.

 

Dame el abrazo del adiós

A la hora que me ha sido prometida.

Yo habré retornado a mi origen,

Sellando en misterio el indicio de la partida,

La cabeza deshabitada de nubes,

Las llagas calladas en cicatrices.

 

 

 

Misioneros

 

Entran como si yo mismo

Les hubiese abierto la puerta.

Me exigen calma y silencio.

 

Guardo en la casa algo que

Les pertenece, ellos dicen.

En un gesto profundo

Pido que me disculpen:

Desconozco lo que sea.

 

Pero ya cada cosa, en cada lugar,

Está dada vuelta, en un continuo revés –

Arena en el viento, restos de nadie.

 

Pasan los días y acá están ellos,

Entornando el vacío, removiendo,

Persiguiendo en vano. Destruyendo.

No hay nada que hacer, sino ayudarlos

En esta búsqueda mal sucedida,

Nada que yo más quiera ahora,

Sino juntarme a ellos, cuadrilla.

 

Cierta noche, resolvimos partir.

Enmascarados, en grupo,

Tomamos la casa vecina.

Delante de la puerta un hombre se detiene.

Le exigimos calma y silencio.

 

(traducción por Martín Palacio Gamboa)

 

Fazer silêncio_2005

 

Premonición

 

Saber lo que vendrá,

Y no sufrir.

 

Desesperarse sólo

Como si por olvido.

 

Estar allá, sintiendo un frío

Que nadie siente.

 

Ala cerrada

En el mar de la noche adentro.

 

Habiendo avanzado las piezas

En el juego de la mente.

 

Llegar adelante

Sin siquiera un solo movimiento.

 

Una visita al día siguiente

Y el inmediato retorno al presente.

 

Para de nuevo despertar,

Para guardar este secreto.

 

 

 

Génesis

 

¿Cómo haber llegado aquí?

 

No sé cuántos pasos, precisamente,

Si fueron muchos, si a todo instante firmes,

Nuestro encuentro siento todavía:

 

No el primero de una secuencia,

Sino el precursor, germen de esperanza,

El tesoro confidencial

De una forma presente desde el origen

En el esbozo de la figura aún irrevelada.

 

Yo te adoré más allá de la obstinación,

Consideré un paso la causa de todos los otros,

Como hubo de proceder el inventor

A cada paso particular

Para sólo mucho después merecer su obra

En una misteriosa y alarmante perfección.

 

Bendito el espejo de lo oscuro, Aleph que nos generó.

 

 

 

Vida

 

Vida, patria de los resistentes,

Quisiéramos perderte a veces.

 

Partir y volver por infinitos meses,

Hasta que partiésemos solamente.

 

Pero parecíamos fuertes

Y mirábamos hacia el suelo desde la cima.

 

Emprendíamos nuevos encuentros,

Multiplicábamos vínculos.

 

Una caricia cualquiera siempre había

Por sobre la espesa nube del silencio.

 

Por el código del tiempo, íbamos adelante

Tramando futuros arrepentimientos.

 

De diciembre a diciembre

Florecía nuestra rosa invisible, sedienta.

 

Soñábamos que te perdíamos,

Pero éramos fuertes todavía.

 

Y por ti combatíamos,

Al frente de los ejércitos, día a dia.

 

(traducción por Mariano Shifman)

 

 

——————————————————————————————————————-

(poemas en su idioma original, portugués)

 

La poeta Mariana Ianelli.
La poeta Mariana Ianelli.

 

No pulso do silêncio.

13 poemas do Mariana Ianelli

 

 

Descendência

 

Sou o poema tresmalhado

Que um lobo traz à boca

Como prêmio

De um passeio ao campo.

 

Vive em mim

O irmão mais velho

Debruçado sobre o chão

Cavando, cavando com as unhas.

 

Aqui uma cidade se levanta,

Força e música,

Já a prostituta distribui

Os seus encantos.

 

Uma primeira espada

Deslizando

E há o deserto em mim,

Que seca todo pranto.

 

Morre aqui eternamente

O ladrão do fogo,

Morre Abel, a cada verso

A terra faz ouvir seu sangue.

 

O animal que há milênios

Me carrega

Tem a marca

Da educação pela sombra.

 

 

 

Na casa do pai

 

Deixa-me te ouvir

No pulso do silêncio

E que eu não perca

Em desavença

O indício do teu passo.

 

O pomo da vida

Como um seio se ofereça,

Livre da guarda dos anjos,

Num paraíso selvagem.

 

De tal modo te saber

Me esclareça

Que o punho fechado

Sobre a mesa se desfaça.

 

E terei me esquecido

E terei me recordado

Na idade certa de dizer,

Se tempo houvesse:

Aqui não se morre mais.

 

Passagens_Capa

 

Extensão do mito

 

Contam que ele desceu

Ao vale dos esquecidos

E cantou acima do suplício.

 

Que apaziguou o vento,

Estufou as vinhas,

De olhos fechados

Seduziu a serpente

Como se replantasse

O primeiro jardim.

 

Que foi odiado, despedaçado,

Lançado ao mar,

Para nunca mais

Uma voz se atrever à harmonia.

 

Mas não contam que uma mulher

Reuniu seus fragmentos

E encantou as mulheres da ilha,

Que assim Orfeu amou Eurídice,

Finalmente em corpo e lira.

 

 

 

Memorando

 

Não há grandes notícias.

 

Uma torre desapareceu,

O inverno expandiu-se

E a esperança ainda rói

O fundo de uma caixa

Procurando saída.

 

Com esculpido esmero

Vai se acabando uma família.

 

Um gesto qualquer se repete

No ensaio de ser abolido,

Remediar, abafar, corrigir,

Nada lembra o que antes foi só

Generosidade de coisa viva.

 

Não convém

O alvoroço dos pássaros,

A revanche da galhardia.

É inútil desafiar o pó

E, contudo, desafia-se.

 

 

 

Canto do estrangeiro

 

Viria como um rei

Se fosse por vontade tua –

Tão remoto no tempo

Da tua vida

Que nem te tocasse –

Viria com a alvorada,

Quase miragem debuxada

De uma ave

Sobrevoando a tua história.

 

Sem te possuir

Nem te pertencer,

Para o teu prazer um aceno

O mais natural

Seria o meu sinal no longe,

Isento de paixões

E cheio de glória:

 

Nada semelhante

À paz que sucede as guerras

No regresso de um Ulisses

Vagabundo,

Exausto de triunfo, como eu

Que penetro o teu mundo

Envolto em sombra

E para sempre me despeço

Ao desfiar a púrpura

Que a espera pôs

Nas tuas pálpebras.

 

Trajetória de antes_capa

 

Almádena

 

Almádena, ensina-me a voltar.

 

Já varri todos os mortos,

Não há restos no chão.

Um quarto branco, uma cadeira,

O meu tempo é o presente,

Não tenho do que me queixar.

 

Está feito, celebrado.

 

Janelas e portas abertas,

Na mesa a fruta matutina,

O lírio, o copo d’água.

Uma casa agradável,

Fosse isto uma casa.

 

Eu me traí, Almádena.

 

Agora chove,

É uma tal plenitude,

Império absolvido de história.

Quanta memória vencendo,

Cobrindo, cavando o rosto,

Quantos dias, quanto cinzel,

Quantas horas.

 

Está chovendo ainda.

Eu tenho um rosto sem marcas.

 

A lua do amarelo ao sono

E essa estátua que me olha.

Uma obra merecida, consumada.

 

Eu desapareci, Almádena.

 

Nada cumpre dizer

Tanto quanto dizem esses olhos.

Eu vivo como quem ama,

Eu consinto,

É só o que me cabe.

Dar e repartir, fazer que não sei,

No bronze ser o animal que dorme.

 

Há uma única lâmpada,

Há um violino

E a mão que o desata.

O vento de quando em quando,

O terço quadrante e a pedra rolada.

 

Há uma chave que nada guarda.

 

A terra esplandece,

Consorte de quem parte.

Agora amanhece.

 

Eu me perdi, Almádena.

 

Não há rumor nas coisas,

Elas são o que são,

Não desejam explicar-se.

A porcelana, a cambraia, a murta

E a falta de uma asa.

 

Aqui não existe o medo,

Eu planto e eu desbasto.

As paredes ardem,

A erva recende,

O sol vem do leste,

Tudo em perfeita ordem.

 

Está pronto, terminado.

 

Um rasgo, um passo em falso,

Uma sombra,

Agora é tarde.

As cartas não chegam

Nem são enviadas.

A mesa está limpa.

 

Eu me esqueci, Almádena.

 

As cores, como elas vibram,

As auroras.

O verde das baixas altitudes,

O vermelho, o azul,

Como entornam.

 

Eu desço e me arrebento,

Eu despenco, sou forte.

A natureza é forte.

Quatro pilares me suportam.

 

O céu sobre todas as torres,

Todas as luzes, exceto uma.

As nuvens se cruzam,

Juntam-se e se afastam.

Há uma brisa lá fora.

 

………………………….O corpo está servido,

O corpo está saciado.

Agora anoitece.

 

Protege-me, Almádena.

 

 

 

[Tinha de ser o caos]

 

Tinha de ser o caos.

A descida do pai libertou

O demônio confinado nos seus filhos.

Pela fantasia de infringir,

Pela analogia do sangue,

Os herdeiros da casa velha se engalfinham.

Chovia no caminho de tábuas,

Ao pé da escada do pátio a lama cheirava bem

E a infância mostrava suas vísceras.

Hoje, muito tempo separa os irmãos

Deste primeiro conhecimento da vida.

Desapareceram as imagens que a lembrança discernia

De todo o imenso cortinado de ilusões,

O pátio envelheceu como envelheceram os meninos

– Sem dar pela ruína da transformação.

O luto da família, que se cumpre com disciplina,

A tradição das noites de ofício na voz do pai,

O culto das letras eruditas,

Tudo isso ardeu no fogo de um sabá.

Deitados na mesma cama, ensandecidos,

Os irmãos se possuem. E gritam.

 

 

 

Variações para morte

 

A outra mãe, que vai só.

 

Rápida sedução dos turbantes,

Intuição de uma alquimia selvagem,

O arrastar de penas loiras

A poucos metros do menino que brinca

Sem saber.

 

A que não chora.

 

Hipnose de tocaia,

Fiandeira dos limites,

Autora dos livros póstumos,

O teu rosto e o meu rosto

Nela indistintos.

 

Palavra pela qual nascemos.

 

Única resposta incontestável

Eriçada na penumbra,

A serviço de quem queira

(E todos querem com sede e com temor).

Consenso das filosofias.

 

Aquela que mais nos amaria, se deixássemos.

 

Nossa consciência tardia.

Mais que um despertar e um mundo implícito.

O que se passa atrás da parede dos hieróglifos.

 

Palavra que nos justifica.

 

Caverna aonde o sol não penetra,

Nossa vértebra.

Ali chegamos atrasados, inanimados,

Mas limpos de sofrimento,

Entregues ao elementar da substância.

 

Fim das dessemelhanças.

 

Nossa máxima aprendizagem.

Véspera de quando já não seremos tristes.

Quando, filhos viandantes,

Regressaremos à porta de casa

Com os bolsos vazios.

 

Nosso Santo Sábado.

 

O frio da meditação.

Contato com lábios entreabertos,

Uma folha de balsameira considerada ao léu.

Espaços ampliados e um tempo à deriva.

 

O fundo de uma relação.

 

Fidelidade a nós mesmos.

Necessidades ultrapassadas,

Argumentações rarefeitas.

Do azul à cor nenhuma.

Nossa genuflexão.

 

Dádiva do inexistente.

 

Tempo de voltar_capa release

 

Fênix

 

Esgota-me até o osso,

Mas não agora, não ainda.

Deixa-me que antes eu repita

A história de antigas religiões

E que eu exercite minha fé,

Mesmo que Deus não exista.

 

Arranca-me o que possuo

Antes que venham os outros

E que tua força me soterre

Sob um monte de cinzas.

Faz-me livre de perguntas

Como se nada mais pudesse ser dito.

 

Dá-me o abraço do adeus

Na hora que me foi prometida.

Eu terei retornado à minha origem,

Selando em mistério o indício da partida,

A cabeça despovoada de nuvens,

As chagas caladas em cicatrizes.

 

 

 

Missionários

 

Entram como se eu mesma

Lhes tivesse aberto a porta.

Exigem-me calma e silêncio.

 

Guardo na casa algo que

Lhes pertence, eles dizem.

Pelo que me desculpem:

Desconheço o que seja.

 

Mas já cada coisa, em cada lugar,

Está virada ao avesso –

Areia no vento, restos de ninguém.

 

Passam-se dias e cá estão eles,

Entornando o vazio, remexendo,

Perseguindo em vão, destruindo.

Nada a fazer, senão ajudá-los

Nesta busca malsucedida,

Nada que eu mais queira agora

Senão juntar-me a eles, quadrilha.

 

Uma noite resolvemos partir.

Mascarados, em grupo,

Tomamos a casa vizinha.

Diante da porta um homem se detém.

Exigimos-lhe calma e silêncio.

 

 

 

Premonição

 

Saber o que virá

E não sofrer.

 

Desesperar-se apenas

Como se por esquecimento.

 

Estar lá, sentindo um frio

Que ninguém sente.

 

Asa fechada

No mar da noite adentro.

 

Tendo avançado as peças

No jogo da mente.

 

Chegar adiante

Mesmo sem um só movimento.

 

Uma visita ao dia seguinte

E o imediato retorno ao presente.

 

Para de novo despertar,

Para guardar este segredo.

 

 

 

Gênese

 

Como ter chegado aqui?

 

Não sei quantos passos precisamente,

Se foram muitos, se a todo instante firmes,

Nosso encontro todavia eu sinto:

 

Não o primeiro de uma sequência,

Mas o precursor, germe da esperança,

O tesouro confidencial

De uma forma presente desde a origem

No esboço da figura ainda irrevelada.

 

Eu te adorei para além da obstinação,

Considerei um passo a causa de todos os outros,

Como haveria de ter procedido o inventor

A cada traço particular

Para só muito depois merecer sua obra

Em uma misteriosa e assustadora perfeição.

 

Bendito o espelho do obscuro, Aleph que nos gerou.

 

 

 

Vida

 

Vida, pátria dos resistentes,

Quiséramos perder-te às vezes.

 

Partir e voltar por infinitos meses

Até que partíssemos somente.

 

Mas parecíamos fortes

E olhávamos para o chão cá de cima.

 

Empreendíamos novos encontros,

Multiplicávamos vínculos.

 

Uma carícia qualquer sempre havia

Por sobre a espessa nuvem do silêncio.

 

Pelo código do tempo, íamos adiante

Tramando futuros arrependimentos.

 

De dezembro a dezembro

Desabrochava nossa rosa invisível, sedenta.

 

Sonhávamos que te perdíamos,

Mas éramos fortes ainda.

 

E por ti combatíamos,

À testa dos exércitos, dia a dia.

 

 

 

 

 

*(São Paulo-Brasil, 1979). Poeta. Recibió el premio Fundação Bunge de Literatura, la mención honorífica en el Premio Casa de las Américas (Cuba) y há sido finalista cuatro veces del Prémio Jabuti. Es colaboradora de la revista digital de crónicas Rubem (https://rubem.wordpress.com/?s=mariana+ianelli) y en el blog de la editora Olho de Vidro (http://edicoesolhodevidro.com.br/category/autores/). Ha publicado en poesía Trajetória de antes (1999), Duas chagas (2001), Passagens (2003), Fazer silêncio (2005), Almádena (2007), Treva alvorada (2010), O amor e depois (2012) y Tempo de voltar (2016).

————————-

*(São Paulo-Brasil, 1979). Poeta. Recebeu o prêmio Fundação Bunge de Literatura, menção honrosa no prêmio Casa de las Américas (Cuba) e foi quatro vezes finalista do Jabuti. Escreve na revista digital de crônicas Rubem (https://rubem.wordpress.com/?s=mariana+ianelli) e no blog da editora Olho de Vidro (http://edicoesolhodevidro.com.br/category/autores/). É autora dos livros de poesia Trajetória de antes (1999), Duas chagas (2001), Passagens (2003), Fazer silêncio (2005), Almádena (2007), Treva alvorada (2010), O amor e depois (2012) y Tempo de voltar (2016).

Vallejo & Co. | Revista Cultural - POESÍA - FOTOGRAFÍA - NARRATIVA - CINE - MÚSICA - TEATRO - ARTES - PLÁSTICAS - CREACIÓN - CAJÓN DE SASTRE