Por Mariana Ianelli*
Curador de la muestra Fabrício Marques
Traducción al español por Ricardo Alberto Pérez, Vicente Araguas,
Martín Palacio Gamboa y Mariano Shifman
Crédito de la foto
El pulso del silencio.
13 poemas de Mariana Ianelli
Descendencia
Soy el poema extraviado
Que un lobo trae en la boca
Como premio
De un paseo al campo.
Vive en mí
El hermano más viejo
De bruces sobre el suelo
Cavando, cavando con las uñas.
Aquí una ciudad se levanta,
Fuerza y música,
Ya la prostituta distribuye
Sus encantos.
Uma primera espada
Se desplaza
Y hay un desierto en mí
Que seca todo llanto.
Aquí muere eternamente
El ladrón del fuego
Muere Abel, a cada verso
La tierra impone escuchar su sangre.
El animal que hace milenios
Me carga
Tiene la marca
De la educación por la sombra.
En la casa del padre
Déjame oírte
En el pulso del silencio
Y que yo no pierda
En discordia
El rastro de tu paso.
Que el fruto de la vida
Como un seno se ofrezca,
Libre de la protección de lós ángeles,
En un paraíso salvaje.
Conocerte en esa magnitud
Me esclarece
Que el puño cerrado
Sobre la mesa se deshaga.
Y me habré olvidado,
Y me habré acordado
Em la edad precisa de decir,
Si hubiera tiempo:
Aquí no se muere más.
Extensión del mito
Cuentan que descendió
Al valle de los olvidados
Y cantó encima del suplicio.
Que apaciguó el viento,
Multiplicó los parrales,
Con los ojos cerrados
Sedujo a la serpiente
Como se resembrase
El primer jardín.
[Cuentan]
Que fue odiado, despedazado,
Lanzado al mar,
Para que nunca más
Una voz se atreviera a la armonía.
Pero no cuentan que una mujer
Reunió sus fragmentos
Y hechizó a las mujeres de la isla,
Que así Orfeo amó a Eurídice,
Finalmente en cuerpo y lira.
(traducción de Ricardo Alberto Pérez)
Memorándum
No hay grandes noticias.
Desapareció una torre,
El invierno se expandió
Y la esperanza aún roe
El fondo de una caja
Buscando salida.
Con labrado esmero
Va acabándose una familia.
Un gesto cualquiera se repite
Mientras prueba a ser abolido,
Remediar, sofocar, corregir,
Nada recuerda ló que antes sólo fue
Generosidad de cosa viva.
No conviene
El alboroto de los pájaros,
La revancha de la elegancia.
Es inútil desafiar al polvo
Y, aun así, se desafía.
Canto del extranjero
Vendría como un rey
Si fuese por voluntad tuya.
Tan remoto en el tiempo
De tu vida
Que ni te tocase.
Vendría con la alborada,
Casi espejismo dibujado
De un ave
Sobrevolando tu historia.
Sin poseerte
Ni pertenecerte
Para tu placer un gesto
El más natural
Sería mi señal a lo lejos,
Libre de pasiones
Y lleno de gloria.
Nada semejante
A la paz que sucede a las guerras
En el regreso de un Ulises
Vagabundo,
Exhausto de triunfo, como yo
Que penetro tu mundo
Envuelto en sombra
Y para siempre me despiezo
Al deshilar la púrpura
Que la espera puso
En tus párparos.
(traducción de Vicente Araguas)
Almádena
Almádena, enséñame a volver.
Ya barrí todos los muertos,
No hay más restos en el suelo.
Un cuarto blanco, una silla,
Mi tiempo es el presente,
No tengo de qué quejarme.
Ya está hecho, celebrado.
Ventanas y puertas abiertas,
En la mesa la fruta matutina,
El lirio, el vaso de agua.
Una casa agradable,
Si fuese esto una casa.
Yo me traicioné, Almádena.
Ahora llueve,
Es una tal plenitud,
Imperio absuelto de historia.
Cuánta memoria venciendo,
Cubriendo, cavando el rostro,
Cuántos días, cuánto cincel,
Cuántas horas.
Está lloviendo todavía.
Yo tengo un rostro sin marcas.
La luna del amarillo al sueño
Y esa estatua que me mira.
Una obra merecida, consumada.
Yo desaparecí, Almádena.
Nada obliga a decir
Tanto cuánto dicen esos ojos.
Yo vivo como quien ama,
Yo consiento,
Es sólo lo que me cabe.
Dar y repartir, hacer de cuenta que no sé,
En el bronce ser el animal que duerme.
Hay una única lámpara,
Hay un violín
Y la mano que lo desata.
El viento de cuando en cuando,
El tercio cuadrante y el canto rodado.
Hay una llave que nada guarda.
La tierra resplandece,
Consorte de quien parte.
Ahora amanece.
Yo me perdí, Almádena.
No hay rumor en las cosas,
Ellas son lo que son,
No desean explicarse.
La porcelana, el cambray, el arrayán
Y la falta de un ala.
Aquí no existe el miedo,
Yo planto y yo desbasto.
Las paredes arden,
La hierba da su olor,
El sol viene del leste,
Todo en perfecto orden.
Está pronto, terminado.
Un rasgar, un paso en falso,
Una sombra,
Ahora es tarde.
Las cartas no llegan
Ni son enviadas.
La mesa está limpia.
Yo me olvidé, Almádena.
Los colores, cómo ellos vibran,
Las auroras.
El verde de las bajas altitudes,
El rojo, el azul,
Cómo se entornan.
Desciendo y me hago pedazos,
Voy en caída libre, soy fuerte.
La naturaleza es fuerte.
Cuatro pilares me sustentan.
El cielo sobre todas las torres,
Todas las luces, excepto una.
Las nubes se cruzan,
Se juntan y se apartan.
Hay una brisa allá afuera.
……………………………..El cuerpo está servido,
El cuerpo está saciado.
Ahora anochece.
Protégeme, Almádena.
[Tenía que ser el caos]
Tenía que ser el caos.
El descenso del padre liberó
El demonio confinado en sus hijos.
Por la fantasía de infringir,
Por la analogía de la sangre,
Los herederos de la casa vieja
se agarran uno al otro.
Llovía sobre el camino de tablas,
Al pie de la escalera del patio el barro olía bien
Y la infancia mostraba sus vísceras.
Hoy, demasiado tiempo separa a los hermanos
De este primer conocimiento de la vida.
Desaparecieron las imágenes
que el recuerdo discernía
De todo lo inmenso cortinado de ilusiones,
El patio envejeció del mismo modo
que envejecieron los niños
-Sin dar por la ruina de la transformación.
El luto de la familia,
que se cumple con disciplina,
La tradición de las noches de oficio
en la voz del padre,
El culto de las letras eruditas,
Todo eso ardió en el fuego de un sabath.
Acostados en la misma cama, enloquecidos,
Los hermanos se poseen. Y gritan.
Variaciones para muerte
La otra madre, que va sola.
Rápida seducción de los turbantes,
Intuición de una alquimia salvaje,
El arrastrar de penas rubias
A pocos metros del niño que juega
Sin saber.
La que no llora.
Hipnosis de emboscada,
Hilandera de los límites,
Autora de libros póstumos,
Tu rostro y mi rostro
En ella indistintos.
Palabra de la cual nacemos.
Única respuesta incontestable
Erizada en la penumbra,
Al servicio de quien quiera
(Y todos quieren, con sed y con temor).
Consenso de las filosofías.
Aquella que más nos amaría, si la dejáramos.
Nuestra conciencia tardía.
Más que un despertar y un mundo implícito.
Lo que pasa por atrás de la pared de los jeroglíficos.
Palabra que nos justifica.
Caverna donde el sol no penetra,
Nuestra vértebra.
Alli cegamos atrasados, inanimados,
Pero limpios de sufrimiento,
Entregues a lo elemental de la sustancia.
Fin de las desemejanzas.
Nuestro máximo aprendizaje.
Víspera de cuando ya no seremos tristes.
Cuando, hijos viandantes,
Regresemos a la puerta de casa
Con los bolsillos vacíos.
Nuestro Santo Sábado.
El frío de la meditación.
Contacto con labios entreabiertos,
Una hoja de bálsamo considerada al descubierto.
Espacios ampliados y un tiempo a la deriva.
El fondo de una relación.
Fidelidad a nosotros mismos.
Necesidades ultrapassadas,
Argumentaciones rarefactas.
Del azul a color ninguno.
Nuestra genuflexión.
Dádiva de lo inexistente.
Fénix
Agótame hasta el hueso,
Pero no ahora, no todavía.
Déjame que antes yo repita
La historia de antiguas religiones
Y que ejercite mi fe,
Aunque Dios no exista.
Arráncame lo que poseo
Antes que vengan los otros
Y que tu fuerza me sotierre
Bajo un montón de cenizas.
Hazme libre de preguntas,
Como si nada más pudiera ser dicho.
Dame el abrazo del adiós
A la hora que me ha sido prometida.
Yo habré retornado a mi origen,
Sellando en misterio el indicio de la partida,
La cabeza deshabitada de nubes,
Las llagas calladas en cicatrices.
Misioneros
Entran como si yo mismo
Les hubiese abierto la puerta.
Me exigen calma y silencio.
Guardo en la casa algo que
Les pertenece, ellos dicen.
En un gesto profundo
Pido que me disculpen:
Desconozco lo que sea.
Pero ya cada cosa, en cada lugar,
Está dada vuelta, en un continuo revés –
Arena en el viento, restos de nadie.
Pasan los días y acá están ellos,
Entornando el vacío, removiendo,
Persiguiendo en vano. Destruyendo.
No hay nada que hacer, sino ayudarlos
En esta búsqueda mal sucedida,
Nada que yo más quiera ahora,
Sino juntarme a ellos, cuadrilla.
Cierta noche, resolvimos partir.
Enmascarados, en grupo,
Tomamos la casa vecina.
Delante de la puerta un hombre se detiene.
Le exigimos calma y silencio.
(traducción por Martín Palacio Gamboa)
Premonición
Saber lo que vendrá,
Y no sufrir.
Desesperarse sólo
Como si por olvido.
Estar allá, sintiendo un frío
Que nadie siente.
Ala cerrada
En el mar de la noche adentro.
Habiendo avanzado las piezas
En el juego de la mente.
Llegar adelante
Sin siquiera un solo movimiento.
Una visita al día siguiente
Y el inmediato retorno al presente.
Para de nuevo despertar,
Para guardar este secreto.
Génesis
¿Cómo haber llegado aquí?
No sé cuántos pasos, precisamente,
Si fueron muchos, si a todo instante firmes,
Nuestro encuentro siento todavía:
No el primero de una secuencia,
Sino el precursor, germen de esperanza,
El tesoro confidencial
De una forma presente desde el origen
En el esbozo de la figura aún irrevelada.
Yo te adoré más allá de la obstinación,
Consideré un paso la causa de todos los otros,
Como hubo de proceder el inventor
A cada paso particular
Para sólo mucho después merecer su obra
En una misteriosa y alarmante perfección.
Bendito el espejo de lo oscuro, Aleph que nos generó.
Vida
Vida, patria de los resistentes,
Quisiéramos perderte a veces.
Partir y volver por infinitos meses,
Hasta que partiésemos solamente.
Pero parecíamos fuertes
Y mirábamos hacia el suelo desde la cima.
Emprendíamos nuevos encuentros,
Multiplicábamos vínculos.
Una caricia cualquiera siempre había
Por sobre la espesa nube del silencio.
Por el código del tiempo, íbamos adelante
Tramando futuros arrepentimientos.
De diciembre a diciembre
Florecía nuestra rosa invisible, sedienta.
Soñábamos que te perdíamos,
Pero éramos fuertes todavía.
Y por ti combatíamos,
Al frente de los ejércitos, día a dia.
(traducción por Mariano Shifman)
——————————————————————————————————————-
(poemas en su idioma original, portugués)
No pulso do silêncio.
13 poemas do Mariana Ianelli
Descendência
Sou o poema tresmalhado
Que um lobo traz à boca
Como prêmio
De um passeio ao campo.
Vive em mim
O irmão mais velho
Debruçado sobre o chão
Cavando, cavando com as unhas.
Aqui uma cidade se levanta,
Força e música,
Já a prostituta distribui
Os seus encantos.
Uma primeira espada
Deslizando
E há o deserto em mim,
Que seca todo pranto.
Morre aqui eternamente
O ladrão do fogo,
Morre Abel, a cada verso
A terra faz ouvir seu sangue.
O animal que há milênios
Me carrega
Tem a marca
Da educação pela sombra.
Na casa do pai
Deixa-me te ouvir
No pulso do silêncio
E que eu não perca
Em desavença
O indício do teu passo.
O pomo da vida
Como um seio se ofereça,
Livre da guarda dos anjos,
Num paraíso selvagem.
De tal modo te saber
Me esclareça
Que o punho fechado
Sobre a mesa se desfaça.
E terei me esquecido
E terei me recordado
Na idade certa de dizer,
Se tempo houvesse:
Aqui não se morre mais.
Extensão do mito
Contam que ele desceu
Ao vale dos esquecidos
E cantou acima do suplício.
Que apaziguou o vento,
Estufou as vinhas,
De olhos fechados
Seduziu a serpente
Como se replantasse
O primeiro jardim.
Que foi odiado, despedaçado,
Lançado ao mar,
Para nunca mais
Uma voz se atrever à harmonia.
Mas não contam que uma mulher
Reuniu seus fragmentos
E encantou as mulheres da ilha,
Que assim Orfeu amou Eurídice,
Finalmente em corpo e lira.
Memorando
Não há grandes notícias.
Uma torre desapareceu,
O inverno expandiu-se
E a esperança ainda rói
O fundo de uma caixa
Procurando saída.
Com esculpido esmero
Vai se acabando uma família.
Um gesto qualquer se repete
No ensaio de ser abolido,
Remediar, abafar, corrigir,
Nada lembra o que antes foi só
Generosidade de coisa viva.
Não convém
O alvoroço dos pássaros,
A revanche da galhardia.
É inútil desafiar o pó
E, contudo, desafia-se.
Canto do estrangeiro
Viria como um rei
Se fosse por vontade tua –
Tão remoto no tempo
Da tua vida
Que nem te tocasse –
Viria com a alvorada,
Quase miragem debuxada
De uma ave
Sobrevoando a tua história.
Sem te possuir
Nem te pertencer,
Para o teu prazer um aceno
O mais natural
Seria o meu sinal no longe,
Isento de paixões
E cheio de glória:
Nada semelhante
À paz que sucede as guerras
No regresso de um Ulisses
Vagabundo,
Exausto de triunfo, como eu
Que penetro o teu mundo
Envolto em sombra
E para sempre me despeço
Ao desfiar a púrpura
Que a espera pôs
Nas tuas pálpebras.
Almádena
Almádena, ensina-me a voltar.
Já varri todos os mortos,
Não há restos no chão.
Um quarto branco, uma cadeira,
O meu tempo é o presente,
Não tenho do que me queixar.
Está feito, celebrado.
Janelas e portas abertas,
Na mesa a fruta matutina,
O lírio, o copo d’água.
Uma casa agradável,
Fosse isto uma casa.
Eu me traí, Almádena.
Agora chove,
É uma tal plenitude,
Império absolvido de história.
Quanta memória vencendo,
Cobrindo, cavando o rosto,
Quantos dias, quanto cinzel,
Quantas horas.
Está chovendo ainda.
Eu tenho um rosto sem marcas.
A lua do amarelo ao sono
E essa estátua que me olha.
Uma obra merecida, consumada.
Eu desapareci, Almádena.
Nada cumpre dizer
Tanto quanto dizem esses olhos.
Eu vivo como quem ama,
Eu consinto,
É só o que me cabe.
Dar e repartir, fazer que não sei,
No bronze ser o animal que dorme.
Há uma única lâmpada,
Há um violino
E a mão que o desata.
O vento de quando em quando,
O terço quadrante e a pedra rolada.
Há uma chave que nada guarda.
A terra esplandece,
Consorte de quem parte.
Agora amanhece.
Eu me perdi, Almádena.
Não há rumor nas coisas,
Elas são o que são,
Não desejam explicar-se.
A porcelana, a cambraia, a murta
E a falta de uma asa.
Aqui não existe o medo,
Eu planto e eu desbasto.
As paredes ardem,
A erva recende,
O sol vem do leste,
Tudo em perfeita ordem.
Está pronto, terminado.
Um rasgo, um passo em falso,
Uma sombra,
Agora é tarde.
As cartas não chegam
Nem são enviadas.
A mesa está limpa.
Eu me esqueci, Almádena.
As cores, como elas vibram,
As auroras.
O verde das baixas altitudes,
O vermelho, o azul,
Como entornam.
Eu desço e me arrebento,
Eu despenco, sou forte.
A natureza é forte.
Quatro pilares me suportam.
O céu sobre todas as torres,
Todas as luzes, exceto uma.
As nuvens se cruzam,
Juntam-se e se afastam.
Há uma brisa lá fora.
………………………….O corpo está servido,
O corpo está saciado.
Agora anoitece.
Protege-me, Almádena.
[Tinha de ser o caos]
Tinha de ser o caos.
A descida do pai libertou
O demônio confinado nos seus filhos.
Pela fantasia de infringir,
Pela analogia do sangue,
Os herdeiros da casa velha se engalfinham.
Chovia no caminho de tábuas,
Ao pé da escada do pátio a lama cheirava bem
E a infância mostrava suas vísceras.
Hoje, muito tempo separa os irmãos
Deste primeiro conhecimento da vida.
Desapareceram as imagens que a lembrança discernia
De todo o imenso cortinado de ilusões,
O pátio envelheceu como envelheceram os meninos
– Sem dar pela ruína da transformação.
O luto da família, que se cumpre com disciplina,
A tradição das noites de ofício na voz do pai,
O culto das letras eruditas,
Tudo isso ardeu no fogo de um sabá.
Deitados na mesma cama, ensandecidos,
Os irmãos se possuem. E gritam.
Variações para morte
A outra mãe, que vai só.
Rápida sedução dos turbantes,
Intuição de uma alquimia selvagem,
O arrastar de penas loiras
A poucos metros do menino que brinca
Sem saber.
A que não chora.
Hipnose de tocaia,
Fiandeira dos limites,
Autora dos livros póstumos,
O teu rosto e o meu rosto
Nela indistintos.
Palavra pela qual nascemos.
Única resposta incontestável
Eriçada na penumbra,
A serviço de quem queira
(E todos querem com sede e com temor).
Consenso das filosofias.
Aquela que mais nos amaria, se deixássemos.
Nossa consciência tardia.
Mais que um despertar e um mundo implícito.
O que se passa atrás da parede dos hieróglifos.
Palavra que nos justifica.
Caverna aonde o sol não penetra,
Nossa vértebra.
Ali chegamos atrasados, inanimados,
Mas limpos de sofrimento,
Entregues ao elementar da substância.
Fim das dessemelhanças.
Nossa máxima aprendizagem.
Véspera de quando já não seremos tristes.
Quando, filhos viandantes,
Regressaremos à porta de casa
Com os bolsos vazios.
Nosso Santo Sábado.
O frio da meditação.
Contato com lábios entreabertos,
Uma folha de balsameira considerada ao léu.
Espaços ampliados e um tempo à deriva.
O fundo de uma relação.
Fidelidade a nós mesmos.
Necessidades ultrapassadas,
Argumentações rarefeitas.
Do azul à cor nenhuma.
Nossa genuflexão.
Dádiva do inexistente.
Fênix
Esgota-me até o osso,
Mas não agora, não ainda.
Deixa-me que antes eu repita
A história de antigas religiões
E que eu exercite minha fé,
Mesmo que Deus não exista.
Arranca-me o que possuo
Antes que venham os outros
E que tua força me soterre
Sob um monte de cinzas.
Faz-me livre de perguntas
Como se nada mais pudesse ser dito.
Dá-me o abraço do adeus
Na hora que me foi prometida.
Eu terei retornado à minha origem,
Selando em mistério o indício da partida,
A cabeça despovoada de nuvens,
As chagas caladas em cicatrizes.
Missionários
Entram como se eu mesma
Lhes tivesse aberto a porta.
Exigem-me calma e silêncio.
Guardo na casa algo que
Lhes pertence, eles dizem.
Pelo que me desculpem:
Desconheço o que seja.
Mas já cada coisa, em cada lugar,
Está virada ao avesso –
Areia no vento, restos de ninguém.
Passam-se dias e cá estão eles,
Entornando o vazio, remexendo,
Perseguindo em vão, destruindo.
Nada a fazer, senão ajudá-los
Nesta busca malsucedida,
Nada que eu mais queira agora
Senão juntar-me a eles, quadrilha.
Uma noite resolvemos partir.
Mascarados, em grupo,
Tomamos a casa vizinha.
Diante da porta um homem se detém.
Exigimos-lhe calma e silêncio.
Premonição
Saber o que virá
E não sofrer.
Desesperar-se apenas
Como se por esquecimento.
Estar lá, sentindo um frio
Que ninguém sente.
Asa fechada
No mar da noite adentro.
Tendo avançado as peças
No jogo da mente.
Chegar adiante
Mesmo sem um só movimento.
Uma visita ao dia seguinte
E o imediato retorno ao presente.
Para de novo despertar,
Para guardar este segredo.
Gênese
Como ter chegado aqui?
Não sei quantos passos precisamente,
Se foram muitos, se a todo instante firmes,
Nosso encontro todavia eu sinto:
Não o primeiro de uma sequência,
Mas o precursor, germe da esperança,
O tesouro confidencial
De uma forma presente desde a origem
No esboço da figura ainda irrevelada.
Eu te adorei para além da obstinação,
Considerei um passo a causa de todos os outros,
Como haveria de ter procedido o inventor
A cada traço particular
Para só muito depois merecer sua obra
Em uma misteriosa e assustadora perfeição.
Bendito o espelho do obscuro, Aleph que nos gerou.
Vida
Vida, pátria dos resistentes,
Quiséramos perder-te às vezes.
Partir e voltar por infinitos meses
Até que partíssemos somente.
Mas parecíamos fortes
E olhávamos para o chão cá de cima.
Empreendíamos novos encontros,
Multiplicávamos vínculos.
Uma carícia qualquer sempre havia
Por sobre a espessa nuvem do silêncio.
Pelo código do tempo, íamos adiante
Tramando futuros arrependimentos.
De dezembro a dezembro
Desabrochava nossa rosa invisível, sedenta.
Sonhávamos que te perdíamos,
Mas éramos fortes ainda.
E por ti combatíamos,
À testa dos exércitos, dia a dia.