Vallejo & Co. reproduce esta estupenda investigación realizada por el poeta Diego Alonso Sánchez sobre el misterioso vate peruano Rafael Yamasato, de cuya identidad poco se sabe y muchos dudan de su real existencia. ¿Se trata de un seudónimo, un juego literario de varios poetas, un mito? Lo que no cabe duda, es que ahora es una leyenda en su ¿tierra natal? La primera versión de este artículo, que ha sido pertinentemente actualizado por su autor, fue publicada en la revista Kaikan, Nº 104, para los meses mayo-junio de 2016.
Por: Diego Alonso Sánchez
Crédito de la foto: (Izq.) Ed. Cuaderno del Hipocampo
(der.) retrato de Yamasato por Alejandro Tamashiro
El misterio de Rafael Yamasato*
Cuando la Asociación Universitaria Nissei del Perú entregó el primer lugar del Concurso Nacional de Poesía, Premio José María Arguedas, de 1973, a Rafael Yamasato, no estimó que con este hecho daba origen a un enigma literario poco común en nuestro país: la duda frente a la existencia del poeta galardonado. Hasta el día de hoy, no pocos estudiosos y escritores apuntan que el referido escritor nikkei no es una persona real sino un heterónimo o el producto de un juego literario. Otros, en cambio, aseguran que lo conocieron personalmente y que lo estimaron, reconociendo en él a un verdadero iconoclasta. Contemos un poco su historia.
El testimonio Pérez Grande
Los pocos datos biográficos que se conocen del vate apuntan a que nació en Ferreñafe, Lambayeque, el 6 de agosto de 1945. La mayoría de estas noticias provienen de su libro Estambre (1981, Cuadernos del Hipocampo), en donde también se adjuntó una carta escrita por el poeta, con motivo de haber ganado el premio en 1973, en la que anuncia que no podrá asistir a la premiación por encontrarse muy enfermo. Otro dato que se conoce y aparece en el libro es que falleció el 27 de octubre de 1975, en una casa de reposo ubicada en Santo Domingo de los Colorados, Ecuador. Así mismo, en la revista HARAUI, número 43, de mayo de 1945, se consigna que fue estudiante de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En realidad, esta información es muy escueta para un personaje que transitó por las plazas públicas de nuestra literatura de un día para el otro.
Entonces, examinemos los testimonios que aparecen en el libro ganador. La edición de 1981 tiene especial relevancia no solo por las cualidades líricas de los poemas o porque aparece la carta que escribiera el poeta disculpándose por no asistir a la premiación, sino porque también hay un breve texto titulado «Malicia angelical de Rafael Yamasato», en donde se narra con afecto algunos datos de los últimos días del autor y otras curiosidades relacionadas con su personalidad. Hildebrando Pérez Grande fue quien escribió esta nota, señalando que fue confeso amigo de Yamasato. Este testimonio es quizá el único texto conocido que discurre con familiaridad sobre el poeta nikkei, asunto que ha vinculado a su autor con diferentes historias de enigmas y conspiraciones literarias.
En dicho testimonio se cuenta que la familia del poeta, luego de su muerte, permitió a Pérez Grande entrar en su habitación y revisar entre sus objetos personales, pero que un «silencio proverbial» hizo casi imposible obtener datos más exactos sobre el escritor nissei. Allí Hildebrando encontró poemas escritos a mano y otras pertenencias que vislumbran algo de la personalidad reservada de Yamasato: discos de Gardel y varios libros, como el Antiguo Testamento y el poemario Simple Canción, del poeta Juan Gonzalo Rose. Podría haber bastado este testimonio para confirmar la existencia del vate lambayecano, pero poco después aparecieron otras voces que pusieron en duda tal cosa, surgiendo en torno suyo varias incongruencias que alimentaron una leyenda fantástica.
Muchos escritores, como José Rosas Ribeyro y Gustavo Armijos, entre otros que no tratan el tema abiertamente, aseguran que Rafael Yamasato es un invento de Hildebrando Pérez, un juego literario que era, hasta cierto punto, común en los años 60. Varios heterónimos tenían apariciones fugaces, según cuentan, en distintas revistas de la época, como Hipócrita Lector o Caballo Rojo. Nombres como Diego López, Márgara Sáenz y Julio Masías resonaron entonces, como poetas que aparecieron y desaparecieron fantasmalmente de la escena local y que por eso fueron tildados de «invenciones» de distintos poetas consagrados, como Antonio Cisneros, Washington Delgado, Marco Martos y el mismo Hildebrando Pérez. Vale apuntar que estas aseveraciones no están acompañadas por ninguna prueba fehaciente que las esclarezca.
La investigación Rocca
Más allá del varieté de cafetín entre los escritores de los 60’s que se acusaban constantemente de inventar heterónimos, se puede tomar como una fuente muy documentada la investigación de Luis Rocca Torres (ex director del INC de Lambayeque), quien en 1996 presentó en Chiclayo, para el Congreso Internacional de Escritores, el ensayo «El enigma Yamasato», en donde afirma que no existe ninguna partida de nacimiento con el nombre del poeta, en Ferreñafe, en el año 1945. Incluso refiere también que entre los apellidos de los migrantes japoneses que residieron en la zona, durante esos años, no existe ningún Yamasato.
Finalmente, el investigador cuenta que tampoco pudo encontrar ningún acta de fallecimiento o alguna lápida en el Cementerio General de Chiclayo, o en otros lugares de Lambayeque, que certifique la muerte o el entierro del vate en esas tierras.
Luis Rocca es un estudioso muy reputado sobre la migración japonesa al Perú y el estilo de vida de los primeros japoneses en nuestras tierras. Mencionar su libro Los japoneses bajo el sol de Lambayeque (Universidad Pedro Ruiz Gallo, 1997) no es poca cosa, porque en sus más de 400 páginas abundan datos y referencias muy precisas sobre los nipones que llegaron a esa región. Bastaría decir que Rocca es quien esgrime con mayor autoridad, bajo la luz de su investigación, que Rafael Yamasato nunca existió y que, según concluye, el autor de Estambre debe ser el heterónimo de algún escritor.
Pareciera que el único documento que podría refutar este estudio y verificar la existencia del poeta Yamasato es, precisamente, Estambre. Como es de entender, esto ha generado más suspicacias.
Noriko, Estambre y Epigramas
La primera edición de Estambre, que reúne casi toda la obra poética conocida de Yamasato, se estructura en tres partes donde, a simple lectura, se distinguen tres registros. En la primera sección, titulada «Noriko», nos encontramos con dos poemas que hacen gala de un lenguaje bastante coloquial y sensual. El primero de estos poemas hace referencia a una mujer, llamada Noriko, a quien se celebra con elevado erotismo. Noriko, como se puede entender, es un nombre de origen japonés. Aquí un fragmento del poema:
Todo esto suena a vals,
querida
y eso somos:
un vals en 78 rpm.
cuando hacemos el amor / hacemos
el amor / el amor que se raya
como un disco después de cada polvo,
es decir, temiendo
que mañana uno de los dos
tire la esponja / ponja
cuando vea que pierde el paso,
mejor dicho, el compás, el tres
por cuatro y con vueltita y todo
de nuestras nobles cabalgatas sobre esta sucia,
esplendorosa y tres veces coronada cama.
Algunos estudiosos de la obra de Yamasato han subrayado que el desenfado erótico desplegado en este poema no se ajusta a lo esperado por un miembro de la colectividad nikkei, a quienes se distingue más por su discreto modo de amar. Este pudor, como característica social —comentan—, contrasta con lo explícito de los poemas de Rafael. Recordemos que todavía no se había establecido en nuestra literatura la figura del nissei y que el referente más cercano, que por esos años también empezaba a brillar, era José Watanabe (1945-2007), quien justamente fue jurado del concurso que premió a Yamasato (junto a Marco Martos y Víctor Mazzi) y que para entonces, en su primer libro Álbum de familia (Premio joven poeta del Perú, 1970), no mostraba dicha voluptuosidad.
La segunda parte del poemario, y que da nombre al libro, se titula Estambre. Son nueve textos que muestran a un escritor que maneja distintos referentes de la cultura japonesa y, también, lecturas de autores clásicos nipones. Si bien el coloquialismo se mantiene como principal herramienta de trabajo lingüístico, en estos poemas también se hace presente un espíritu contemplativo muy orientalista, que despliega un juego lírico bastante afín al de José Watanabe. Incluso, en esta sección del poemario, aparece un texto que se titula «Imitación de Watanabe», que llama poderosamente la atención no solo por el homenaje a su contemporáneo, sino porque evidencia una exploración poética similar, cercana a la condición parabólica (y afín a la filosofía zen) que luego el poeta de Laredo usaría con mayor lucidez.
Si bien Yamasato, en esta segunda parte, celebra a sus antepasados japoneses, también se da la libertad de reinventar estrategias poéticas oriundas del País del Sol Naciente. El primer texto de este conjunto se titula «Flor de loto» y se dice que es «a la manera de Ono no Komachi». Ono no Komachi (825-900) fue una poetisa japonesa del periodo Heian que destacó por sus versos plenos de amor, lo que la llevó a ser considerada entre los seis más altos referentes del tanka o waka, poemas de celebración cortesana del Japón medieval. El texto en cuestión reza así:
Tendida como un arco
iris, vuelves
a mis predios. Y
sin trabajo
te adaptas
a mi silvestre,
alocado ritmo.
Si bien el estilo de este breve poema tiene reminiscencias orientales, no cumple con ser formalmente un tanka, ni mucho menos un haiku. Incluso, la tensión lírica sobrepasa la esencia de la poesía japonesa de la que Ono no Komachi fue ejemplo y guía.
La última parte del poemario se titula «Epigramas» y es un conjunto de nueve textos que, a diferencia de los anteriores segmentos, no presenta ninguna alusión cultural a Japón. Más bien, este último conjunto de poemas es un delicado homenaje al amor que podría empatar con una sensibilidad más popular, ligada a los valses y boleros criollos. Según dice Hildebrando Pérez en el texto que sirve de prólogo al libro, estos «Epigramas» fueron encontrados en la habitación del poeta, escritos a mano con «una letra pequeña, uniforme, con trazos más bien enérgicos, sobre unas páginas azul cobalto» y especula que fueron posteriores a la factura final de Estambre.
Si bien la temática de todos los poemas del libro respeta la secuencia «amor-desamor», estos epigramas son más categóricos en mostrar la aflicción pasional. Aquí un ejemplo:
III
Mi saliva que ahora es tu quebranto,
brilla en el monte más dulce de la noche.
Ya quisieras trocar el frío que te envuelve
por la dicha que perdiste por capricho.
El repaso de estos poemas nos permite saber más sobre el imaginario creativo de Yamasato, porque responden a una mente muy original para la época, ya que el estilo mostrado en tan breve obra pertenece a una persona con una cultura amplia y refinada.
¿Caso cerrado?
Rafael Yamasato seguirá siendo un personaje mítico para nuestra literatura, no solo por sus cualidades poéticas, sino por los abismos biográficos que presenta. Según el profesor Hildebrando Pérez, Rafael era muy cercano a los hermanos Enrique y Alejandro Tamashiro, destacados gestores culturales de la época, e incluso en la revista nissei Puente, que conducían, aparecen algunas notas sobre el vate lambayecano. Los hermanos Tamashiro ya no están entre nosotros, lo que echa más polvo sobre los pocos datos que tenemos.
Se conoce un único retrato de Yamasato, dibujado por Alejandro Tamashiro, precisamente, y que acompañó la edición de 1981 de Estambre; sin embargo, no existe ninguna foto que pueda descubrirnos su rostro real.
Incluso en el ciberespacio aparecen algunas notas y testimonios que hablan del caso, pero ninguna cursa algún dato adicional o una investigación puntillosa que brinde mayores noticias sobre el poeta Yamasato (la mayoría son acusaciones o desagravios para con Pérez Grande, sin mayores argumentos o pruebas).
Bajo esta sombra, propicia para las leyendas, quizá sería correcto quedarnos solo con la poesía que aparece en Estambre, sin pretensiones de perito fiscal o detective. Estos poemas marcan el inicio de un camino muy importante que evidencia la influencia japonesa en la literatura peruana, y también son el cimiento de lo que podemos llamar el discurso nikkei en la poesía peruana, lo que le otorga, sea quien sea el autor, un valor superlativo:
Los abuelos
Nuestros abuelos hablan del Fuyi
como nosotros de ellos,
sin entusiasmo. Por eso toco tu mano,
aliso tu pelo, beso
tu vientre desesperadamente. No vaya a ser
que mañana,
mucho antes de lo que imaginamos,
otros amantes
hablen de nosotros y del Fuyi
sin el menor entusiasmo.
*(Ferreñafe-Perú, 1945-¿Santo Domingo de los colorados-Ecuador, 1975?). Poeta. Estudio Ciencias económicas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, no se sabe si terminó sus estudios. Obtuvo el Premio José María Arguedas del Concurso Nacional de Poesía (1973). Su identidad es un misterio, y para varios poetas y críticos literarios se trata de un seudónimo del escritor Hildebrando Pérez Grande. Publicó en poesía Estambre (1981).