Por Bruno Pólack
Crédito de la foto (izq.) La Garúa editorial /
(der.) Paloma Sainz
“El lenguaje puede hacer de la utopía, realidad”.
Entrevista a Giovanni Collazos* sobre Migrante (2017)
Bruno Pólack [BP]: Maurizio Medo cita a Gilberto Giménez en el prólogo de Migrante donde menciona que, cito de memoria, se puede abandonar físicamente un territorio sin perder la referencia simbólica y subjetiva del lugar de donde eres. Medo además, de alguna manera, cuestiona tu condición de migrante, convirtiéndote en una especie de nómade. ¿Dónde consideras que se sitúa la voz poética de este nuevo libro? ¿Desde dónde te has sentido más cómodo afrontando este proyecto? ¿Desde la voz del migrante, del nómade o desde otra óptica?
Giovanni Collazos [GC]: Creo que nunca se abandona la referencia simbólica y subjetiva del lugar donde uno nace y vive sus primeros 21 años, como es mi caso. Sin embargo después de tanto tiempo viviendo fuera, la percepción cambia, el desarraigo se acrecienta, el desapego a aquellas cosas cotidianas aumenta. Al menos eso es lo que me ocurre y uno va adquiriendo visiones distintas al conocer otras realidades, al vivir otras realidades. Ahora, la voz poética de este libro se sitúa en muchos lugares. Parto desde un yo que vive y sufre la experiencia de ser ajeno a privilegios por ser inmigrante, proletario y sujeto racializado, todo esto en una Europa con políticas migratorias racistas y coloniales. Luego se avanza hacia el otro, hacia aquellos que son considerados casi no humanos por las mismas leyes dentro de un continente que les niega derechos para encerrar, digamos, un nosotros.
Quizá la palabra cómodo no sea la apropiada, nunca estoy cómodo. Para mí ha sido una inquietud constante el cómo poder abordar el tema de fondo del libro desde hace mucho tiempo atrás, teniendo en cuenta que propongo un lenguaje distinto al que se practica habitualmente dentro de lo que se considera poesía política y social en España. Ha sido en cierta medida problemático afrontar este proyecto, pero también me gusta que haya sido así, escribir y enunciar desde los márgenes, desde el conflicto que me origina una realidad que busco deconstruir.
[BP]: En tu experiencia de más 15 años en Europa, básicamente en Madrid, ¿crees que en algún momento se llega a abandonar el país de origen para adecuarse totalmente al lugar que lo recibe?
[GC]: No son 15, son 18 años en España. Mucho tiempo. Más que adecuarse, uno aprende a convivir de manera dificultosa. Migrar por necesidad no es nada agradable. Migrar sin tener la suerte de hacerlo de manera legal, donde no te permiten tener atención sanitaria y tampoco poder acceder a trabajos dentro de un mercado laboral regular, es de las cosas más inhumanas que le puede ocurrir a una persona. Sin contar que a muchos de los inmigrantes que llegan de manera irregular a buscar tener una vida mejor, acaban en los centros de internamiento para extranjeros (CIE’s). Estos centros no son otra cosa que cárceles para inmigrantes, donde se violan los derechos humanos y donde también ya se han registrado la muerte de varias personas en circunstancias opacas. No tener un permiso de trabajo no es un delito en ninguna parte del mundo, sólo es una falta administrativa y por una falta administrativa a un ciudadano español, por ejemplo, no lo encierran durante meses. A un inmigrante sí.
Yo también soy un inmigrante económico y tengo la suerte de haber llegado de manera legal y la coincidencia de hablar el mismo idioma (coincidencia porque llegué proveniente de una excolonia donde nos impusieron el idioma), y lo que le ocurre a los que no han tenido la misma suerte que yo nunca me ha sido indiferente y me hace sentir que no estoy del todo adecuado. Como mencioné antes, llevo 18 años en España y no he querido nacionalizarme, lo podría hacer pensando en aspectos prácticos, pero hay algo dentro de mí que me lo impide. De todas maneras debo decir que a pesar de esa incomodidad quiero seguir viviendo aquí, porque un lugar lo hace la gente que estimas, que quieres y aquí tengo a mis amigos y a parte de mi familia.
[BP]: Es cierto lo que dices, por ejemplo, vi varios post tuyos en tu muro del Facebook criticando la situación política española, los cuales muchas veces no fueron bien recibidos por los propios españoles. ¿Crees que el migrante en ese nuevo país pierde identidad, el derecho a opinar? ¿Cuál ha sido tu experiencia?
[GC]: Con respectos a mis post críticos con la clase política española son inevitables, sobre todo mi crítica a la izquierda española, por la cual la mayoría de inmigrantes y sujetos racializados no estamos representados. Hay cierta tendencia de la izquierda en relativizar temas como el racismo, ligándolo exclusivamente a un problema de clase, cuando lo único que hace esta afirmación es negar el racismo y al negarlo lo que hace es perpetuarlo.
El paternalismo también es otro de sus problemas, no nos ven como sujetos políticos con voz propia, con pensamiento propio. Y sí, he sentido el rechazo por mis opiniones y críticas. Existe aún una mentalidad colonial aquí. He recibido mensajes donde el “vete a tu país sino te gusta estar aquí” ha sido lo habitual, cuando en ningún momento he dicho que no me guste vivir aquí, si fuera así ya me hubiera largado. Hay gente que no me habla por mi posición y eso me resulta revelador. Los inmigrantes vamos a estar aquí y aquí nos quedaremos los que queramos hacerlo y la sociedad lo tiene que aceptar y aceptar también que somos sujetos políticos con opinión.
[BP]: Ahora, entrando al poemario, me parece que el título es un tanto engañoso porque si bien la migración es uno de los ejes centrales, tu proyecto es mucho más extenso que eso, es la precariedad laboral, la infancia, tu familia, tu padre, de alguna manera el amor y es, en esencia, una búsqueda incesante del lenguaje…
[GC]: Es que ser inmigrante supone todo eso y más. En el escalón social de España es el inmigrante irregular, sobre todo, el que está debajo (aún por debajo la mujer inmigrante, racializada y pobre). Hay que hablar de eso, hay que visibilizar la problemática de todas las maneras posibles.
Debo decir que parte de este libro fue escrito mientras estuve una larga temporada sin trabajo y con muchísimas dificultades para subsistir, cualquier proyecto de vida es imposible así. Estuve a punto de volver al Perú en un par de ocasiones, pero resistí, aguanté y ahora todo va mejor que hace dos años atrás. El inmigrante también fue niño, tiene familia y ama, ama mucho. Es un ser humano cuya ley de extranjería de este país le despoja en gran medida esa humanidad. Y el soporte del tema de fondo es el lenguaje. Es una cuestión misma de ir contra el poder opresor, contra la realidad impuesta, también una forma de descolonizar el pensamiento.
[BP]: Desde luego lo político es trascendental en tu libro, pero se puede sostener solo en tu manera de enunciar. Explícanos como afrontas esa búsqueda del lenguaje.
[GC]: El lenguaje tanto como el fondo tiene vital importancia, entonces afronto el lenguaje como parte del fondo, como un cuerpo único. Es la herramienta para romper esa hegemonía de lo colonial–normativo, pero esto de dinamitar ese poder siempre serán intentos, siempre dudo de todo. Es una especie de subversión, de ir con pasamontañas pero a pecho descubierto y querer atentar de manera celeste y suicida, como quizá quiso hacerlo Huidobro.
El lenguaje puede hacer de la utopía, realidad, o de la realidad, cierta belleza que se nos niega con hechos de injusticias, por eso hay una búsqueda desde el margen, desde ese no-lugar. También afronto la búsqueda del lenguaje desde el cuerpo, desde la carne, intentando (nuevamente intentando) dar textura a la idea. En Migrante también he tenido una búsqueda, como en mis dos anteriores libros (quizá con menos suerte en aquellos).
[BP]: Se siente en muchos pasajes de Migrante que desarrollas una poesía combativa, con muchos versos de inconformidad social. Me contaste una vez que tu padre había sido abogado sindical. Un par de veces, al menos, lo mencionas y sintomáticamente las palabras piedra y sangre siempre se encuentran muy cerca. ¿Consideras a tu padre una referencia directa en tu poesía?
[GC]: Para ser preciso mi padre no fue abogado sindical en Lima (en aquel encuentro que tuvimos en Madrid el año pasado hablamos, amenos, de un montón de cosas y sobre diversos temas, entiendo que se mezcle lo que conversamos), él fue abogado y lo que hizo fue ayudar en momentos puntuales en materia legal a alguno que otro sindicato. Lo que pasa es que a mi padre no le agrada que hable de él ni de su labor públicamente cuando ejercía de abogado, entonces no entraré aquí en detalles. Seguro leerá esta entrevista. Lo que sí te puedo decir es que de niño veía lo que hacía con su trabajo y sentía mucha admiración por su conciencia social, eso obvio me marcó. Jamás él me dijo lo que tenía que pensar, yo sólo observaba y asimilaba. Posteriormente nacieron en mí sentimientos contradictorios en torno a su figura de padre por cuestiones que tampoco entraré a ventilar aquí. En todo caso sí que es una referencia, pero no directa en la actualidad. Acá también debo hacer hincapié en que no solo la palabra padre está presente, también está presente la palabra madre, que quizá tenga más que ver en mi poesía. A ella la tengo lejos, vive en Lima y es siempre mi principal referente con respecto a la fuerza de espíritu que uno debe tener.
[BP]: Migrante es un poemario que se siente que lo tenías atorado en la garganta, se siente que escribirlo para ti era algo urgente. Como comentábamos, no solo por la problemática del migrante, sino por la problemática laboral…
[GC]: Sí, quienes me conocen saben que lo político en mí es inherente, como también en la poesía y en la escritura lo político es inherente. Migrante es un libro que quería escribir hace años, lo tenía en mente desde la primera redada racista que experimenté en Madrid. Creo que en la escritura hay que decirlo todo, sin temor, sin pensar en lo que vayan a decir después, aunque esto es de perogrullo.
[BP]: Sin embargo, mientras van transcurriendo los poemas, el libro deja de centrarse en las tribulaciones de un migrante o de un trabajador y se da paso al reclamo de un ser humano frente a los grandes problemas de la vida…
[GC]: Hay que humanizar lo que sistemáticamente deshumanizan las leyes europeas. Realmente no soy nadie importante con el poder para cambiar las cosas, solo escribo poesía y escribir poesía sobre estos temas es mi manera de visibilizar y humanizar la problemática. Buscar en el lenguaje como parte integral del fondo del asunto. es también mi trabajo e intento ir a la par en ese trabajo con el contenido. La cáscara, la música, encierran eso que está dentro.
[BP]: Hay en el poemario, y también lo refiere Medo en el prólogo, una impronta vallejiana en tu versificación. Por mi parte encuentro algunos encabalgamientos y una fuerza musical que me recuerdan a Moro, el otro César genial de la poesía peruana. ¿Qué tan cercano te sientes a esa tradición?
[GC]: Muy aguda tu visión. Papá Moro, tanto como Papá Vallejo tan solo son puntos de partida. Es innegable la influencia de ambos en mi poética, así como Varela y otros, pero bebo de muchas otras fuentes en lo que considero un aprendizaje continuo. La tradición es un alimento ineludible, pero no necesariamente para eternizarlo, sino para buscar nuevas rutas. Son otros tiempos y la búsqueda debe ser insistente.
[BP]: ¿Por qué crees, o por qué has elegido, la poesía como herramienta (o como arma) para hacerle frente a tantas dificultades del migrante, del trabajador y a una sociedad tan excluyente e injusta?
[GC]: Porque es lo mejor que sé hacer, por lo menos eso es lo que creo, escribir poesía. No soy académico, no soy teórico, no soy universitario. Soy consciente de mi realidad y de la realidad de los otros que no tienen ningún privilegio. La poesía no es una cuestión masiva, entonces tampoco tiene ningún impacto mediático. A lo mejor no sirva para mucho, pero cuando uno escribe no piensa jamás en eso. La poesía es mi artefacto explosivo, el lenguaje sirve como esquirlas.
[BP]: Me dio gusto también que la editorial que publica tu libro, La garúa, es de la ciudad catalana de Santa Coloma de Gramanet, una ciudad bastante sensible e históricamente muy cercana a los problemas de los migrantes.
[GC]: Estoy muy agradecido por la oportunidad que me da La Garúa editorial de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona). Santa Coloma es un barrio obrero, de gente trabajadora y es parte de la red de municipios por la tercera república. En la actualidad viven personas de más de cien nacionalidades, donde la inmigración latinoamericana ocupa un 30%, seguidos por una inmigración china del 20% y del Magreb de un 16%. También estoy contento con La Garúa, Joan de la Vega, el editor, fue quien me pidió que le enviara el archivo de Word del poemario y a los tres días de enviárselo me dijo que lo publicaba. Agradezco el valor que le ha dado a mi trabajo y todo esto solo me compromete a seguir adelante con la búsqueda.
*(Lima-Perú, 1977). Poeta. Reside en Madrid desde 1999. Asistió a los talleres de poesía y escritura creativa que imparte la asociación cultural Clave 53, dirigida por Giusseppe Domínguez. Dirige el blog El plebeyo (www.gio-collazosc.blogspot.com). Ha participado en el V encuentro de escritores de La Feria Internacional del Libro de La Habana – Cuba (2015). Ha publicado en poesía Contra la niebla (2013), El tísico bolchevique (2016) y Migrante (2017), así como la plaquette Landó blues (2015).