El hogar de los glaciares. 1+1 poemas de Marín Marínov

 

Por Marín Marínov*

Selección por Marco Vidal González

Traducción por Katya Gerova**

Crédito de la foto archivo del autor

 

 

El hogar de los glaciares.

1+1 poemas de Marín Marínov

 

 

Señales

 

En mi juventud, cuando aprendía a vivir con el mar

y contaba las olas hasta la novena,

escuchaba el grito de las aves marinas en las rocas,

mientras cruzaba la Bahía de la Citara, el viento nocturno

enloquecía a los perros salvajes, y ellos aullaban penosamente por la playa.

La sombra de los plátanos orientales en el patio trepaba por la casa,

saltaba por encima de la chimenea, sombra negra, hojas negras en el letal

abrazo de la hiedra; a veces entre las ramas

se filtraba una niebla de las colinas, dibujaba ojos,

los rostros de seres queridos, sumergidos en ella hace tiempo, y me entristecían;

solo las flores brillantes del tomillo en la primavera tardía,

el tintineo de los ruiseñores en el bosquecillo de lilas,

el eco sorprendente de las numerosas voces y su estruendo a través de los frondosos

árboles, junto con los aromas densos de este vivir impecable,

ponían orden perceptible en el corazón;

entonces aprendía la soledad, aprendía a soportar más fácilmente

el vuelo etéreo de las pálidas nieblas, el azul brillante del mediodía

estas señales complejas, este hundimiento en los trozos de luz por la arena.

 

El poeta Marín Marínov

 

Sin

 

En algún lugar en las tristes nieblas del norte,

donde las aguas cálidas

se encuentran con las corrientes frías cerca de las islas,

donde los árboles húmedos y las hierbas

exhalan la luz del olvido;

allí, donde nada resulta familiar

y tienes que asemejarte –

es fácil realmente perderse en el hogar de los glaciares.

Y no hay nada más que hacer con tu tiempo,

con tu alma desanimada,

sin el consuelo de una señal salvadora.

La memoria abre y cierra sus portezuelas talladas

con manillas oscurecidas, parecen esculpidas con la uña

de la mano de alguien, no de la tuya.

 

Una mujer nos vigila desde la roca afilada,

que se eleva en el medio de la bahía

y los bordes dorados cortan suavemente sus uñas,

dedos, pies, se hunde en la roca afilada

ante el ocaso apurado, ante el vuelo rasante del halcón

sobre las aguas coloridas,

sin sombra,

sin inquietarse por el juego de las nieblas,

sin una gota de sangre en el pómulo del mar oscurecido,

que se arrima a la roca.

 

 

 

 

 

*(Burgas-Bulgaria, 1955). Poeta. Estudia Pedagogía en Burgas. Desde muy joven su vida diaria está relacionada con el mar. Ha trabajado en barcos pesqueros en Sozopol, en redes de cortina o solo con su propio barco. En la actualidad, reside en Kableshkovo, en la provincia de Burgas. Se dedica a la pesca y a la agricultura. Publica sus poemas en revistas digitales y en algunas publicaciones anuales. Ocho compases de silencio es su segundo libro de poesía cuya

 

 

 

**(Varna-Bulgaria, 1978). Poeta y traductora. Reside en Granada (España). Traductora e interprete (de inglés y ruso) por la Universidad de Granada (España). Se desempeña, principalmente, como profesora particular de idiomas. Desde el año 2021 forma parte del equipo de la revista electrónica búlgara Nueva Poesía Social. En ese mismo año publicó en español, de forma independiente, un pequeño libro infantil con el título Vocecitas chillonas. Participó en la traducción de las antologías Hermanos del polvo: 6 poetas búlgaros contemporáneos y Nueva Poesía Social. Antología II.

 

 

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