El grado cero de una poética: «Por las ramas» (2022), de Gabriela Franco

 

Por Yaki Setton

Crédito de la foto (izq.) Eds. En Danza /

(der.) Telam 

 

 

El grado cero de una poética:

Por las ramas (2022), de Gabriela Franco

 

 

“Los primeros poemas de este libro surgieron en diciembre de 2020, justo cuando estábamos trabajando con Eduardo Mileo en la edición de la poesía completa de Irene Gruss. Ese repaso por su poesía estuvo en el origen de este libro y por eso durante algún tiempo lo llaméDiálogos con Irene. Luego el diálogo se amplió, se fue por las ramas de ese amplio árbol de palabras que nos precede y que guiaron (como se guía la hiedra) la escritura de este libro”, señala Gabriela Franco.

Por las ramas es un libro compacto. Frente a los libros anteriores de Gabriela Franco, Los que van a morir (2007), Modos de ir (2013) y En orden de aparición (2019), Por las ramas reúne las condiciones de un poemario del verso en arte ―métrica― menor, sin títulos: ordenado y nominado cada uno de sus poemas con números romanos. Por las ramas es el libro al que se llega tras una serie de tres: la de la explicación familiar, la de la vida exogámica y la de la desaparición indocumentada e inexplicable del hermano. Como si allí, hablo del libro En orden de aparición, todo intento de explicación ―incluso la del relato o la novela familiar― fuera imposible. Porque las palabras escritas no alcanzan a asir los hechos ni las ausencias ni siquiera las interpretaciones.

 

La poeta Gabriela Franco.
Crédito de la foto: Santiago Perrone

 

Y llegamos a Por las ramas. Libro de la elipsis. Ya desde su título, que esconde la frase hecha “irse Por las ramas”. Libro de la elipsis del “yo” porque no aparece el pronombre de la primera persona singular en ningún poema. Libro de la elipsis de la palabra propia porque siempre está acompañada por la palabra escrita de otras poetas (Bellessi, Gruss, Rosenberg, Pizarnik).

Por las ramas es, al mismo tiempo, el camino del pensar la forma mínima de la poesía: qué es un poema: “Esto no es un poema, se dice/ de un poema y se quiere/ explicar una teoría” (XV) o “El poema es a veces una cajita y otras, / una hoja en una pila de cajas” (XXXIII) o “Quitar un poema, crear/ un vacío, volver la vista,/ revisar el pasado como un/ sueño” (XXIX). Porque resuenan de forma intermitente los ecos de otras/ propias poéticas. Así, se establece un diálogo infinito o inconcluso, como escribió Maurice Blanchot, con múltiples voces sin identificar. No hay, entonces, primera persona porque se cede el “yo” ante esas otras voces: “Contra/ la molicie de la primera/ persona, de la primera/ acepción” (XXXIV). Son poemas de la reflexión, a veces como ensayos poéticos breves, por su vocación en el leer y reescribir otros poemas. Son versos sin nombres propios, aunque en las citas veladas podemos reconocerlos, son un tejido poético de voces que se distinguen en una red común: “Las palabras al oído. ¿Adónde/ sino enredadas entre el pelo,/ mezcladas con el ruido/ de la calle?” (XLIII).

Porque son voces variadas e inquietantes. Y su entrada es por la espesura a través del gran Dante: “¿es como entrar/ en un bosque?, ¿la mitad del camino?,/ ¿la selva oscura de la verdad?” (XXX). Será luego la sensibilidad inquietante de Gruss: “Hincar el diente en el mundo, sin/ pedir perdón, sin permiso” (XXVI). O la cadencia semántica sin fin de Diana Bellessi “no/ hay que decir lo que se puede, tener/ lo que se tiene, las palabras/ erradas?” (VI). O la visión disociada de Alejandra Pizarnik: “Alejarse de lo que fue. Alejarse de/ lo que se hizo, de lo que dio/ alegría” (XIX). O la lengua como un escalpelo de Mirta Rosenberg: “Guardar un secreto no es/ pedir peras al olmo. Es elegir/ entre los frutos: la débil manzana” (VII).

Finalmente, la culminación, podríamos decir la impregnación en todo el libro, de este recurso ―el de leer, releer y reescribir con otras (sus maestras) ― es el uso de las frases hechas o refranes. Son expresiones fijas del saber popular, sin autoría, que condensan aún hoy conocimientos sociales transmitidos de generación en generación en las culturas orales. Ellas explicitan una cuestión central en Por las ramas: el rescate de la oralidad o más bien una actitud oral ante la lengua, con sus reglas mnemotécnicas, un modo de conocer el mundo; de retener “cosas memorables”. Por eso los poemas están atravesados de manera oblicua por citas de “frases hechas” tergiversadas, como si citarlas fuera recordarlas, pero al mismo tiempo reescribirlas. Aquí una enumeración, citas del libro: “como chupar clavos (I) o “una piedra/ en el zapato, o una fruta/ pasada” (II) o “Creer y reventar: un estallido” (V) o “¿Llamar a las cosas/ por su nombre? Como si/ la distancia fuera río” (VI) o “rompe/ el cántaro, va a la fuente./ En la caída pasa/ la vida” (VII) o “separa el trigo/ del trigo. No se deja caer/ en la tentación” (IX) o “Un tiro/ por la culata, la expresión/ herida, sin consuelo” (XIV).

En definitiva, Gabriela Franco lleva adelante aquí una operación central en sus nuevos materiales: se va “por las ramas” con voces anónimas y, sin decir “yo”, se las apropia al modificarlas. Con ello corroe, ya desde el título, el sentido inicial de esas ideas que cargan los refranes. Porque el libro no se “va por las ramas” sino todo lo contrario; está al servicio de una nueva poética, fruto de un diálogo infinito donde esa frase hecha del irse por las ramas, con su aspecto negativo, se vuelve una suma propia y positiva en versos, poemas, libro.

 

 

Por las ramas es, entonces, un grado cero en la obra de Gabriela Franco. Porque si En orden de aparición es el final de una forma de escribir poesía, de confiar en ella como una salvación de lo real y, por lo tanto, se hace tabla rasa de lo hecho; en Por las ramas se parte de la oralidad popular, del guion largo de Emily Dickinson, de las palabras de otras poetas, de la ausencia de la primera persona junto con el uso persistente del infinitivo para, cual una cinta de Moebius, volver a la escritura y reescritura sin cesar ni cerrar. ¿Quizás, para encontrar desde la nada ―en constante tensión con el pasado perdido― y descubrir desde la lengua popular, junto con otras lenguas poéticas ajenas, una lengua poética propia?

Son cincuenta poemas a los cincuenta años de la poeta. ¿Será una manera de cifrar el misterio de una vida, la mitad de un siglo, es decir de un todo, enmarcado en los números romanos que ordenan uno a uno los poemas del libro? ¿O será La mitad de la verdad como llamó Irene Gruss a su obra reunida? La poeta sabe que el tiempo es acotado, que somos seres finitos y muchas veces sin pronombre ni nombre propio. Aquí, en Por las ramas, se trata de crear desde la nada, contra viento y marea, una nueva posibilidad: “La vida que se va/ suelta la mano. Entrega/ su pesar sin cálculo” (XLII). Es la mitad que queda en la búsqueda, en el azar del encuentro y en el intercambio con otras voces. Una tensión cercana y lejana a la palabra propia construida con su lectura y nuestra lectura delante de nuestros ojos sin pestañar.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1970). Poeta, editora y docente. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Storni (Argentina). Estuvo a cargo de la compilación de varias antologías, dictó talleres de poesía en la Biblioteca Nacional y coordinó el Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires (Argentina). En la actualidad, coordina la revista Por el Camino de Puan de la UBA (Argentina) y colabora en distintos medios. Ha publicado en poesía Calle, Piedras preciosas, Los que van a morir, Modos de ir, En orden de aparición y Por las ramas.