El gozo de La Palabra. Conversación con Gloria Gervitz

 

Nota y entrevista por Blanca Alberta Rodríguez*

Crédito de la foto www.magis.iteso.mx

 

 

El gozo de La Palabra.

Conversación con Gloria Gervitz

 

Autora de un único Poema, Migraciones, escrito a lo largo de más de cuatro décadas, Gloria Gervitz** es un ejemplo de absoluta entrega a la poesía. Su obra ha sido traducida al inglés, al sueco, al árabe, al noruego, al polaco, entre otros idiomas. Recientemente ha obtenido el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2019.

A partir de Shajarit, publicado en 1979, su Poema comenzaría a crecer como las ramas de un árbol, hasta la fecha sigue reescribiéndolo: agrega, elimina, desplaza palabras, líneas o páginas. Para decirlo con Paul Valéry, se trata de una obra siempre reemprendida y refundida. En suma, un ejercicio del espíritu. Porque el Poema está siempre en acto, transformándose, decantándose lentamente a través del tiempo.

El universo poético de Gervitz gravita en torno a una voz que se desteje en voces, voces femeninas que dialogan, se interpelan, se buscan afanosamente por los espacios del sueño y la memoria. Migraciones es, sobre todo, la epifanía gozosa de La Palabra.

 

 

Entrevista

 

Blanca Alberta Rodríguez [BAR]: Un nombre a veces termina por convertirse en un destino. ¿Cuál ha sido el de tu Poema?

Gloria Gervitz [GG]: Me doy cuenta de que el título acabó por quedarle muy bien al Poema porque existen dentro de Migraciones muchas migraciones. Para mí más que nada son migraciones interiores —aunque también hay migraciones hacia fuera: las mismas palabras, versos, a veces páginas enteras, migraron de un lugar a otro dentro del Poema. Cuántas veces no hemos migrado dentro de nosotros. Podría decirte que mi vida ha tenido etapas tan distintas, como si fueran vidas diferentes, quizás y lo único que las une es que la protagonista he sido yo. El título lo encontré muy rápido. Fue cuando el Fondo de Cultura Económica [1991] por primera vez publicó las primeras tres partes que tenía en ese momento Migraciones [Fragmento de ventana, Del libro de Yiskor y Leteo]. Estas partes yo las consideraba poemas distintos, pero que podían convivir juntos. Sentí que “Migraciones” agrupaba bien a los tres poemas, además porque en “Yiskor” hablo directamente de mujeres que migraron de Europa del Este a México.

El Poema y yo tenemos una relación muy simbiótica. Hemos crecido juntos y hemos convivido durante 43 años. Todavía en estas últimas semanas le hice pequeños ajustes. Extrañamente, más que quitar, regresaron algunos versos al Poema. Yo los había eliminado y me sorprendió que empecé a despertar varias mañanas con uno, dos o tres de estos versos que regresaban y regresaban tercos. Había hecho bien en quitar ciertos fragmentos, no estaban mal pero ya no le servían al Poema. Habían funcionado como andamios que necesité incluso para seguir escribiendo, pero que ya no los necesitábamos ni el Poema ni yo, y pude quitarlos sin que se me cayera el edificio. Pero los versos que me regresaban sí decían, sí servían. Terminé por juntarlos uno tras otro, aunque entre ellos hay diferencias a veces de hasta 30 años. Una vez que los regresé y les di un lugar en el Poema, dejaron de despertarme. Y no es que yo esté constantemente releyendo el Poema. Sólo vuelvo a él cuando tengo alguna invitación a una lectura. Tengo como disciplina no leerlo ni aprendérmelo de memoria. Es como si el Poema viniera a mí. Está dentro de mí y yo dentro de él. De hecho, en esta ultimísima versión (2019), siento que quizás y sí nos estamos despidiendo el Poema y yo. No voy a decir, como en otras ocasiones, que ahora sí ya lo terminé, porque eso no lo sé, eso no lo sabe uno, pero sí creo que cada vez nos acercamos más tanto el Poema como yo a un final.

 

 

[BAR]: En tu poesía confluyen dos vertientes religiosas, la hebrea y la católica, ¿cómo se amalgaman?

GG: Alimentaron mi vida. Nací en la Ciudad de México. Provengo del lado paterno, así como del lado del papá de mi mamá, de judíos de Europa del este. Mi abuela materna era de Puebla. Viví prácticamente toda mi vida en México, sólo estos últimos años estoy en San Diego. Así que esas tradiciones no las veo antagónicas. Escuché fragmentos de oraciones en hebreo, aunque mi familia no era religiosa y tuve una nana —Lupe, que es el único nombre que menciono porque decirlo me salió del alma. Mi nana Lupe era de Oaxaca y no hablaba bien español—, pero me llevaba a misa a escondidas de mis padres.

Además, viviendo en México, acabas queriendo y mucho a la virgen de Guadalupe, también es mi virgencita. Recuerdo haber ido a un encuentro de escritores judíos latinoamericanos en Jerusalén; ahí entré a un museo donde encontré una pintura de la Virgen de Guadalupe, sentí una emoción increíble, se me salieron las lágrimas. Estoy hecha de todo esto. Las irrupciones de algunas palabras o líneas en otros idiomas, por ejemplo, en hebreo o más bien arameo, están así porque así las oí. Y si las tradujera perderían ese sentido litúrgico que tienen al ni siquiera entenderlas. Creo que las cosas más importantes no las entiende uno bien. Mientras más tiempo vivo más me doy cuenta de que las cosas realmente importantes, las verdaderamente importantes, son un Misterio.

 

La poeta Gloria Gervitz leyendo

 

[BAR]: En tu poesía hay una continua tensión entre la voz y el silencio, más que entre la palabra y el silencio porque me parece que La Palabra también se constituye de silencio. ¿En eso se juega el oficio de poeta?

[GG]: En una parte sí porque de algún modo estás todo el tiempo queriendo arrancarle a la poesía palabras. Y al mismo tiempo esas palabras están sostenidas por el silencio y toman fuerza gracias a él. En Migraciones hay muchas páginas rodeadas de silencio. Hay una en particular donde aparece la línea “¿me oyes todavía?” que está cargada hacia el margen derecho y el resto de la página está vacía. La pregunta está rodeada de silencio y expectativa. Es la voz que espera una respuesta, pero no sabemos si hay una respuesta. El poeta tampoco sabe si la habrá. En ese sentido, el poeta vive en una especie de intemperie, como en una orfandad constante. No tienes asideros. La voz dialoga consigo misma y con el silencio. Pesan las palabras. Y pesa el silencio. Y pesa esa intemperie de las palabras que están a su vez recogidas y amparadas por todo ese silencio, que las rodea y les da cuerpo y forma. El poeta está ahí expuesto, increíblemente vulnerable.

Me sucedió que, en esta última época que ha sido muy creativa, en la cual el Poema me fue saliendo de muy de adentro, casi que de las entrañas, yo me sentí muy expuesta y con mucho miedo. El miedo ha estado presente desde el principio, pero en esta última versión adquiere una presencia casi corporal. Hay una intemperie enorme en escribir, en habitar la poesía y en dejar que te habite.

 

 

[BAR]: Al lado de la voz está el cuerpo. ¿Cómo se vinculan?

[GG]: Cada vez estoy más convencida de que lo que es de carne es el alma. El alma y el cuerpo no son entidades separadas. Todo lo que sentimos es a través del cuerpo, tanto el dolor como lo sublime. Este cuerpo tan fuerte y frágil. Tan vulnerable, tan absolutamente mortal. Tanto la palabra como el cuerpo son alma, totalmente. Pensemos, una forma de expresión erótica del amor, ¿con qué la sientes? Con el cuerpo, no es en abstracto. Aunque te la imagines, la imaginación está anclada en ese cuerpo que eres tú. Nos parece tan extraño y casi absurdo el saber lo mortales que somos, el saber que, en el fondo, vamos a morir con todo lo que fuimos, con todos estos nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestros miedos y que todo y todos vamos a acabar siendo olvido y más olvido y más olvido. La inmortalidad está aquí para mí porque qué otra inmortalidad hay, quién va a saber que va a ser inmortal de otro modo.

 

La poeta Gloria Gervitz en su juventud.
C.. 1970

 

[BAR]: Hay una figura clave en tu poesía: la sibila. Ésta es como “El lugar” de la enunciación, pero también de la anunciación. ¿Podríamos pensarla como una metáfora del poeta?

[GG]: Quizás sí. La poesía tiene algo de profético para el poeta. Pienso que ocurre en una parte de nosotros en la que no estamos muy conscientes, en una pre-conciencia, como cuando te estás despertando y logras aprehender algo de lo que soñaste, un fragmentito, como esta linda mascada de seda tan delicada que casi se te deshace en la mano. Y a esa penumbra logras arrancarle alguna palabra y es como si violentaras esa delicadeza, esa seda, para extraer palabras que a veces acaban por decir cosas que años después acaban sucediendo.

Mucho de lo que escribí pasó o acabé por vivirlo, aunque no exactamente como está dicho en el Poema. He escrito algunas cosas que de verdad me han sorprendido; por ejemplo, yo aún no había visto morir a nadie y 14 años antes de que muriera mi papá escribí “mis muertos son tan reales como yo y les hablo en ruso y en idish”. Mi papá llegó a México cuando tenía nueve años de edad, su idioma materno era el ruso y en su casa hablaban tanto en ruso como en idish. Y resulta que 14 años después, en los últimos tres o cuatro días que vivió mi papá, que desde que había llegado a México sólo habló español, lo olvidó y lo poquito que hablaba era en ruso y en idish.

También me impresionó el hecho de que una línea que escribí hace como 30 años: “somos los que se van”, fue escrita más o menos igual por un poeta judío polaco en una placa que está en una estación de tren en Polonia, y yo nunca he ido a Polonia. Otro ejemplo, también de hace muchos años, está en uno de los primeros textos que publiqué, decía: “Me voy a casar con Abraham” [el actual esposo de Gloria Gervitz se llama Abraham]. Con esta frase le estaba dando voz a mi abuela poblana Carmen, que en efecto se casó con mi abuelo que se llamaba Abraham. Mi abuela Carmen se suicidó a los 70 años. Su muerte me impresionó mucho y escribí algunos poemas en prosa queriéndole dar voz a esa abuela y que se acercaban al tono que después tendría Migraciones.

Llevo escribiendo poesía 50 años, empecé a finales de 1969. Mis dos abuelas y mi mamá (a quienes reinvento en mi poesía) han sido y siguen siendo una fuente de escritura y regreso a ellas una y otra vez, aunque la presencia más constante y más fuerte es la de mi madre. Yo diría: La madre. Son mujeres muy complejas para mí, verdaderos enigmas.

 

 

Fragmentos del poema Migraciones,

de Gloria Gervitz

 

 

 

 

 

 

*(Puebla-México, 1978). Ensayista y periodista. Magíster por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha estudiado a profundidad la obra literaria de Gloria Gervitz, presentando los ensayos Las voces del cuerpo y La configuración de la página en la poesía de Gloria Gervitz. Editó una selección de Migraciones (junto con Raúl Dorra).

 

 

**(México D.F.-México, 1943). Poeta, historiadora del arte por la Universidad Iberoamericana (México) y traductora al español de escritores como Anna Ajmatova, Marguerite Yourcenar, Kenneth Rexroth, Rita Dowe, Samuel Beckett y Clarice Lispector. Fue becaria del FONCA (1993) y ganó el premio Fernando Jeno (1986) y del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (Chile, 2019). Sigue construyendo el proyecto poético Migraciones cuya su primera parte, Shajarit, publicó en 1979. A esta le siguió Yizkor (1987), Fragmento de ventana (1986), publicándose por primera vez con 3 secciones juntas (Shajarit, Yizkor y Leteo) bajo el título Migraciones en 1991. En 1993 publicó Migraciones ampliado con la sección Pythia, igualmente en 1996 publicó el mismo libro añadiendo la sección Equinoccio. En el 2000 la publicó con una nueva sección, Treno, en 2003 incluyó la sección Septiembre y, en 2017, una nueva publicación de Migraciones (1976-2016) borrando los títulos que dividían el poema río en fragmentos y los epígrafes.

 

 

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