El fulgor del lenguaje. Entrevista a Gabriela Goldberg

 

Por Augusto Munaro*

Crédito de la foto (izq.) Ed. Rangún & Caleta Olivia /

(der.) Mariano Fiszman

 

 

El fulgor del lenguaje.

Entrevista a Gabriela Goldberg

 

 

La sagacidad, la lucidez, y hasta cierta ferocidad, caracterizan a Con un perro corriendo atrás (Rangún & Caleta Olivia, 2018), de Gabriela Goldberg. Desde lo íntimo y familiar, la poeta concibe la poesía como una suerte de hibridación ya que busca mezclar la realidad con la irrealidad que resulta del mecanismo poético de la conjetura. La forma buscada, en la diversidad de los tonos y estilos, en la incansable emoción del instante.

 

 

Entrevista

 

 

Augusto Munaro [AM]: El libro está agrupado en dos secciones: Pata de perro y Álbum. ¿Qué núcleos atraviesan cada parte? ¿Cuál y cómo fue el proceso de escritura de este poemario?

Gabriela Goldberg [GG]: Yo diría que la primera parte trata de la urgencia, el correr cotidiano y la alarma para evitar la pérdida, amenaza que toma cuerpo a través de situaciones banales o relaciones con otros, también hay una mujer con bolsas en el primer fragmento que reaparece en el último de la primera serie, un recorrido del personaje que no deja de andar y siempre rodeada, donde algunos significantes insisten. La segunda serie, Álbum, también se enfoca en una acción, sacar todo de la caja y sacudirla, pero ya en función de una pérdida que se repara por otro recorrido, el de las fotos y la memoria. Curiosamente para mí, escribí las dos series simultáneamente, pero por separado, pensando en unidades diferenciadas que recién después entendí que confluían, en el sentido del título, Con un perro corriendo atrás. Posiblemente tanto la alerta primero, como el duelo segundo, fueron momentos ligados a la muerte de mi madre, hace algunos años, y el levantamiento de la casa familiar.

 

 

[AM]: Me gustaría te refieras a esa operación esencial que hacés en tu poesía, poner el lenguaje al servicio de las emociones. Esas que atraviesan el topos de la cotidianidad.

[GG]: Las emociones, al menos de esta manera, no aparecen en mis primeros libros, donde era muy anti-confesión/íntimo/sentimiento, con un decidido enfoque al trabajo significante. Después sentí que me perdía algo, que me encantaban leer historias, que adoro El gran Gatsby y Madame Bovary que están impresionantemente bien escritos y además tienen relato, personaje, empatía, y pensé por qué no sumarle el placer propio y posible para un lector, de entrar en un sentido, darle un cuerpo del que disfrutar además de un devenir lenguajero. Como debo seguir bastante anti, la anécdota realista, o la poesía objetivista que puedo apreciar mucho, me parece que ya está, me resulta todo bastante similar, y, tal vez, tengo un desafío y un gusto personal por la poesía de riesgo, esa que juega con un borde, a lo que confiero mayor autenticidad y valor. Lo cotidiano contra la poesía elevada, lo cual ya también está bastante hecho, y muy bien, por lo cual lo tenía que atravesar con un cruce distinto, volviendo a cierto lirismo y exageración esquivando un registro sensible, que me suene viejo.

 

 

[AM]: ¿De qué modo en particular la memoria y la imaginación consolidan esa amalgama de tu sensibilidad lírica?

[GG]: Para mí es una memoria claramente imaginada aunque se cruce con lo autobiográfico y tenga, por momentos, la seriedad de lo cómico. Es una memoria con la que juego para construir un verosímil que dé otra capa al texto, pero trato que sea una referencia que también se dinamite con los versos tan rápidos y cortos donde no se sabe cómo puntuarlos o donde el adjetivo o verbo, no se sepa bien a quien afecta

 

La poeta Gabriela Goldberg.

 

[AM]: Por cierto, ¿qué entendés por lirismo, Gabriela?

[GG]: Me parece que busco un lirismo versionado, un yo personaje, que se arme con un verosímil, pero discontinuado, fallado, alejado y cercano al que escribe, que permita momentos de empatía, agregando un juego al lector que pueda sostener por momentos una escritura muy explotada y fragmentada. Y una subjetividad compleja entre lo público y lo privado. Junto a esto, vuelvo a los gustos, así como hablamos de lo cotidiano como recuperación de lo poético acartonado de los grandes temas, por qué no hablar de las emociones que son parte de nuestro cotidiano desafiando caer en un lugar empalagoso, devolviéndoles credibilidad y haciendo con eso algo nuevo? Es un desafío, tampoco estoy muy segura de haberlo logrado.

 

 

[AM]: ¿De qué modo pensás que tu formación como psicoanalista asoma (o no) en tu propuesta lírica?

[GG]: Posiblemente confluyen en mi interés por las personas, lo que les pasa y cómo lo dicen, la oralidad, la elección de las palabras, junto a esto creo que ese bagaje es parte del combo de saberes que hace que uno tome ciertas decisiones al escribir, pero no mucho más que eso.

 

 

[AM]: Me gustaría te refieras al trabajo consciente que hacés a favor de la coloquialidad del léxico con que escribís tus poemas. ¿Qué busca anclar el oído?

[GG]: Creo buscar una forma de renovar los lugares comunes y las palabras esperadas desde lo poético, sumar sorpresa y cercanía y, como decía William Carlos Williams, hacer poesía con las palabras que la gente usa.

 

 

[AM]: A menudo se habla sobre el ritmo de las palabras. Rara vez, sobre la musicalidad de las imágenes (el equilibrio, la concordancia entre las escenas).  ¿Qué intereses estéticos regulan esa selección de imágenes?

[GG]: Suelo trabajar con una imagen que subyace, me sirve para armar un núcleo, aunque por la experiencia de libros anteriores, entendí que era muy difícil para los demás poder visualizarla a través de una escritura tan breve y estrangulada, es así como desde el libro anterior empecé a construir series temáticas, donde cada fragmento-imagen se contextualiza con el resto, creando un territorio y facilitando la construcción de un sentido.

 

 

[AM]: Contame sobre la construcción en sí del poema. Tu trabajo sobre la sintaxis. La ubicación de las palabras en la página. El lugar jerárquico de los espacios en blanco…

[GG]: Jugando con la sintaxis busco el borde de un sentido nuevo o enigmático dentro de las reglas, que respeto hasta la exageración, aunque las fuerce, hay expresiones que quiero usar, frases que escucho y me divierten, o descontextualizo, y después armo una escena que imagino y la voy escribiendo y reescribiendo en la medida que el texto me lleva para otro lado, pero soy tremendamente maniática con las reescrituras, escribo durante poco tiempo pero después lo leo, reviso, reescribo, muchísimas veces y puedo estar meses dándole vueltas a un verso que no me gusta.

Con respecto al espacio, diría que me asombra que los poetas lleven todo al margen y no se aproveche así un recurso expresivo más, lo que sí, aunque preste mucha atención a la musicalidad y a la oralidad, mis textos son poco legibles en público, no son para oír, considero que son artefactos para leer en el espacio de la hoja. El blanco me sirve también para discontinuar y extrañar, con respecto a una convención.

 

 

[AM]: La serie Álbum, parece narrar escenas capturadas por el ojo de la cámara. Fotos de diversas épocas. Versos que recortan esos instantes fugaces, pero capturados para siempre. ¿Ves una analogía entre instante y poema, imagen y recuerdo?

[GG]: Creo más que tengo un estilo personal sintético y un ritmo rápido, me gustan otras cosas, pero sería incapaz de construirlas, uno escribe como puede, lo que le sale, por más que después le agreguemos mucho trabajo. Por otro lado, siempre me gustaron los haikus y me dan alivio los poemas que puedo visualizar en una sola hoja, recuerdo escenas de una película, palabras sueltas, adoro escenas de David Lynch y me importa poco que se pierda en algunos momentos, y posiblemente tengo una limitación personal en desarrollar que encuentra una posibilidad en estas series que fui conformando. Veo una relación entre instante, imagen y recuerdo, pero creo que el efecto poético puede lograrse con recursos distintos, que para lograr esos instantes en donde aparece un plus hay que trabajar mucho, rodearlo, crear las condiciones, como estas fotos que me servían para hablar de esos instantes reconstruidos, de imágenes atravesadas por el texto.

 

 

[AM]: Hay un trabajo muy elocuente de montaje, el modo que tiene la memoria de ordenar sensaciones. ¿Qué nexos ves posible en la elipsis? Me refiero al arte de conectar cada verso (apenas relacionándolos) sin caer en la incontinencia de la dispersión.

[GG]: Mostrar y no explicar, hacer que suceda, aunque no siempre sale. Algo que me ayuda como nexo es la ubicación en la página, y también mucho trabajo interno del poema, ese descontrol está muy ordenado, como ya conté, siempre hay una escena por detrás que contiene y la sintaxis es estricta, aunque un poco enloquecida. También hay recurrencia de algunos significantes y el ritmo, muy rápido y encabalgado, que hace que se empiece el texto y no se pueda volver a respirar hasta terminar, al menos si uno es coherente con el texto en sí, que puede volverse un artefacto inhumano.

 

 

[AM]: ¿Qué poetas —pensás— dialogan con tu poesía?

[GG]: Ojalá Mallarmé, el Golpe de dados me partió la cabeza con su poema como partitura, históricamente para mí le siguen, Haroldo de Campos y el efecto descomunal y enigmático de la repetición fonemática junto a la liberación inteligente de cualquier pretensión moralizante, Ezra Pound con el arte de la poesía y su capacidad de lectura insobornable, para llegar a Leónidas Lamborghini con sus reescrituras, y mis contemporáneos, trato de leer y me interesa lo que se está produciendo en Argentina, donde se está escribiendo mucho.

 

 

[AM]: ¿Algún libro en particular que te haya marcado?

[GG]: Además de los que ya nombré, últimamente me interesaron mucho dos poetas con dos poemas que traduje, William Carlos Williams de quien traduje  El asfódelo, texto que aparece en su libro Viaje al amor, un librazo, que corresponde a la última etapa de su escritura, me conmovió y es una máquina perfecta donde cada palabra es la precisa, y Daniel Borzutzky con su libro Lago Michigan, un texto totalmente distinto, pero que encuentra el modo antirretórico de nombrar la violencia policial que acarrea nuestro sistema económico. En narrativa, La soledad del lector de David Markson, con un procedimiento novedoso y exagerado, atractivo e incómodo.

 

 

 

 

 

*(Buenos Aires-Argentina, 1963). Poeta y psicoanalista. Ha publicado en poesía Miserere (1991), Parranda (2010), Cuentovejas (2015) y Con un perro corriendo atrás (2018).

 

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