Reproducimos aquí la entrevista que hizo el narrador peruano Julio Ramón Ribeyro al poeta y artista plástico Jorge Eduardo Eielson. Esta entrevista fue originalmente publicada en la revista Oiga, n° 463, en el año 1972. Siendo republicada en el libro nu / do: homenaje a j.e. eielson, publicado por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en el año 2002; pp. 108-109.
Eielson y El cuerpo de Giulia-no
Por: Julio Ramón Ribeyro
Crédito de la foto: JRR (foto de Herman Schwarz Ocampo)
y JEE (foto de Baldomero Pestana)
Martha Canfield
J.R.— El caso de «poetas pintores» no es tan raro como puede parecer. Tenemos a Miguel Ángel, a Víctor Hugo, a Henri Michaux y, entre nosotros, a Eguren, según creo recordar. Con la publicación de El cuerpo de Giulia-no ¿te incluirías dentro de esa familia espiritual de «poetas-pintores»?
J.E.— Incluirme al lado de Miguel Angel, Víctor Hugo o Eguren me parecería de una presunción realmente enorme, aunque fuera el más humilde de sus descendientes. Por otra parte, la pregunta no me parece pertinente en cuanto yo no soy «poeta-pintor» ni «pintor-poeta», y nunca he comprendido este término. En una cierta época que no duró sino unos diez años, escribí poemas y me llamaron poeta. Y en otra posterior me dediqué a las artes visuales y no escribí poemas ni ningún texto realmente «literario». Solo en un cortísimo periodo estas dos actividades han coincidido, precisamente entre los años 48 y 52. Además, como tú sabes, he escrito artículos para periódicos y no soy periodista. He escrito algunas piezas de teatro y no soy dramaturgo. Hago también escultura y no soy escultor. He escrito cuentos y no soy cuentista. Una novela y media y no soy novelista. En 1962 compuse una Misa solemne a Marilyn Monroe, para banda magnética, y últimamente preparo un con-cierto y no soy músico. Como ves no soy nada.
J.R.— De la existencia de El cuerpo de Giulia-no sabía yo primero por terceras personas y luego porque tuve ocasión de hojear los originales hace algunos años. ¿Cuándo fue exactamente que escribiste este libro y por qué tardaste en publicarlo?
J.E.— Empecé el libro en él verano de 1953, en Roma, y lo terminé el verano de 1957, en la misma ciudad, pasando por larguísimos periodos de inactividad. En realidad, aunque ello no se note quizás en la novela, mi disgusto por la literatura era ya evidente y sobre todo la suerte de virtuosismo que yo entonces practicaba. Me parecía literalmente como si me rompiera la cabeza ante un estéril muro de palabras. Llegué a odiarlas. Así, de una masa informe de seiscientas a setecientas cuartillas no extraje sino las más legibles, y aquellas que podían trasmitir más sinceramente al lector ciertas experiencias de mi juventud. En cuanto a su publicación puedo decir solo esto: jamás he escrito nada con la intención de publicarlo. Mis primeros poemas, como Reinos o Canción y muerte de Rolando es a Javier Sologuren que debo su difusión y creo que fue él el que envió los originales aun premio nacional, queme fue otorgado. Por tal razón no he publicado casi libros y no he hecho el menor gesto en ese sentido. Me en francamente sin importancia. Para El cuerpo de Giulia-no tuve un contacto—no buscado por cierto— con la casa Gallimard, a través de Jean Genet, en 1955. Nunca contesté la carta, que debo conservar todavía. El libro era un caos, no lo consideraba bien, ni terminado y no tenía ganas de continuarlo. Solo en 1969 tuve oportunidad de volver a ver a Octavio Paz aquí, el cual me lo pidió para publicarlo en México. Cuando pasé por Lima, en 1967, llevé el original, por si se presentaba alguna oportunidad, así como todos los poemas reunidos en volumen, pero claro está que no se presentó ninguna oportunidad. Solo Javier, magnífico poeta y maravilloso amigo publico mutatis mutandis en La Rama Florida en una bella edición. Tales poemas, de 1954, son los últimos que he escrito, junto con Habitación en Roma, que forman un grupo mayor y quizás más ambicioso. En los años siguientes, hasta el 60, fecha en que reanudo definitivamente mi trabajo pictórico, escribí otras cosas, pero que no considero ya «poemas». Por lo menos no en el sentido tradicional. Ellos ofrecen dificultades de difusión mucho mayores y, con mucho optimismo, quizás puedan publicarse en 1990. No es presunción ni culpa mía. Son simples razones de orden técnico y económico que nada tienen que hacer con mi trabajo.
J.R.— ¿Crees tú que el tener un doble oficio sea una ventaja o una debilidad? Quiero decir que corres el riesgo de no ser tomado en serio en ningún bando y ser calificado de «poeta» por los pintores y de «pintor» por los escritores.
J.E.— Me tienen sin cuidado los calificativos de los funcionarios de la palabra o de la paleta. En cuanto a ser tomado en serio, nada podría ser peor, puesto que yo mismo no me tomo en serio y me siento muy bien así. Puede ser tal vez una debilidad tener un doble oficio pero como yo no tengo ninguno… A lo más se podría decir que ejerzo una actividad múltiple, entre las cuales, desde hace catorce años, no incluyo la literatura, salvo algunas notas sobre artes visuales.
J.R.— Para haber sido escrito entre 1953-57, tu libro me sorprende, pues se anticipa a una serie de novelas actuales calificadas en Latinoamérica de vanguardia. Me refiero a la preocupación por el lenguaje, a los juegos espacio-temporales, a la presencia, por no decir la invasión, de la poesía en la prosa narrativa, etc. ¿Es que tenías conciencia entonces de estar escribiendo algo nuevo o novedoso? ¿Leías muchas novelas? ¿Qué novelas?
J.E.— Me halaga mucho si me he anticipado a algo, pero creo que esto no es de ninguna importancia, o si la tiene ella es muy relativa, y formal. El afán de renovación exterior puede asimilarse con frecuencia a los espíritus competitivos, y yo nunca lo he sido y no lo seré nunca. Prueba es la siempre tardía o escasísima publicación de mis escritos. Además, no es un libro el que hay que juzgar nunca sino todo un trabajo, mejor aún, una vida. En realidad mi preocupación por el lenguaje era ya patente desde mis primeros poemas, a partir de 1944. Por ejemplo en «Parque para un hombre dormido», en «Genitales bajo el vino», en «Librería enterrada» y, sobre todo, en «Bacanal», en donde la dolorosa experiencia del hombre que escribe se trasforma en un grito de amor y de odio a la palabra impresa. Luego el proceso se agudiza en los «Ejercicios poéticos», algunos de los cuales fueron publicados en 1953, para terminar con Habitación en Roma, de manera más consciente. Estos poemas destilan literalmente su propia negación y el hastío y la esterilidad de la letra. Las transposiciones espacio-temporales he comenzado a usarlas bajo forma de anacronismos desde Antígona y Ájax en el infierno, de 1945. En cuanto al uso de repeticiones, inserción de lemas, aliteraciones, cortes arbitrarios, lectura en dos planos, fórmulas tomadas a los «scripts» cinematográficos, etc., son juegos de niños para quien ha leído a Joyce. No veo de qué vanguardia se puede hablar en Latinoamérica. Con excepción de algunos otros grandes nombres, que es inútil mencionar, he leído muy poca ficción. Y en los años 50, en Roma, ninguna novela. Vivía completamente al margen dela literatura y no tenía amigos escritores. Menos sabía aún de Latinoamérica. Solo recientemente he podido apreciar el talento de los jóvenes escritores de nuestros países.
J.R.— Tengo un gran respeto por tu pudor, quiero decir por no hablar jamás de ti mismo, de tu pasado, de tus problemas personales. Me parece advertir, sin embargo, que en este libro te refieres precisamente a tu infancia en la selva del Perú. ¿Qué hay de cierto en ello?
J.E.— Como tú sabes sin duda mejor que yo, todo es cierto en el mundo dela ficción, y muy poco en la realidad. No he pasado mi infancia en la selva ni mucho menos, sino solo un periodo durante el cual tomé la costumbre de pasarlas vacaciones del colegio en una propiedad familiar de la ceja de montaña. El resto de mi tiempo, hasta mi partida a Europa, lo he pasado en el agua. Mar y piscinas. El agua es el elemento que mejor conozco, como buen limeño. Tengo algún texto por allí que podría ser contrapuesto a El cuerpo de Giulia-no sobre el mar y su presencia. ¡Pero todo esto me resulta ya casi arqueológico!
J.R.— Como has escrito más de un poema y compuesto más de un cuadro, imagino que escribirás más de una novela. ¿Tienes algún proyecto al respecto?
J.E.— No. Escribir es una actividad solitaria, burguesa, en gran parte responsable de la alienación cotidiana y factor discriminante de primer grado. Pero esta es una convicción personal que no extiendo a nadie, evidentemente. La actividad que me apasiona hoy en día es la acción inmediata. Los signos de la escritura están cargados de un simbolismo paralizante. Para la liberación del hombre-instrumento, víctima del Estado o de las grandes empresas privadas, son necesarios otros métodos. Hace poco he presentado un proyecto a las Olimpiadas de Munich en el que me lanzo contra el concepto de patria y bandera a través de una manifestación aparentemente «artística». Sé que no lo aceptarán. No importa. Seguiré insistiendo.