Eielson: cómo ser poeta, pintor y peruano, por Francisco Tola

Presentamos este texto escrito por Francisco Tola el 28 de febrero de 1988, en el diario La República, con motivo de la exposición de arte que hiciera Jorge Eduardo Eielson en la Municipalidad de Miraflores, Lima – Perú, en enero del año 1988.

 

 

Eielson: cómo ser poeta, pintor y peruano

 

Por: Francisco Tola

Crédito de la foto: Izq. Ceremonias Ancestrales

Der. Cabeza de chamán

© Centro Studi Jorge Eielson / Martha Canfield

 

Si pudiéramos contemplar  el mundo desde la perspectiva de la eternidad ?sin morir? nuestra vida real se convertiría entonces sí en inefable, en poesía, en una verdadera obra de arte. Esta posibilidad es la que constituye el proyecto artístico de J. E. Eielson. En su actual exposición en la Municipalidad de Miraflores (enero, 1988) compuesta por 10 cuadros y una (actuación) ambientación, Eielson expone también un texto firmado, denso y demoledor, en el cual nos advierte sobre el naufragio ?‘en el mar de manierismos’? que amenaza el arte contemporáneo (y es lógico deducir que también a su imponente mercado) y sobre los desacreditados presupuestos culturales que devastan a la humanidad.

 

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«Cabeza de chamán IV», por Jorge Eduardo Eielson.
Acrílico sobre tela. Dimensiones: 146 x 129 cms.
© Centro Studi Jorge Eielson / Martha Canfield

 

¿Cómo interrumpir este proceso desvitalizador que nos va progresivamente desintegrando y congelando? Eielson nos propone ?y no creemos que sea un sofisma? primero: el acto creador absoluto, y segundo: el gesto enérgico del arte: intuitivo y totalizador.

Nos imaginamos que sus dos autorretratos, su tres Cabezas de Chamán, sus dos Ceremonias Ancestrales, sus dos Esplendores, la Pesca Milagrosa y la Ambientación con su cuadro correspondiente constituyen el correlato real o las estructuras visuales y sensibles a través de las cuales Eielson experimenta la materialización de sus ideales: una obra que sea a la vez artística (¿absoluta?) y social (¿relativa?, ¿problemática?).

 

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«Ceremonia ancestral I» (1986), por Jorge Eduardo Eielson.
Acrílico sobre tela. Dimensión: 180 x 180 cms.
© Centro Studi Jorge Eielson / Martha Canfield

 

Pero la originalidad de Eielson no consistiría en denunciar la crisis del arte y de la cultura, pues durante todo este siglo esta denuncia es un tema recurrente. Nos han explicado y demostrado todos la crisis en que existimos. La idea de un proyecto artístico para solucionar esta crisis del organismo enfermo que es la humanidad tampoco es original o al menos novedoso. Recordemos a Bretón y sus amigos, al mismo Vallejo o Sabogal, pero sobre todo a Joseph Beuys (Alemania, 1921-1986) que intentaron transformar al mundo a través del arte pero cuyas creaciones acabaron integrándose al sistema oficial e histórico del arte, el cual sí evoluciona hacia una circularidad que a sí misma se consuma y se consume.

 

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«Esplendor 9» (1983), por Jorge Eduardo Eielson.
Acrílico sobre tela. Dimensiones: 180 x 180 cms.
© Centro Studi Jorge Eielson / Martha Canfield

 

La originalidad de Eielson es más bien su imaginación antropológica que participa además, en mayor o menor grado, del acto creador absoluto y que nos quiere transferir ahora esa experiencia a través de su actividad plástica. Imaginación antropológica referida a esa visualización intuitiva de las claves mágicas que constituyen nuestra más auténtica dimensión ontológica y cultural.

En ese sentido su exposición de Miraflores (que es en realidad un derivado de lo que Eielson expuso en la III Bienal de Trujillo), nos parece estilísticamente una elaboración bastante sintética, analítica e intelectualizada de su experiencia de lo inefable. (A Beuys, el artista alemán, a quien Eielson admira y en quien reconoce afinidades, lo consideraban un chamán del siglo XX, lo que equivale a atribuirle la capacidad del éxtasis. Otra forma de decir inspiración o genio. Ambos artistas coincidían en la voluntad de querer comunicar a la sociedad esas excepcionales experiencias individuales y visionarias, socializarlas en sus obras para así redimir y liberar a la humanidad de sus trabas y taras).

 

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«Esplendor 9» (1983), por Jorge Eduardo Eielson.
Acrílico sobre tela. Dimensiones: 180 x 180 cms.
© Centro Studi Jorge Eielson / Martha Canfield

Nosotros como espectadores, confrontados a sus cuadros (acrílicos sobre tela) y a El paisaje infinito de la Costa del Perú, la ambientación creada por Eielson para esta oportunidad, tendríamos no sólo que visitar el espacio físico donde se realiza su exhibición en Miraflores, sino ejecutar, por nuestra parte, un acto de recepción absoluto para poder estar a la altura del requerimiento que nos propone verbal y visualmente Eielson, quien recientemente ha declarado que lo que hace lo hace como peruano y que además piensa también como tal. Por lo tanto, todos nosotros podemos reconocer, por ejemplo, en los autorretratos de Eielson paradigmas para nuestras propias preocupaciones introspectivas, o en las cabezas de chamán recordar nuestras propias y tal vez olvidadas experiencias de la otredad, o en Esplendores intuir el hipotético carácter matemático, aunque hermético, de la belleza, o, en general, en toda la exposición, descubrir un sistema de signos, de ritmos e imágenes artísticamente articulados que sí cubren, parcial o totalmente, por un sinfín de asociaciones, nuestras más líricas e iluminadoras experiencias.

 

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