Por Bikut Toribio Sanchium*
Crédito de la foto Facebook del autor
Donde salen hilos de lágrimas.
7 poemas de Bikut Toribio Sanchium
Te pienso
Hoy te pienso
te pienso sin saber por qué te pienso
simplemente quiero pensarte
pensarte como si nada pasara
aunque en el fondo quiera nadar en tu corazón
así como la vida misma nada
sin que nadie sepa hacia dónde va
Te pienso, te pienso y solo te pienso sin por qué
En un andar pensaré en ti
Yo no me olvidaré de ti
Y si me olvido cuando me acueste entre mis sábanas
con la música que escuchamos una tarde entre el cielo
te sobreviviré en mi recuerdo
Y si el recuerdo blasfema
Yo no sé a quién recurriré
Posiblemente, en el alba de la noche saldré a caminar
Ahí, con mis pasos leves precisaré en pesarte yendo
hacia ti
Podrido
Estoy sentado en una silla laberíntica
sentado como un condenado a sentarse siempre
Por qué sigo sentado, me pregunto
Como un condenado estoy entre las paredes amarillas
afuera las aves cantan paradas entre las hojas de los cocos
y yo sigo sentado en la silla de esqueleto
como un condenado estoy aquí
Qué hago sentado, me pregunto
Estoy a unos metros
de minutos en encontrarte
y aún sigo sentado aquí
como un condenado a desaparecer sentado
Por qué sigo aquí, me pregunto
Estoy sentado pensando francamente
condenablemente pensando
sin saber que estoy
En una silla de agua del río
Sekut, aroma de mi vida
Sekut, aroma de mi vida
Cómo escapar de ti
Si la única vida que tengo
sin tu aroma escapa a la muerte
Cuando la muerte viene a mí
y saluda a mi vida
Yo la abrazo con valentía
Porque con tus aromas sé que mi vida sigue de pie
Sekut, aroma de mi vida
Nunca dejes sin aromas a mi vida
No hay vida, de la misma vida, sin tu aroma
Una vida sin tu aroma
solo es un vacío como el espacio
Aunque en estricto sentido, tú eres el aroma de mi espacio
en el que tengo una vida
solo al suspirar tu aroma.
Con tu aroma coses mi vida
Concierto de dolor en mi pueblo
Al pueblo Awajún
Hay concierto de lágrimas en mi pueblo:
En el escenario de los muertos ya cayó Manuin
En la cancha del cementerio ya duerme Shimpukat
En la tierra de los marginados fue enterrada Antun
También acostaron a Impi con trizas del corazón.
Kinin, Impi, Juwau, ¡ayyy corazón! ¡Cómo tragar esta lista inexistente para el Estado!
Por aquí en el bosque lloran, por allá en el río son puras lágrimas doradas.
Las lágrimas de Nieva, dolor de El Cenepa, lamentos de Imaza, tristeza de Santiago se han dibujado en el cielo.
Alrededor de todos, arrodillados, con la cabeza mirando la tierra, llora mi pueblo.
Es el concierto que los privilegiados han inaugurado desde la colonia hasta la soñada república.
El gobierno, el congreso, los políticos, los señores de la patria del poder son los espectadores.
Con su silencio, olvido y exclusión alientan el concierto de dolor y tristeza de mi pueblo.
Mi Patria me dejó
Con su mirada Mi Patria me sacó de su casa.
Sin compasión de su Nación me pateó con su trasero.
No le importó mí presencia desnuda, con hambre y sed de ser suya.
Ni por primera vez instó a sus instintos
a sentir mi visita bajo su techo adiestrado con Costa, Sierra y Selva.
Mi Patria me hizo pobre de sueño.
Desde su ventana colonial miró mi sueño de la calle asqueada sin Patria.
Pero yo caminé en su calle bañada de amor.
Con un rostro de amor de Mi Pueblo comí en un rincón inolvidable.
Esa es Mi Patria: el Pueblo de mi calle.
Al sentir el ser del Pueblo en la calle
hice mi entusiasmo en el cielo de la bandera de Mi Pueblo.
Así aceleré la pasión por Mi Patria.
Luego, partí a su encuentro como un niño hambriento.
Fui a su encuentro hambriento de alma e inspiración.
Pero Mi Patria me expulsó nuevamente de su techo con una sonrisa avara.
Ignorando su menosprecio me colé en la desdichada súplica.
A pesar de seguir en la cola de los incivilizados me esmeré en tocar sus ojos:
Y desde lejos, plasmé a Mi Patria de cabeza a pies y de pies a cabeza
como un gavilán o un leopardo listo para cazar su presa.
Extendí mis sueños a las suyas; ¡qué alma sentí ahí!
Aquello fue con la manía de sentir qué es ser parte de una Patria.
De pronto mi sueño se esparció: – ¡aquí solo entran los ciudadanos! -afirmó el gordo del saco brillante.
Mi Patria, otra vez me ignoró de su casa hecha con Sierra, Selva y Costa.
En la democracia me arrojaron a un tacho desterrado, en el olvido.
Pero con el aliento del honor construí un puente hacia la mayoría de los ciudadanos de la democracia.
Y al fin me asomé con mi voz a una ventana colonial y una chiquilla picaflor
aceptó llevar “mi voz” a la Patria.
La chiquilla con mirada de lechuza comprobó mi voz como una cirujana.
Y sin ninguna esperanza- ¡Esta no es tu Patria! -me grito toda coquetona.
Sin importar el desprecio corrí buscando una sangre de Mi Patria.
Corrí sin compasión ni pasión de entrar a su casa.
Corrí para volver y unirme a Mi Pueblo.
Mi Patria no me aceptó como a sus ciudadanos.
“No cabe nadie más” nos dijeron con voz de olor a petróleo.
Entonces, afuera, entre el Pueblo, parado, abracé a mis compatriotas de la calle,
mientras Mi Patria convulsionaba arengas en los brazos de sus ciudadanos.
Mi Patria iba en hombros de sus privilegiados ciudadanos con dientes de cuchillo.
Entre los hombros de sus “ciudadanos” se fue a la cima de los traidores.
Y allá caía acuchillado.
Sus ciudadanos le metían patadas, le daban látigos encadenados con su pervertida sonrisa.
Mi Patria no me recibió jamás bajo su techo de democracia.
Me arrojó en la fuente de la desgracia: pisoteó mi alma y mis sueños en su tierra.
Pero para siempre y hasta siempre derramo sangre por Mi Patria.
Por eso, la metí mi lanza a sus “ciudadanos” con desiertos y lluvias de horror en sus manos.
Y la lleve a Mi Patria en mi casa y se puso a comer con mi abuela y sus nietos bichitos.
El paseo eterno de mi viejo
Mi corazón llora tristezas rabiosas.
Mi corazón otra vez ha sido llamado a llorar de dolor.
La muerte, de quien me vacilo porque anda rondando a mis espaldas volvió otra vez.
La muerte, en esta ocasión de la vida grave, le cerró los ojos a mi viejo.
Mi viejo me mira con los ojos cerrados por donde salen hilos de lágrimas.
Aquel hombre que en las mañanas como las avecitas de la selva cantaba la justicia con la voz de su pueblo y con la fuerza del alma de bosque, hoy está lejos de mi mirada.
Aquel hombre que a su regreso cargaba en su espalda su incansable lucha y se sentaba a pensar en la vida de mi pueblo ha sido callado por el olvido de mi país.
Mi corazón de nuevo llora unas tristezas agónicas.
Si existiera un borrador del dolor las borraría con la alegría de mi pueblo.
Y si la muerte se pudiera castigar, las castigaría con las dulces rosas del río Nieva.
Mi viejo cerró sus ojos y yo sirviente de lágrimas sigo arrodillado esperando ver sus ojos abiertos como los vi en aquel atardecer pintado con su mirada.
Con esta poesía le canto a mi viejo, quien me responde con las melodías de los ríos, con las gotas de la lluvia, en el silbido de cada ave y me vuelve en un ser de la Amazonía.
Su canto es libertad como el aire del bosque que bailan a las hojas de los árboles.
Duelo a mi viejo que está sentado en mi corazón entre la noche como una muerte.
Mi corazón está abrigado de lágrimas
porque la vida hoy me mira con la muerte.
Mi viejo se fue para siempre a dar una vuelta en su selva.
Eso creí con el imperio del dolor.
Pero él reposa en la vida del bosque que me mira con dos ojos como el sol; su lucha vive en las líneas arenosas de la tierra y la justicia que tejió vigila como un jaguar a mi pueblo que llora su paseo eterno en la selva.
*(Bagua-Perú, 1995). Poeta. Pertenece al pueblo awajún de la Amazonia peruana. Bachiller en Economía y Gestión Ambiental por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (Perú). Ha publicado en poesía El aroma de amor de Sekut. Una vaga tristeza (2019) y Retorno a la nada (2019).