Donde el sol se queja. 15 poemas de Rafael Saravia

 

Por: Rafael Saravia*

Selección de poemas: Mario Pera

Crédito de la foto: Izq. www.rafaelsaravia.es

Der. www.tienda.almadia.com.mx

 

 

Donde el sol se queja.

15 poemas de Rafael Saravia

 

 

OBERTURA CONSILIARIA

 

 

               La neblina que tapa la torre se ve.

 

La cerradura abierta,

sus animales transparentes,

sus candados sin razón.

 

Anidan las cartas.

Blanquean las manos impacientes

las tripas consagradas a lo oscuro.

 

Sin estrépito.

Piedra y estertor.

El escozor se ha vuelto festejo.

 

 

 

PRELUDIO

 

 

 

 

Muy Señores míos:

 

Aquí mi corona y mi tempestad;

 

               Que si por acierto resuelvo, en estos días que trascurren de hielo en hielo, la luz que cabe esperar de un redentor de mi altura, plagado de efímeras virtudes, soterrador de todas las demás y caballero andado, haré de esta planicie mi sayo y penitencia, y de sus lecturas, el rosario que me alivie las entrañas.

 

 

 

 

CARTA DEL CIUDADANO KANE AL CIUDADANO WILLIAM RANDOLPH HEARST

 

                              Amable ciudadano:

               He de suponer que a mi lado, alcanzando extremos,

se mueve otro yo en el afán de reconocerse pendularmente, oscilante,

consciente de su trayectoria imperceptible.

 

               Si por abuso giro y consciente me atrevo a preguntar, qué sé yo,

el lugar de mi próximo destierro,

el grosor de la cuerda que me mide o el temblor del vaivén provocado;

he de suponer

– así debiese ocurrir –

algo más que tiempo o espacio como respuesta,

algo más que un recorrido visceral de unos ojos comunes…

 

               Creo yo debiera ser algo así como  ese sector opaco

que se nos queda siempre en lo brusco del cambio,

en cada intersección, en cada paso quebrado.

 

Algo

– hágame caso –

presumiblemente falto de explicación y ansioso de ejecución y amparo.

 

 

 

                              III

 

                              Mi humano amigo:

               Nuestra vida no está más allá de nosotros mismos.

No es más grande que el conjunto hermoso

que forman nuestras manos, nuestros ojos, nuestra boca, nuestro lado más cercano…

 

               Somos grandes junto a ella.

Ella somos nosotros y su manifestación es gracias al poder que cada cual,

merecedor de vida, evoca en beneficio del propio don.

 

Eres generador de vida pues eres generador de ti mismo.

               Tu vida, compañero,

es tuya y no de ninguna otra naturaleza.

 

 

 

 

CARTA DE SAN MÄEL A  ANATOLE FRANCE  

 

                              ¿Sabía usted?

Hubo un tiempo en que los animales morían sin reino;

se iban o quedaban siempre fuera del Alcance.

               Evangelizados, lo que se dice evangelizados,

sólo llegaron una pequeña ciudad de pingüinos

sin palabras, ni motivos más cercanos, que los de cualquier otro animal.

               ¿Sabía usted eso?

Hoy hay cementerios de sabuesos y gatitos y otras criaturas a las que acercan,

como quien no quiere la cosa, al perpetuo desglose.

 

               Mientras,  yo, afincado en el trayecto

sin estar ni aquí ni allá sino en el futuro del uno y en el intento del otro,

he de confesar que me quedo ciego a cada paso que pierdo.

               Sí, mi evangelio se seca y temeroso,

me  siento sin hogar futuro presa del encuentro

con algo o alguien idéntico en carnes y lloros a mí.

 

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CARTA DE ISHOWORI KUMAR SHRESTHA DE 27 AÑOS DE EDAD, CONDENADO A MUERTE POR TRÁFICO DE DROGAS, A WEN JIABAO, PRIMER MINISTRO DE LA REPUBLICA POPULAR DE CHINA

 

Siento en este sueño que se me va la vida,

que el dolor soy yo y no un producto padecible.

 

Siento, en esta honda juventud, un vacío ávido de mí.

 

Te escribo pues no consigo verme,

y al contarte, hago de ti un recipiente digno de mi dolor.

 

Sufro la vida, y eso nunca se debería sufrir.

Te pido pues, te hagas cargo del sostén de estas palabras,

cargo de la llave que me ancle en ti sin más tortura

que la de alimentar mi ojo azul del tiempo pasante.

 

Estos versos son mi sutura, y su recuerdo, mi llaga mojada en lágrimas.

Haga pues de este presente su pasado.

No siempre tendrá que ser así;

le deseo pues la esperanza del olvido,

aquí sobran demasiados otoños y aún queda

– eso espero –

un hálito verde en sus entrañas.

No malgaste el agua de tantos ojos;

la que derramen por mí, conviértala en vida.

 

 

 

CARTA DE  HUMBERT NABOKOV A DOLORES EVSEVNA SLONIM

 

 

                              Mi querida:

               Sería como encontrarnos en un pequeño rinconcito.

Tú, andarías deshaciendo los pasos que yo,

intuitivamente, te habría calzado en estos meses.

 

               Haríamos, prudentes,

los gestos heredados en anteriores campañas;

jugaríamos a ganar cortésmente,

suponiendo de cada trazo un movimiento alto, dirigido,

curtido de tiempo y reprobados ensayos.

 

               Ser expertos es lo que importaría,

el hecho sería un desahogo en nuestras referencias; así sería el pacto.

 

               Tu castidad abierta, mi lujuria controlada, los roces exactos,

un toque de equilibrista en cada curva acentuada con aliento y yemas…

 

               El rincón sería, sin duda, un aliciente a la destreza,

y la mirada, nuestra campanilla de principio y fin.

               Así sería, lo sé.

De otra forma él y tú no aceptaríais nunca este camino.

 

 

 

IRONÍA DEL CAUCE

 

 

               En esencia, soy lo que me dejo ser;

soy rama en la mano que aprieta,

pongo el afán en mis intentos ofendiendo al amasijo con difíciles hábitos.

 

               Todo ser se incrementa con el llanto,

invierte el género para rehacerse viendo la cima como un taburete, inofensivo,

aprisionado en sus cuatro perneras, confundido y azaroso en el mayor de los logros.

 

               Todos queremos mitigar la sed olvidando que sin vaso

ríen igualmente las amígdalas del cauce.

 

 

 

GÉNESIS             

 

 

               En el comienzo fueron tus piernas.

Tus muslos generaron un firmamento afín

y el oxígeno se le concedió entonces a los hombres.

 

               Y así se pudo suspirar,

construir caminos por los que tú pasases y hacer religión de tu presencia.

 

               En el principio, fueron tus ojos.

Fue tu posibilidad de ver la que generó deseo de ser visto.

 

               Y así surgimos, naturales y reos de tus pupilas,

generosos en la incertidumbre de alcanzar tu verdad colorida,

nerviosa señal de luz.

 

               Ars longa, vita brevis.

                                                         Seas pues.

 

 

 

 

TIEMPO DE NARANJAS

 

La luz se guarda.

 

Giras y la luz se guarda, se contonea,

se descubre en los aljibes y jardines de la Alhambra.

 

               Giras y se proclama reina en los filos de tu espalda.

Juega al despiste y luego se calla.

 

Eran tiempos de naranjas y ambos descuidábamos el paso…

tus dedos supusieron mi terreno más cordial y conquistado.

 

 

 

EXILIO

 

 

               Hay diferentes Españas entre tú y yo;

el sombrero, la ternura, los rincones secretos…

no son más que asideros al borde de nosotros mismos.

 

               Ya sólo quedan abrazos,

lágrimas sobre la ropa recién tendida,

tardes terribles, frías, y un sencillo presagio de luz.

 

               Sigue ampliándose el salón,

la cama enorme, los milibares de presión sobre el costal.

 

               Porque el don se me incendia,

la cabeza ruge dolorida y sigues amaneciendo tierna, dispuesta,

preciosa y peinada con los ojos llenos de sol.

 

               La distancia sigue en su afán de disipar

y soy capaz de respirar libertad en tu aliento.

 

               Lloro en lo más hondo;

es la profunda tristeza que acompaña a la esperanza,

la penitencia que cumplo por saquear tu compasión.

 

De La transparencia de las cerraduras (2001-2011)

 

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Coimbra en re menor

 

La cadencia de un paso dado dos veces,

la funda de la noche en el bolsillo del invitado,

la belleza y lo blanco.

 

La sonrisa que acompasa el frescor de un instrumento dorado,

unos labios tejidos con la esperanza de un sombrero de paja,

y el jazz… el jazz y sus sandalias,

el son y sus dedos en el abismo,

la garganta misma del aguacero,

la nota rubia trepando por el descampado,

el sol en la bañera del bosque,

lo afrodisíaco y su big band.

 

La sed y el plato, lago y travesera, cuerpo y anhelo, voz y

               penumbra,

perros y años sorprendidos en la llama de un verso de Caeiro.

 

 

En el camino

 

Ahí, en la espalda, donde el sol se queja.

Hacia la luz frágil del otoño maduro.

 

Ahí, donde la flor del vino se hace harina

y el presagio oropel sin labio.

 

Aquí, sin la humedad de la tierra norteña.

Sin la visión del estañador de caléndulas.

 

Ahí, en la sierra que rompe cielos,

en el baño de atardecer calizo,

en la esponja del manantial ausente.

 

Allí, en la cintura sin nombre,

en la costura terrestre,

en el camino sin hierba, en mi demora hacia mi.

 

 

 

VII

 

Clareando. Anticipando lo blanco.

Cubriendo de sal todo lo que se ama…

para acercarlo al mar,

para sostenerlo imperecedero en el confín de los tiempos.

 

Haciendo.

Construyendo tejas de ternura para el entretiempo.

Congregando lo amable a un lado,

a diez pasos del fulgor, a dos sólo del tedio.

 

Y mientras clarea y hago,

sigo el camino. Siempre en tránsito.

Siempre asombrado por el celeste y su invocación púrpura.

Aturdido por el recolector de naufragios,

agradecido por la madre embarazada de aguaceros…

 

Sediento de grillos y cielos que no repiten cantos…

que no acumulan celos para el porvenir.

 

 

 

Antes y después de los panes

 

Confundir el pan con la necesidad

es como asumir el pecado con la boca abierta

ante la mano de domingo vestido de capellán e iglesia,

vestido de oficio y cárcel para el que cree en la bondad

como símbolo de los calendarios quebrados.

 

Convencer es estéril, decía Benjamin…

 

Por eso ya no quedan voces en Hyde Park,

se alquilan las licencias de los oradores,

se saldan las atalayas

y los crepúsculos se quedan ya sólo

con los sonidos ornitológicamente asequibles.

 

Convencer es estéril,

confundir el pan con la necesidad también.

 

Por eso se nos impone el golpe,

la traqueotomía al profesor que sólo cojea,

la amputación de conciencias,

la castración del fecundador de libertades.

 

Por eso la quietud.

O tal vez… todo lo contrario.

 

De Carta Blanca (2013)

 

 

*(Málaga, 1978). Poeta, editor y fotógrafo. Vive en León desde muy temprana edad. Desde el 2012 ejerce como columnista para el Diario de León. Como gestor cultural, es fundador del Club Cultural Leteo y, actualmente, dirige Ediciones Leteo. Ha publicado los poemarios Pequeñas conversaciones (2009), Desprovisto de Esencias (2008), Llorar lo alegre (2011), Carta Blanca (Calambur, 2013) y en México La transparencia de las cerraduras (2014). En el ámbito fotográfico ha desarrollado tres exposiciones individuales Nos queda la memoria, en el Varsovia Ramblas y Contrastes para la Junta de Castilla y León. También otras cuatro colectivas No tan mayor, Arrabalescos, Aleteos del camino y Estupor y Temblores, ésta última junto a Chema Madoz entre otros.

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