Por Alba Sabina Pérez*
Selección por Iván Méndez González
Crédito de la foto la autora
Donde amargan los sonetos.
5 poemas de Alba Sabina Pérez
Esquina Elisabeth
La adolescencia
es una esquina de mi bolso,
donde amargan los sonetos
de Elisabeth Barrett Browning.
Sus despedidas se anidan
entre borras de café
y hebras de tabaco,
y mis gafas se empañan
con cada tempestad
que contienen sus versos.
Recuerdo en mis tickets de metro
las tardes de universidad.
En mi adolescencia, Elisabeth,
sonetos del portugués
la limonada con Miguel,
y en esa esquina de mi bolso
Browning llora y muere
con el pétalo
de la adelfa fresca de mi madurez.
Enfermedad feliz
Mi mente es una esquina de doble fondo donde se sostiene la tierra. Cada vez que resuena la voz gemela de Solomon me adentro en tu piscina. Y cada vez que un cementerio concibe un nacimiento se adentra por mi garganta hasta mi voz tu minúsculo secreto y resuena su miseria. No grites tan alto, no hace falta, cada vez el mundo es un espectáculo más caudaloso como mi miserable y rabioso río de vanidad. Vivo en Vanishland, donde no hay principio y los niños ancianos se preguntan por Catulo y su clon y veneran a Robert Frost en el invierno congelado del ojo azul. Convenzo a la esfinge para que asienta. Soy una débil mujer de labios rojos y lengua Maktub. Quiero sacudirme el terror de la frente y ver las gotas en el suelo. Fotografiarlas. Quemarlas. Calentarme con el fuego. Volver al verano y esperar. En un molino de Amsterdam un hombre me dijo que los arenques piensan que la primavera es una enfermedad. Los ríos no elucubran sobre los peces, y en el Mar Muerto no flotan moscas. La perversión es una cuestión de criterios. Enfermaré de nostalgia cuando el río toque el violín y los esqueletos prehistóricos se rocen en mi esquina. Nunca me gustaron los finales felices.
Las hermanas Garmendia
Dos mujeres de un solo llanto
acariciando la espalda del aviador,
puede que el día las convierta en agua
pero la noche las convierte en nieve.
Tal vez son una pesadilla
o las enemigas íntimas del poeta.
Lo que todo el mundo sabe
es que son la perdición.
La Gorda lo sabe.
El profesor lo sabe.
Que se irán al Belén de los sures
a pintar una canción.
Pero solo una grita a la noche
en el cielo del agitador
y solo una brilla a la luz traidora
de la masacre.
En desbandada van las gemelas de silicio
cuando solo quedan los posos de té
donde no se lee más que un futuro:
Que solo un ángel, separado de su otro ángel
quedará entre un puzle de huesos
a pocos kilómetros de Concepción.
Manual de autoayuda
Espero a que sean las doce
para que abran el bar
y lamentar allí
sin atropellos, sin excusas,
que los últimos días de mi vida
están siendo felices.
Me hablo a mí misma:
Cálmate y bebe agua,
sal de ti y deja de mirarte,
entiende tus presagios,
aprende a pasear
sin contagiarte del color del suelo,
haz las tareas,
habla con propiedad,
exígete desobedecerte,
y que se te cuente
que has llegado aquí
y este lugar es una guerra
pero también
un trazo de tiza en el mar.
Hablo a los demás:
Concédete un perdón sin excusas,
no grites por hacerte oír,
elimina los enigmas
y dígnate al placer.
Sé un abrazo en medio de la calle
y deja pasar al peatón,
sé el vicio de la cerveza,
sé las horas que apetecen,
convierte esto en gloria
y renace,
has llegado aquí
y este lugar es una frontera.
Espero a las doce,
más que espero me ahogo,
pero espero.
En algún lugar de mi memoria,
me dije que esto mismo
era la vida.
La lucidez
La lucidez
es una noche fría
en una casa con los cristales sucios
una escultura de metal oxidado
y ser joven solo ahora
ser joven y abrigarte con tus pocos años
abrazarte a quienes tienen tu misma edad
y soñar con un prado inmenso
donde todos puedan hablar
del sabor de las fresas
recogidas en un campo de Finlandia.
La lucidez es una copa de vermú
con un toque de ginebra
una mesa de roble gastada
y una tabla
con las marcas de mil cuchillos
cortando fruta demasiado dulce.
Una canción de un hombre muerto
que también de joven
temió ser viejo
y temió estar solo
y ahora duerme junto al nieto
de una niña de ojos grandes.
Tumbas que se suceden
sin orden
sin cronología
1953 – 1992
2004 – 2011
Tumbas vecinas
de quienes nunca
coincidieron en el tiempo.
La lucidez es el alma eterna de un gato
y despreciar la memoria
deshacer los nudos de la infancia
y golpear la mesa con los nudillos
Dos veces
Golpear la mesa como si esa mesa
fuera la mente.
La lucidez es temer que en tu casa
suene una alarma
cada vez que alguien muere
y te recuerde que estás sola
junto a millones de otros humanos
nacidos el mismo día que tú
que fueron niños
recibieron regalos
y tampoco duermen nunca
por el ruido incesante
de los cuchillos
cortando sobre la madera.
*(Santa Cruz de Tenerife-España, 1984). Poeta, traductora y licenciada en Comunicación audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid (España). En el sector audiovisual, ha trabajo en redacción y producción para Plural Enterteinment y Telesistema Canarias, así como su corto 20 euros fue seleccionado para la Muestra de Jóvenes Realizadores del Festival Internacional de Cine de Gijón (2007). Ha traducido a Scott Fitzgerald, Wilkie Collins, Katherine Mansfield, Washington Irving y H.G. Wells. En la actualidad, se desempeña como traductora en una multinacional de servicios de streaming y redactora en la revista digital La paz mundial. Ha publicado la biografía musical Algo que contar (2008), los relatos ¿Quién cuidará de mis guardianes? (2013), la novela Silence (2014) y el poemario Ya nadie lee a Pentti Saaritsa (2015).