Por: Amanda de la Garza
Diorama de Rocío Cerón, un libro polífono cuyos espacios parecen tomarle el pulso a la realidad, es analizado por Amanda de la Garza.
Para hablar de Diorama, el más reciente poemario de Rocío Cerón, quisiera comenzar con un rodeo. Uno que tiene que ver con el nombre del libro. El diorama en los museos está íntimamente asociado a la vista, a la idea de colección, así como al problema de la representación de la naturaleza y de la cultura. Describiré algunos aspectos centrales de los dioramas para luego incurrir en un salto hacia una poética que se expande fuera y dentro del marco de este dispositivo y sus adjetivos, una poesía operando en el campo expandido.
Hablar de un diorama es describir animales disecados sobre un paisaje de fondo pintado, tiempo estático, detenido en el polvo y en los siglos. Un diorama es un fragmento, es una visión que condensa, corta, segmenta, detiene; es una invención decimonónica que da cuenta de una representación de la naturaleza. Su historia como dispositivo de exhibición se remonta, en su forma moderna, a los museos de historia natural. ¿Por qué el diorama sigue conservado una gran fuerza como recurso espacial? ¿Por qué pervive en el imaginario colectivo ¾recuerdos de infancia frente a los animales del ártico, osos polares en dos patas, venados de mirada vetusta y perdida, leones en actitud de caza, cadena alimentaria en acción?
Su poder visual le viene no únicamente de su impacto y poder como herramienta museográfica imperante, sino que está vinculado con la noción de escena, con la teatralización de la realidad, en su textura casi fotográfica, una mezcla esquizoide entre el adentro y el afuera, entre lo real y lo ficticio. Crea un pacto con lo ilusorio y lo natural ¾entendido como la realidad¾, una ficción dramática, lo bidimensional y lo tridimensional. El fondo curvo es la visión monocular, la escena que calza con la vista del ojo humano. Control total de lo que se ve, producción ocular del conocimiento; su centro está en la experiencia retiniana, parte de que la vivencia del mundo sólo puede ocurrir en la asepsia del museo. En los dioramas se mezcla la corporalidad de la visión humana, el reflejo del pelaje de un animal muerto, el ojo de vidrio, la flora plástica, la nieve de unicel, el pigmento y el óleo produciendo horizonte. Crea un acuerdo entre el espectador y el museo, uno en el que la realidad es una representación sin la cual no se puede vivir; maquinaria productora de sentido y conocimiento. No basta con nombrar en latín, describir el reino plantae, phylum con precisión y fineza; poner el escarabajo verde y amazónico, abierto a seis patas detenido por delgados alfileres en una vitrina. Ver, ver, ver. Analizar, nombrar, observar, exhibir, ver, recrear. Éste es el pacto.
Pero, Diorama es también un sonido, nudo y amasijo, un conjunto de sílabas, un nombre y a través de los nombres se dice el fragmento. Diorama es la respiración que avanza sobre el trozo de paisaje, animal disecado, taxidermia lingüística. Es un poema, un conjunto de fragmentos y versos escritos por Rocío Cerón, que desde una poética inscrita en el borde hace uso del recuento y el delirio, impulsado por el deseo de la palabra poética. Las clasificaciones exhibidas en los dioramas parten de una recolección compulsiva de objetos que se acumulan y ordenan; compulsión simbólica. El lenguaje por su parte también se recolecta, se junta, se ordena, se exhibe.
Cortical. Subcortical.
Formas y representaciones.
Pulsación de fuerzas.
Vibración. (((( ))))
Ocurre en la vibración de los poemas de Cerón un eco, el de la obra de Dulce Pinzón, quien realiza una serie de fotografías también en torno al los dioramas; los interviene y utiliza el escenario de un museo para crear nuevas imágenes. El trabajo de Pinzón se compone de bodegones, naturalezas muertas, cultura popular en vitrina y un diorama vacío. Hay de igual manera una última fotografía: Cabeza de pájaro (2011), síntesis y abstracción de los bodegones y dioramas. La cabeza de un pájaro azul detenido por la rama gruesa de un árbol, el fondo absolutamente negro; la única dimensión es la del ave disecada detenida por el brazo arbóreo. Esta imagen que emerge del diorama, se convierte en el ave penumbra de la que habla Rocío Cerón.
Sonata que retumba en dormitorios: ylospájarosentraronenloslabios,
mandala aural. Ave fauce. Hipodérmica. Ave espacio. Aurora boreal.
Sistema. El más hermoso. Ave celofán. Erguida. Macizo de calta
palustra. Ave foso. Metal vajilla. Ave ópalo. Ovillo púrpura. Red y plumaje enterrados en sangre.
El fraseo poético va nombrando al mundo, va avanzando sobre sus vectores y ensoñaciones, va marcando y colocando tachuelas en el territorio, como en el caso del poema “13 maneras de habitar una esquina”. Compuesto de versos segmentados en trece secciones, ocurre en un punto fijo, en una situación entre calles, como si la autora mirase desde ese lugar y entonces avanzara sobre el territorio y las cosas. Estos fragmentos tienen como referencia-homenaje el poema de Wallace Stevens “Trece maneras de mirar un mirlo”, en donde cada escena, cada momento está a articulado en torno a un único sujeto: un mirlo
Hay otro aspecto que me parece relevante destacar en torno a Diorama, que menciono antes de manera escueta, la idea de tachuelas en el territorio. Desde mi perspectiva, Rocío Cerón parte de una fuerte raigambre en la geografía, el territorio, el cual está habitando por una flora y una fauna, a veces dicho desde la geopolítica, a veces a la manera de un viaje y un recorrido. En Cerón el tránsito y los lugares están atados a la vista, pero no desde la distancia óptica del diorama de museo, en la medida en que en su poesía aparece también la escucha y la memoria del cuerpo. El rumor que genera Rocío Cerón a partir de la profusión del lenguaje, que se derrama como borbotón, es el del cuerpo, su acontecimiento, acción en sitio, ser-en-el-mundo.
No obstante, resulta central señalar que la producción poética de Cerón no vive sólo en la hoja, en el signo textual. Sino que se derrama fuera de la página, se convierte en un poema en situación, acción poética. Nuevamente en el filo, en la compañía de artistas sonoros y videastas produciendo el ambiente para que la escena surja, poema-instalación, una ventana, una vitrina de película invisible donde está sucediendo el poema, la música, el animal herido, el ritmo, el cuerpo; el poema ardiendo en deseo, el mismo del que parte la acción de coleccionar, nombrar, ordenar. La escritura poética es así el recuento rítmico de un territorio, una escena y un sonido. Es el silabeo compulsivo del sujeto hacia el mundo, ese que es voluntad y representación.
La obra poética desplegada en Diorama se antoja sonora, es el ritmo del cuerpo que aparece en cada frase, volcadura de lo corpóreo en la escritura. Hay también en ella una textura visual, que apela a un camino andado en trabajos previos, tales como Tiento (2011) e Imperio (2008), tanto por la palabra que ocurre como por su expansión. Rosalind Krauss, teórica fundamental en el arte contemporáneo, describió el tránsito de la escultura hacia la instalación y la forma en que ello generó una desestabilización de la idea misma de escultura. Para ella el campo expandido se genera cuando las categorías que sustentaron a la escultura hasta entonces se ven transformadas. Considero que una operación similar se encuentra en esta poética, que si bien no abandona el origen textual se expande, permite ser problematizada, traducida e incorporada a otros lenguajes, incluso diría que puede ejercerse y decirse a partir de un quiasma, es decir, donde logra fundirse con el trabajo de otros artistas. Ciertamente hay en América Latina un largo camino andado en lo que a poesía experimental se refiere. No se trata entonces de revisitar tardíamente esos lugares, sino de proponer cruces, acercamientos interdisciplinarios que generen nuevas lecturas. Rocío Cerón, poeta y performer produce y forma parte de una poesía que está sucediendo y buscando operar en el campo expandido.
Toda obra plástica, visual o poética genera preguntas. Termino aquí con una pregunta para Rocío Cerón: ¿Cuál es el pacto al que convoca la poesía con la realidad, el lenguaje y el deseo? ¿En qué momento se rompe el pacto, cuándo se crea? ¿Se colecciona o acumula el lenguaje? ¿Quién dice al mundo?
Amanda de la Garza (Monclova,1981). Vive y trabaja en la Ciudad de México. Es curadora, historiadora del arte, poeta y accionista.