Por: David Benedicte
«Primero tomaremos Manhattan. Luego, Berlín». Sus versos resuenan más premonitorios que nunca en estos tiempos de crisis e indignación globalizadas. El tímido canadiense errante que viaja con una maleta cargada de planes de santidad, visiones redentoras y maestría musical está a punto de aterrizar en España para ofrecer dos conciertos. Desvelamos, en exclusiva, los puntos más oscuros conquistas, depresión, drogas… de ‘Soy tu hombre’.
Iggy Pop tiene una anécdota sobre Leonard Cohen que define la obsesión principal del cantante. Iggy está en Los Ángeles, grabando un álbum, cuando una noche Leonard lo telefonea: «Leonard me dijo: ‘ven para acá; tengo un anuncio de contactos de una chica que dice que quiere un amante que combine la dura energía de Iggy Pop con el elegante ingenio de Leonard Cohen. Creo que deberíamos contestarle los dos como equipo’». Iggy le responde: «‘Leonard, yo no puedo, estoy casado; tendrás que hacerlo tú solo’. Supongo que lo hizo añade el líder de los Stooges. No sé si se la llevó a la cama».
Genio y figura. Trajeada figura. La del mujeriego a quien la legendaria Janis Joplin realizó una felación memorable en una cama del Chelsea, mítico hotel neoyorquino en el que ambos residieron. Momento culmen para los antólogos de la famosa tríada hippy de los 60, «sexo, drogas y rocknroll», que años más tarde evocaría el propio Leonard Cohen acompañando sus palabras de un amargo sarcasmo: «Ella no me buscaba a mí, buscaba a Kris Kristofferson; yo no la buscaba a ella, buscaba a Brigitte Bardot; pero caímos el uno en brazos del otro por una especie de proceso de eliminación». Proceso que, por lo visto y leído en Soy tu hombre. La vida de Leonard Cohen (Lumen), de Sylvie Simmons, ha sido una constante en su vida. Se diría que las mujeres han pasado por los brazos del cantante a borbotones, sin contención, convirtiéndose en sus musas ocasionales en algunos casos, engrosando el calificativo de expareja perfecta del señor Cohen en otros o arruinándolo después de trabajar 18 años para él como mánager como es el caso de Kelley Lynch. Annie, Nico la musa de Warhol, que acabará robándole Jimi Hendrix, Janis Joplin, Marianne, Suzanne, Rebecca de Mornay… La lista es larga y reconocible, tarareable incluso. No en vano algún nombre ha acabado dando título a inolvidables canciones.
Un capítulo clave explica el origen de la obsesión sexual de esta especie de donjuán irredento. En su primera adolescencia, Leonard desarrolla un notable interés por la hipnosis. Compra un librito de bolsillo sobre hipnotismo y descubre que posee un talento natural para tales procedimientos. Tras un éxito inmediato con animales domésticos elige a la criada de la familia como objetivo. Siguiendo sus instrucciones, la joven se sienta en el sofá Chesterfield. Leonard le indicó entonces que se desnudara. «¡Qué gran momento debió de representar para el adolescente Leonard exclama Simmons en el libro aquella acertada fusión de sabiduría arcana y deseo sexual! Sin embargo, cuando vio que le costaba despertarla, Leonard sintió pánico. Le aterrorizaba que su madre llegara a casa y los pillara, aunque cabe imaginar que eso solo habría vuelto aún más exquisitamente leonardcoheniana aquella mezcla embriagadora de sensaciones al añadirle cierto sentimiento de inminente fatalidad, desesperación y pérdida».
Leonard Norman Cohen o Leonardo, como lo llamaba Enrique Morente nace en el seno de una familia judía acomodada de Montreal hace 77 años. Solo cuenta nueve cuando fallece su padre, hecho que marcará su vida confiriendo al artista ese aspecto serio e introspectivo que convertirá en marca de la casa. A los 15, más o menos al mismo tiempo que descubría la poesía de Lorca, compra una guitarra en una casa de empeños y aprende a tocarla gracias a un joven español al que conoce en un parque. «El día de la cuarta clase, cuando llamé a su pensión, la casera contestó al teléfono. Me dijo que el guitarrista había muerto. Se había suicidado recordaría Leonard, unos 60 años después, en la entrega del premio Príncipe de Asturias de las Letras. Yo no sabía nada de aquel hombre, por qué había venido a Montreal, por qué se había quitado la vida, pero aquellos seis acordes que me enseñó han constituido la base de todas mis canciones y de toda mi música».
Leonard realiza sus estudios primarios en una escuela hebraica y asiste a la Universidad McGill, en donde a los 17 años forma un trío de música llamado The Buckskin Boys [Los Chicos de Ante]. En su tercer año de carrera abandona el techo familiar para irse a vivir con un amigo a un piso en el centro de la ciudad. Las relaciones con su progenitora nunca habían sido demasiado cordiales, y esta nueva decisión suya ocasionará un nuevo enfrentamiento con ella, enfrentamientos que se sucederán repetidamente, alcanzando en cada nueva ocasión un mayor grado de violencia. Su madre, al borde de la histeria, acabará siendo internada en un hospital psiquiátrico. «Ella era muy judía afirmará su rabino años más tarde. Cuando murió su marido, Leonard se convirtió en el objeto de su indulgencia, reprobación y devoción absoluta».
En 1956, cuando tiene 21 años, aparece publicado su primer libro de poesía. A Comparemos mitologías, que dedica a su padre, seguirán poemarios como Parásitos del paraíso o el polémicoFlores para Hitler, cuya dedicatoria ofensiva, «A la generación de Dachau», no contribuye a mejorar sus relaciones con el establishment judío de Montreal y, cabe suponer, su familia.
Tras una breve pausa en la Universidad de Columbia obtiene una beca y viaja por toda Europa. Se establece en la isla griega de Hidra, donde comparte su vida con Marianne Jensen y su hijo Axel. Vive siete años en Grecia, aunque de manera intermitente. Si bien la poesía parece ser su principal centro de interés, hacia 1966 empieza a ser habitual de los escenarios de los clubes de folk del barrio neoyorquino del Greenwich Village. La versión musicada de su poema Suzanne refuerza el interés ya existente por su compleja personalidad. Su primer álbum, Songs of Leonard Cohen, de producción mínima, lo coloca de inmediato en la primera línea de los cantautores del momento.
Sin embargo, lejos de disfrutar su éxito, algunos episodios de trastorno bipolar, agravados por el abuso de alcohol y de drogas, sumen al cantante en un estado cercano a la locura que lo lleva de cabeza al hospital. «Era como si se me hubieran frito las entrañas rememorará años después. Estuve en la cama como un vegetal, incapaz de hacer nada, mucho tiempo». La depresión se convierte en una constante implacable que lo amenaza a lo largo de toda su vida. Leonard le confesará a Anjelica Huston en una entrevista: «Cuando tomaba Prozac, mi relación con el entorno mejoraba. De hecho dejaba de pensar en mí mismo durante un minuto o dos. Dejé de tomarlo porque aniquila completamente el deseo sexual».
Durante más de 20 años, el músico comparte su visión con quienes saben explotar los misterios de su vida interior. Destaca la riqueza de sus letras en discos como Canciones de amor y odio, Muerte de una dama o Soy tu hombre. Hasta que en 1993, a los 60 y tras despedirse del mundo de la música, se recluye en el monasterio de Mount Baldy, en Los Ángeles, para vivir como criado de un anciano monje japonés. Confiesa haberlo hecho por amor: «No tanto por amor al budismo y a la idea de vivir como un monje como por amor a Roshi. Mi viejo profesor se hacía más viejo y yo no había pasado suficiente tiempo con él, mis hijos ya habían crecido, y pensé que aquel era un momento apropiado para intensificar mi amistad y mi relación con la comunidad». La actriz Rebecca de Mornay, su pareja hasta entonces tras 13 años de relación, cuenta su versión: «Cuando rompimos, él se comprometió con la otra cosa con la que no había estado dispuesto a comprometerse: se hizo monje, algo que nunca había hecho, lo que, por cierto, me ha dado una fama temible: ‘Dios mío, después de estar contigo los hombres huyen y se hacen monjes; ¿qué les haces?‘».
En 1999, Leonard rebautizado como Jikan abandona Mount Baldy y viaja a la India para ponerse al servicio de Ramesh S. Balsekar. En Bombay, Leonard «disipar», según sus propias palabras, «el velo de la depresión». La religión es «su hobby favorito». Corre 2004 cuando, en otra de sus entradas y salidas al monasterio de Mount Baldy, descubre que de sus cuentas se han esfumado millones de dólares. «El dinero para mi jubilación», declara. Económicamente está en las últimas. Se ve obligado a hipotecar su casa. Descubre que Kelley Lynch, su mánager y ocasional amante, ha desviado más de cinco millones dólares.
A los 73 años, edad en que otros disfrutan de su jubilación, la mala fortuna lo obliga a volver a hacer giras. Old ideas, duodécimo disco de su carrera y trabajo que él mismo ha definido como «el más abiertamente espiritual de todos los que he grabado», lo ha embarcado en la última. Se celebra un festival anual Leonard Cohen en la ciudad polaca de Cracovia. Nick Cave, Ian McCulloch y Morrisey reconocen su influencia. El grupo Sisters of Mercy toma el nombre de una de sus primeras canciones. En 2011 es galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Letras en reconocimiento a sus canciones y obras literarias, que el jurado considera parte de un imaginario sentimental que ha influido en varias generaciones. Vuelve a tocar en España en un par de días. ¡Que Dios, o Buda, salven al hombre que, al ser preguntado sobre qué le gustaría ser en la próxima vida, responde: «El perro de mi hija Lorca»!
Fuente original: 30/09/2012 http://www.finanzas.com/xl-semanal/magazine/20120930/desnudamos-leonard-cohen-3641.html