Por Aleyda Quevedo Rojas
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Deseo y poesía.
El deseo no es solo un impulso sexual
sino un extraordinario motor cognitivo.
Entrevista a Cristóbal Zapata*
Aleyda Quevedo Rojas [AQR]: Amor y Muerte, dos protagonistas de la historia de la poesía que condensan el sonido y la furia de la vida y admiten múltiples reflexiones desde la escritura, lectura y experiencia humana. ¿Cuéntame qué reflexiones te merecen el amor y muerte?, ¿qué lugar ocupan en el proceso creativo que ejerces, me refiero a la poesía y la curaduría de las artes plásticas, y en tu vida como escritor-esposo-padre-amante?
Cristóbal Zapata [CZ]: El amor y la muerte son experiencias que nos atraviesan a todos. Lo que cambia en cada caso es la magnitud del sentimiento o la percepción de los mismos, digamos la gradación de nuestras emociones respecto a la dicha o la agonía que implican. Si he escrito sobre ellos, no es simplemente por mi aptitud sentimental o romántica sino porque me son o han sido familiares, porque me han tocado, porque me atraviesan. Respecto a mi relación con las artes creo que es una especie de extensión o deriva de mi comercio con la poesía, pues mis acercamientos al hecho artístico (textos y curadurías) entrañan siempre una apertura o perspectiva poética en la acepción más vasta.
La poesía y artes visuales, como el cine, arquitectura o belleza femenina son parte de mi aprehensión sensorial del mundo. “Siempre me ha parecido que la pintura es una rama de la sensualidad”, dice un personaje de Aldous Huxley en su maravillosa novela Contrapunto. Creo que esa idea se puede extender a todos los campos en los que opero. Si no suena pretencioso, diría que cuando funjo de curador soy algo así como un poeta en acción, hago a mi manera una suerte de action poetry.
[AQR]: Te dejo algunas palabras que considero esenciales en tu poesía y te propongo, a partir de ellas y lo que te dicen y cantan, que juguemos con la libertad y tu imaginación: deseo, belleza, carne.
[CZ]: Deseo, belleza, carne son expresiones vitales del cuerpo, su parte luminosa. Desde su genealogía mítica Eros es la luz diurna o nocturna, mientras Tánatos es la oscuridad y destrucción; es decir, la República Bolivariana de Venezuela. De ahí que el deseo no es solo un impulso sexual sino un extraordinario motor cognitivo, quizá la más hermosa y eficaz herramienta de conocimiento, reconocimiento, comunicación y comunión. Si en nuestras escuelas implementáramos algo así como una educación erótica, una introducción al deseo, o una arqueología de la sensualidad, en vez de una mera educación sexual (que se parece más a un manual de higiene y prevención) posiblemente tendríamos otra realidad, un mundo menos canalla y criminal que el que padecemos, pues antepondríamos la pasión del encuentro y el placer del diálogo (el simposio o el banquete platónico) a toda pulsión destructiva. Esta es otra buena razón para volver a escuchar las lecciones de los griegos.
[AQR]: Desde Corona de cuerpos, tu primer libro de poesía publicado en 1992, hasta La miel de la higuera de 2012 detecto una fuerte presencia de Eros en toda tu propuesta y trabajo con el lenguaje. ¿Qué significa Eros en tu obra? ¿Qué influencia crees que ha tenido Eros en la poesía del Ecuador?
[CZ]: De tu inquietud empiezo por recuperar el trabajo con el lenguaje. Sobrentendida o descontada su sensibilidad ante los fenómenos físicos, ante las más diversas manifestaciones de la materia y del espíritu, un poeta quizá no sea otra cosa que un sujeto dotado de una cierta competencia y performatividad lingüística, fruto tanto de su atención a lo que le rodea como de su trato profundo con el lenguaje, una competencia que le permite traducir verbalmente su experiencia o visión del mundo. Me gusta mucho la definición de Arturo Carrera: “Los poetas son los embajadores secretos del mundo de las emociones”. Lo cierto es que resulta inconcebible un escritor que no disfrute de las palabras, que no las escuche, que no las comprenda, que no tenga conciencia de sus significados, de sus connotaciones, de su textura, de sus usos actuales y de su lastre histórico, de su materialidad y sonoridad, de sus posibilidades musicales. Solo el lenguaje da un sentido pleno a la realidad.
“Un artista debe tener una visión erótica del mundo”, dice Marina Abramovic en su maravilloso Manifiesto sobre la vida de un artista, y mucho antes Duchamp sugirió que la vida es “¡Eros es la vida!” (‘Eros ce la vie!’), pero también es el arte y la literatura. El mismo deseo que atraviesa los cuerpos cruza los textos de cabo a rabo (literalmente). Octavio Paz y Barthes, entre otros, escribieron y nos enseñaron mucho sobre el fundamento deseante de la escritura y del arte en general, sobre las analogías entre erotismo y escritura. Al comienzo de El placer del texto dice Barthes: “Si leo con placer esta frase, esta historia o estas palabras es porque han sido escritas en el placer”. Aunque ahora que lo cito lo vuelvo a pensar, pues la eficacia textual también puede ser fruto de un estado incómodo, más aún, la mayoría de escritos sobre el deseo surgen precisamente de la carencia, ausencia, pérdida, al fin y al cabo deseamos lo que no tenemos, lo que nos falta, aunque en esa invocación pueda haber también un goce secreto, un regusto perverso.
En la poesía ecuatoriana hay un sino, un designio erótico poderoso, quizá sea –viéndolo bien–, el gran tema de nuestros mayores poetas, o por lo menos uno de los ejes centrales de su poesía: César Dávila Andrade, Jorge Carrera Andrade, David Ledesma Vázquez, Paco Granizo, Efraín Jara Idrovo, Iván Carvajal, Alexis Naranjo, Roy Sigüenza son buenos ejemplos.
[AQR]: Durante la creación de un poema, alcanzo a intuir, así como durante la curaduría de una exhibición de artistas plásticos contemporáneos, que existe y se producen una serie de ríos de imaginación y conocimiento que deben fluir en paralelo. Dime, ¿cómo enfrentas y resuelves ambos procesos y trabajos creativos atravesados y teñidos por la pasión?, y ¿qué piensas del arte plástico que se hace hoy en el Ecuador?
[CZ]: Pues con frecuencia debo practicar una especie de malabarismo intelectual para pasar de un terreno a otro con una cierta prestancia o solvencia. El diálogo con los propios artistas, la visita continúa a museos y galerías (especialmente cuando salgo del país), una cierta frecuentación del cine, y sobre todo las lecturas múltiples son soportes que me permiten sostener con un mínimo decoro este tránsito, esta condición movediza, este papel de anfibio o bicéfalo que oscila entre las letras y las artes.
Nada más promisorio que las artes visuales en el país: con todos sus problemas (que son muchos) tenemos una escena artística muy vital, cuya fortaleza reposa en el talento y la formación de sus creadores (me refiero particularmente a los artistas de las últimas hornadas), y cuya debilidad sigue estando en la institucionalidad, en la carencia de espacios, museos y galerías que acojan y proyecten el trabajo de los artistas. Hay por supuesto instituciones que cumplen muy bien su tarea, otras son muy deficientes y mucho otras más son lamentables. El reto del Ministerio de Cultura y de las entidades públicas que operan con arte sigue siendo el de diseñar un plan de trabajo ambicioso y de largo alcance que vaya desde la restitución real y eficaz de los museos hasta la elaboración de programas expositivos, educativos y editoriales que coadyuven a corregir las profundas e inveteradas carencias estructurales.
[AQR]: ¿Crees que la poesía es un “atento ahora”?
[CZ]: Sin duda. La mayoría de los poemas que hemos leído a lo largo del tiempo están escritos en presente del indicativo, es decir en ese modo y tiempo absolutos que habita el hablante poético, donde existe una perfecta ecuación o coincidencia entre la acción y el momento en que se enuncia el poema. Esto quiere decir que el poeta trabaja sobre las evidencias que le atañen, que le envuelven, que le hieren aquí y ahora, aunque esas evidencias procedan de la memoria, del pasado.