Desde Marx a César Vallejo. La voz de un adelantado inconforme. Entrevista a Xavier Abril

 

La presente entrevista realizada al escritor Xavier Abril en Montevideo, Uruguay, por Eduardo Espina, fue publicada originalmente en Códice. Revista de Poéticas, año 1, N°1, Lima, 1987. P. 137- 145.

 

Por: Eduardo Espina

Crédito de la foto: www.elbbdordelanoche.blogspot.de

 

 

Xavier Abril: «no quiero ser parte del circo de arrogancia que está invadiendo el espacio de la literatura estos días»

 

Desde Marx a César Vallejo.

La voz de un adelantado inconforme

 

Lo reconozco desde la primera línea, es uno de los intelectuales hispanoamericanos que más respeto. Tanto, como respeto al poeta. Aunque, claro está, la palabra intelectual ha sufrido tantas vejaciones como la palabra poeta. Casi cualquiera puede serlo. Como el propio Abril me dijo años atrás: en estos días, con pelo largo, barba y una pipa, si es posible, uno puede acceder al carnet de intelectual, o de poeta, si tiene más pretensiones». Con el poco pelo que le ha dejado el tiempo, y sin barba ni pipa de por medio, Xavier Abril es uno de los poetas y de los intelectuales que con más riesgo ético y estético ha escrito en nuestro continente. El riesgo por la forma y el atrevimiento de la conciencia hacen la figura del hombre como la del poeta. Peruano, de Lima, pero viviendo en Montevideo desde la década del cincuenta, Abril mantiene un lucidez y una sagacidad crítica, admirable tanto po su lozanía como por su permanente actitud rebelde.

Pero está el desconocimiento de su obra. Tal vez porque ha producido está lejos de los grandes mercados de la palabra, la misma no es todo lo conocida que debiera serlo. Quizás el mismo Abril haya contribuido a su propio desconocimiento. Después de sus años en Europa se ha exiliado» en América del Sur, de donde ha salido muy poco. Ha publicado en editoriales, de esas llamadas marginales y nunca ha participado en el circo del autoelogio y de la publicidad fácil. Por ejemplo, siempre ha negado las reiteradas invitaciones recibidas para visitar universidades norteamericanas. Dice: tengo grandes problemas para aceptar dinero de tan terrible proyecto capitalista». Se reconoce como acérrimo anticapitalista» y comenta: no creo que el capitalismo sea la solución para los grandes problemas del mundo; en una sociedad socialista el hombre se expresa más íntegramente». Amigo íntimo de Vallejo ―sobre el cual ha escrito uno de los primeros y mejores libros de crítica― Abril ha desarrollado una trayectoria que incluye tanto el estudio como la invención. Sus libros sobre Eguren, sobre Mallarmé, sobre Herrera y Reissig, son modelos de una lectura fina y minuciosa del acto poético. Sus libros de invención, entre los que destaco Descubrimiento del alba y Difícil trabajo, deben leerse y releerse como ejemplo de un adelantamiento formal a su tiempo. Escritos a fines de los veinte, la década, digo muestra un impecable trabajo por hacer hablar a las palabras con voz nueva.

 

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Dichos libros, dado el interés renaciente por la escritura de Abril, se acaban de reeditar después de varias décadas de sueño en las bibliotecas. Pero desde su rincón de honestidad y rigor, Abril sigue escribiendo y publicando. Un nuevo libro de poemas. La rosa escrita sale en estos días. Lo mismo que su primera novela titulada El autómata, cuyo primer capítulo se publicó en 1930. Ahora, después de 57 años, la novela saldrá completa. Y además nuevos trabajos críticos; en total cinco libros inéditos. A su vez en Italia se publicarán sus poemas completos en versión bilingüe. La edad no cuenta: mientras uno está activo, el tiempo no existe». Desde su modesto apartamento, donde vive con la pintora uruguaya Sara Acosta, Abril ―reacio a las entrevistas― decidió romper su silencio y unir las palabras del presente con las de pasado y con aquellas que vendrán. Para que las cosas no se pierdan para siempre ni se fosilicen eternamente, para que los recuerdos trasgredan el espacio de la memoria, queda este diálogo con el poeta. Ningún diálogo con la poesía y sus hacedores debe justificarse. Tampoco éste. Y algo más. A los 82 años, Xavier Abril mantiene en alto su desafío, su inconformidad. Una inconformidad que la literatura hispanoamericana ―incluida la poesía― ha comenzado a perder. Una inconformidad digna de ser oída.

 


Comenzaste a escribir muy joven, siendo todavía un adolescente con unos poemas que hoy leídos en la distancia resultan verdadero anticipo del surrealismo, en cuanto la fecha es 1921. Pero quiero que me cuentes un poco de tus comienzos en el mundo intelectual de la época.

Mi relación con el mundo literario de ese entonces comienza en 1923, con colaboraciones en las revistas Mundial y Variedades, que algún peruano quizás recuerde. Después colaboré literariamente en la Revista de Vanguardia. Mi primera etapa fue en Lima. Claro está que por aquellos años conocía a Vallejo, que fue algo sensacional.

 

Déjame hacer números. Si mal no cuento, tu relación de amistad con Vallejo comienza cuando tenías 17 años y él 30…

Sí, Vallejo era del 92 y yo soy del 5. Lo conocí en el 22 y nos vimos varias veces pasajeramente en Lima, pero nuestra amistad se afirmó en Madrid en 1926, cuando yo fui por primera vez a Europa.

 

¿Cómo fue el primer encuentro?

Vallejo fue una noche a mi casa a ver a mi hermano Pablo, de la misma edad de él y con quien había estudiado en la Facultad de Letras. Mi hermano no estaba y Vallejo me dijo: «entonces vamos nosotros a dar una vuelta». La vuelta duró hasta las cinco de la madrugada. No puedo recordar todos los detalles del primer encuentro, pues la época es lejana y mi memoria ya no funciona tan bien, pero recuerdo que fue un encuentro de admiración y de asombro. Esa fue una aventura increíble. Pero como te decía, nuestra gran amistad comenzó en Madrid, pues yo ya colaboraba en Amauta y la nuestra era una amistad literaria, mucho más que antes.

 

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Es decir, lo conociste el año que publicó Trilce

Sí, fue en ese año. En noviembre publicó Trilce y yo lo conocí en diciembre. Yo comenté que no había leído nada suyo y él me dijo: «no importa». Vallejo era una persona que no gustaba hablar de sus cosas literarias; no era un escritor, como esos que ahora abundan, que hablaba de sí mismo. No estaba en eso. Sólo una vez, en París, en 1935, mientras almorzábamos en un restorán llamado «Francois Villon» ―un restorán muy barato, para estudiantes―, Vallejo habló de literatura; me dijo de memoria unos versos de Villon. Después nos tomamos unos tragos, cosa que ambos gustábamos mucho, claro. No me olvidaré de eso.

 

¿Cuál fue tu reacción cuando leíste a Vallejo por primera vez?

Lo primero que leí fueron sus primeros poemas y me parecieron muy malos. ¿Cómo se puede publicar un soneto con epígrafe de Benavente? Sólo un idiota podía hacerlo. Y bien, Vallejo, que luego fue un poeta grandioso, lo hizo. Benavente fue un pobre hombre y un mal escritor. Vallejo se dio cuenta que la poesía no era Benavente sino Quevedo y Góngora. Pero su principio como poeta fue deplorable, haciendo poemas didácticos. A ese Vallejo hay que olvidarlo.

 

¿Debemos hacer lo mismo con su prosa, sobre todo con su novela?

Como novelista Vallejo es muy malo, pero me interesa mucho como cuentista, especialmente sus Escalas melografiadas. Yo las comenté en El Sol de Madrid en 1931, apenas salió. Lo mismo hice con su novela, la cual no me gustó nada. Hay un contraste entre el asunto y el estilo. Por ejemplo, cuando habla del minero huanca le atribuye una cultura marxista; algo imposible, pues ningún minero peruano sabía en ese entonces quién era Marx. De esas falsedades hay muchas. No sé cómo Vallejo pudo escribir una cosa así.

 

Me decías que con Vallejo hablaban poco de literatura: ¿cuál era el tema de sus conversaciones?

Hablábamos de temas diversos, sobre todo de política. Recuerdo que en junio del 27 nos reuníamos con otros peruanos todos los días. Era en París. Salvo algún traidor que se vio a último momento, todos creíamos en Marx ―o por lo menos lo habíamos leído―. Pero debo ser sincero, pienso que había mucha confusión, que no se miraba el presente histórico con mucha claridad. Todos sabían resolver los problemas del indio, cuando en verdad el único que conocía el tema era el gran Mariátegui.

 

¿También Vallejo entraba en esta confusión?

Sí, Vallejo estaba desorientado políticamente, por más que fuera un comunista militante, sus ideas eran muy vagas, casi confusas. El problema de la realidad peruana era muy complejo y las soluciones que presentaba parecían más utópicas que aplicables.

 

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El poeta César Vallejo

 

Quizás el hecho de estar viviendo en Europa le hizo perder la perspectiva de la problemática de su país…

Quizás… La doctrina que seguía Vallejo era muy compartible, pero su proyecto de realización parecía imposible. Quiero decir que, de seguir el mismo, algunos problemas quedarían sin resolver. De esas cosas era que discutíamos.

 

¿Vallejo pensaba en volver al Perú?

Sí, pensó en volver al Perú, pero le fue imposible, pues le exigían la renuncia a sus ideas políticas. Pero no transó en eso. Lo cual celebro profundamente.

 

Me imagino que el ambiente literario y cultural en Perú durante la década del veinte debe haber sido muy estimulante, con gente como Mariátegui, Martín Adán, César Moro, como tú, como Westphalen, como Vallejo, produciendo paralelamente…

Había muchos haciendo cosas. Mariátegui era el más influyente, era el orientador políticamente. Martín Adán influía literariamente, pero sus ideas políticas eran retrógradas. Lo sé bien, pues fuimos compañeros de colegio. Moro era un poeta menor que calcaba los poemas de Breton. Pero en esa época, a mediados del veinte, escribía una poesía insignificante y tradicional. Además era un arrogante. Westphalen colaboró una vez en Amauta, pero no era miembro de la revista. Sí, recordándolo ahora, aquellos años fueron muy interesantes.

 

Westphalen fue uno de los primeros en elogiar tu obra; ¿o me equivoco?

Sí, escribió un estudio en 1935 que fue muy leído. Pero Westphalen no escribió mucho, pues debía trabajar bastante para sobrevivir. Pero debo decirte que Westphalen no está a la altura de Eguren y de Vallejo. Tiene buenas imágenes, pero es flojo formalmente.

 

A fines del veinte y principios del treinta viajas seguido a Europa y te radicas por un tiempo en París y en Madrid. En esos años el ambiente literario vivía la lógica agitación dada por la serie de poetas y escritores compartiendo el mismo tiempo histórico, con tantos nombres reconocidos, con tanta lírica golpeando las puertas de la literatura. Conoces a gente como Lorca, Neruda, Alberti, entre otros. ¿Qué imagen en la memoria conservas de aquellas caras?

Con Lorca y con Alberti siempre fuimos amigos. Con Lorca nos veíamos muy seguido, lo mismo con Alberti. Yo escribí una reseña sobre un libro de Alberti, que le gustó mucho. También fui amigo de Aleixandre. Traté a otros, pero nunca fui amigo de Gerardo Diego, un fascista peligroso. A Neruda lo conocí en París en 1927, cuando él iba hacia Oriente. En ese entonces era mejor persona que el que conocí después. Su viaje a Oriente le hizo mucho mal, lo mismo que le hizo mucho mal a Paz. En 1927 era muy sencillo y hablaba poco.

 

¿Y después?

La segunda vez que lo vi, después, en 1934, en Madrid, estaba todo enfatuado. Su formato había cambiado. Estaba muy gordo por lo que tomaba y comía. Y además con una cantidad de ideas retrógradas del Oriente, que no pueden adaptarse a las ideas occidentales a partir de Marx. Neruda, como Paz en estos días, tenía un peligroso enredo mental.

 

Sin embargo, en aquellos años se declaraba marxista.

Yo que lo traté mucho puedo decirte que el marxismo de Neruda siempre fue una máscara. Me pareció superficial y falso. A él le gustaba el poder y que lo elogiaran.

 

Con muchas contradicciones ideológicas

Demasiadas  y muy peligrosas. Neruda criticaba a los Estados Unidos, pero le gustaba que lo invitaran a ir y que le pagaran en dólares. También aceptó un homenaje de Belaúnde Terry, cuando éste era presidente, y todos sabemos que Belaúnde es un oligarca. Neruda era un hombre sin carácter, esos que no sirven en la revoluciones.

 

Veo que también tienes serias discrepancias con Octavio Paz

Paz es otro falso, ideológica y culturalmente. Por ejemplo, en su libro sobre Levi-Strauss demuestra que no ha leído bien a Quevedo y a Vallejo. Su análisis es muy superficial y además, arrogante. Paz dice: «como quiso decir Quevedo». ¿Qué es esto? ¿Qué quiere decir con esto? Un intelectual serio no puede decir tales cosas. El señor Paz es también autor de una antología de poesía hispanoamericana, en la cual faltan Herrera y Reissig y Eguren, los dos poetas más importantes que ha dado la poesía en la lengua hispánica en la primera década del siglo veinte. En esa antología pone a poetas mexicanos de cuarta categoría y se olvida de Herrera. Salvo Sor Juana, México no ha dado un poeta tan original como Herrera, pero Paz no lo sabe. Además, poéticamente, Paz es nada, es un cero. Un imitador de los surrealistas. Todo lo que dice Paz ya lo habían dicho antes y mejor, Prévert, Éluard, Desnos, etc. Paz copia un poco a todos. Y no sólo eso, Paz es muy mala persona. Cuando España estaba en su gran crisis de la guerra civil, este señor publicó dos libros pésimos, sin importarle para nada la gran crisis que se vivía. La historia se olvidará pronto de Paz.

 

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El poeta Xavier Abril

Xavier, ¿cómo te defines políticamente?

Soy marxista, descendiente de Marx. No estoy afiliado a ningún partido, pero creo en el materialismo dialéctico como vehículo para la transformación del mundo.

 

Como marxista, ¿qué piensas de este «realismo socialista» que se está dando en la poesía hispanoamericana últimamente, con nombres como Mario Benedetti y Ernesto Cardenal como modelos preferenciales?

No me interesa para nada. Ningún realismo me interesa. Es literatura barata. Ya ni los soviéticos creen en eso. Es poesía periodística lo que hacen. No puede haber poesía sin metáfora. De Bendetti mejor no hablar, pues solo escribe idioteces. Cardenal es un mediocre con barba. Su poema sobre Marilyn Monroe quiere pasar como profundo y resulta una gran superficialidad. Su poesía es periodismo, sin ningún trabajo serio.

 

¿Y qué sobre Nicolás Guillén?

Me gusta y admiro a Jorge Guillén, pero Nicolás Guillén es totalmente descartable. Es una versión negra y rebajada de la poesía gitana de Lorca. No soy racista, pero encuentro en la poesía de Nicolás Guillén una vulgar imitación de Lorca.
Es interesante que siendo marxista, critiques abiertamente a todos estos poetas, que también se reconocen como marxistas.
Son adherentes, pero no tienen una formación marxista profunda. Su poesía lo que revela es una mentalidad de pequeño burgués. El marxismo es un método histórico, pero no hace poetas. Además, esta poesía, si así la podemos llamar, no tiene ninguna incidencia en la sociedad. Si estos poetas creen que pueden cambiar la sociedad con mala poesía, están equivocados. La poesía no es un deporte. Debe plantear una dificultad al lector. Lo peor de todo, es que el despiste de Cardenal y de Bendetti, principalmente, cuenta con el gran atraso que hay. Haciendo poesía con mentalidad de pequeño burgués creen que pueden ayudar a la revolución. Y están muy equivocados. Y la gente no lo sabe, y eso sí que es grave.

 

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En estos últimos años he leído tus libros sobre Mallarmé, sobre Herrera y Reissig, sobre Eguren y sobre Vallejo, los cuales, por cierto, me han dado nuevas perspectivas de lectura, sobre todo siendo poetas que yo también admiro. Ahora, me gustaría saber: ¿por qué tu interés en estos poetas?
Mallarmé, Herrera y Resissig, Eguren y Vallejo son poetas nuevos. Me interesan los poetas que dicen algo nuevo. Los que arriesgan a lo difícil, los que practican la dificultad. Toda la literatura moderna comienza en el Mallarmé de Un coup de des… Y Vallejo viene de allí. Pero recién empezó a leer a Mallarmé a fines de la década del diez, y fue cuando su estilo cambió y escribió Trilce, el cual en un principio se iba a llamar Los cráneos de bronce, un título horrible y que iba a salir con el seudónimo «César Perú», el que resulta nacionalista y ridículo. Pero salió con el nombre de César Vallejo y con el título Trilce. Con este libro es que Vallejo entra en la modernidad. Los heraldos negros es un libro menor. Eguren también fue un atrevido con su tiempo lo mismo que Herrera y Reissig. Herrera fue más importante que Darío en una cosa; influyó más a los poetas vanguardistas, como Huidobro y Vallejo, que el nicaragüense. Si Herrera hubiera vivido más y hubiera viajado más, hubiera sido más importante que Darío. Pero le faltó tiempo y espacio. Herrera y Reissig dejó más descendientes que Darío. La descendencia de Darío ha sido deplorable. La de Herrera grandiosa; Vallejo lo admiraba mucho.
En todos estos años has trabajado conjuntamente la crítica y la invención. ¿Son conciliables ambas actividades, al menos en tu caso?
No es fácil hacer las dos cosas al mismo tiempo. Yo vivo la poesía totalmente, y la crítica me apasiona. Me dediqué a la crítica pues consideré que debía hacerlo. No me arrepiento de haber hecho crítica; ésta me dio un sentido autocrítico mayor.

 

Xavier, cuando nos conocimos, allá por 1975, recuerdo que lo primero que te dije fue que tu poesía era una de las más renovadoras escritas en nuestro continente en este siglo, la cual, de veras me sigue sorprendiendo. Me gustaría que hicieras una «autolectura» de tu práctica poética.
¿Qué puedo decir? Escribí mi primer poema en 1921. Lo restante que tengo que decir sobre la poesía lo digo en mis poemas. Está todo allí.
Mi sorpresa y mi admiración por tu poesía fue compartida antes por James Joyce y André Breton, dos de tus fieles lectores.
Mejor no hablar de eso.

¿Por qué no?
No quiero aparecer autoelogiándome, no quiero ser parte del circo de arrogancia que está invadiendo el espacio de la literatura estos días.
No se trata de autoelogio, se trata de saber los comentarios de Joyce y Breton. No lo veas como «autoelogio». Es una información para los lectores y para mí.
Si es por la información, está bien. Es verdad, Joyce y Breton hicieron comentarios muy favorables sobre mi poesía. Por admiración a Ulysses y a Finnegan’s Wake, desde Lima, le mandé a Joyce dedicado mi libro Descubrimiento del Alba. Él nunca me escribió. Pero con el paso del tiempo vine a conocer el famoso Catálogo Joyce, donde el mismo escritor seleccionó los mejores libros que él había leído y allí estaba mi libro. Él leía español muy bien, tenía una gran facilidad para los idiomas. En ese famoso catálogo hay muy pocos autores en español; Cervantes, Góngora y yo. Mi relación con Breton comienza a partir de 1935, con la publicación de mi libro Difícil trabajo, el cual fue escrito en 1931. Con él nos reuníamos en un café de París. Breton se interesó mucho en mi obra y la elogió públicamente. Después me publicó dos poemas en su revista, donde publicaban los surrealistas, y también publicó un artículo sobre mí.
¿Podrías dar una definición de poesía?
Toda definición dependerá siempre del estado de ánimo del poeta. Pero la poesía es, por sobre todo, una batalla contra la muerte y el olvido. El poema es incierta realidad o sueño. La poesía, como dije en mi primer libro «es una dificultad que se vence a fuerza de perforarse el hueso íntimo, de quemarse diariamente la sangre». La poesía debe ser lucha para el que la escribe y para quien la lee.

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Xavier Abril

 

 
Cualquier lector atento ―como Joyce―, cualquier historiador serio de la literatura hispanoamericana, viendo tus obras poéticas reconocerá en ti a un adelantado, a alguien que apostó a lo nuevo, antes que lo nueva fuera tradición otra vez. Con la perspectiva de los días que han corrido ¿te reconoces como un adelantado?
No sé si hay adelantados en el mundo, pues el ser humanos es parte de una historia anterior, con la cual se comunica. Pienso que escribí muchas cosas en una forma que no se había escrito antes. No sé si me adelanté al tiempo, pero no me quedé atrás. Aunque te digo, amigo, no quiero ser recordado como un adelantado. Prefiero que se me recuerde por mi inconformidad.

 

 

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