Del caos a la intensidad: vigencia del poema en prosa en Sudamérica (2016), por Claudio Archubi

 

En exclusiva, Vallejo & Co. lanza un breve adelanto de la antología Del caos a la intensidad: vigencia del poema en prosa en Sudamérica, que contendrá una selección de 14 poetas jóvenes, el mismo que ha sido preparado por Claudio Archubi y que será publicado este 2016 en Perú y en Argentina.

 

 Texto introductorio y muestra: Claudio Archubi

Crédito de la foto: (Izq.) Facebook del autor

(der.) Ed. Hijos de la lluvia

 

 

Del caos a la intensidad: vigencia del poema

en prosa en Sudamérica (2016),

por Claudio Archubi

 

 

 

Una forma circunscribe el caos, una forma da estructura a la

sustancia amorfa; la visión de una carne infinita es la visión de los locos,

pero si cortase yo la carne en pedazos y los distribuyese a lo largo de los

días y según los apetitos entonces ya no sería la perdición y la locura:

sería nuevamente la vida humanizada.

Clarice Lispector (La pasión según G. H.)

 

Yo había humanizado demasiado la vida, continúa diciendo Lispector. Y es que cuando llegamos al punto de la cristalización de una forma se hace necesario dar un paso atrás y otear de nuevo en el caos, pero no para quedarse allí sino para construir una nueva intensidad. En un estudio anterior1, he intentado reflexionar sobre un concepto de intensidad emocional asociándolo a la presión interna del texto que no termina por estallar. Bajo esa óptica, la forma no mata sino que da vida, da intensidad. Esa pugna viva entre el texto y la barricada que impide su desborde es su intensidad y el cuerpo la siente. Y es que cuando la forma estalla, se vuelve al caos. Pero a veces es sano volver allí, volver para que desde allí se construya algo distinto, una nueva intensidad. Por ello esta selección de autores se plantea a manera de continuación de la antología de Darwin Bedoya: Hijos de puta, 15 poetas latinoamericanos2. Dicha compilación aborda la vigencia de los proyectos de escritura-límitedel reverso como una tendencia distintiva en Latinoamérica, muchos de cuyos jóvenes escritores apuestan a la disolución de los géneros. Pero el propósito de nuestra nueva antología es más específico: mostrar ejemplos representativos de la vigencia actual del poema en prosa –tensándose a veces hasta sus límites con la narrativa o con los géneros híbridos–, entre las últimas generaciones de escritores sudamericanos de habla hispana. Más allá del realismo mágico, el indigenismo, la antipoesía, el minimalismo, el objetivismo, el coloquialismo y otros ismos que estamos fatigados de encontrar. Más allá, siempre más allá están los arriesgados, en busca de lo que salva. Ellos se van apartando de la impaciencia para escuchar nuevamente en el caos, buscando otra manera para aquellas voces ancestrales que nos remiten a una época en la que nos reuníamos alrededor del fuego para exorcizar nuestros temores, y estábamos desnudos y quizás, por eso mismo, nuestras palabras apuntaban a lo esencial.

Sin embargo, escuchar en el caos no es mimetizarse con el caos. El poema en prosa mantiene la mayoría de los recursos lingüísticos del poema en verso, incluida su autonomía. Al respecto, podemos compartir aquí, aunque esto sólo sirva como primer intento de aproximarnos a los textos, el criterio de diferenciación entre poema en prosa y prosa poética, si se entiende esta última por su falta de autonomía, es decir, como fragmento momentáneo de una prosa más amplia, como puede ser una novela, una crónica, o un ensayo, pero no podemos compartir el criterio de la extensión3. Así como tampoco podemos excluir las técnicas narrativas del poema en prosa. ¿Acaso –como ha escrito alguna vez la escritora argentina María Rosa Lojo4 –, “poema en prosa” sólo puede denominarse a una breve parrafada ansiosa y sin pausas donde el silencio no tiene más presencia que la que se produce al comienzo y al final del texto? ¿Qué decir entonces de los silencios internos, aquellas pausas que permiten que un pensamiento siga resonando en nuestra mente y en nuestro cuerpo, para expandir el texto a zonas inesperadas? El rol de la sintaxis –puntuación, cortes de párrafos e incluso renglones vacíos entre un párrafo y otro– puede ser fundamental en un poema en prosa (pongamos por ejemplo algunos textos de Henri Michaux) tanto como lo es la escansión en un poema en verso. Y si una novela sostiene, además del manejo de la narración, los elementos del poema en prosa durante todas sus páginas, ¿no podríamos afirmar que esta novela es también un poema en prosa? Si bien fue Baudelaire quien bautizó esta forma literaria, no nos sentimos obligados a tomar la extensión de sus textos como el metro patrón. –El largo soliloquio autobiográfico5 de Juan Ramón Jiménez titulado Espacio, por ejemplo, sería a nuestro entender un poema en prosa, y no una mera prosa poética. Bajo esta óptica, libros como Agua Viva6, de la escritora brasileña Clarice Lispector, o Maizal del gregoriano7, del escritor argentino Arnaldo Calveyra, por su unidad rítmica, sus recursos sonoros, su riqueza de imágenes y su potencia emocional, podrían entenderse como extensos poemas en prosa, así como también existen extensos poemas en verso. Y viniendo más cerca en el tiempo, ¿qué decir de novelas como El sueño de Úrsula8, de la argentina María Negroni?. Salvo por la versificación y la métrica,  remarcamos, un poema en prosa no se diferenciaría, en sus cualidades y en su jerarquía literaria, de un poema en verso. Es más, el poema en prosa suele desnudar el hecho de que el poema en verso libre, en muchos casos, posee una escansión caprichosa y desafortunada (los invito, a  cada uno de los lectores, al interesante ejercicio de probar prosificando algo de lo que escuchan en las tertulias locales). Decíamos entonces que la pura mímesis verbal con el caos  –además de ser imposible– nos retrotraería de la literatura al mero aullido (y no me refiero al metafórico título del lúcido poema de Ginsberg) o al aturdimiento. Escuchar en el caos no es mimetizarse con el caos. La intensidad es algo distinto. Para escuchar en el caos, es necesario aprender a pensar. Y los integrantes de nuestra antología dan muestras claras de esta búsqueda fronteriza, asumida como un compromiso con el lenguaje. Adopto como criterio la brevedad para presentar aquí una pequeña muestra de esta selección de  veinticuatro autores de nueve países de Sudamérica.

 

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Breve muestra de Del caos a la intensidad:

vigencia del poema en prosa en Sudamérica (2016)

 

 

Intensidad Norte

 

El odio que te tengo (Alex Aillón, Bolivia, 1969)

 

El odio que te tengo es capaz de pulverizar montañas, de secar mares, de cambiar el curso de los buses. Es un odio sincero, a la altura de gente como nosotros. El odio que te tengo es tan odio que es un odio al que no puede acceder la gente común, que también odia. Al final, todos tenemos derecho a odiar, pero mi odio es diferente. Mi odio es, de lejos, mi mejor arte. Odiar puede parecer fácil pero es un arte extremo, es algo que se aprende tras largas temporadas en el infierno, buscando amor en avenidas desiertas empapadas de tristeza bajo lluvias de fuego. Fácil es querer, fácil es amar, fácil es pensar en la limitada armonía de las cosas porque nos hace creer que somos buenos y la bondad es un sentimiento miserable y mentiroso. Estúpido es decir “te amo” y esperar que te crean. Odiar en cambio, te acerca a lo monstruoso, te enfrenta a lo siniestro, a lo sucio, a lo espantoso de ser quien eres. Te hace saber que eres, también, malditamente humano. Un murciélago ciego en busca de su caverna en la desolada extensión de la noche y la palabra. El odio es eterno, el odio procura la locura. El odio enfrenta la frustración de no poder retener eso que llamamos amor, entonces lo mejoras, lo superas, lo odias. Odiar es de lejos un sentimiento contradictorio, pero eso es lo que somos, también. Odia y serás libre. Odia y vencerás. Odia y caminarás.

 

 

 

De Los espejos dormidos (Gabriel Chávez Casazola, Bolivia, 1972)

 

La diosa que yace en el regazo imposible de un caballo de papel.

 

 

 

De Cuaderno de ceniza (Darwin Bedoya, Perú, 1971)

 

HAY CENIZA AMONTONADA EN EL PATIO DE LA CASA GRANDE. HAY UN JARDÍN QUE NADIE CUIDA Y SIN EMBARGO SIGUE FLORECIENDO. HAY UN CATRE DESHECHO EN EL QUE LAS LECHUZAS CONSTRUYEN SUS NIDOS BLANCOS CON HEBRAS DE TU CABELLERA. ¿DÓNDE TÚ? ANIMAL POR DENTRO Y CANDELA POR FUERA. ¿DÓNDE TÚ? ESTE CUADERNO QUIERE ESTAR HECHO DE PALABRAS INNOMBRABLES. PERO NUESTRAS MANOS NO ALCANZAN A SALVARSE, ESCARBAN EN LA CENIZA Y SE ESCUCHAN CANCIONES QUE NADIE ESTÁ CANTANDO. ASÍ ES COMO NOS ENTERAMOS DE QUE NUESTRO PASADO NO ESTÁ MUY LEJOS.

 

 

 

Titicaca (Teresa Orbegoso, Perú, 1976)

 

Bajo el agua del lago Titicaca viven unos gigantes que le temen a la luz. No hay mucho espacio para ellos. Sus cuerpos se rozan constantemente. Duermen de pie y no tienen ningún interés en los seres de arriba. Las cañas de pescar de los hombres a veces se enganchan en sus ojos, en sus orejas o en la piel de sus manos. El agua del lago es oscura, nadie puede verlos. Aglutinados como sardinas en una red, cantan. Su coro de voces es mágico y algunos niños y mujeres han caído hipnotizados. Los gigantes se los han tragado como si fuesen peces. Los seres de arriba que caen no gritan ante el hermoso canto de los gigantes. Son fáciles de comer. En su sueño los gigantes se imaginan diminutos. Entonces lloran y se despiertan.

 

 

 

ERNESTO I (Cristian Avecillas, Ecuador, 1977)

 

cualquier hembra entre mis manos se hace puta cualquier puta entre mis manos se hace demonia cualquier demonia entre mis manos se hace poema cualquier poema entre mis manos se hace mujer

 

MÁS TÚ ERES DIFERENTE

juntos somos una página vacía

 

y aunque en mí concurre lo que pudo ser un hombre para hacerme la ficción de un signo triste juntos maldecimos –maldecimos –maldecimos– la tristeza y mi verso descompuesto te devora

luego gozas con tu cuerpo hecho terapia

 

y aunque en mí concurre la ficción de un hombre que podría ser el signo descompuesto de lo triste juntos parecemos una patria y si te toco te destierro

y aunque –repito– en mí concurre la ficción de un hombre donde todo lo que toco se hace triste. Escribo y reorganizo lo imposible para que te enfermes de mí: TE DOY POEMA

 

PRESENTACIÓN DE LA PATRIA

Ciudadanía: túnel incompleto en donde una manada de entrepiernas me ha tejido un hijo para darme el otro lado de mi raza

Identidad: páramo incompleto para ornar el árbol seco de mi vida

 

PRESENTACIÓN DEL ÁRBOL SECO DE MI VIDA

mientras tanto busco el rededor caliente de cualquier mujer para tocarla como si mis manos fueran su pureza Mientras tanto busco una obediencia en la mujer caliente como un espejo malo

 

Porque para cualquier mujer ser puta puede ser un alhelí porque en cualquier lugar de cualquier puta puede haber un alhelí

 

PRESENTACIÓN DEL ALHELÍ

el poeta es el ojo de dios que alcanza la intocada parte de una amada y el poema es la mirada indiferente sobre la piel partida

 

PRESENTACIÓN DEL POEMA

Mientras tanto, mi destino es hacer menor el “yo” para hacer mayor lo “mío”

Mientras tanto, mi intención es destrozar el “yo”

El nosotros

Para que nada oculte nuestra fiel bestialidad

 

 

 

De La sal de la locura (Fredy Yezzed, Colombia, 1979)

 

ES CLARO QUE DIOS SE ESCAPÓ DE MI CRÁNEO. Que se fue dejando una estela de sangre. Una gotita que un gorrión pisa y esparce sobre el piso blanco.

Escuchaba yo una llanura de carneros, los oía arrancar con sus quijadas las raíces. Ese ruido cuando arrancamos la hierba, ese mismo ruidito cuando arrancamos una rosa como un cabello.

Tal vez quise decir que escuchaba voces. Un susurro inesperado al cruzar la calle. Volteo y miro alrededor y no hay nadie, pero alguien que no está me mira desde la esquina. Solo. Inquietante.

 

Fue el viento, me digo.

Fue sólo el viento, me repito.

 

 

 

De Maiastra (Lucía Estrada, Colombia, 1980)

 

Visita una región desierta. Prefigura en el polvo el valor de tu búsqueda.

 

 

 

De Río en blanco (Adalber Salas Hernandez, Venezuela, 1980)

 

Lo entiendes: los muertos no tienen alma. Por esa razón no pueden asombrarse, ni formularse preguntas, ni transitar lugares que no sean de total transparencia. El alma se les queda enganchada a los muebles, a las puertas y ventanas, a la ropa, a los objetos amasados por el día. Como la tela de araña se engancha a las ramas. Como el aire que abandona los pulmones se enreda a las frases.

¿Qué hacen, entonces, esos muertos que no tienen con qué arroparse?

 

 

 

De Los plegamientos del agua (Jairo Rojas Rojas, Venezuela, 1980)

 

usted conoce este suelo antiguo que nace cada vez que despierta; estos caminos que también llevan a las mismas casas que igualmente están en el cielo con otro cielo con carreteras con otro cielo lleno de cosechas y flores… usted conoce las piedras que se mueven para hacer círculos con el primer rayo de luz, sabe del abrazo del tallo, del dolor de las espinas en las despedidas blancas            brumosas        en esta tierra              para un cielo   insomne: enamorado            de la tierra con su geométrica grieta / fría tierra / tierra y agua que levantan toda vida /       el mismo suelo con huellas del ángel que el viento no puede borrar, del ángel y su tos en el umbral de la casa del viejo suelo. Usted sabe del altar en la piedra más grande que solo habla del cielo, la misma que viene a tocar la puerta cuando la familia está en silencio en su casa. Sus hijos padecen la sequía de otras tierras que no conocen. Usted sabe de la gente del invierno que van tanteando los nombres de las cosas                       brumosas         caminando sobre los huesos más antiguos regados por la tierra bajo otra oración y cánticos inexpresables, destinados a volver como el nuevo mundo: sus pisadas se oyen cuando juegas

con tierra

 

 

 

Intensidad Sur

 

 

De Coreografía de una vigilia (Natalia Rojas, Chile, 1983)

 

en la orquesta del vacío solo una nota se toca. con respeto y sin fin se ahuyentan las riberas de lo oscuro apenas quedando el gesto del recuerdo –un poema fue el autor que puso a andar los ríos.– que nadie se burle de esta madera callada: espejo del viento que no tiene viento solo la traducción del oxígeno cansado ya de imitar la tormenta cuando lo expiro –afuera, hermosamente, alguien quiere entrar–

 

 

 

De Estación/Tierra/Nada (Andrés Cursaro, Argentina, 1968)

 

la casa se muere dice la casa tiembla cierra las ventanas  pierde el sentido de las horas esa casa ya no es mi casa grita condenada está la casa que se muere a destiempo entre las horas de la noche que pueden ser día y abre la puerta cuando nadie entra se ilumina en plena tarde y se arranca el pasto raíz a raíz se muere la casa se muere dice ahora deja que el agua se le filtre por el techo se empañe el espejo frente al sol no se cuida hasta las cortinas dejó caer no le importan las piedras perforando vidrios mi casa muere se muere está mal no reconoce mis perfumes se quita los clavos y caen cuadros las fotos que la muestran recién pintada y descascara colores que bien le hacen se deja golpear por el viento y la tierra que pasa por los huecos se muere la casa se muere nomás y el hombre de esa casa muere también amurado a las paredes las sombras que allí están lo miran caer frotar las manos en el revoque quitar uno a uno los adornos del dormitorio levantar la alfombra orinada por los gatos lo miran caer al hombre de esa casa que muere en cada ladrillo ve los días que ahora lo llevan a esa misma casa plena de sol de pasos apurados a los aromas del laurel el hombre es una hoja de laurel ahora arrojado al medio del salón donde levanta el piso desde abajo y lo ven caer también como a esa casa que se muere cerrar la puerta lo ven escuchar decir se muere la casa se muere no baila el hombre están ausentes la música las manos que lo llevan el vestido que lo guía no baila y grita dice que la casa se le muere que ya no soporta su peso que anoche dejó caer silencio en el patio y que la lluvia lo ahoga en ese silencio el hombre de esa casa también escucha a las paredes abrirse dicen que el hombre de esa casa que muere con él en él recién habitada persigue sombras en paredes que no están en el pasto seco del jardín pero está muerta la casa en la imagen que encuentra está sin pintura sin ladrillos cortinas está muerta la casa dice el hombre que se mira desde la ventana.

 

 

 

De Delay (Laura Alonso, Uruguay, 1970)

 

“No creo en las invocaciones pero las invocaciones creen en mí”

un temporal abraza los muros como si hubiera conjura sentido en el viento sentido contra las olas lamiendo el borde mujer no sabrás ni cercano sabrás el sabor de aquel barro en la boca idéntico nunca el edificio concluye desaparece como si hubiera cerrado una puerta la última batida el fin dispone el viento al principio no sabrás ni dónde morder estos muros ciegos doblada boca arqueada lengua afuera sudor frío nadie al costado te nombra mujer es el viento que pasa cuando pasa el viento gasta o tuerce los obstáculos sólidos bultos dolientes los hombres sin motivo escupen al suelo no chillan ni andan con vueltas hasta la madrugada en rueda de alcohol rezan a los oídos de algún perfume el golpe mayor del viento dan a embestidas una cadera un vaso un leño en la estufa dejan quemar las palabras hasta el frío callan envueltos en ladrillos hasta llegar al techo de la casa los cubrirá de noche mujer adentro es el viento sentido contra las olas una brasa moribunda hablada de amor abraza los muros en la altura del viento la carne se entierra el vacío en los flancos mujer se pierden locos en túneles dentro los puños apretados a nada no sirven no atinan a nada en el ojo del temporal pende el último nudo quieto se queda el mundo en la espalda de un hombre bajo un alero demolido un espacio desaparece ni cercano se te ocurra echar la frente contra las olas nadie te nombra mujer cuando se aleja aquí un temporal el rastro que deja el desparramo al costado dispone el fin el viento al principio sentido en la orilla un cairel desgarro del aire quieto en el ojo sentido todo quieto naranja en ruta atrás no                               mujer                                                             no

 

 

 

La bienvenida (Carlos Bazzano, Paraguay, 1975)

 

Pase usted a la sala. Pero antes deje ahí en la esquina sus billetes, también sus monedas, su ropa. Deje ahí sus amuletos, ya no importan las estrellas distantes. Deje también sus tristes libros tristes, los poemas terminados, los poemas por terminar. Hay lugar en la sala, deje sus pecados y sus grandes obras de bondad. Deje ahí sus sueños, las pesadillas, las esperanzas. Deje ahí a su viejo amor, a su viejo odio, sus certidumbres, sus certezas. Sí, déjelas ahí. Deje su boleta a Cochabamba, deje ahí sus cigarrillos, sus noches en vela, las noches de hambre, gula y lujuria. Deje sus noches abrazado con ella, la sonrisa de la infancia, los días de sol, la decadencia, la cadencia de esa cadera. Deje los gemidos en la madrugada silenciosa, el sudor y la sangre. Déjelo en la esquina de la sala. Al final del pasillo, le prometo, no verá una luz, tampoco sentirá oscuridad, no tendrá ni frío ni calor, ni verá colores, ni sentirá olores,  no sentirá miedo pero tampoco seguridad. Deje ahí sus absurdas palabras, deje ahí su esperanza de luz u oscuridad, ya ha llegado a la sala, no hay marcha atrás, adelante, deje ahí sus recuerdos y sus olvidos, adelante, pase, estas palabras ya no existen.

 

 

 

 

*(Mar del Plata-Argentina, 1971). Doctor en Física y poeta. Ha publicado en poesía Siete maneras de decir tristeza (2011), Sísifo en el norte (2012), La casa sin sombra (2014), La ciudad vacía (2015) y La máquina de las alegorías (2016); y en narrativa corta La forma del agua (2010).

 

 

 

 

 Notas:

1 Archubi, Claudio, Del poema en prosa a la ficción brevísima, revista Hablar de Poesía Nro 5, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, año 2001. Véase la versión electrónica en la revista: Bitácora de vuelos, año 2016: Sobre la ficción brevísima: del poema en prosa al minicuento poético.

2 Bedoya, Darwin, Hijos de puta: 15 poetas latinoamericanos, editorial Hijos de la lluvia, Perú, 2011

3 Yezzed, Fredy, Poema en prosa vs. minificción: Concepciones genéricas y críticas, El Cuento en Red, revista electrónica de teoría de la ficción breve.

4 Véase el interesante cruce entre poema en prosa y microficción en la obra de María Rosa Lojo: Bosque de Ojos, editorial Sudamericana, 2011.

5 Respecto del indiscutible carácter de poema extenso del texto de Juan Ramón Jiménez, véase: José Rastrollo, La tradición del poema extenso, revista electrónica Círculo de poesía, marzo 2016.

6 Lispector, Clarice, Agua viva, editorial Sudamericana, 1975.

7 Calveyra, Arnaldo, Poesía reunida, Adriana Hidalgo editora, 2008. Estrictamente, de las más de 60 páginas que componen Maizal del gregoriano, existen dos y media  que están escritas en verso libre, lo cual también abriría el debate acerca del carácter híbrido de este bello poema. Aunque con menos intensidad musical, su posterior libro Diario de Eleusis apostaría al formato de un poema en prosa más puro.

8 Negroni, María, El sueño de Úrsula, editorial Seix Barral, 1998.

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