Por Marco Antonio Campos*
Crédito de la foto Sílaba Es.
De par en par.
Antología de poetas hispánicas (2021),
Coord. Martha Canfield y Luz Mary Giraldo
Esta no es una antología propiamente dicha. Es una muestra de poetas amigas que se han reunido para darse la mano, pero entre las cuales, valga el encomio, se hallan no solo varias de las voces del idioma español más notables de las últimas décadas, sino también algunas que no son conocidas o reconocidas internacionalmente, y merecerían serlo. El gran poeta argentino-mexicano Juan Gelman decía que lo mejor en la vida para un poeta era su amistad con otros poetas. Quizá este libro sea un vivo ejemplo de ello. Los poemas son como un regalo que se dan unas a otras y a su vez ellas lo dan al público lector.
Es curioso: todavía hasta los años ochenta o noventa se discutía si deberían llamárseles poetas o poetisas, o en el mejor de los casos, hablar de una poesía escrita por mujeres. Poetisas parecía un término despreciativo o de disminución. La buena o gran poesía escrita por mujeres, se argüía, era igual que la buena o gran poesía escrita por hombres. El término debería ser el mismo para ambos: poetas. Salvo algún ignorante o un desorientado ya nadie se atreve a llamarlas poetisas.
Los primeros y largos puentes para la poesía moderna escrita en América Latina por mujeres fueron quizá los que alzaron la chilena Gabriela Mistral, la uruguaya Juana de Ibarbourou y la argentina Alfonsina Storni; y vendrían después un amplio número de escritoras, de las cuales quienes más han influido desde la mitad del siglo anterior son la mexicana Rosario Castellanos, las uruguayas Idea Vilariño e Ida Vitale, la nicaragüense Claribel Alegría, la peruana Blanca Valera y la argentina Alejandra Pizarnik. Las recopiladoras, como se ve en el epígrafe general, titularon incluso esta reunión con un verso de Rosario Castellanos. El libro reúne treinta y seis poetas. La mayor nació en 1937, la más joven en 1971.
Escribía Octavio Paz que la gran revolución del siglo XX fue la revolución de la mujer; en lo que va del siglo XXI ha continuado. Dentro de la insurrección no está exenta en la poesía. La temática se abrió como un abanico. Cualquier motivo es dable llevar a la lírica. Desde la década de los sesenta, por ejemplo, las mujeres dejaron libremente en sus versos su sexualidad o su sensualidad. Paz incluso habría dicho que si hubo una palabra que desde entonces incendió las páginas de las mujeres fue placer, y el placer incendia páginas en este libro, ya tratándolo desde un lenguaje coloquial o confesional o lírico o barroco o aun en ocasiones violento. Un ejemplo aquí son los poemas eróticos de Gloria Gabuardi y Ana Istarú; o en otra dirección, Ana María Rodas integra el placer a la ideología, como es el caso de su libro Poemas de la izquierda erótica.
En Ojos de par en par hallamos en los versos de las seleccionadas variación y matices en la expresión de los sentimientos. Encontramos dolor, tristeza, rabia, nostalgia, ternuras hondas, la conciencia de la desdicha, felicidades súbitas, y los temas que se tocan son la infancia, la familia, el sueño, la soledad, la fe religiosa, el paisaje, el erotismo, la relación o la ruptura de la pareja, el viaje, la historia vista con ironía (como en poemas, en esto último, de Diana Bellessi, Carmen Boullosa, Giovanna Benedetti y Márgara Russotto).
Cada una de las autoras incluidas busca su forma de expresión. Por poner varios casos, en María Baranda vuela un viento lírico que no olvida el lenguaje de la niñez; Carmen Boullosa escribe con una velocidad de fuego donde saltan los pronombres; en Martha Canfield, como en Luz Mary Giraldo, Giovanna Pollarolo, Denise Vargas y las españolas María Ángeles Pérez López e Isabel Hualde, encontramos una escritura sencilla y precisa cuyos versos llaman íntimamente desde el alma y cuentan experiencias desde una herida que no cicatriza, o tal vez, no cicatriza del todo; a lo largo de su espléndida obra Piedad Bonnett nos revela imágenes inolvidables de la infancia, de la familia y del pueblo natal (Amalfi), amores agradecidos y desamores sin regreso y la guerra sin término en su Colombia difícilmente contradictoria; en Luz Elena Cordero Villamizar, Ana María Rodas y Elizabeth Quila hay a menudo un lenguaje fuerte y seco, donde no está excluida la causticidad; Matilde Casazola parece confesarse con nosotros en un jardín solitario con una voz que habla quedamente al oído; Mariella Nigro, con versos musicales, que no caen nunca en el lugar común, interroga el lenguaje, pero también conmueve al lector con piezas como “Ciudad vieja” o “Hijo del hijo”; Diana Bellessi utiliza un fraseo musical que en sus alteraciones crea emociones sorpresivas; si una imagen geométrica da la estructura de los poemas de la chilena Verónika Zondek es la espiral y en los versos quiebra los vocablos para describir un mundo que se destruye de continuo; la mexicana Mónica Lavín y la argentina Carolina Zamudio aparejan la minificción con el poema en prosa. Imposible hacer en un prólogo breve un análisis mínimamente detallado de las autoras.
Alejadas de los juegos experimentales de la vanguardia o de las formas poéticas tradicionales, la gran mayoría de las poetas incluidas han seguido la vía del verso libre, y esencialmente les ha importado contar o cantar algo.
Ojos de par en par reúne mujeres de México, de América Central, de las islas caribeñas mayores, de Sudamérica y de España, y da una oportunidad al lector de volver a adentrarse en la lectura de poetas que ya conocía y descubrir otras que causarán admiración por la emoción o el asombro que nos dan.