Vallejo & Co. presenta una entrevista publicada en la edición impresa de mayo de 2020 de la revista Casapalabras, publicación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Nota introductoria y entrevista por Aleyda Quevedo Rojas
Crédito de la foto la autora
Damaris Calderón y su dialéctica:
despedazarme para reconstruirme/reconstruirme
para despedazarme
Damaris Calderón Campos es una escritora cubana y chilena, chilena y cubana en perfecto equilibrio de las dos mitades, de las dos damaris indivisibles y únicas poetas. Vive en Isla Negra rodeada de mar, no del Caribe de su infancia y primera juventud que nunca sale de su cabeza, sino del profundo y helado Pacífico que acaricia sus sueños de hoy, a veces, ese mar se transforma en el cálido Caribe turquesa al que espera volver, pero otras veces o noches, es el Pacífico el que le dicta algunos poemas; y ese hogar en Isla Negra está bautizado con el nombre de “Casa de Palabras”, quizá porque cada rincón y espacio de su casa está construido con recuerdos, tejido de versos, a fuego y pulso, con el constante ejercicio de la libertad que exige el tener un cuarto propio, una casa propia…ya lo saben, como lo escribió Virginia Woolf.
Llegó en 1995 a Chile, cuando tenía 28 años de edad, no pensaba quedarse, pero se fue quedando y enamorando… Comenzó a trabajar en la mítica y prestigiosa editorial Cuarto Propio. Atrás quedaba Cuba y toda su insularidad. Luego, ya en Santiago realizó un máster en lengua y literatura clásica, creó la editorial Las dos Fridas y comenzó a dictar clases en universidades; después se ganó, en dos ocasiones, la beca de creación del Fondo del Libro y la Lectura, muchos de sus poemas han sido vertidos a otros idiomas, en 2014 recibió el premio para escritores chilenos El Altazor, como un reconocimiento a su extranjería, que ya no lo es tanto, porque ella es cubana y chilena, chilena y cubana, y ahora, el año pasado publicó su más reciente libro titulado: Mi memoria es un perro obstinado, con el sello editorial Verbo Desnudo, que lleva dibujos de la poeta.
Damaris quiere ser recordada como la mujer que amó a la poesía y a los perros. “Aquí yace un amante” podría ser su epitafio, así lo confesó en una entrevista de marzo de 2019. Yo siempre recuerdo la lectura que compartimos en la casa de La Sociedad de Escritores de Chile en la calle Simpson # 7 en Santiago, durante mi participación en el Festival de Poesía ChilePoesía dirigido por el poeta José María Memet. Desde esa lectura, nunca más le perdí la pista y por eso no he dejado de leer lo que produce, destacando libros, que me parecen trascendentales para la poesía del Continente, como: Guijarros, Pulsaciones de la Derrota, El tiempo del manzano.
Damaris Calderón es junto a Nara Mansur, Laura Ruíz, Jamila Medina, Legna Rodríguez, Soleida Ríos y la gran Reina María Rodríguez, lo mejor de lo mejor que se escribe en poesía dentro y fuera de la Isla de Cuba, desde mi propia curaduría.
En 2016, el Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador, nos encargó al escritor y ensayista cubano Jesús David Curbelo y a mí, realizar la curaduría, selección, compilación, notas y prólogo de la Antología de Poesía Cubana “Insular corazón en mitad del mundo” (30 poetas nacidos entre 1960 y 1984), que se imprimió y circuló gratuitamente, con motivo de la Feria Internacional del Libro de Quito dedicada a Cuba, y fue a propósito de este crucial libro editado por la editorial independiente Ruido Blanco, que Curbelo y yo escribimos sobre la poesía de Damaris Calderón, lo siguiente:
Esta autora habla de los temas más complicados: la sospecha ante cualquier tipo de poder, el desarraigo, la muerte, el miedo, la incomunicación, la lucha por el derecho a la palabra de los “subalternos” (por raza, ideología, procedencia geográfica, género, preferencia sexual), la eterna preocupación del artista por su oficio y por el destino de su obra, en un verso limpio y sonoro, exultante, cercano (en sus primeros libros) a los esquemas rítmicos tradicionales de la versificación española. Luego de años de contacto cercano con la poesía chilena (una de las más sólidas y experimentales del idioma), en sus últimos poemarios se aprecia una inquietud por el poema en prosa, dialógico, con juegos gráficos y espaciales que abren nuevas búsquedas en esta producción cuya alta factura radica en una especie de dialéctica: “despedazarme para reconstruirme /reconstruirme para despedazarme.
En poesía me interesan los cruces
y las mutaciones. Entrevista
Aleyda Quevedo Rojas [AQR]: buscando en tu memoria, ¿cuál crees que sería el momento o el tiempo de tu vida en el que comenzaste a escribir poesía y por qué? ¿Cómo definirías a la poesía, pensando en ese primer tiempo en el que comenzaste a escribir, y ahora, a tus 53 años y con varios libros de poesía publicados?
Damaris Calderón [DC]: Mi contacto con el libro, con los libros, es de mi infancia. En la medida en que empecé a leer, creo, entré en la poesía, en esa realidad especular que el libro te propone y que para mí, en ese momento, era simplemente la fascinación de acceder a otros mundos y crear el mío y ver que todo ello era compatible. La escritura fue pues, diría, simultánea a la lectura. Leía un libro, me entusiasmaba, pero, quería que terminara de un modo diferente, quería que un poema, que quizás me gustaba mucho, pudiera decir también otra cosa, a mi modo. Entonces agarraba el poema o el libro y lo reescribía, con esa seguridad que te da la infancia, donde todo es posible, si te aman y te apoyan, como fue mi caso. En mi infancia, y luego en mi adolescencia, leí de todo: novela, cuentos, poesía, teatro, clásicos, autores españoles, cubanos. Tuve mi propio grupo de teatro, que armé y creé con otros niños, ahí escribí y monté mis propias obras y las llevamos hasta el Teatro Sauto, teatro de cabecera de la ciudad de Matanzas. Y no, no definiría a la poesía, creo que es una forma de vida, que se condensa o se fija en el poema, y que el poema no es únicamente el que se escribe. Me acerco más a la noción griega de acción de la poesía: poiesis. Y a la transmutación al modo cubano, no desprovista de ese elemento, que le quita gravedad a las cosas, el choteo. Cuando vienes de un país donde aprendiste a hacer flan de calabaza sin calabaza, entiendes bien lo que significa transmutar algo. Y dentro de todo ello, desde ello, la voluntad de hacer un mundo poético, es decir, más humano, más habitable. Y ahora aún más, imperiosamente.
[AQR]: ¿Cuáles son tus búsquedas, obstinaciones y obsesiones dentro de la escritura? ¿Qué temas te interesa tratar en la poesía, sobre qué cuerdas caminas?
[DC]: Mi primera publicación, una plaquette matancera, se llamó Con el terror del equilibrista. Creo que, sin proponérmelo como programa, cada libro transita en una cuerda, de abismo en abismo, hasta hoy.
[AQR]: Cuba y Chile son dos países con enormes y poderosas tradiciones líricas, ambos son parte de tu proceso de escritura, de tu arte y también de tu vida. ¿Qué autores mantienes como madres y padres de cabecera, es decir, esos escritores tutelares a los que regresas siempre?
[DC]: Bueno. Sí, he tenido, tengo, el arduo privilegio de transitar entre dos tradiciones y hacer a veces, en lo posible, de puente, entre una y otra, publicando a autores de una y otra. Hay autores tanto cubanos como chilenos, que han sido y siguen siendo importantes para mí, me he referido a ello en varias entrevistas. Ahora, mi diálogo no se agota con la tradición cubana o la chilena, también me importan otros autores, de otras lenguas, como me importan también otras disciplinas que no son literarias, pero que, a mi juicio, forman parte del poema. Ahí tendría que incluir cineastas, pintores y la lista sería larga y muda, según las estaciones. Hay autores para mí, como Martí y Lezama, que son ejemplares, en encarnación de vida, obra, desgarro. Cuando más deprimida estoy, cuando vacilo, ellos me confortan y vuelven a enrumbarme por el duro sendero de la pezuña en la piedra y el desgarro del pelícano. Ahora, te puedo decir que así como cuentan estos autores y su ejemplaridad, también tengo madres, mujeres ancestros, que son para mí también ejemplaridad y que hicieron posible que yo sea quien soy. A través de mi pasa el río de mis abuelas, de mi madre, de mis tías, maestras anónimas, pasa mi madre Raquel y pasa Yolanda Brito. Y por eso he dicho, he escrito, que ser poeta no es mi ambición, sino mi responsabilidad y que la voz es un río.
[AQR]: Existe una permanente relación, imbricación y contaminación entre la memoria y la identidad o las identidades; ¿cómo se refleja esto en tu proceso creativo de escritura y en tu vida actual en Isla Negra en Chile? ¿Cómo se materializa Cuba, la infancia y adolescencia en tu trabajo poético?
[DC]: Isla Negra es una metáfora. Entonces, me asiento en una metáfora para poder leer y escribir cada isla y escribirme a mí misma, cruzando de Isla a Isla, trascendiéndolo, intentándolo, sabiendo que las islas son archipiélagos.
[AQR]: ¿Qué otro arte, además de la poesía, ha marcado tu camino como escritora? ¿Qué otras artes te alimentan?
[DC]: La poesía es devoración, la vida es devoración. Entonces me alimento de todo: carne, hueso, cáscara, mendrugo. Alegrías, tristezas, fracasos, todo sirve. Si pienso en la poesía como en una labor alquímica, todo sirve en ese destilado: cuello de cisne, pata de rana, la carne y los vestidos de la doña Ana. No hay arriba ni abajo ni culto ni popular, el habla, entra y sale y se pone a conversarle al verso letrado y entre los dos, entre los muchos, rompen los cantones de los pusilánimes. Mire qué bonito lo que hace el bosa nova, lo que hace el soul, lo que hace el feeling, por no hablar del flamenco y el cante jondo. Todo está ahí, objeto, frase verbal, frase literaria, frase callejera, acorde musical, habla «impura», mixtura, para que escribamos el poema, para que seamos el poema.
[AQR]: ¿Cómo llegas a la poesía en prosa, con personajes, diálogos y muchísima ironía? ¿Te interesan los cruces y mezclas de géneros literarios en tu escritura?
[DC]: Sí. Claro, me interesan los cruces y las cruzas, las mutaciones. Me interesan las cebras, los centauros, los animales que se resisten a los géneros. Ahora, dentro de esas otras formas de expansión del poema, me interesan la pintura y el poema en prosa. Como también la escritura de pequeñas piezas de teatro. Ahora el poema, en prosa, al que muchas veces se le considera como «el poema, de la modernidad»: Baudelaire escribió en prosa, Rimbaud también… Pero el poema en prosa en antiguo, como antigua y fundacional también es la mezcla, la hibridez. Baste, recordar a los espléndidos latinos y a su sátira (satura), plato votivo, apetitoso, literario, que mezclaba, y la poesía en prosa de las latinos y la carta literaria, como género poético, que anticipa a los Recados de Gabriela Mistral. Y los poemas en prosa, espléndidos, de Blanca Varela y Pizarnik. Entonces me interesa eso, la simultaneidad de tiempos, la simultaneidad de formas del poema, que es un organismo vivo.
[AQR]: ¿Cuál crees que es el futuro de la poesía en estos tiempos donde se leen y auto publican toda clase de poetas y poemas en las redes sociales; da lo mismo un meme, un twit o una fotografía con cualquier cosa que se parezca dizque a un verso? ¿Parecería que todo vale en los muros de facebook o en la inmediatez del trino del twitter?
[DC]: El futuro de la especie humana me preocupa. No sé cuál sea el futuro ni si haya alguno, pero creo que la poesía, estará vinculada a la dura supervivencia humana. Forma de expresión, forma de conocimiento, forma de dejar huella. Forma de acercarnos y explicarnos los unos a los otros. Deseo, Memoria, expresión a todas las formas del pensamiento. El mundo, como lo conocimos, está desapareciendo. La peste, los virus, son expresión de una peste moral, de un agotamiento de modelos de «civilización», global, que ha priorizado lo material, lo económico, por sobre la vida humana. El virus, la peste, nos revela nuestro egoísmo, nuestra ceguera, una dictadura, global, mundial que hicieron que nos separáramos de un Todo, de un cuerpo mayor, común, al que pertenecemos. Desmemoriados de los ancestros, despreciativos de las formas de vida respetuosas con el medio ambiente, con todos los seres de la tierra, seres huecos en ciudades, de hormigón que, se creían infalibles, seres volcados a la carrera de sobrevivir y no de vivir, explotados, expoliados por sistemas inescrupulosos. Un mundo que cantó y celebró y se vendió al Moloch del dinero, un mundo sin espíritu. Un mundo que olvidó los oficios, las vocaciones, que las despreció y las sacrificó por una economía pragmática, un tiempo que, como Cronos, se comió a sus hijos. Sociedades que, se sentían tan seguras con sus fronteras, sus cercos, sus cámaras de vigilancia, sus botones de pánico y un virus aletea en China y todo se desploma con el efecto mariposa. La ceguera sirvió siempre para, paradójicamente, poder ver todo aquello que se había ignorado, para iniciar un camino hacia dentro, de videncia. Ojalá cuando esto pase, sean otras las formas de vida, más sencillas, más humanas, no olvidemos el auto cuidado y el cuidado de todos, no olvidemos nuestra fragilidad y no volvamos a sentir la sensación de alivio de, ah, ya todo pasó, sobreviví y vuelvo a mi vida otra vez a comprar el último Iphone, la última camisa producida por esclavos chinos, ojalá no se me olvide lo que está pasando en lugares distantes: guerras, masacres, hambrunas y las consuma, sí, literalmente las consuma como noticias con el desayuno. Y lo que está pasando aquí. Estos son tiempos, siento, que nos exigen sacar lo humano por sobre la supervivencia animal, depredadora. La gente está muriendo como moscas, en todas partes del mundo, los más viejos, los más pobres, los más vulnerables. Viejos que se están despidiendo de sus hijos por tabletas electrónicas, médicos que tienen que decidir que vidas se conservan y cuales se finiquitan. Gente que tiene que seguir trabajando a diario, en condiciones infrahumanas.
Hay hambre, hay represión, hay enfermedad y hay comida y dinero suficiente, en manos de unos pocos, para saciar esa hambre y hacer esas vidas un poco más confortables, debe mediar la justicia.
No, no todo vale. La poesía no es un lucimiento personal, un pavoneo. Si me preguntas por los medios, creo que no son ellos en sí mismos sino lo que puede hacerse con ellos, con un sentido humano, solidario. El grabado no mató a la pintura, la televisión al cine, el e-book al libro impreso. Nos matamos nosotros y el uso que les damos a las cosas. Y ojala la poesía sea el reencuentro de lo humano, el diálogo que nos religue como especie. Un espacio donde caerse, levantarse, poner un hombro y echarse a andar.
*(La Habana-Cuba, 1967). Poeta, narradora, ensayista, filóloga, editora y pintora. Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana (Cuba) y magíster por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (Santiago de Chile). Reside hace treinta años en Chile. Se desempeña como profesora en la Universidad Finis Terrae (Chile) y realiza talleres de creación literaria. Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile y de la Sociedad de Estudios Clásicos de Chile. Ha obtenido el Premio El Joven Poeta (Cuba, 1987), el Premio Unión de Escritores y Artistas de Cuba (1989), el Premio Revolución y Cultura (Cuba, 1994), el Premio de poesía de la Revista Libros de El Mercurio (Chile, 1999), Beca Simon Guggenheim (poesía, 2011), el Premio Altazor a las Artes (poesía, 2014), el Premio de la Crítica a la mejor obra publicada en Cuba (2018) y el Premio de la Fundación Pablo Neruda (Chile, 2019). Ha publicado en poesía Sílabas. Ecce Homo; El remoto país imposible; Duro de roer; Los amores del mal; Parloteo de Sombra; Las pulsaciones de la derrota; Mi cabeza está en otra parte; El tiempo del Manzano, entre otros.