“Cuando llegan los tiempos de arriesgarlo todo, la poesía sabe bien por dónde golpear”. Entrevista a Guillermo Valdizán

 

Por Bruno Pólack

Crédito de la foto (izq.) Ed. Vallejo & Co. /

(der.) ©Mario Colán

 

 

“Cuando llegan los tiempos de arriesgarlo todo, la poesía sabe bien por dónde golpear”.

Entrevista a Guillermo Valdizán

 

 

Bruno Pólack [BP]: Guillermo, empezaré diciendo que para mí uno de los aciertos de este nuevo libro es la ruptura del lenguaje, la búsqueda que emprendes de lo lúdico, que incluye hasta el propio título: Lapo Tencia

Guillermo Valdizán [GV]: Las crisis de la pandemia y del sueño neoliberal, unidas a las movilizaciones de noviembre y diciembre de 2020, han sido conmociones que han atravesado este poemario. Lo escribí casi en paralelo a ello. Por eso el nombre alude a la potencia de existir, ferviente y caótica, que se propaga entre cuerpos reunidos, pero también señala el conflicto de afirmar esa potencia más allá de la catarsis. Es como si se hubiera roto una inmensa tubería en el desierto y no tuvieras un recipiente para conservar el agua.

Y como toda reflexión de buen plazo siempre se vuelve rezo, refrán, chiste o poema; decidí utilizar el humor para desacralizar esa paradoja, haciendo de “la potencia”, un quiebre, un “lapo”. De ahí que el título da testimonio de un poder en ruptura y, a la vez, de una voluntad de reconstruir un sentido. Lejos de tematizar la crisis, he querido hablar desde la crisis, con sus propias formas. Las palabras rotas y las oraciones inconclusas me sirvieron para tal fin.

 

 

[BP]: ¿Cuántos lapos crees que necesitamos para salir de este sueño neoliberal, de esta crisis? A propósito, ¿crees que hay una crisis también en la poesía?

[GV]: Hemos vivido en carne propia la experiencia de la muerte, básicamente somos sobrevivientes en un país que ha tenido tales niveles de mortalidad. Sin embargo, esa experiencia requiere suturar y, para ello, son esenciales tanto la poesía como la política. Y este 2021 ha sido un año fértil en ambos casos. No porque hayamos llegado a un terreno de calma sino, por el contrario, porque en pleno sismo estamos afirmando la necesidad de inventar nuevos sentidos en el lenguaje, en la vida. Cuando llegan los tiempos de arriesgarlo todo, la poesía sabe bien por dónde golpear.

 

El poeta Guillermo Valdizán

 

[BP]: En Lapo Tencia hay, además, un conocimiento real de la ciudad, de lo difícil de la calle, de los trabajos precarios; todo esto expresado con cierta voz irónica…

[GV]: El poemario lo hice en pleno desempleo, ¡de qué otra forma pudo salir! Pero como me dijo mi amigo Coco Polar (que, dicho sea de paso, hizo el diseño de la portada): “en el Perú hay harta chamba… pero no pagada”. Experimentar la incertidumbre en carne propia te da otras visiones que pueden llevarte a buscar el consuelo de una totalidad, muchas veces religiosa, o a la licencia del cinismo evasivo. Una tercera alternativa es el riesgo de la invención.

Por otro lado, ciertamente Lapo Tencia es inquilina precaria de la urbe, de Lima en particular. El trasfondo de los poemas son calles, hoteles, parques, instituciones públicas, pero también iglesias, huacas, cerros y lugares de peregrinaje. Desde la ironía busqué armarle un clima de misticismo callejero sin olor a incienso. Esos terrenos y ese clima se articulan a situaciones urbanas de devoción y conflicto, a ciertas violencias y derivas.

 

 

[BP]: Es cierto, se observa en el discurrir de los poemas un conocimiento de Lima, de las calles, de nuestra idiosincrasia. ¿Cuánto crees que esta ciudad es el personaje de este libro?

[GV]: En el transcurso del poemario el punto de enunciación del autor sufre variadas mutaciones, pero casi siempre las sufre en una Lima de tensiones. La hostil precariedad de esta ciudad permite fijar en tiempo presente las situaciones de los poemas, decantando “en bares hoteles y otros cobijos sagrados/ de barata recompensa”. Por ejemplo: el Hotel Yuri Gagarin de El Agustino, el Ministerio del Interior o una “crucifixión con vista al mar”. Más que un personaje, Lima aparece en el poemario como unidad de equivalencias entre esas situaciones y vivencias.

 

 

[BP]: Es curioso porque en este último año se han escrito varios poemarios, estudios y novelas con Lima como protagonista, ¿qué crees que nos une o nos identifica con una ciudad tan hostil, intensa, complicada?

[GV]: Justamente eso, su intensidad. Lima es una droga dura. Aunque, en medio de su hostilidad también hay complicidades que sirven de centros de rehabilitación.

 

 

[BP]: Hay, además de la ironía, una impronta religiosa, como una queja velada a cierta divinidad en diversos poemas del libro…

[GV]: Existen interpelaciones a lo divino, pero no necesariamente en clave anticlerical ni quejosa. Además de una afición personal por la imaginería religiosa, la aparición de Dios, la Virgen y Jesús, sin aureolas y con exabruptos, quiere mostrar la búsqueda desesperada de una trascendencia imposible. Esa misma búsqueda de José María Arguedas en su novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, que se encarna en el Loco Moncada (que tiene una presencia musical en mi poemario) y en Chimbote. De ahí la cita inicial de Arguedas: “voy a comerme la calavera”, voy a sustentar la vida con la muerte, que es otro principio diferente a la secuencia teleológica. Después de la letalidad de la pandemia, todo signo divino deviene profano, sin última instancia, casi por instinto de supervivencia espiritual. Entonces, en el libro la relación con lo divino no es iconoclasia, se parece más a un cuaderno de oraciones con la portada correcta pero que en su interior contiene chistes rojos.

 

 

[BP]: Guillermo, eres además militante de un partido político, ¿cómo crees que esto enriquece, sensibiliza o direcciona tu punto de vista al momento de afrontar la poesía?

[GV]: Desde Nicanor Parra que la poesía bajó de los cielos. Y yo me niego a contradecirlo. Por lo demás ya Emilio Adolfo Westphalen había escrito una respuesta a la que me adhiero: “En la poesía, en la revolución y en el amor veo actuantes los mismos imperativos esenciales: la falta de resignación, la esperanza a pesar de toda previsión razonable contraria”. A ello solo agregaría que la política también opera en un sentido mítico y que, según la opción política que asumas (en mi caso, a la izquierda) es una forma de “vivir peligrosamente”, como decía Mariátegui. De ahí que entiendo a la poesía y la política como dos plantas muy distintas, pero salidas del mismo huerto de las pasiones humanas.

 

 

[BP]: Un acierto del libro son las fotografías urbanas de Carlos Troncoso Matto…

[GV]: Pocas personas tienen la agudeza e ironía que tiene Carlos Troncoso para captar poesía visual en sus derivas por la ciudad, capacidad que ya ha probado en sus publicaciones llamadas Turismo de aventura. El parentesco con el espíritu del poemario fue inmediato, al igual que se aceptación a participar con 5 fotografías que aparecen en la segunda parte del libro. Nuevamente, todas esas imágenes se orientan a esa búsqueda desesperada de una trascendencia imposible, desde la mirada de un transeúnte que camina mirando el cielo.

 

 

[BP]: Lapo Tencia no es tu primer libro, en el 2018 publicaste Plazos traicioneros, pero sí podemos hablar de un ingreso a publicar poesía pasados los trentaitantos…

[GV]: Si bien he escrito poesía desde la adolescencia, recién ahora he sentido la necesidad de publicar. Mi primer libro, Plazos Traicioneros, fue una edición personal en formato de caja de cartón y hojas sueltas, más cercano al fanzine. Anteriormente mi acercamiento con la poesía ha sido a través de las artes visuales y de proyectos culturales comunitarios en diversos barrios populares de Lima y otros lugares del Perú.

 

 

[BP]: ¿Qué tanto sientes que ha sumado a tu voz poética el ser artista plástico y sociólogo?

[GV]: Siempre he pensado que las artes y la sociología se emparentan porque son campos de exploración muy abiertos que suelen atraer a exploradores que se intranquilizan con las disciplinas y especializaciones. Dicho esto, no tengo claro lo que han sumado ambos campos en mi chamba poética, pero podría dar intuiciones. Desde la plástica, cierta artesanía en la forma de sintetizar imágenes, que es el rastro que queda impreso en el papel, pero ello proviene de otros hábitos visuales como la contemplación de larga duración de formas y situaciones en espacios cotidianos y el correspondiente acceso pareidólico ante ello. De la sociología, posiblemente el ejercicio de sintetizar ideas a nivel conceptual y jugar a mezclarlas hasta que se abran nuevas rutas de entendimiento, pero también una actitud agonal (Bourdieu decía que la sociología es un deporte de combate). En resumen, una amplitud de ángulos para abordar ciertos temas y, por otro lado, hábitos de contemplación, mezcla y construcción de sentido.

 

El poeta Guillermo Valdizán

 

[BP]: ¿El lenguaje, la poesía, son (a su manera) también un campo de combate?

[GV]: Sí, seguramente por eso en el 2020 reapareció Vallejo, citado en banderolas y afiches en las protestas y en discursos presidenciales. Pero lo curioso de la poesía como combate es que gana cuando pierde. Si la chamba de la poesía es ser el acceso a un sentido, como decía Jean-Luc Nancy, entonces tienes que estar dispuesto a perder, a ceder, a negarte si es que quieres acceder a un sentido otro. Incluso cuando la poesía gana se enfrenta con el grave problema de evitar su canonización, su semejanza ante el espejo.

 

 

[BP]: Me curiosidad saber, Guillermo, cuáles son tus referentes poéticos…

[GV]: Como vengo de las artes visuales, mis referentes más sólidos provienen de allá. Tengo un interés constante por el humor visual de la calle (en carteles, murales, impresiones, etc.) y por la estética contradictoria de la cumbia, así como la imaginería religiosa popular. Por otro lado, los trabajos artísticos de Miguel Cordero y Juan Javier Salazar son una fuente vital. Ya en el plano de la poesía escrita, siento afinidad con la obra de María Auxiliadora Álvarez y Antonio Porchia, pero también por James Tate; de Perú la lista es larga, definitivamente contiene a Hora Zero y Kloakla. La obra filosófica de Baruch Spinoza y León Rozitchner también ha sido claves para este libro.

 

 

[BP]: ¿Y qué otros proyectos poéticos o artísticos tienes en mente?

[GV]: Una cola de Lapo Tencia, es un conjunto de poemas sueltos sobre la agudización de las contradicciones de nuestra época, entre el ascenso del fascismo y los muchos experimentos de solidaridad que se están gestando. Como parte de esos experimentos, estoy participando en la exposición fotográfica “El Agustino: Medio Siglo de Historia”, que da un poderoso testimonio histórico de la creación y florecimiento de nuestros barrios y que andamos moviendo por mercados y parques del distrito en estos meses. Este proyecto es encabecillado por Rosa Villafuerte y participamos junto a Ale Sotelo, Diana Fuentes y Giovana García.

 

 

 

 

 

*(Perú). Poeta. Artista visual por la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú y sociólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), con estudios de maestría en Antropología Visual por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Gestante cultural, militante del Movimiento Nuevo Perú y del Movimiento de Cultura Viva Comunitaria, miembro de la iniciativa ciudadana “Más Cultura Más Perú”. Ha publicado en poesía Plazos Traicioneros (2018) y Lapo Tencia (2021).

 

 

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