Por Chantal Castelli*
Traducción por la autora
Curador de la muestra Fabrício Marques
Crédito de la foto la autora
Comprender la claridad.
13 poemas de Chantal Castelli
Bloodlands
Un hombre es capaz de saber
y aun así arrodillarse
sin desesperación
y pronunciar palabras ensayadas,
según muestran los vídeos.
Un animal no debe
saber, estropea la carne,
por eso sacrificamos uno
cada vez, por detrás,
en silencio.
Tal como los otros en la casa, tú también
sabías: “mañana seremos asesinados con
nuestras familias”. Sin embargo, no cerraste los
ojos, no participaste de la orgía.
Te agachaste para recoger las migas
con miedo de perder la última comida,
avergonzada.
“El análisis termina cuando
estamos en paz
con la idea de la muerte”,
ella dijo, mirando
como quien busca aprobación
o ve una revista pornográfica.
Cría cuervos
El poeta serbio, en su lucidez histérica, no menos distorsionada que el sueño, se dedicó a pensar en los problemas de
alguien que necesita crucificarse a sí mismo.
En el país sitiado de la infancia, la mano tapaba los ojos del hijo al caminar entre los ahorcados – quizá esté ahí el
origen de su esfuerzo.
Nosotros, por otra parte, nunca vimos nada parecido, nada salvo las obscenidades propiamente domésticas – la
madre verificando el sexo de sus hijos, compartiendo amigos; los certificados, también en rebeldía, abriéndose; los
cerditos cebados sin fin, porque no se puede controlar la genética, el destino.
Lo que hoy poco a poco nos ciega lo hace desde dentro, del mismo foso dónde cultivamos, quietos, la materia
orgánica de mierda e insectos, trabajo doméstico, linchamientos y partos equivocados, sífilis y diezmo.
Lo que cavó sin alarde finalmente irrumpe, atravesando el globo.
En Birmania
Dicen que se debe imaginar
una barra
de oreja a oreja
y apuntar justo en el medio.
De lo contrario
es difícil abatirlo
y el cuerpo inmenso
ya impracticable, pero barritando
acumula mil años por el error.
Una hora después
desnudo hasta los huesos
él publica todavía
nuestra vergüenza
dondequiera que volvamos
preguntando
“¿por casualidad has encontrado un mapa?”
En el lago
No fue fácil elegir lo mejor entre los chicos.
Yo tuve que recordarles la vaca que vimos atascada
en el campo, el empeño involuntario del cuerpazo,
los espasmos inútiles para salir de la ciénaga.
Sórdida como la visión de un niño que se ahoga
y pide ayuda.
Yo lo dije para que todos comprendieran la claridad
de esta voluntad:
él es flaco y fuerte suficiente
para dejarse sorber
por este verde turbio;
sabrá irse y no volver,
tal como una vaca paciente
y sin memoria.
En el sueño
El cuello cortado
abierto como una fruta
roja, rosada.
La cabeza pende de un hilo.
La cabeza floja, suelta.
No puedo lavar el pelo
antes del corte
porque me arriesgo a perderla
en el intervalo entre la pileta y
la silla;
como el diente postizo
como el recién nacido.
En presencia de alguien
También ella intentó suicidarse a los ocho
encendiendo el lavarropas
como toda niña después
de mirarse en el espejo
y verse a sí misma
mirándose en el espejo.
Ella continuaría probando
maneras estúpidas
de hacer lo mismo
año tras año:
masticando vidrio
cortando la piel
inmóvil por mucho tiempo, días enteros.
Nada parecido
con la claridad del niño corriendo
directo, más allá de la ventana.
Cincuenta y tres pisos
cuarenta y nueve pisos
en esta misma ciudad.
Intervalo
Yo también estuve en esta calle
buscando un mapa
derramando sopa en las manos
molestando a los otros con preguntas estúpidas.
Esta vez, un hombre se acercará
preguntando alto:
alguien ha visto lo que pasó?
Tu apretaste la cabeza
contra los muslos de tu madre
y aun así pudiste ver la calma
con la que entró en los rieles
y se acostó.
Ahora, eres obligada a deponer:
no hay nada detrás de la cortina
del mundo fenomenal,
este espanto de árboles saltando
del paisaje para
la consistencia firme del aire.
La mujer insecto
La mujer insecto
vive en la basura
acumula trastos.
Así se llama
porque tenemos asco
aunque no nos haga daño.
La mujer insecto
no sabe que una casa
así como una ciudad
debería existir con el fin
de amenizar la aflicción.
La mujer insecto
se alberga en la casa de los padres
fallecidos
y en ella esconde
los hijos
uno en cada muro.
Nena bomba
“La agarras firme en la axila, pero sin hacer presión”,
me lo han enseñado, “como si fuera un huevo”.
Nadie espera que una chica camine por ahí
con una bomba bajo el brazo.
Nadie se da cuenta de su aflicción.
Aunque se pare en medio de la plaza
se agache en el piso de la feria
aunque deambulando de manera
sospechosa.
Nadie imagina lo que puede
una ráfaga de viento contra
la gravedad.
Detendría una gimnasta en plena
caída, largos segundos
oscilando entre el hondo de la piscina
y el alto del trampolín.
(En ese momento todos la mirarían
bocas abiertas, pensamiento alerta
en la inminencia del fin)
Nadie entiende qué significa eso
– morirse sabiendo que se muere, “demasiado cerca,
estás demasiado cerca!”; la autonomía
de cada parte del cuerpo en
ruinas, en cámara lenta.
“Lo más rápido que pudieres”, me han enseñado
esa forma
de misericordia
“para que los inocentes
no tengan tiempo”.
Refugio
La noche anterior a la travesía, ella soñó con
diversas formas de aflicción odontológica.
Un puente móvil, de lado a lado.
Un puente blanco reluciente; un puente de
vidrio verde, botella de refresco de limón.
El puente se cae, entonces sabe que le quedan
pocos dientes. Boca de vieja, boca de beba.
La encía lisa bajo la lengua. El horror.
El vidrio se rompe, miles de trocitos
que escupe poco a poco, cuidando
de no cortarse, de no tragar.
Son miles de trocitos y no paran de salir
(hay que aprender a mascar vidrio). El horror.
El hábito.
Cuando vuelve a poner el puente blanco reluciente,
los incisivos crecen hacia atrás, se arrastran
por el cielo de la boca y la ahogan.
Mejor tener la encía libre, difícil es
solo pronunciar palabras que piden
una otra lengua entre los dientes.
Ritual
Porque la placenta es un duplo de lo que viene de nacer; ella muere
para que viva él. Es como enterrar un cadáver –
no se tira un cadáver a la basura,
no se envuelve en una bolsa negra,
no se hunde, no se quema
entre ruedas, no se pasa por los
engranajes de la fábrica, no
se tira de la aeronave en pleno
vuelo a la llanura de polvo y piedras
donde, en el mismo cuchillito que la mano huesuda
y manchada empuña, escarba, hinca, se funden
el polvo de los huesos y de las estrellas, tras los suyos
sangre de mi sangre
carne de mi carne
es necesario que una muera para que
el otro nazca,
no se desecha
así, en el contenedor hospitalario,
sin meter en el meollo del órgano provisorio
la semilla de algún árbol significativo,
de los que se cultiva entre pares, entre rimas,
“decí una palabra, solo una,
que exprese lo que sentís ahora”.
Tareas
Abrir una puerta es como morder una fruta, calzar zapatos, hacer señas al autobús.
Todavía, para aprender a tocar un instrumento u operar un corazón, es necesario enseñar nuevos gestos al cuerpo.
Así que el maestro de piano aparecerá para avisar que la colcha está llena de ácaros visibles al ojo desnudo
(aprender a verlos)
Aunque no podemos olvidar como se anda en bicicleta o patines, es necesario entender que no solamente en las
caídas se nos rompen los dientes, pero eso también de cuando los tocamos torpemente y se caen donde sea
(aprender a recogerlos)
Cuando el personaje empieza a atragantarse, escupiendo sangre, eso también es ejercicio:
algo quiere salir
hay ternura y asombro
pero, como en un parto, no se puede ensayar
solo un simulacro
(aprender, en el instante mismo en el que piden pasaje, a escupir los trozos)
Regurgitar es otra tarea:
expulsar parientes, poco a poco,
cuidando para no ahogar, atragantándose a veces, muriendo
a intervalos, hasta completarla
como quienes hincan un tridente
entre relaves
y animales marinos.
Una geometría
El problema es entender como el espacio
dejó de ser un escenario vacío para
la ocurrencia de fenómenos
para tornarse protagonista
de la vida del mundo.
Eso queda claro cuando vemos
los niños jugando en el muelle
inclinados sobre el agua
a punto de sumir
en un hueco, enganchados
en la hélice de un barco.
O el explorador derrotado
que atraviesa desnudo y sin control
de los intestinos
la soledad brutal de la sabana.
También nosotros, cuando decimos
“no nos gusta la dirección
pero la casa nos sirve bien”
ya estamos en la obligación
de tomar tantas providencias y casi
completamente olvidados
que somos nosotros
los que la servimos:
en la tarea de emparedar
vivos los hijos
para el gozo de excavar, inmóviles,
lo que nos aplasta y justifica.
En este punto empieza
la materia en cuestión.
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(poemas en su idioma original, portugués)
Compreender a clareza.
13 poemas do Chantal Castelli
Bloodlands
Um homem é capaz de saber
e ainda assim ajoelhar-se
sem desespero
e pronunciar palavras ensaiadas,
conforme mostram os vídeos.
Um animal não deve
saber, estraga a carne,
por isso sacrificamos um
de cada vez, por trás,
em silêncio.
Como os outros na casa, você também
sabia: “amanhã seremos mortos com
nossas famílias”. Mas não fechou os
olhos, não participou da orgia.
Abaixou-se para recolher as migalhas
com medo de perder a última refeição,
constrangida.
“A análise termina quando
estamos em paz
com a ideia da morte”,
ela disse, olhando
como quem busca aprovação
ou vê uma revista pornográfica.
Cria cuervos
O poeta sérvio, em sua lucidez histérica, não menos distorcida que o sonho, dedicou-se a pensar os problemas de
alguém que precisa crucificar a si mesmo.
No país sitiado da infância, a mão tapava os olhos do filho ao caminharem entre enforcados – talvez aí a origem
desse esforço.
Nós, por outro lado, nunca vimos algo parecido, nada além das obscenidades propriamente domésticas – a mãe
verificando o sexo dos filhos, compartilhando amigos; as certidões, também à revelia, se abrindo; leitõezinhos
cevados sem fim, porque não se pode controlar a genética, o destino.
O que hoje aos poucos nos cega o faz desde dentro, do mesmo fosso onde cultivamos, quietos, a matéria orgânica de
bosta e insetos, trabalho doméstico, linchamentos e partos errados, sífilis e dízimo.
O que cavou sem alarde finalmente irrompe, vazando o globo.
Na Birmânia
Dizem que se deve imaginar
uma barra
de orelha a orelha
e mirá-la bem no meio.
Caso contrário
é difícil abatê-lo
e o corpo imenso
já impraticável, mas barrindo
acumula mil anos pelo erro.
Uma hora depois
pelado até os ossos
ele ainda publica
nossa vergonha
aonde quer que voltemos
perguntando
“você por acaso achou um mapa?”
No lago
Não foi fácil escolher o melhor entre os meninos.
Tive de lembrar-lhes a vaca que vimos atolada
no campo, o empenho involuntário do corpanzil,
os espasmos inúteis para sair do brejo.
Sórdida como a visão de um menino que se afoga
e pede socorro.
Disse isso para que todos entendessem a clareza
dessa vontade:
ele é magro e forte o bastante
para deixar-se sugar
por esse verde turvo;
saberá ir e não voltar,
como uma vaca paciente
sem memória.
No sonho
O pescoço cortado
aberto como uma fruta
vermelha, rosada.
A cabeça por um fio.
A cabeça bamba, solta.
Não posso lavar o cabelo
antes do corte
porque arrisco perdê-la
no intervalo entre a pia e
a cadeira;
como o dente postiço
como o recém-nascido.
Na presença de alguém
Ela também tentou suicídio aos oito
ligando a máquina de lavar
como toda criança depois
de se olhar no espelho
e ver a si mesma
olhando-se no espelho.
Ela continuaria provando
maneiras estúpidas
de fazer o mesmo
anos a fio:
mastigando vidro
cortando a pele
imóvel por muito tempo, dias inteiros.
Nada parecido
com a clareza do menino correndo
direto, janela afora.
Cinquenta e três andares
quarenta e nove andares
nesta mesma cidade.
Intervalo
Eu também estive nesta rua
procurando um mapa
derramando sopa nas mãos
incomodando os outros com perguntas estúpidas
Desta vez, um homem se aproximará
perguntando alto:
alguém viu o que aconteceu?
Você espremeu a cabeça
entre as coxas de sua mãe
e ainda assim pôde ver a calma
com que entrou nos trilhos
e se deitou.
Agora, é obrigada a depor:
não há nada atrás da cortina
do mundo fenomenal,
este espanto de árvores saltando
da paisagem para
a consistência firme do ar.
A mulher-inseto
A mulher-inseto
vive no lixo
acumula cacarecos.
Chama-se assim
porque temos nojo
embora não nos faça mal.
A mulher-inseto
não sabe que uma casa
assim como uma cidade
deveria existir de modo
a amenizar a aflição.
A mulher-inseto
abriga-se na casa dos pais
falecidos
e nela esconde
os filhos
um em cada parede.
Garota-bomba
“Segure-a firme na axila, mas sem fazer pressão”,
me ensinaram, “como se fosse um ovo”.
Ninguém espera que uma menina ande por aí
com uma bomba embaixo do braço.
Ninguém percebe sua aflição.
Mesmo que se poste no meio da praça
que se agache no chão da feira
mesmo perambulando de forma
suspeita.
Ninguém imagina o que pode
uma rajada de vento contra
a gravidade.
Deteria uma ginasta em plena
queda, longos segundos
oscilando entre o fundo da piscina
e o alto do trampolim.
(Nesse momento todos a olhariam
bocas abertas, pensamento alerta
na iminência do fim)
Ninguém entende o que isso significa
– morrer sabendo que se morre, “perto demais,
você está perto demais!”; a autonomia
de cada parte do corpo em
ruínas, em câmara lenta.
“O mais rápido que puder”, me ensinaram
essa forma
de misericórdia
“para que os inocentes
não tenham tempo”.
Refúgio
Na noite anterior à travessia, ela sonhou com diversas formas de aflição odontológica.
Uma ponte móvel, de canino a canino. Uma ponte branca reluzente; uma ponte de vidro verde, garrafa de soda
limonada.
A ponte cai, então sabe que poucos dentes restaram. Boca de velha, boca de bebê. A gengiva lisa sob a língua. O
horror.
O vidro quebra, são milhares de caquinhos que vai cuspindo aos poucos, cuidando para não se cortar, para não
engolir. São milhares de caquinhos e não param de sair (deve aprender a mascar vidro). O horror.
O costume.
Ao recolocar a ponte branca-reluzente, os incisivos crescem para trás, arrastam-se pelo céu da boca e a sufocam.
Melhor ter a gengiva livre, difícil será apenas pronunciar palavras que pedem uma outra língua entre os dentes.
Ritual
Porque a placenta é um duplo do que acaba de nascer; ela morre
para que ele viva. É como enterrar um cadáver –
não se joga um cadáver no lixo,
não se embrulha num saco preto,
não se afunda, não se queima
entre pneus, não se passa nas
engrenagens da fábrica, não
se joga da aeronave em pleno
voo sobre a planície de pó e
pedras onde, na mesma faquinha que a mão ossuda
e manchada empunha, cavouca, cutuca, fundem-se
a poeira de ossos e a de estrelas, em busca dos seus
sangue do meu sangue
carne da minha carne
é preciso que uma morra para que
outro nasça,
não se descarta
assim, na caçamba hospitalar,
sem enfiar no miolo do órgão provisório
a semente de alguma árvore significativa,
dessas que se cultiva entre pares, entre rimas,
“diga uma palavra, uma só,
que expresse o que você sente agora”.
Tarefas
Abrir uma porta é como morder uma fruta, calçar sapatos, dar sinal para que o ônibus pare.
Para aprender a tocar um instrumento ou operar um coração, porém, é preciso ensinar novos gestos ao corpo.
Assim, o professor de piano aparecerá para avisar que as cobertas estão cheias de ácaros visíveis a olho nu
(aprender a vê-los).
Embora a gente nunca esqueça como andar de bicicleta ou de patins, é preciso entender que nem só os tombos
quebram dentes, mas também isso de quando os tocamos sem jeito e caem onde quer que seja
(aprender a recolhê-los)
Quando a personagem começa a engasgar, cuspindo sangue, isso também é exercício:
algo quer sair
há ternura e espanto
mas, como num parto, não se pode ensaiar
apenas um simulacro
(aprender, no instante mesmo em que pedem passagem, a cuspir os cacos)
Regurgitar é outra tarefa:
expelir parentes, aos poucos,
cuidando para não sufocar, engasgando às vezes, morrendo
a intervalos, até completá-la
como quem finca um tridente
entre rejeitos
e animais marinhos.
Uma geometria
O problema é entender como o espaço
deixou de ser um palco vazio para
a ocorrência de fenômenos
para se tornar protagonista
da vida do mundo.
Fica claro quando vemos
as crianças brincando no cais
curvadas sobre a água
prestes a sumir
num vão, enganchadas
na hélice de um barco.
Ou o explorador derrotado
que atravessa nu e sem controle
dos intestinos
a solidão brutal da savana.
Também quando dizemos
“não gostamos do endereço
mas a casa nos serve bem”
já nos encontramos obrigados
a tantas providências e quase
completamente esquecidos
de que somos nós
que a servimos:
na tarefa de emparedar
vivos os filhos
para o gozo de escavar, imóveis,
o que nos esmaga e justifica.
Neste ponto principia
a matéria em questão.
*(São Paulo-Brasil, 1975). Poeta, escritora, traductora y profesora. Doctora en Teoría literaria y Literatura comparada por la Universidad de São Paulo (Brasil). Publicó en poesía Memória Prévia (2000), Os cães de que desistimos (2016) y la plaqueta Outra língua entre os dentes (2019).
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*(São Paulo-Brasil, 1975). Poeta, escritora, tradutora e professora Doutora em Teoria literária e Literatura comparada pela USP (Brasil). É autora de Memória Prévia (2000), Os cães de que desistimos (2016) e a plaquete Outra língua entre os dentes (2019).