Esta nota fue publicada originalmente por su autor en la ciudad capital de México, en 1940. La misma ha sido compartida y traducida por el poeta Reynaldo Jiménez, a quien le agradecemos su difusión.
Por: César Moro*
Traducción y rescate: Reynaldo Jiménez
Crédito de la foto: Wikipedia
¿Cómo hacer un poema?,
por César Moro
Y por lo tanto el conocimiento que yo tenía de la situación
me permite afirmar que el deseo de cometer esta locura
no persistió menos en su casa.
Sigmund Freud
De entrada abro al azar un libro cualquiera, del tipo de la Introducción al Psicoanálisis; un diario; o miro un fragmento de papel impreso, un programa de cine, el texto más idiota o anodino. Se trata de “forzar la inspiración”. He hecho toda una serie de poemas a partir de un catálogo de plantas: variedades de ensaladas, flores delicadas, canteros, etc.
Luego hay que exprimirse literalmente el cerebro, balbucear, ponerse colorado, romper varias plumas, derramar la tinta. Trato de soltarme y de imaginarme la cabeza humeante del probable lector, amorfo, hipotético, de esta especie de sapo-escupidera, calculando su aturdimiento. Se hace poesía para fastidiar a la gente. Es un buen principio. Una vez en plena desesperación, absolutamente asqueados de todo, reunimos a duras penas algunas palabras; las escribimos en todos los sentidos; miramos por la ventana sin ocuparnos del paisaje, el cual no es inspirador; las ocupaciones más pueriles son admisibles: se puede ordenar estampillas, arreglarse las uñas, redactar una nota para la lavandera, etc. Vale escribir una carta con insultos. Hay que fumar al menos un atado de cigarrillos por poema. Cuando sientan que la cabeza les va a estallar, es el buen momento. El trabajo siempre se ve recompensado: algunas líneas afluyen. Así podrán hacer de dos a tres poemas por noche.
Si por descuido se desliza una línea susceptible de agradar, se impone la tachadura violenta e inmediata. Se debe hacer un poema de un tirón, como cuando nos liberamos de una camisa sucia o de un par de guantes demasiado ajustados.
Cultivando asiduamente este método, podrán estar seguros de alejarse de toda posibilidad honrada de vivir y caerán en un estado melancólico de primero o segundo orden, según sus capacidades. Se hace el vacío en uno mismo y alrededor de uno mismo. La gente tiene el olfato muy desarrollado y les perdonarán fácilmente una estafa —está dentro del orden— pero no una vida blanca entregada al placer fúnebre de ensamblar palabras que no expresen ninguna necesidad inmediata o digna de ser satisfecha. De tal modo que arruinarán su vida teniendo el único consuelo de no haber servido al entretenimiento de los idiotas y de los agrimensores de gusanos.