Por Macarena Urzúa Opazo
Crédito de la foto (izq.) Naranja Publicaciones /
(der.) el autor
Cómo hacer un libro sobre una canción:
borraduras del Rin del angelito de Violeta Parra,
por Pablo Fante*
Una cuidada caja similar al tamaño de un CD, unas palabras borradas con un relieve pintado en blanco (en acuarela), una contratapa con un dibujo de Alejandro «Mono» González (todo impreso en serigrafía), en que aparecen manos grandes y otras pequeñas intentando salir. Al abrir estas manos se encuentran cinco cuadernillos impresos en papel Vegetal Curious Clear (dice el colofón) y cosidos a mano. Cada uno está compuesto por textos y borraduras, en los que se lee a primera vista el siguiente orden (siguiendo la primera palabra que resalta en mayúscula): «voz-soplo-alma-entrañas-carne».
En los cuadernos, a través de las hojas transparentes leemos las principales palabras o términos fijados por el artista (y la tinta), que operan como síntesis e imágenes de una canción con sus estrofas. Quienes conocemos la canción de Violeta Parra que inspira este libro-objeto de poemas visuales, sabemos que tiene también cinco estrofas. Cada uno de los cuadernos presenta al final una de las estrofas borroneada, o más bien manipulada o intervenida ―como señala el mismo Fante en un video disponible en la página web de Naranja Publicaciones. Estas transparencias de los cuadernillos permiten entonces el diálogo entre las diversas capas. Así, cada texto está rodeado por cuatro palabras —o «coros», según señala el autor—, que acompañan cada etapa del viaje del angelito al dejar su alma y cuerpo, o el viaje del cuerpo abandonando el alma que queda en la voz, entrañas, carne o tierra. Digo esto porque creo que se nos propone leer cada una de estas etapas de la canción, el poema y el libro como un conjunto, pero también por separado. Este tipo de lectura es facilitada por la materialidad misma de la obra: hojas livianas y transparencias que superponen una lectura con otra —una palabra se mezcla con su predecesora y la que le sigue. Pienso que estas mismas calificaciones (liviandad y transparencia) son categorías propias también del viaje al que alude el «Rin del angelito» de Violeta Parra.
Paso a describir brevemente los términos que componen cada cuadernillo:
Cuaderno 1: voz—susurro
Cuaderno 2: soplo—fuego—soplo
Cuaderno 3: alma—sangre—agua
Cuaderno 4: el hijo de sus entrañas, palabras que van atravesadas por una onomatopeya con la que se llama al silencio: «sh, sh, sh»
Cuaderno 5: carne—barro—parto
Fante recrea, borra, interviene. Pero no solo eso: compone también otra canción, la de las palabras que quedan, los silencios que se hallan entrelazados en ese soplo voz, ese susurro, creando una partitura imaginaria no solo para ser interpretada, sino también mirada y tocada con las manos, repasada con los dedos, que se adhiriere a los materiales del canto, parafraseando también a Violeta.
Como indica la reseña del libro en el sitio de Naranja Publicaciones:
Esta versión gráfica del «Rin del angelito» se formuló como poema visual y libro de artista. Está compuesta por las estrofas sucesivas del poema intervenidas en capas transparentes y borraduras (digitales o con acuarela). A través de este blanco y la nada resalta el diálogo ascendente y descendente del cuerpo (tierra y carne) con la noción compleja del alma. La obra concluye con una poetización de la identidad del ser a través del lenguaje, que es soplo, voz, y al mismo tiempo aire vacío. Este diálogo es rodeado por un coro (esquinado) de silencios o elementos naturales que aparecen y se borran durante la lectura. Detrás de estas palabras cargadas se piensa en la elevación del alma tal como es descrita por Platón en Fedro.
Al elevarse, el alma se va despojando de aquello más terrenal: carne, barro, sangre, agua, hasta que solo queda el sonido de la voz o finalmente el susurro. Esta descomposición y despojo de las palabras originales del «Rin» son también otra composición y canción, a la que Fante le ha puesto música, y que se tradujo en una performance musical grabada con voz de Carlos Cociña, en el contexto de un homenaje a Violeta Parra en la Feria Internacional del Libro de Bogotá en 2017, junto a la Orquesta de Poetas: https://www.naranjapublicaciones.com/producto/rin-del-angelito-pablo-fante/ *Esta versión puede ser escuchada en la pestaña ‘Audio’
Reescritura y borradura del rin
Cómo hacer un libro de poesía visual sobre una canción que engloba tantas ideas, cosmovisiones, imágenes, preguntas e ideas sobre la vida, la muerte, el espíritu, la naturaleza, árboles y pájaros, que son parte de un alma que deja un cuerpo infantil y que vuela de flor en flor. Un rin que es un sonido casi natural, y que es también una onomatopeya y un término que da nombre a un ritmo musical.
El libro utiliza tanto lo transparente como el blanco sobre el blanco, y también la borradura. Sus costuras van abrazadas dentro del sobre-caja que lo contiene: así también el canto contiene las palabras unidas por una costura invisible —como la composición de Violeta Parra. Cada concepto (central en cada estrofa) es acompañado de un coro (dice Fante), y en cada coro están los distintos elementos, retazos y reverberaciones que se conjugan con la palabra presentada, que a la vez denota a aquellas que faltan, o más bien a aquella que se ha escogido para hablar y acompañar este viaje de la voz, cuerpo, alma y carne.
La borradura opera claramente como una estrategia creativa, que tiene ecos con muchas otras obras de arte y poéticas, como Rauschenberg borrando un dibujo de De Kooning, Juan Luis Martínez tachando su nombre y borrando (o más bien citando) extractos o fragmentos de otras obras. Como bien señala Felipe Cussen:
«en los últimos años, particularmente dentro del movimiento de la poesía conceptual, las borraduras (al igual que las tachaduras) se han convertido en técnicas habituales para esta forma de escritura apropiativa y selectiva («writing through»), en un acto que resulta a la vez destructivo y creativo (Kaplan, 2014)» («Borraduras digitales», Virtualis. Revista de cultura digital)[1].
En este caso, como sujeto de la acción, Fante ha escogido qué dejar, qué borrar, qué intervenir y qué dejarnos leer entre líneas; las que los lectores/observadores miramos con los versos en la cabeza, pero con la vista (o la imaginación) puesta en lo que no está. Hay que señalar, de todas maneras, que esta borradura textual es también tactil: hay una textura en la portada que es quizás una clave de la entrada al «Rin». Representa una costra blanca que advierte al lector sobre la intervención creativa y material que propone el resto del libro, en que una canción es transformada en un objeto visual y manipulable.
Por cierto, se puede postular que la canción de Violeta Parra (compuesta en 1966) es también una apropiación creativa. El «rin» es un género instrumental chilote que no se canta. Violeta lo conoció en un encuentro en Chiloé (según indica Juan Pablo González en «Lo popular, la música y sus tensiones»)[2]. Lo aprendió e hizo una canción en modo de rin: Violeta Parra se apropió de un ritmo y borró ciertas características, escribiendo sobre esta composición una letra que proviene de otra herencia chilena, el velorio de angelito, que está presente sobre todo en la zona rural del centro y sur del país. Cuando moría un niño, era vestido de angelito y se lo velaba por días, con cantores y cantoras especiales que, según la creencia, ayudaban al niño a ir al cielo y así elevar su alma. Parte fundamental de la vestimenta eran las alas, que se ataban a la espalda del niño. Se le ponía de pie sobre un altar y, se decía, no había que llorar durante el velatorio sino las alas del angelito se volvían pesadas y no podía volar. A quienes no han visto esta escena (quizás más conocida para los chilenos), recomiendo ver la película Largo viaje (1967) de Patricio Kaulen, donde el rito aparece interpretado por cantores reales de velorios de angelito —de hecho, en su performance la Orquesta de Poetas interviene fragmentos de esta cinta.
En el caso del libro-objeto Rin de angelito de Fante, la elevación del angelito se inicia a través del lenguaje. Al abrir la caja asoma un primer cuadernillo, en el que se transparenta: “Voz”. Es la puerta de entrada a esta alternancia de palabras, borraduras y silencios. Se trata en parte del viaje que emprende el cuerpo cuando deja la tierra, para seguir luego con la elevación del alma, pero es también un viaje del lenguaje desde la voz, pues se necesita una entonación particular de esta, una repetición, para ir elevando lo liviano hasta la ausencia de palabras. Así como el cuerpo contiene a esta alma y es despojado de ella, separado el uno del otro, el libro-caja contiene estos versos que también se van borrando y despojando de sus signos, componiéndose de aquello que se le ha quitado a aquel original. De este modo, la borradura, tacha, vaciamiento y juego entre esconder la palabra y dejar que el lector adivine (o no) aquello borrado (o tapado) de la lectura, hace aparecer una memoria espectral de los versos, una materia de canto, pero también de silencio.
Referencias
[1] CUSSEN, Felipe. Borraduras digitales. Virtualis, [S.l.], v. 9, n. 17, p. 55-82, oct. 2018. Disponible en: <https://www.revistavirtualis.mx/index.php/virtualis/article/view/274/272>.
[2] En: Violeta Parra. Después de vivir un siglo. Santiago: Edición especial Observatorio cultural, 2017. https://www.cultura.gob.cl/wpcontent/uploads/2017/08/violeta_parra_despues_de_vivir_un_siglo.pdf247-249.