Celebración de Edwin Madrid: A propósito de ¡Oh!, muerte de pequeños senos de oro

 

El poemario ¡Oh!, muerte de pequeños senos de oro (reed. 2021) puede descargarse de forma gratuita en las webs: www.edicionesdelalineaimaginaria.com y www.lacastalia.com.ve

 

 

Por Manuel Iris*

Crédito de la foto (izq.) ©Jorge Vinueza /

(der.) Eds. De la Línea Imaginaria –

Ed. La Castalia

 

 

Celebración de Edwin Madrid:

A propósito de la reedición de ¡Oh!, muerte de pequeños senos de oro

 

 

Antes de empezar a contarles mis opiniones sobre el primer libro de Edwin Madrid*, quiero y debo decirles que, desde que leí por primera vez diversas partes de su obra, me ha sorprendido lo distante y cercanos que somos Edwin y yo, como poetas. Los dos le hemos dado la espalda al tiempo, aunque de modos distintos: yo he sido viejo desde que nací, pero Edwin, que ahora cumple 60 años y que no parece tenerlos, es un joven contestatario, un destruidor del lirismo propio y ajeno, un poeta que se burla de las convenciones de todo tipo, y que luego vuelve a resurgir justamente en el centro de la esperanza. Es un eterno buscador de lo otro, un inventor de sí mismo.  En pocas palabras, Edwin Madrid es una idea, un personaje, una máscara inventada por su propia voz.

Pero es también —me consta— un tipo que ha estado en Cincinnati, en este frío y en estos lugares de jazz, disfrutando la vida y hablando siempre de —y desde— la literatura. Edwin Madrid, en todos esos momentos que yo he visto y leído, ha sido un escritor distinto al que aparece en ¡Oh! muerte de pequeños senos de oro, su primer libro, que ahora se reedita y que por ello tendrá nuevos y deslumbrados lectores que se acercarán a ese otro Edwin Madrid, el primero, el del inicio.

 

 

Mi experiencia con este libro se divide en dos momentos. El primero sucedió antes de leerlo, hace ya algunos años, cuando escuché su leyenda. Era la de un libro que surgió como una bomba, escrito por un joven exfubolista que se puso a dinamitarlo todo, escandalizando al stablishment literario de su país.  Me contaron (ninguno de quien me dijo fue testigo, a todos ellos igual les contaron la historia) que un joven Edwin Madrid, de apenas unos 25 años, llegó descalzo a algunas de sus presentaciones, que su personalidad era otra parte de los poemas, que hay un poema de un niño con cabeza de armario que fascinaba a los asistentes, y que tenía un tono desconcertante y triste, autobiográfico. El protagonista de estas leyendas era una especie de enfant terrible, un guerrillero de la belleza y la libertad en un país consumido en esos momentos por la represión, un liberador de esos que tienen pinta de autodestructivos, cuyo extraño relumbre atrae a los lectores y curiosos como el fuego a las polillas. Leo, para el lector curioso, el poema que inaugura el libro:

 

Somos desagradablemente un poco

de huesos metidos en una caja

 

Entendí la delicadeza de ser un espectro

porque la caída de mi sombra fue una delicia

Esa noche vagaba

por la vieja ciudad de Aqiev

donde el más leve movimiento

es un sonido exacto.

Había descubierto que para mí

el tiempo tocó su fondo

Mis muertos se levantaron de la tumba

e invadieron la ciudad

No había duda era un cadáver más

que compartía con ellos cada uno de los placeres:

comíamos niños

abandonados en las calles

degollábamos a las viejas gordas

y mientras bebíamos whisky

surgían de nuestros labios

serpientes enloquecidas

contando historias del pasado:

Win afirmaba ser

el hombre más buscado por la policía

Drid acariciando su demacrado rostro

relataba sus romances con niñas de 7 años

yo reía estrepitosamente

porque pasé toda mi vida

escribiendo poemitas

Cuando salíamos de los bares

entrábamos en velorios que no eran el nuestro

o caminábamos como zombies alrededor de los cementerios

 hasta quedar dormidos en una fosa común

y empezábamos a soñar:

Ed cenaba en una lujosa mansión

acompañado de la vampiresa diana

Ma emergía de la neblina laberíntica

con una paloma muerta entre sus manos

yo apaciguaba la revolución nudista

Pero llegó el sol

y Ed Win Ma y Drid somos desagradablemente

un poco de huesos metidos en una caja.

 

El propio poeta está nombrándose, desmembrándose en 4 personajes que, juntos, son Edwin Madrid. No son heterónimos, no son seudónimos: son todos él, distintos momentos de una ficción, de una idea que iba naciendo. Y el libro entero es esta suerte de nacimiento, poema tras otro. El poema el poema más famoso del libro, igual nos presenta un personaje ficcional pero real, entrañable y extraño, inocente y monstruoso: 

 

El niño de laurel

 

en un pueblo

donde el sol entraba a las casas

saltando tapiales

y despertaba a sus habitantes

haciéndolos cosquillas en los pies

nació un niño con cabeza de armario

este hecho

conmocionó a la comunidad

el niño se convirtió en escándalo

y fue necesario exhibirle

en la plaza más grande del pueblo

para evitar amontonamientos

de carros y mulas que llegaban

de todas partes del país

transportando sacerdotes ancianos

científicos y militares

solo para verle dormir

con una puerta del armario cerrada

y la otra abierta

y cuando lloraba

escuchar el insistente

traquetear de sus cajones

hasta que colocaran en su interior

 una botella de leche

el niño creció

y se le fue haciendo más difícil

llevar la cabeza sobre los hombros

no podía subir a los buses

tampoco jugar de arquero

en el equipo del pueblo

pero descubrió que no necesitaba

ir al colegio

o a la universidad

porque con solo depositar los libros

de cualquier tema en su cabeza

obtenía la sabiduría

de un erudito en la materia

lo que le convirtió en el cráneo

más pesado de la humanidad

llegando a poseer en su memoria

cerca de cien mil títulos

que abarcaban desde magia negra hasta

“diseño y construcción de ciudades espaciales”

asimismo

se había creado una terrible dificultad

su cabeza se desarrolló a tal grado

que de armario pasó a ser

una especie de bóveda con puertas de cementerio

que le impidió salir

del cuarto de estudio

por el resto de sus días.

 

El poeta Edwin Madrid.
Crédito de la foto: Jorge Vinueza

 

No necesito decirlo: ambos son grandes poemas. Lo digo a sabiendas de que esta estética y estas poéticas so lejanas de las mías: estoy consciente de que estos autores, sus gestos y libros son imprescindibles para una tradición literaria: la renuevan, la vuelven sobre sí misma y la convierten en algo universal.

No es en vano que todos los que nacen dentro de esta tendencia vanguardista, neovanguardista, de ruptura iconoclasta, siempre son acusados de no parecer poetas del país del que son. Los que dicen tales cosas no toman en cuenta que estos autores existen en todas las tradiciones literarias (pienso al vuelo en Luis Vidales o Jaime Jaramillo Escobar en Colombia, Gerardo Denis o Ricardo Castillo en México, y por supuesto en un caso que merece mención aparte: Miguel Donoso Pareja, quien hizo escuela en Ecuador y México, y que es un inmediato antecedente vital y literario de Edwin Madrid).  La función de estas plumas (como la de muchos grandes patriotas en todas las disciplinas), es la de es disentir, estar en desacuerdo, renovar. La conclusión es sencilla: vanguardistas o no, los más grandes poetas de un país son los que logran definir su literatura, y no los que se dejan definir por ella.

Luego de su explosión inicial, llena de vehemente rechazo tanto como de encantamiento de cierto sector de los lectores, ¡Oh! muerte de pequeños senos de oro no fue reeditado jamás, convirtiéndose con ello en una rareza bibliográfica. Esa primera edición en papel, a tres décadas de distancia, ha adquirido un innegable valor histórico.

 

El poeta Edwin Madrid

 

Como dije antes, antes de leer este libro conocí su leyenda, su historia y su gesto.  Por ello no dudo en decir que este libro, si bien no es el más celebrado y premiado de Edwin Madrid, es su único libro de culto. Bastante daría cualquier poeta del mundo por tener uno de ellos, un libro que haya servido y sirva todavía para dar ejemplo de una ruptura, de un golpe certero a la normalidad literaria de su época, y que sirve para muchos lectores como rito iniciático. Ahora lo será más.

Me hubiera gustado leer este libro antes, cuando tuve mis propias iniciaciones en Lautremont y Breton, cuando supe después de otros poetas de esa estirpe, a la que no pertenezco, pero me acerco a veces. El mismo Edwin Madrid se ha alejado de este sendero, porque en este libro llegó casi al agotamiento de esa veta. En este libro no estamos frente a Edwin Madrid, sino a una literatura que se ve a sí misma desde la máscara del escritor. Es un libro sin tema, sin historia central, sin narrativa, pero con la clara intención de provocar una sonrisa desconcertada, desorientando al lector.

Hubiera sido suficiente con este libro para que Edwin Madrid pudiera morir en paz, con un lugar permanente en la literatura ecuatoriana. Por suerte, hoy celebramos su anticlimática terquedad de estar vivo a pesar de haber justificado ya su existencia. Hoy celebramos a un poeta que sigue entre nosotros, empecinadamente joven, y le damos como regalo el nuevo rostro de un libro que, como cualquiera que ha sido escrito por un poeta verdadero, habrá de ganarle a su autor la carrera por la inmortalidad. Feliz nueva vida, ¡Oh! muerte de pequeños senos de oro, y feliz cumpleaños, querido Edwin Madrid.

 

 

 

 

 

*(México, 1983). Poeta. Reside en Cincinnati (EE.UU.), donde fue nombrado Poeta Laureado (2018-2020). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Mérida (2009) y el Premio Regional de Poesía Rudolfo Figueroa, así como fue finalista del Premio Hispanoamericano de Poesía “Ciudad de la Lira” (Ecuador). Poemas suyos han sido incluidos en antologías de poesía contemporánea mexicana, latinoamericana y de los EE.UU. En 2021 fue nombrado miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México. Ha publicado en poesía Cuaderno de los sueños (2009) y Los disfraces del fuego (2014).

 

 

 

*(Quito-Ecuador, 1961). Poeta, ensayista, docente, promotor cultural y editor. Se desempeña como director del taller de escritura creativa de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito (Ecuador). Dirige la colección de poesía de Ediciones de la Línea Imaginaria y es coeditor del catálogo de libros digitales Alfabeto del mundo, cuyos libros pueden descargarse de forma gratuita en: www.edicionesdelalineaimaginaria.com y www.lacastalia.com.ve
Ha obtenido el Premio Casa de América de Poesía Americana (2004), el Premio Único de Poesía Ministerio de Cultura y Patrimonio (2013), entre otros galardones. Fue escritor residente en la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs de Saint-Nazaire, Francia (2011). Su obra ha sido traducida al árabe, inglés, portugués, alemán, francés e italiano. Ha publicado en poesía Trilogía 0° 0’ 0” (2021), Formas de tapar o sol (2019), Todos los madrid, el otro madrid (2016), Mordendo o frio, libro completo (2016), Al sur del ecuador (2015), Pavo muerto para el amor (2012), Lactitud cero° (2005), Puertas abiertas (2001), Tentación del otro (1995), Tambor sagrado y otros poemas (1995), Caballos e iguanas (1993), Celebriedad (1992), Enamorado de un fantasma (1990) y ¡Oh! Muerte de pequeños senos de oro (1987); y como editor Poesía completa de Jorge Carrera Andrade (en bilingüe español-inglés, 2003), Antología poesía ecuatoriana del siglo xx (2007) y Línea imaginaria, antología de la poesía ecuatoriana (2015). 

 

 

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