CAJAS: POR EMILIO J. LAFFERRANDERIE

Emilio J. Lafferranderie

Corresponde a Mario Montalbetti haber problematizado la cuestión del sentido en la tradición poética peruana durante las últimas tres décadas. Desde el fundacional Quasar hasta el no-domesticable 8CCCP, la obra de Montalbetti se ha dirigido desde una pulsión crítica a revisar  los elementos que constituyen las condiciones del poema: la Palabra y la Historia. Los productos de esta investigación también se han elaborado en otros tipos de escrituras: ensayos sobre poesía, análisis de obras plásticas y composiciones temáticas inéditas (Lacan y Arquitectura, es solo una de ellas).

El libro Cajas, publicado en mayo de 2012, tiene como origen una obra de la artista plástica Mariella Agois. Esa instancia provee el disparador para que Montalbetti encuentre en la materialidad de una caja una situación para intervenir y crear espacios de intersección entre la lingüística (Saussure, Pierce) y la filosofía (Lacan, Adorno).

En el inicio del libro hay dos elementos centrales: una caja y una promesa. Un objeto cerrado que delimita un adentro y un afuera sobre el cual un sujeto x presupone una verdad o un significado. La promesa de un  objeto al interior. El sujeto frente a una caja  despliega su vocación por los mecanismos de representación: atribuir consistencias a lo no-visible, construir ilusiones-significados, afirmar existencias a todo lo vedado a la mirada. Cualquier objeto que se presente con carácter de pliegue haciendo no visible su interior, puede ser una caja, es decir, un lugar susceptible de promesas. Son casos de este tipo de cajas 3Dimensiones: baúles, sobres, maletines, archivos. Si una caja 3D se abre y extiende, adquiere otra naturaleza: hay un adentro y un afuera, pero lo no-visible ya no reside en la interioridad sino en la exterioridad. Cambia el destino del objeto de la promesa: ya no lo que se esconde sino aquello desplazado hacia afuera. Este tipo de cajas, Montalbetti las denomina 2D, y están constituidas bajo el principio lingüístico de la metonimia: desplazan hacia “afuera” de la caja el objeto de la promesa. Por ejemplo, una foto.  Ambos tipos de cajas – 2D y 3D – revelan una relación particular con el objeto de la promesa:metonimia (2D) y metáfora (3D). Ambas pertenecen al contrato verbal como una unidad de códigos, hábitos y prohibiciones. Ambas son unidades de significados zurcidos culturalmente.

 

En las cajas 2D y 3D, hay objetos de promesas que podrán ser constatados con el objeto real o temporalmente diferidos: hay cajas que nadie quiere abrir (una fosa común es ese tipo de cajas).O como se lee en Fin Desierto: hay cosas que se abren para adentro (hay arlequines muertos) / hay cosas que se abren para afuera.

Hasta aquí el texto está articulado aparentemente en el terreno de la lingüística bajo el régimen del signo (unidades de significantes y significados estructurados por diferencias e  intercambiables socialmente), es decir, dentro del ámbito en el cual definimos al lenguaje  como una herramienta comunicativa (el gran equívoco según Montalbetti) que sostiene mediante formatos unitarios el lazo social.

Sin embargo, viene el paso más allá de la comunicación: las cajas 1D. ¿Cómo definir algo que no está estructurado bajo el orden del significado? La sola asunción de esta posibilidad “formal” de una caja de una sola dimensión permite al lector intuir que el libro desembocará en un territorio distante a las convenciones lingüísticas que estabilizan los intercambios entre significados. Montalbetti avanza entonces con el concepto central del libro: el sentido. El esfuerzo teórico reside ahora en diferenciar este vocablo de otro cuyo uso cotidiano es similar: el significado.

El sentido es la “dirección” de una cadena significante y pertenece al campo de esa estructura que son las cajas 1D, por ejemplo, una línea recta. Es una“dirección” sin objeto final. El sentido no busca en su trayecto, solo despliega significantes. Es impersonal, a diferencia del significado que es la voluntad de un yo por afirmar su ciudadanía en un  conjunto de palabras esquematizadas por la convención social que pertenecen al ámbito de las cajas 2D y 3D. El sentido es el zócalo del significado, “sugiere” la condición “pre-semántica”.

Un muro, dice Montalbetti, también es una caja 1D. Un muro despliega un sentido, una dirección. El sentido no promete algo afuera ni adentro (obviamente no los hay en una línea), o tal vez, lo único que pueda sostener sea su propio movimiento significante y en eso habite su puntual luminosidad. Una promesa mínima que indique un devenir. Cuando el muro (1D) “encalla” forma una “esquina”, luego una habitación, una casa, una ciudad.

 

 

El verbo “encallar” (traducción del “echouer” lacaniano del seminario XX) es utilizado por Montalbetti para graficar el destino del sentido: detenerse. Cuando la cadena significante es “zurcida” o anudada, se establece un  significado que hace “encallar”.  La proposición clave es la siguiente: Las cajas 1D devienen cajas 2D y 3D. El sentido deviene significado. El sonido deviene melodía. La imagen deviene una gestalt. La dirección del sentido es asimilada y territorializada por la cultura. El significado, en términos causales, es siempre reactivo frente al sentido, o para utilizar un ejemplo del libro, el significado es el D.N.I del sentido.

Aquí es cuando el libro podría continuar desarrollándose en el marco deun pathos de la pérdida e iniciar una búsqueda nihilista hacia el momento previo a encallar. Pero Cajas no es el Duelo y Melancolía del sentido. No hay nada que recuperar de una supuesta pureza primordial. No es un ensayo que pretende homologarel sentido a lo arcaico o a un tipo de paisaje previo a la inmersión en la cultura, menos aún a lo inconsciente como un hipotético espacio de saber reprimido.

Al lograr el autor evitar la tentación de la nostalgia – de clara filiación pastoral heiddegeriana-  aparece un escenario distinto para el epílogo conceptualdel libro: la definición de  obra de arte.

Se parte de la siguiente afirmación: el sentido encalla, pero no se extingue ni desvanece. Hay un resto que “sobrevive” con el mismo tipo de existencia de un indocumentado en la sociedad. El sentido es lo ilegal del lenguaje. Lo sabemos por las obras de arte. Basta recordar el espacio que sostiene un libro como Trilce para comprender esto.

Algunas cajas 2D son recalcitrantes y siguen prometiendo algo afuera, a pesar de haber fijado ya el referente representado. Esas cajas son cajas singulares y a veces las denominamos obras de arte, dice el autor. Si uno se detiene en el adjetivo “recalcitrante” podrá comprender en qué reside este carácter. El adjetivo se origina en los golpes de talón que hace un caballo cuando se detiene como una señal de protesta. Lo recalcitrante es la oposición irreductible de las obras de arte a moverse hacia ese lugar donde el significado les promete, no sin violencia, una unidad.

 

Hay imágenes o versos que cocean frente a la posibilidad de ser “zurcidos” o domesticados por el régimen del significado que siempre aspira a traducirlos hasta sustraerles vitalidad o capacidad crítica.Hay “algo” en las obras de arte – el análisis de la foto de Juan de la Cruz Sihuana, el referente de la foto de Martin Chambi, es minucioso al respecto – que subsiste como un elemento de resistencia a los dispositivos culturales que aspiran al desciframiento y localización en un corpus totalizador: significado y referencia. Ese “algo” es el sentido en los términos definidos por Lacan y repensados por Montalbetti: el sentido indica la dirección en la que su propia dirección falla.

Acá se produce otra de las ideas-fuerza del libro: el sentido en tanto “pura cadena significante” es el plus que habita en toda obra de arte y que laconstituye como tal.  Es un seguro frente a la voracidad del signo.

El sentido procede creando un “desfase” en la obra de arte.  Ese exceso crea un movimiento, un acto reflexivo que produce que la foto de Chambi o el urinario de Duchamp se tornen diferentes a sí mismos, es decir, que creen dentro de su identidad una diferencia. Esa diferencia es lasingularidad de una obra de arte.  Hay algo “incanjeable” en cada obra de arte: un valor estético que no es sujeto a transacciones por referentes o significados. No se puede integrar el verso de Trilce IX, el ejemplo es de otro texto de Montalbetti, “Vuscovolvvver de golpe el golpe”, a otra cadena significante que no sea la que él mismo ha generado.

Ese carácter de incanjeabilidad tiene una consecuencia política que Montalbetti ya viene trabajando en otros textos. La obra no puede convertirse en mercancía. No hay equivalente porque la obra de arte contiene un desfase propio del sentido, una desproporción que la convierte en un objeto intransigente. De ahí que la capacidad crítica de una obra de arte no está circunscripta exclusivamente por el tema – como lo puede pretender cierta poesía conversacional, por ejemplo. La potencia crítica está en no dejarse asimilar por lo actual en tanto estado de cosas, planteando una resistencia mediante la operación delsentidoa los discursos unitarios propios de las convenciones sociales o artísticas.

 

Por eso también sería un error asemejar el sentido con lo anárquico o el azar. Da la impresión que Montalbetti busca otorgarle una organicidad al sentido, no una deriva que se disperse fragmentariamente. El sentido no es “metástasis de significantes”, dice, ni diseminación. O para retomar el ejemplo de las cajas 1D propias del sentido: una línea es una sucesión de puntos. Los puntos aislados no tienen dirección. Es una dirección articulada en una cadena de significantes que está presente en las obras de arte. Esa cadena despliega frente al sujeto una “promesa estética”: una promesa neutra que no está adentro ni afuera, pero persisteindócil e “infalible”. Esa promesa es porque la obra de arte “parece decir más de lo que es” y es en esa tensión “entre ser y parecer” donde marca su territorio y singularidad. El “plus estético” (sentido) de una obra de arte es constatar la “imposibilidad de decir lo que falta porque no falta nada”. Esa obstrucción paradójica es “positiva” porque mantiene en un movimiento involuntario al sujeto, a la promesa y al mundo.

Cajas podrá ser leído desde la lingüística como una Teoría del sentido, desde la estética como un Ensayo sobre la obra de arte, desde la literatura como una compleja y exigente Ars Poéticade la “poesía del lenguaje” iniciada por Montalbetti en nuestro medio, tal como lo señala el poeta Roger Santivañez. Cajas es un libro que hace oposición teórica a todo lo que usualmente pensamos como sujetos docilizados por significados. Pero sería un equívoco definirlo solo bajo un prisma deconstructivo. La coda del libro – suplementos I y II  – funciona con una lógica conceptual que se afirma como un principio, una dirección, un sentidoinflexible.

Emilio J.Lafferranderie

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