Buscar el tiempo nostálgico. Sobre «Checkpoint» (2022), de Cayo Cæctus

 

Por Francisco José Casado Pérez*

Crédito de la foto Calaquita Eds. (Chile) –

Caradura Eds. (México)

 

 

Buscar el tiempo nostálgico.

Sobre Checkpoint (2022), de Cayo Cæctus**

 

 

Del mismo modo en que toda obra humana se origina, solo es cuestión de tiempo para que contemporáneos y generaciones venideras retomen partes o por completo, el objeto creado y desarrollar nuevas expresiones, así como también profundizar en este. Sin ánimo de desprestigio, reconocer a mayor profundidad el impacto en sus vidas, en el imaginario colectivo e incluso en el lenguaje mismo. Para ello, las parodias o cierto grado de competitividad son maneras de trabajar el tema.

Difícilmente se escapa de una parodia, por muy antiguo o muy reciente que sea la obra: el video musical Dani California de los Red Hot Chilli Peppers; Daddy Melquiades explicando cómo componer reggaetón en treinta segundos o un trap-flamenco a lo Rosalía. Jorge Pinarello en su canal de Youtube Te lo resumo así nomás ya hizo un análisis sobre ello en: ¿Son Graciosas Las Parodias En El Cine?, muy recomendable. Todo confirma que, ante la transición hacia la novedad, recurrir a lo previo es mantener un pie cerca de la orilla, pero no se trata solo de volver y ya, hay que darle un toque más atrevido, volverlo un reto.

Muchos de los videojuegos, de origen ya contaban con la opción de graduar su dificultad, debido a que no todos los jugadores tienen las mismas habilidades y características físicas, especialmente los reflejos mano-ojo. Pero cuando se superan los límites establecidos y los nuevos juegos no cumplen con la expectativa, la creatividad encamina el establecimiento de nuevos límites que romper, de ahí que nacieran la tradición de los speedrun, llegando incluso hasta las marcas dentro de los récords mundiales.

 

 

Parodias y retos, honran y mantienen viva la nostalgia, pero es momento de que los videojuegos trasciendan hacia otras dimensiones. Ya vimos Tron (1982 y 2010), Wreck-it Ralph I (2012) y II (2018); Ready Player One (2018). Es turno de la poesía dentro y acorde a los videojuegos, como habría de marcar el juego poético-filosófico Ennuigi de Josh Millard, pase a formato físico y qué mejor forma que en Checkpoint, obra del chileno Cayo Cæctus con portada de Tomás Fernández Díaz, publicado en 2022 por La Calaquita Editorial en Chile y Ediciones Caradura en México.

Compuesto por 12 poemas con base en títulos de videojuegos bien conocidos, desde Tetris hasta el de más reciente Minecraft, Cayo da cuenta de que un speedrun, solo puede hacerlo quien conoce al detalle cada juego, hasta el punto de provocar glitchs que le permitan atravesar de escenario en escenario hasta el banderín final en el menor tiempo, solo que en este caso, se trata de saltar desde el código y atravesar la pantalla, intención mucho más posible gracias al enorme detalle de Tomás Fernández Díaz en el cuidado gráfico.

Me cuestiono si realmente podría jugar profesionalmente

a estas alturas de mi vida y entonces, aunque punza como

me hablan de ti tus pertenencias, soplo un cartucho cual

antiguo rito y la consola y su hechicería –registro de tu

mejor récord– me trae tu espectro morando una pista

fantasma, un Yoshi fantasma, un fantasma contra el cual

corro y con el cual, me doy cuenta ahora mientras le saco

ventaja, jamás dejaré de competir.

Nunca podré ganarle.

Ganarle significaría perderte

otra vez y para siempre.

Desacelero antes de cruzar la

meta, la pantalla pregunta:

RETRY? (“Ghost Valley”)

 

 

A través de los poemas, Cayo no solo hace recordar —al yo poético y por consiguiente al lector— sobre el tiempo perdido y la desconfianza de los padres entre los 80’s y 90’s del siglo XX, al enviar a sus hijos por un refresco, pan o tortillas a un par de calles de casa, a costa de que posiblemente —siempre— llegarían tarde a la mesa. Todo por culpa de una maquinita, incluso del pinball, salvajes, a la puerta de tiendas y farmacias en el camino, las cuales justo funcionaban con las monedas del vuelto. Cayo oculta hábilmente, a modo de easter egg, que el reto para superar Checkpoint es leerlo sin conmoverse, porque de pronto cae en la evidencia que los mismos juegos tienen poesía: Aprendemos melodías/ que no sabemos cómo o cuándo/ abren puertas/ escondidas. (Ibíd., “Adventure RPG”.) [Con el fondo de Leyend of Zelda]

Toda sociedad necesita de un puerto nostálgico al cual volver, un checkpoint donde verse de nueva cuenta, sin haber alcanzado las postrimerías. Saberse fuera del tiempo ante su inminente paso, a la manera de Proust, donde la nostalgia toma forma de sábado por la mañana, cereal con leche y los Caballeros del Zodiaco por la televisión; un disfraz de Power Ranger que baila éxitos de Michael Jackson, las Spice Girls o alguna canción en la radio FM. Bucle del que puede a su vez salir y dejar a la espera del Continue?, son la atinada solución gráfica con los banderines de posts de Youtube de diversas personas, amigos o conocidos de Cayo, posiblemente; burbujas contiguas en vaso de leche achocolatada (o de fresa, según se prefiera) por el resoplido de suspirar por lo que ha dejado de ser.

Nos saludamos en la entrada con dos golpes en la espalda. No hablamos mucho, las leyes consuetudinarias del Tekken ya están delimitadas. Yo uso el primer player y él siempre el segundo. Elegimos al azar nuestros personajes y lo mismo con la escena. El primero que llega a las 20 victorias, es el ganador. Después seguimos jugando en modo libre. Partí siendo el vencedor de estos encuentros con evidente ventaja hasta que él empujó la moción de que las peleas debían decidirse no a los 2 rounds ganados, sino a los 3. Desde entonces, nada ha vuelto a ser igual. Creo que también influyó que dejara de fumar marihuana. (Ibíd., Tomás)

 

 

META u otro mundo virtual, parece ser todavía un sueño inminente, tome el tiempo que deba tomar. Incluso ahí no faltará quien retome algo de aquella vieja estética arcade para seguir testificando que esto no sería posible sin los videojuegos. Para el caso de la poesía, Cayo ha dejado la puerta a un mundo abierto todavía por explorar, tanto conceptual como comercialmente, siendo honestos, la nostalgia vende y vende bien, solo que debe tener precisión y autenticidad, atributos que de pronto faltan en el mercado de hoy en día ¿Sería ético decir que es momento de minar este tema y comercializarlo?, ¿será justo el momento para tema en revistas, antologías, premios literarios? Puede que sí, hasta que las generaciones de esa época dorada entre joysticks y botones se encumbren en los espacios de mayor oficialía, porque también pasa igual, en la poesía, ante lo novel, dar vuelta hacia el pasado es la manera de checkpoint. Ya algo de eso es con lo que cierra Cayo:

Nunca digas: a esto llamo poesía

pobre hermenéutica

una exclamación de amor

aunque punza / cual antiguo rito

es otro signo malinterpretado

línea tras línea

todo lo que tocas puede matarte

en un sentido platónico

nadie descubre el mensaje

lo que crees sin importancia

descansa / solo

en un pixel de vida. (Ibíd., SPEEDRUN)

 

A la manera de “un coup de des jamais n’abolira le hasard”, mallarmiano, Checkpoint sería para Cayo Cæctus, donde el azar no se puede separar de la vida y tampoco de los videojuegos. Por más que los programadores revisen cada comando, habrá un momento donde lo imposible ocurre: el cubo de Mario Kart con la concha azul; el prisionero de guerra aparece ofreciendo su Heavy Machinegun; la delgada brecha entre los disparos en CONTRA o Cuphead para eliminar al último jefe. Momentos que dan cuenta que no se debió dejar ir las consolas, controles y cartuchos de casa. Ahora queda solo ver a los speedruners a través de videos en internet. Afortunadamente, la nostalgia no necesita un adaptador de audio y video, sabe Mario dónde se consigan eso y cuántas monedas del reino de los hongos cueste. Entretanto, mejor quedarse así, viendo la luna con su cara enloquecida por estar a punto de golpear la Tierra. Parece hora de tocar la ocarina, una vez más.

 

 

 

 

 

*(Ciudad de México-México, 1990). Poeta y arquitecto. Ha publicado en revistas digitales, fanzines y antologías latinoamericanas. Cuenta con la Mención Honorífica del Premio Internacional Bruno Corona Petit de Poesía (2020 y 2022), obtuvo el I Concurso Literario Eiruku Ediciones (2021) y el Premio Internacional de Poesía «Don’t read» (2021) por el poemario Para mirar los pasos (2021).

 

 

 

**(Santiago de Chile-Chile, 1984). Procesador / texto / imagen / ruido. Iuspoeta. Título nobiliario universitario. Ha publicado – ha traducido – ha participado – etc. Ha publicado en poesía Checkpoint (2022). @cayocactus en redes.

 

 

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