Vallejo & Co. presenta el siguiente texto leído por su autor en las Jornadas Julio Cortázar en el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) el pasado 24 de octubre de 2018. Le agradecemos a Reynaldo Jiménez por la intermediación para conseguir esta nota.
Por Federico Barea
Crédito de la foto www.laverdad.es /
Julio Cortázar (1969)
Boxear con las sombras.
Sobre Julio Cortázar
El presente trabajo intentará analizar a partir del intercambio entre Cortázar y otros escritores argentinos, no todos, claro, algunas claves de sus posiciones éticas, estéticas, poéticas y políticas. Utilizaré la obra de Julio, las cartas y las entrevistas. Además de lo que escribieron ellos. La idea es hacer un paralelo, en el caso que se pueda, para comparar como eran las visiones sobre Julio con las visiones que Julio tenía de algunos de ellos. También lo que voy a intentar es evidenciar como Cortázar, a fin de cuentas, viviendo en Buenos Aires o en Francia estuvo siempre conectado con el sector cultural y con la realidad política del momento. En una carta a Paco Porrúa de mayo del 66 hablando de Sábato dice que los escritores de nuestro país “no les queda más remedio que boxear con la sombra”. Lo dice porque él no les contesta, pero “de cuando en cuando les larga un librito con paracaídas”. En su condición de escritor argentino radicado en Francia, Cortázar encuentra la distancia necesaria para no entrar en el conventillo de las letras nacionales y para estar al día de las novedades. Voy a distinguir tres períodos, a saber, el primero, el Cortázar joven que se acerca a los grandes escritores de la literatura argentina nucleados en el grupo Sur, luego el Cortázar post-Rayuela ya anclado en París y, por último, el Cortázar más politizado, dadas las circunstancias que asolaron al país durante los 70s hasta su muerte en el 84. Lo interesante es ver cuál es su postura y como la politización de Cortázar lo va alejando de ciertas sombras y acercando a otras.
El primer Cortázar, el Cortázar poeta, lector de poesía, de toda la poesía francesa, devoto de John Keats a quien le dedicara un libro, que admira a Federico García Lorca y a Neruda. De los nacionales en sus cartas destaca a Molinari y a Banchs para quienes solo tiene elogios. Como sabemos el grupo Sur era la elite intelectual del país, de marcada ideología de derecha o conservadora. Julio participó varias veces en la revista entre 1948 y 1953. Incluso 10 años después de su última colaboración Victoria Ocampo intentaría reclutarlo nuevamente en las filas de Sur, pero JC declinaría dicha invitación.
Entonces, el primer Cortázar, colaborador de Sur, que era el eje cultural del país, ya incluso antes de irse muestra un giro, una distancia en relación al grupo. Luego me adentraré en la relación con sus exponentes. En carta de 1954 a Jonquières escribe: “Tú y yo conocemos bien Sur y no nos hacemos ilusiones”.
Luego en 1963 (año de publicación de Rayuela) en carta a Porrúa (editor de Sudamericana): “el grupo de Sur, gentes bien pensantes, guardianes de la literatura correcta y sin puteadas; se llama, sobre todo, DELENDA EST COMUNISMUS (el comunismo debe ser destruido).” Y unos párrafos más abajo en la misma carta agrega: “es el símbolo lo que duele, la infinita desgracia que tiene nuestro pobre país de que hasta sus mejores exponentes son capaces de bajezas por miedo, por prejuicios, por defender maniquíes podridos.”
Y, por último, voy a citar otra carta a Porrúa de un año después (1964) donde Cortázar relata un encuentro con Victoria Ocampo:
“Por aquí pasó Victoria Ocampo, que me mandó decir que quería hablar conmigo. Fui, y estrechóme cariñosamente en sus brazos. A mitad de una cena morrocotuda en un bistró con velas en las mesas (de esos donde te ponen manteca y servilleta, cosa rara en Francia), se destapó la olla. Con gran alegría de mi parte, Victoria me dijo que necesitaba aclarar malentendidos, y salió a relucir todo el bodrio de Pepe Bianco y su viaje a Cuba, etc. (Bianco fue expulsado de Sur por aceptar ser jurado en el premio de Casa de las Américas)[1]. A su manera (es decir con las anteojeras inevitables) Victoria es sincera y muy franca. Le habían dicho que yo estaba enojado con ella por la expulsión de Pepe, y quería explicarme personalmente la cosa. Te confieso que me conmovió el deseo de mostrarme el episodio desde su punto de vista, aunque en lo referente a mis futuras relaciones con el mundo de Sur me mantuve imperturbable y ella es demasiado inteligente para insistir. El postre era muy bueno (flan con crema) y la tertulia duró hasta las dos de la madrugada en la pieza del hotel, donde Victoria me leyó cuatro capítulos de sus memorias, que se las traen.”
Hasta acá, a un año de publicada Rayuela, vemos un Cortázar completamente desvinculado con el grupo Sur. Claramente el grupo Sur ya no regía el eje cultural del país. Pero antes de entrar en el segundo Cortázar veamos su vínculo con el mayor de los exponentes del grupo, Jorge Luis Borges y con sus epígonos.
De la relación entre ambos se ha escrito mucho. Por supuesto que Cortázar habla más de Borges que Borges de Cortázar. Cualquier cuentista argentino tiene que hablar de Borges. Es una pregunta ineludible en entrevistas, reportajes, etc. Aunque fue Borges el que prologó a Cortázar. En dos oportunidades, en el nro. 1 de la Biblioteca Personal Jorge Luis Borges (una selección de cuentos de JC) se lee:
“Hacia 1947 yo era secretario de redacción de una revista casi secreta que dirigía la señora Sarah de Ortiz Basualdo. Una tarde, nos visitó un muchacho muy alto con un previsible manuscrito. No recuerdo su cara; la ceguera es cómplice del olvido. Me dijo que traía un cuento fantástico y solicitó mi opinión. Le pedí que volviera a los diez días. Antes del plazo señalado, volvió. Le dije que tenía dos noticias. Una, que el manuscrito estaba en la imprenta; otra, que lo ilustraría mi hermana Norah, a quien le había gustado mucho. El cuento, ahora justamente famoso, era el que se titula ‘Casa Tomada’. Años después, en París, Julio Cortázar me recordó ese antiguo episodio y me confió que era la primera vez que veía un texto suyo en letras de molde. Esa circunstancia me honra.”
La revista era Los anales de Buenos Aires (242 TC). Aparece también en la misma revista un año más tarde, antes de publicarse como libro, Los Reyes (que Cortázar le envía a Borges junto a una esquela donde hermana su texto con “La casa de Asterión” de Borges, única carta que se conserva entre ellos). Todo esto tuvo que haber significado para Cortázar la confirmación más importante de su talento[2]. Recuérdese que, en una entrevista a la madre de Cortázar, ella relata: “En el estudio de mi hijo hay un solo retrato, tamaño postal, y es de Borges. (…) Julio admira sin rodeos a Borges (mayo 1970, revista Atlántida).”
La segunda vez es en el prólogo al cuento “Cartas de mamá” (Proa, 1994) donde además de hacer referencia al mismo hecho Borges dispara: “Julio Cortázar ha sido condenado, o aprobado, por sus opiniones políticas. Fuera de la ética, entiendo que las opiniones de un hombre suelen ser superficiales y efímeras” (29 de noviembre de 1983). Es de público conocimiento cuánto le costó a JC y a su obra haberse alejado del grupo Sur (sin ir más lejos, Cortázar asegura en una carta a Porrúa que Gallimard no publica Rayuela porque Roger Caillois —marido de V. Ocampo— le baja el pulgar).
Sin embargo creo importante destacar que JC nunca habló mal de Borges[3]. Son innumerables las veces en que habla acerca de él. Voy a citar algunas de las que considero más significativas ya que Cortázar habla largo y tendido sobre Borges, incluso en la primera entrevista que da en su vida. Bueno, voy a citar “La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas” (1973), entrevista de Hugo Guerrero Marthineitz; ahí se lee:
“… en la actualidad, cada vez que se menciona a Borges inmediatamente la gente se divide en bandos perfectamente diferenciados… En América Latina, diría yo. En otros lugares se lo conoce como escritor; y lo que pasa en América Latina es que en estos últimos años, además de su trabajo como escritor, hemos conocido los puntos de vista geopolíticos de Borges. Esto ha creado con respecto a él un antagonismo manifiesto de parte de mucha gente que no puede aceptar cierto tipo de declaraciones hechas por alguien cuya palabra tiene tanta repercusión en el interior y en el extranjero. Yo personalmente no puedo aceptar que diga, por ejemplo, que el único defecto de Estados Unidos es haberle dado educación a los negros. Sin embargo, Jorge Luis Borges ha escrito algunos de los mejores cuentos de la historia universal de la literatura. Él escribió también una Historia Universal de la Infamia.”
Habitualmente las declaraciones de Cortázar sobre Borges son de este tenor; una de cal (política) una de arena (literaria). Así, dice en una carta a Fernández Retamar en octubre del 68:
“Borges pronunció una conferencia en Córdoba sobre literatura contemporánea en la América Latina. Habló de mí como un gran escritor, y agregó: ‘Desgraciadamente nunca podré tener una relación amistosa con él porque es comunista’. Cuando leí la noticia en los diarios, me alegré más que nunca del homenaje que le rendí en La vuelta al día… Porque yo, aunque él esté más que ciego ante la realidad del mundo, seguiré teniendo a distancia esa relación amistosa que me consuela de tantas tristezas.”
Acá podemos ver como JC privilegiaba afinidades estéticas o podía separar y distinguirlas de las personales o políticas. En “Julio Cortázar, lector” (entrevista por Sara Castro-Klaren; 1976) dice:
“El humor de Bioy, por ejemplo, me gusta mucho porque, al igual que el humor de Borges, es de directa raíz anglosajona (…) Bioy y Borges rechazan, como rechacé yo, eso que los españoles llaman humor y que no es nada más que el chiste macabro y, en general, de muy mala calidad, han sabido meterlo en la estructura mental y lingüística del español y darle una especie de derecho de ciudad que le quita, digamos, el fondo anglosajón y lo vuelve perfectamente argentino y latinoamericano. En ese sentido yo encuentro una gran afinidad de mi propio humor con el de Bioy y con el de Borges.”
Acá voy a hacer un parate antes de meterme en Bioy para decir que es muy importante el humor en la amistad. Yo sé que no les traigo una novedad, pero es notorio que para que el vínculo amistoso se realice tiene que haber un humor en común. Por eso la famosa pregunta de Silvina Ocampo, mujer de Bioy Casares, ¿De qué se reirán esos idiotas?, hace referencia a las carcajadas que oía Silvina dado que Borges y Bioy cenaron juntos durante 30 años.
Como dice JC en el comentario anterior él también comparte con Bioy no sólo el humor, sino que también en carta a Porrúa del 63 JC habla de una “Curiosa coincidencia”, a saber:
“En el cuento de Bioy que se llama ‘Un viaje o el mago inmortal’ el protagonista busca pieza en el hotel Cervantes (donde yo ubiqué mi cuento ‘Puerta condenada’) y como no la encuentra, se pasa a otro hotel donde, desde su cuarto, oye lo que pasa en el de al lado. Si bien lo que pasa es diferente de lo que pasaba en mi cuento, en los dos casos se descubre que en vez de dos personas sólo había una en la habitación de al lado… ¿No te parece bastante asombroso? Fijate que de ninguna manera insinúo que Bioy conocía ya mi cuento (a lo mejor escribió antes el suyo, ya se sabe que la fecha de publicación no quiere decir nada); pero en cambio me maravilla el poder mágico de los hoteles montevideanos…”.
Un año después, en 1964, se concretaría el encuentro entre Cortázar y Bioy, dirá JC:
“Por aquí pasó Bioy Casares y al fin nos conocimos. Fue muy macanudo charlar; los dos nos estimamos lo bastante como para trazar un gran círculo de tiza y jugar dentro —afuera quedaron cosas como Cuba, por ejemplo, o la metafísica existencial—. Por último, imitando desvergonzadamente a Esteban, Bioy peló una máquina fotográfica y me ametralló sin asco. Parece que en Emecé quieren hacer un libro insensato lleno de escritores argentinos de frente y de perfil. Espero que mi cara no quede pegada a la de Silvia Guerrico, por ejemplo; debe ser horrible pasar una eternidad así, en la oscuridad que reina en todo libro cerrado, y boca contra boca, qué asco, che. (Claro que si me toca Anzoátegui sería peor)”.
Luego en una carta del 66 a Julio Silva califica a Bioy de “Cronopio terrible” y para todos aquellos que hayan leído ‘Diario de un cuento’ del libro Deshoras (que es el último libro de cuentos de Cortázar), cuento bastante autobiográfico, recordaran que aparece él mismo como personaje diciendo:
“Quisiera ser Bioy porque siempre lo admiré como escritor y lo estimé como persona, aunque nuestras timideces respectivas no ayudaron a que llegáramos a ser amigos, aparte de otras razones de peso, entre ellas un océano temprana y literalmente tendido entre los dos. Sacando la cuenta lo mejor posible creo que Bioy y yo sólo nos hemos visto tres veces en esta vida. La primera en un banquete de la Cámara Argentina del Libro, al que tuve que asistir porque en los años cuarenta yo era el gerente de esa asociación, y en cuanto a él vaya a saber por qué, y en el curso del cual nos presentamos por encima de una fuente de ravioles, nos sonreímos con simpatía, y nuestra conversación se redujo a que en algún momento él me pidió que le pasara el salero. La segunda vez Bioy vino a mi casa en París y me sacó unas fotos cuya razón de ser se me escapa aunque no así el buen rato que pasamos hablando de Conrad, creo. La última vez fue simétrica y en Buenos Aires, yo fui a cenar a su casa y esa noche hablamos sobre todo de vampiros.”
En el diario de Bioy (descanso de caminantes) se puede leer esta bella nota:
“Muerte de Cortázar. Vlady me previno: ‘Escribile pronto. Está enfermo. Va a morir’. Como siempre, me dejé estar. Yo quería agradecerle la extraordinaria generosidad de referirse a mí, tan elogiosa, tan amistosamente en su admirable ‘Diario de un cuento’. La carta era difícil. ¿Cómo explicar, sin exageraciones; sin falsear las cosas, la afinidad que siento con él si en política muchas veces hemos estado en posiciones encontradas? Es comunista, soy liberal. Apoyó la guerrilla; la aborrezco, aunque las modalidades de la represión en nuestro país me horrorizaron. Nos hemos visto pocas veces. Me he sentido muy amigo de él. Si estuviéramos en un mundo en que la verdad se comunicara directamente, sin necesidad de las palabras, que exageran o disminuyen, le hubiera dicho que siempre lo sentí cerca y que en lo esencial estábamos de acuerdo. Pero, ¿la política no era esencial para él? Voy a contestar por mí. Aunque sea difícil distinguir el hombre de sus circunstancias, es posible y muchas veces lo hacemos. Yo sentía cierta hermandad con Cortázar, como hombre y como escritor. Sentí afecto por la persona. Además estaba seguro de que para él y para mí este oficio de escribir era el mismo y lo principal de nuestras vidas. No porque lo creyéramos sublime; simplemente porque fue siempre nuestro afán.”
Lamentablemente dos días después aparece esta anotación de Bioy imponiendo su ingenioso sarcasmo sobre su sensibilidad, escribe:
“No creo que Cortázar tuviera una inteligencia muy despierta y enérgica. Desde luego, sus convicciones políticas corresponden a confusos impulsos por un patético tango intelectual. Le gustaban las novelas ‘góticas’. Creía en la astrología.”
Acá lo vemos a Bioy boxeando con las sombras. Me gustaría utilizar un comentario de Aurora Bernárdez para contestar a esta afirmación de Bioy. En un libro inédito de conversaciones, dice Aurora:
“Desde Bestiario Julio ya sabe que puede escribir bien cuentos, y después se larga a escribir novelas. Ensaya primero y después escribe Rayuela y ahí ya está seguro de lo que hace. No era una seguridad de tipo social, él seguía siendo una persona anónima. Lo que pasa es que, cuando descubrió que gracias a su éxito literario podía servir a una causa que le parecía justa en ese momento, ahí lo utilizó, con perfecta consciencia de que lo que él dijera iba a ser tenido en cuenta. En lo otro su seguridad era de otro tipo, la del que hace lo que tiene que hacer, lo hace lo mejor posible y no le ha salido mal.”
Podrían decirse muchas cosas del vínculo de JC con los otros escritores cercanos a Sur como Sábato, a quien Cortázar critica como escritor (trata a Sobre héroes y tumbas de folletín) pero con quien se solidariza al enterarse de su arresto ordenado por decreto del presidente de facto José María Guido en el año 63 (donde se califica a Sábato de marxista leninista e insurreccional); escritores como Wilcock, de quien dice “uno no sabe si el individuo está loco, si es un imbécil donde a veces se alberga un poeta, o si realmente se entretiene en una especie de humorismo reblandecido que me repugna”; Martínez Estrada, a quien admira y a quien le dedica un texto en la revista Casa de las Américas; de Manuel Mujica Lainez, con quien comparte un premio (que Cortázar no va a recibir) pero por quien siente admiración y dice que le propondrá, ya que comparten el premio, una edición conjunta de Rayuela y Bomarzo que podría llamarse Boyuela o Ramarzo[4]. Y aunque revisé su relación con los poetas allegados a Sur, como Juarroz (a quien admira y a quien le prologa un libro) o con Alberto Girri, por una cuestión de tiempo me voy a adentrar en el vínculo de JC con el desdichado Héctor Álvarez Murena.
El caso es que Murena se presentó al mundo como la joven promesa del grupo Sur. Su primer libro, El pecado original de América alcanzó una gran popularidad. Pero la misma fue decayendo a medida que la de JC iba creciendo. Algunos datos que unen a JC con Murena: la primera vez que Murena publica un poema lo hace en el último número de la revista Verbum, en donde Cortázar también publica un poema. Ambos escriben en la revista Realidad y en Sur. Nada indica que Cortázar y Murena se hayan conocido pero la tirria entre ambos nace con una desafortunada reseña de Murena sobre Rayuela aparecida en la revista Cuadernos. Antes de leer algunos fragmentos quería contarles que en una entrevista privada que tuve con Aurora Bernárdez, ella me dijo que la reseña le había dolido mucho a Cortázar. También me dijo que Murena era el hombre que más rosas les había regalado. Aurora me dijo que cuando salió el libro, Murena le confió: “Con ese título no va a vender nada”. Recuérdense los ampulosos títulos de las tres primeras novelas de Murena: La fatalidad de los cuerpos, Las leyes de la noche y Los herederos de la promesa, novelas de un realismo balzaciano que no traen ningún tipo de innovación. Sin embargo, después del fenómeno Rayuela, las novelas de Murena se titularon Epitalámica, Polispuercón, Caina Muerte y Folisofía; son todas de carácter experimental, aunque destilan un fuerte tono sarcástico.
Volviendo a la reseña sobre Rayuela, cabe destacar que Murena habla del Adán Buenosayres de Marechal y luego agrega: “Si la imitación es una forma de elogio, Rayuela constituye un verdadero aplauso que prolonga la vigencia del Adan Buenosayres…” Aparte de eso Murena ve en Rayuela “un fracaso en la expresividad narrativa que delata una fascinación ante la ‘cultura’ que es típicamente provinciana. Otro rasgo de lamentable provincialismo es la cándida insistencia en el argot porteño, que hace al libro en gran parte ininteligible más allá del Río de la Plata.” Groso error de Murena, ya que allí donde él ve defectos y fracasos es donde radica la fuerza de la novela. Marechal fue un adelantado. Por eso no es de sorprender que leamos en las cartas de JC los siguientes comentarios: “Murena (…) no ha entendido lo esencial, que es su conocida y tristísima carencia del sentido del humor…”. Ante la traducción de Rayuela a varias lenguas Cortázar recuerda, en carta a Jonquières, el comentario de Murena y escribe: “esta noticia (la de la una nueva traducción de Rayuela) confirma brillantemente la tesis de Murena de que mi novela es intraducible y, por ende, inexportable.” Y agrega: “las mejores venganzas son las que otros ejecutan por vos”. Por si fuera poco, y hablando de venganzas ejecutadas por otros en una carta inédita del 31 de julio de 1966 Carlos Fuentes le escribe a Cortázar: “Bueno, yo me sentí Edmundo Dantes a la hora de la estocada: lujito montecristiano de negarle el saludo a Murena y hacerle saber por qué: por lo que escribió sobre Rayuela.”
A medida que los nombres de Sur desaparecen de las cartas de Cortázar aparecen el de amigos más comprometidos con la actividad poética como Arnaldo Calveyra, Alejandra Pizarnik o Néstor Sánchez. Este sería el segundo Cortázar. Ya en los sesentas. Cuando el declive de Sur es estrepitoso y los jóvenes empiezan a usar jeans, minifaldas, aparece el rock, etc. Al igual que JC, Alejandra Pizarnik estaba instalada en París y había tenido vínculo con Sur. Compartían cenas y opiniones sobre el país. Julio admira tremendamente a Alejandra. Destaca su sensibilidad e inteligencia en varias oportunidades. Ella escribe un artículo sobre Historias de Cronopios y Famas y un ensayo muy lúcido sobre El otro cielo (dice en su diario sentir euforia al leer el cuento). Alejandra entrevista a Cortázar para el diario La República de Venezuela y Julio destaca la brillantez de sus preguntas que “estimulan cualquier imaginación”. Elogia en una carta dirigida a ella Los trabajos y los días diciéndole: “Ahora sé que todo o casi todo puede ser dicho en muy pocas palabras”. Al suicidarse Alejandra, en 1972 (revista Desquicio), Cortázar escribe,
Alejandra
Puesto que hades no existe, seguramente estás allá,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
Dando por óbolo un cuaderno
O un lápiz de color.
Acéptalos barquero: nadie pagó más caro
el ingreso a los Grandes Transparentes,
al jardín donde Alicia la esperaba.
También Cortázar le escribe otro poema más extenso que aparece en Salvo el Crepúsculo. Al consultar el diario de Alejandra encontramos la siguiente nota del 15 de junio de 1968:
“Empecé La vuelta al día en 80 mundos… La evidencia de la impostura es excesiva y, no obstante, la magia verbal de Julio más su seguridad de ser el primero (que plagia a autores desconocidos en Argentina) más su exaltación al adoptar la pose de cronopio exaltado y desordenado, todo eso concede al libro una dignidad inmensa. Olvido lo principal: Julio es, antes que un gran escritor, un gran lector. También como Eliot, es un gran plagiador, un gran calculador. Por otra parte, tiene el sentimiento de la grandeza. Y no obstante, hay algo de viejo en esa apelación que hace a la no-seriedad, sin duda porque él mismo quisiera no ser serio. Pero yo, que lo envidio —algo desde arriba, naturalmente— y lo envidio precisamente por su espíritu lúdico y calculador (nada pueril, como dice cuando plagia a Michaux) y lo envidio por su tenacidad, por su modo de vivir para la literatura sin juzgar su razón ni su vida, yo quisiera ser muy seria. Y no es verdad que chez nous se escriba muy seriamente. Pasa lo contrario. Julio lo dice porque cree que antes nadie lo dijo y de esta suerte conquista a los jóvenes prematuramente rebeldes y a los viejos jóvenes. En fin, debo leerlo por un asunto verbal (aprendizaje del idioma, del cálculo, si quiero vivir…)”
Esta forma de juzgar a Cortázar creo es la de aquellos que sentían una gran admiración por Julio, pero de alguna manera no aceptaban que fuera un hombre tranquilo, tímido, trabajador. Querían que sea un loco, un surrealista de la vida, etc. Julio era un artista, que tenía una idea clara de su trabajo, que entendía que trabajando era la forma de construir una imagen acorde a su ideal de escritor y consciente que con el tiempo iba a poder vivir de su escritura, cosa que logra bastante de grande. Otro de los grandes encuentros de Julio de esos años es con Néstor Sánchez, la influencia de JC hace que Néstor Sánchez se aventure en la literatura y en la vida literaria siendo que el mismo se autodenominaba un lumpen. Es gracias a Cortázar que Sudamericana le publica su primera novela; en carta a Porrúa, le dice:
“Hace un tiempo recibí el manuscrito de una novela de un chico llamado Néstor Sánchez, muy influido por mí pero al mismo tiempo con un enorme talento, a tal punto que pienso escribirle que te haga llegar una copia. Tanto me gustó el libro (que necesitaría una enérgica revisión, pero tal como es vale por todos los Verbitskys, Malleas y otros próceres) que pienso que si a vos también te gustara, deberíamos darle un empujón, entonces sí editorial, a ese muchacho.”
Luego Sudamericana terminará por publicar los tres primeros libros de Néstor Sánchez y el último. Cortázar habla de las ganas de leer sus libros a medida que van saliendo. Por ese entonces Cortázar ya había asumido varios compromisos de índole política y haber defendido a Sánchez lo puso en problemas varias veces. Dice Cortázar en La vuelta al día en 80 mundos:
“Sánchez tiene un sentimiento musical y poético de la lengua: musical por el sentido del ritmo y la cadencia que trasciende la prosodia para apoyarse en cada frase que a su vez se apoya en cada párrafo y así sucesivamente hasta que la totalidad del libro recoge y transmite la resonancia como una caja de guitarra; poético, porque al igual que toda prosa basada en la simpatía, la comunicación de signos entraña un reverso cargado de latencias, simetrías, polarizaciones y catálisis donde reside la razón de ser de la gran literatura.”
Este tipo de defensa de la obra de Sánchez le suscitó a Cortázar una polémica con Oscar Collazos. Ya que para un escritor comprometido defender la obra completamente apolítica (si es que se me permite está expresión), pero digo, una obra que intenta desde el género novela abordar la poesía, trabajar el ritmo y contar, como en el caso de Nosotros Dos, una historia triste y machista despierta, lógicamente, la suspicacia de los críticos de izquierda que le exigían a JC un compromiso con “la realidad” (las comillas no son mías lamentablemente).
Por esa época ya aparecen los nombres de Miguel Ángel Bustos, Paco Urondo, David Viñas, Haroldo Conti, Juan Gelman, Rodolfo Walsh, Humberto Constantini y Julio Huasi en las cartas de Cortázar. Y las tentativas de defender una obra como la de Sánchez, de clara estirpe Arltiana, le traía estos dolores de cabeza. Sánchez, a su vez, incluso cuando ataca al “boom” lo salva a Cortázar. Defiende Rayuela. Defiende a Morelli. Defiende la novela del lenguaje. En una entrevista le preguntan a Sánchez “¿Por qué rechazas tan tajamente el boom?” Responde: “Porque fue un invento de la revista Primera Plana y Sudamericana. Vendieron como si fuera la mejor una literatura superficial, inaugurando el camino del facilismo. Fue el momento más bajo de una lengua. (…) No entiendo cómo pudieron meterme con los escritores del boom en las antologías. A mí Vargas Llosa me parece peor que Perez Galdós. Dije entonces que los escritores del compromiso eran los más irresponsables. Estos escritores representaban para mí el momento más bajo de una lengua por su falta de relación con la poesía. Julio pensaba lo mismo.” Entonces el entrevistador le objeta que Cortázar estaba en el “boom” y que era comprometido. A lo que Sánchez contesta: “No, a él lo metieron, que no es lo mismo. Lo usaron, se aprovecharon de su renombre. Cortázar casi no ganó dinero con el ‘boom’. Julio fue leal, siempre. Tenía mucho miedo a la muerte y eso lo llevo a asumir la política como un adolescente.”
Así como Silvina se preguntaba de que ríen esos idiotas, en el documental Se acabó la épica la mujer de Néstor cuenta que las carcajadas de ambos, Sánchez y Cortázar, se hacían escuchar a cualquier hora. En el libro de Jesús Marchamalo Cortázar y los libros, donde se analiza la biblioteca de personal de JC en el libro La Nueva Novela Hispanoamericana de Carlos Fuentes, al pie de página de una lista de escritores donde figuran Carpentier, Vargas Llosa, Sarduy, Lezama Lima, Donoso, Puig, Cabrera Infante, Cortázar anota de puño y letra: “Y Néstor Sánchez”. En julio de 1975 en carta a Porrúa le escribe: “Hace tres días supimos que Néstor Sánchez estaba al borde de la muerte; es una larga historia de autodestrucción, pero estamos haciendo lo posible para sacarlo del agujero; por lo pronto lo hospitalizamos, y amigos psiquiatras van a tratar de ayudarlo con los nuevos métodos ‘abiertos’, que evidentemente son los únicos que podrían servir para alguien tan inteligente y retorcido como Néstor.”
Pero en 1975, Julio, el tercer Cortázar, estaba muy involucrado en política. Recordemos que en 1973 en la sede de la Federación Gráfica Bonaerense —un gremio adherido a la CGT de los argentinos— se presentó la revista quincenal Liberación y, según la crónica, Cortázar se dirigió al auditorio diciendo:
“Compañeros y Compañeras… Soy un escritor y mi última novela (El libro de Manuel) tiene como tema esencial los mecanismos de la represión y de la tortura. Entendí que debía asumir esa responsabilidad y por eso he venido en el momento de su aparición. Después del triunfo del 11 de marzo, ha salido esta revista que lucha por la ley de amnistía. Yo, por mi parte, he hecho una promesa: en mi libro se dice que el autor no cobrará derechos por él. Los he destinado a la lucha contra la represión y las torturas. Todo lo que me corresponda por la novela será para la comisión de Familiares de presos Políticos y Gremiales y para la comisión de presos Peronistas.”
Como pueden ver Cortázar ya había revisado su antiperonismo. En el 75 publica en Le monde diplomatique “La dinámica del 11 de marzo”, donde distingue “el peronismo del 46 y el del 73” y concluye: “este peronismo se encamina en un primer tiempo a lo que llaman un ‘socialismo nacional’, término comprensible en un país en que la noción de ‘socialismo’ evoca un partido bastante opaco en el pasado.”
En esta línea y, por último, voy a citar un texto titulado “Donde dije, digo” aparecido en la revista Índice de Madrid de 1973, donde Cortázar escribe:
“como me fui del país siendo un antiperonista convencido, quisiera hacer algunas puntualizaciones (…) Yo no había sido capaz de comprender esa enorme toma de conciencia de todo un pueblo. Un pueblo colonizado, enajenado, como quieran llamarle. Lo que despectivamente conocíamos entonces como el ‘cabecita negra’. De mi autocrítica salió una nueva visión de las cosas. Comprendí que el único camino de nuestro país está en esas pulsiones racionales o irracionales —que expresan la voluntad y el deseo de su enorme mayoría.”
Acá podemos apreciar como Cortázar iba revisando desde la autocrítica sus posiciones a medida que pasaban los años. En este último período podemos ver surgir nuevas amistades como Rodolfo Walsh, Alberto Cedrón o Urondo. Por ejemplo, en el 73 Cortázar había visitado a Paco Urondo en la cárcel de Devoto. De entre todos esos amigos que gozan de prestigio elegí a Julio Huasi que es un poeta desconocido, también suicida, que fue del PC, pero con el tiempo reblandeció su postura anti-peronista al igual que Julio. De hecho, su último libro tiene una tapa de Carpani. Huasi lo entrevistó varias veces a Cortázar y escribió varios artículos sobre él, todos con admiración y reverencia, publicados en España, Uruguay y en el periódico de las Madres de Plaza de Mayo o en El Periodista de Buenos Aires. Y además le dedicó algunos poemas. En carta a Huasi de 1981, Cortázar le dice: “No pude leer tu libro de un tirón como me gusta leer los libros de poesía, dejándome ganar por el aluvión total; tuve que pararme cada tanto, irme a tomar mate o whisky antes de volver a mi sillón. Y cuando llegue a ‘el gurí’ se me aflojó la canilla, qué querés, la presión de todo lo ya leído me cayó en la espalda con cada línea de ese poema.” Así que en vez de leer los poemas que Huasi le dedica a Cortázar, prefiero leer este poema que conmovió a Cortázar. Es un poema dedicado a su hijo, retrata el exilio de Huasi con su mujer y sus dos hijos, que se tuvieron que ir del Chile de Allende con el Golpe, luego se tuvieron que exiliar de Argentina y se radicaron brevemente en Londres. Allí se separaron y Huasi llegó a Madrid sin trabajo y con el niño. Cortázar intercedió para que consiguiera trabajo en el periódico El País y en la revista La estafeta Literaria.
el gurí
vagamos mi hijo y yo perdidos por un frío callejón,
me lleva de la mano como a un ciego en la neblina,
el puma y su cachorro marchan sin palabras
despatriados sin su américa en los pies
pero manando toda ella por los clavos,
las bisagras reventadas del alma, ahí van
el adán y su vástago sin eva, chaplin
y el niño, el dúo de ladrones de bicicletas,
fierro y fierrito sin caballo en la tormenta,
dos monitos brincando en occidente por un maní,
agarrado del ala de un gorrión sobre el vacío
debo darle de comer, de soñar, de humanar
pero en la última cena los platos son de humo,
en realidad el padre es él, me da consejos
con la voz de su baleada experiencia,
con sólo nueve giros de calesa celestial
ya tiene tres látigos de estado en el lomo y
tres masacres tupidas, ene países, dos océanos
y un pavor animal a los helicópteros verdes.
Tomados de las uñas como dos huerfanitos
él me enseña a leer las brumas y yo a no ser poeta,
lleva a upa mis fantasmas y yo juego con las cuatro bolas
muy candentes, eso sí, ya son muchas las horas de fuego,
él busca en mis ojos la lumbre de un portal
y yo busco una novia que nos entibie a ambos
pero está todo muy caro para las ternuras de los pobres,
el pichón empluma bajo lloviznas demasiado históricas,
mi pibe, cabrito, chango, botija, gurí, chaval, le hablo en mil idiomas,
tu hermana está muy lejos tras un mar nos miramos en silencio,
papá les dejará un tesoro bárbaro de herencia,
siete versos inservibles, una navaja que cojea,
las banderolas del pantalón, cáscaras de ilusos delirios
pero antes de eso les prometo un buen bailongo, una gran
fogata, y los niños serán reyes y las patrias alegrías,
no te aflijas, guachito, total que sí venceremos,
nunca estuvo más oscuro que antes de atacar.
Todos estos testimonios y afirmaciones ayudan a complejizar los avatares ideológico-amistosos de JC como sus valoraciones estéticas y las políticas. Como vimos, estaban por un lado los que los denostaban por sus posiciones de izquierda, mientras que, desde la izquierda, y en nombre del compromiso político, lo condenaban por no rechazar, por ejemplo, a Sánchez. Sin embargo, creo que Cortázar mantuvo a lo largo de su vida una posición respecto de lo estético que trascendió sus posiciones políticas y que mientras otros boxeaban con su sombra, él intentaba conciliar su gran sentido o sentimiento del arte con lo que pasaba en su país.
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[1]En una entrevista realizada por Hugo Beccacece para Tiempo Argentino en 1982 Bianco contó que “Victoria quería que publicara una aclaración donde constara el carácter personal de esa invitación. Me lo mandó decir desde Mar del Plata, a último momento, antes de mi viaje. Me negué porque consideraba que la aclaración era innecesaria”.
[2] Vease carta a Porrúa del 30 de nov 1964.
[3] En una carta del 63 a Porrúa escribe: “¿Es cierto que Borges se afilió al partido conservador? Éramos pocos y parió la abuela”.
[4] En una carta de 1978 a su hermana JC dice: A propósito de las palabras de Manuel Mujica Lainez te diré solamente esto: es un hijo de puta y un envidioso de mierda. Creo que es la única vez en 5 tomos de más de 500 págs. que Cortázar putea así.