Bolaño y las máscaras del surrealismo

 

Por Daniel Rojas Pachas*

Crédito de la foto ©Man Ray

 

 

Bolaño y las máscaras del surrealismo

 

 

Bolaño en su poema “La gran fosa” (publicado en el libro La Universidad Desconocida), nos habla del viaje y sus caminos colindantes con el desastre. El texto atiende a una generación de artistas abortada, sujetos volatilizados del mundo.

Pellegrini publica su foto

una cara vulgar

un tipo más bien gordo

con ojos de funcionario y no de surrealista

aunque ahora todos los surrealistas, todos los poetas

tienen ojos de funcionarios

en el 41 no era así

aún vivían Desnos, Artaud, Char

Tzara, Péret, Éluard

pero nuestro poeta era un poeta menor

y los poetas menores sufren como animales de laboratorio

y tienen los ojos secos y malignos

de los funcionarios.

 

El poeta al que se alude es Gui Rosey, signado como poeta menor del surrealismo. Esta figura también es eje central del cuento “Últimos atardeceres de la tierra”, publicado en el libro Putas asesinas. El relato de Bolaño fabula a partir de los silencios y abismos existentes en la relación que B sostiene con su padre. Como en muchos otros textos del chileno, el coqueteo con lo autobiográfico es patente, sin embargo, más allá de esa clave recurrente en su narrativa, encontramos dos, tres o hasta cuatro sublecturas que pueden transitar ocultas para una mirada superficial del texto.

Bolaño usó múltiples alter egos en sus novelas y relatos, por ejemplo: B, Belano, Arturo B, es por eso que la figura del otro, del doble y la máscara, cobran mayor relevancia en este cuento.

 

Collage de retratos de los miembros del movimiento Surrealista entre lo que aparece el poeta Guy Rosey

 

No es casual que en paralelo al viaje emprendido por los protagonistas, haya momentos que nos sacan del trayecto principal, para conducirnos a la lectura afiebrada que B hace de la antología de surrealistas curada por Pellegrini. Dentro de esta lectura que se verifica al interior del texto, Rosey fulgura por encima de los insignes miembros de aquella cofradía de artistas exaltados. El poeta con ojos de funcionario sirve como metáfora del relato principal, no tanto por su poesía o acciones de artes, sino debido a su trágica e intempestiva desaparición.

De Gui Rosey poco y nada sabemos. En una nota de agosto de 2020, titulada “Buscando a Gui Rosey”, la cual fue publicada en el País Digital, Julián Axat desentraña pistas que nos conducen a juntar algunos retazos del enigma Rosey. Se trata de un poeta que no logra como sus compañeros de bando, surrealistas y Dadá, el preciado visado a América, de modo que termina presumiblemente engullido por la maquinaria Nazi en 1941, esto ocurre según imagina B, en un atardecer que marca el ocaso, atardecer apocalíptico que se comunica con la decadencia que sufre la relación padre e hijo del cuento, y espejea con la salida que ambos hacen junto a un turbio ex clavadista de Acapulco, pues su búsqueda de acción en burdeles y picaderos discurre mientras la oscura noche cae sobre ellos, oscuridad que se tornará mayúscula hasta toparnos de frente con la violencia, imposible de franquear.

 

Poemario "André Betron poeme épique" (1937), de Gui Rosey

 

Axat indica en su artículo, que encontró una nota de 1968 publicada en la revista argentina Primera Plana, la cual da cuenta que Gui Rosey nunca existió, sino que se trataría de una máscara, un alter ego diseñado por Breton y Tzara para hacer de las suyas, como escribir una plaquette integrada por un solo poema extenso titulado André Bretón. Poéme Épique en 1937 y así exaltar el ego del maestro y padre epónimo del surrealismo.

De modo que podríamos aventurarnos a señalar que Rosey no murió atrapado por el holocausto y genocidio Nazi, sino que abordó el barco junto a sus dos creadores y su desaparición fue más virtual que material.  Gracias al portal digital Memoria Chilena, pude tener acceso a la mentada nota del 68. El único párrafo que alude a Rosey, es ambiguo, antojadizo, podría ser una muestra del amado azar de los surrealistas y dadaístas, al poner en la misma frase a Jarry con Ubu Rey, a Breton, Tzara y Rosey, todos unidos por el año 1896, luego se agrega que Tzara siempre negó todo otro nombre que no fuese su eufónico seudónimo, casi insinuando que su nombre real (Samuel Rockstentien) y el de Rosey, forman parte de sus múltiples alter ego, como el B, Arturo B, Belano y Arturo Belano son máscaras del chileno Roberto Bolaño Ávalos.

La verdad es que esa afirmación de que Rosey sea una máscara artística no es explícita y no queda del todo claro lo que Axat afirma con tanta seguridad. Sabemos que los vanguardistas hacían uso y abuso de los heterónimos y las desfiguraciones del yo, lo que es plausible, es que tanto Tzara como Breton y Rosey nacieron el mismo año, 1896, lo cual es una extraña coincidencia. Lo otro que salta a la vista, es que la única foto que tenemos del buen Gui, la misma que se alude en el cuento de Bolaño y en su poema “La gran fosa” en una especie de écfrasis paródica, misma que aparece recopilada en el libro de Pellegrini. La foto en cuestión fue tomada por Man Ray (Portrait of Guy Rosey, 1937).

 

Retrato del poeta Gui Rosey.
Crédito de la foto: ©Man Ray 1937

 

La imagen, si desean confirmarlo, aparece en numerosas muestras del arte del norteamericano, incluso en el catálogo Portraits, que recopila las fotografías más destacadas del autor, expuestas en la muestra organizada por el National Portrait Gallery de Londres.

De modo que Man Ray podría ser una pieza más colaborando en el juego de enmascaramientos. Aquí entramos al terreno de la especulación. No me cuesta creer que el fotógrafo haya forzado un retrato con un sujeto cualquiera de la época, el cual sirvió para dar rostro a una figura que usarían como moneda de cambio todos los surrealistas, curiosa observación que se comunica con otra imagen alusiva a Rosey, una ilustración también de Man Ray titulada “Gui Rosey Électromagie”, que muestra un rostro flotante, sin ojos, de cuencas vacías que dejan traslucir el fondo rojizo de la litografía.

El elemento central de la composición, la cara, aparece rodeada de manos que acosan a esta faz, que más parece una careta, como si todas las extremidades quisieran hacerse con ella, una pieza intercambiable de los surrealistas.

Axat, alude a esta imagen en su nota, pero siento que se suma al juego de falseamiento, lo cual ya parece la tónica central en torno a Rosey y esas otras figuras elusivas de la ficción bolañesca como Archimboldi o Cesárea Tinajero, una charada de detectives ilustrados que sólo añade más desviaciones y cuestionamientos que respuestas. Axat dice que no pudo encontrar en el libro de Pellegrini la foto y tampoco imagen alguna del llamado poeta menor, lo cual me parece rarísimo en la era de la información a un click. Basta con poner Gui Rosey en Google, dar con el archivo de retratos de Man Ray o descargar la antología de Pellegrini e ir a la página 202, para encontrarnos con el poeta de ojos de ratón de laboratorio.

 

Litografía del poeta Gui Rosey, titulada “Gui Rosey – Électromagie», de Man Ray

 

Me sumo a la intención de Axat, de Bolaño incluso de Tzara y Breton, nada más divertido y provocador que romper las delgadas líneas entre la ficción y la realidad, especular y mentir en el papel, y más aún sumar una gran burla que quedará archivada en los grandes anales de la historia del arte, para que algunos lectores obsesivos se rompan la cabeza y terminen por creerse la broma, repitiendo, citando, parafraseando sin meditar mucho el origen y destino de estas jugarretas.

Mi intención con este texto no es aguar la fiesta y exponer el truco, pues en verdad no creo que haya una respuesta unívoca y certera en torno a Rosey. El texto de Axat apunta algo muy certero, si bien Rosey pudo ser la máscara que serviría para subsumir un espíritu de época y sus poéticas, insisto, si asumimos que Rosey fue en verdad una máscara lingüística y poética, su ruedo no terminó con la muerte de Breton y Tzara, sino que como bien indica el argentino, si buscamos en los archivos de diversos repositorios y en algunas librerías y bibliotecas, encontraremos que hay obras de este autor, presumiblemente escritas y publicadas con posterioridad a la muerte de sus dos supuestos creadores, acaecida en los años sesenta.

Rosey publica nuevos poemas en los setenta con ilustraciones de Matta y Hans Richter. Eso quiere decir que ¿Rosey sigue vivo?, algunos archivos, que ya sabemos pueden ser falseables o compilar información no del todo cierta, indican su deceso en 1981, personalmente no me extrañaría enterarme que Rosey sea quien en verdad resurja de los espejos en el año 2071.

 

 

 

 

 

*(Chile, 1983). Escritor y Editor. En la actualidad, reside en Bélgica a cargo de la dirección del sello editorial Cinosargo. Ha publicado los poemarios Gramma, Carne, Soma, Cristo BarrocoAllá fuera está ese lugar que le dio forma a mi habla y Mecanismo destinado al simulacro y las novelas RandomVideo killed the radio star y Rancor. Sus textos están incluidos en varias antologías de poesía, ensayo y narrativa chilena y latinoamericana. Más información en su web www.danielrojaspachasescritor.com

 

 

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