Por: Sandro Chiri Jaime
Crédito de la foto: Archivo MP
Boceto juvenil de Xavier Abril
Estas líneas pretenden seguir los momentos más significativos de la ruta biográfica del joven Xavier Abril, poeta peruano cuyo tránsito vital se conoce poco, debido acaso a su deambular por diversas ciudades del mundo. Se trata, en el fondo, de un artista viajero cuyo camino aspiramos rastrear.
Hollywod (1931), Difícil Trabajo (1935), Descubrimiento del Alba (1937) y La rosa escrita [circa 1946] son los cuatro títulos que hicieron famosa su poesía.
Xavier Abril nació en Lima, el 4 de noviembre de 1905. Fue el menor de once hermanos, todos hijos de Carlos Abril y Borgoño y Amalia de Vivero, ambos descendientes de antiguas familias de origen hispánico. El Instituto Lima, el Colegio Alemán y el San Agustín lo albergaron como inquieto estudiante.
Fue casualmente en el Colegio Alemán donde coincidió con algunos adolescentes que más tarde destacarían en nuestra tradición letrada: Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen y Estuardo Núñez. Este último ha contado la temprana afición que tuvo Abril por la hípica, manifiesta desde los años escolares. Al grupo también perteneció Ricardo Grau, destacado pintor quien más tarde introduciría temas y motivos abstractos en la plástica nacional.
Con respecto a su paso por la escuela, Abril en su «Autobiografía o invención», que incluye en Hollywood, escribió:
«Las biografías verdaderamente modernas no tienen colegio, sino calle. Aquello del seminario, tan en boga en ciertos escritores «loyolas» de España, es completamente funerario. Lo único que aprendí bien fueron los palotes. El no haber asimilado los vicios de la sensibilidad oficial de la cultura burguesa, me ha dado precisamente esta gran disposición de ánimo nuevo. Mis escapadas del colegio –para librarme ya desde entonces de la letra– eran hacia la naturaleza. Hacerme jockey profesional fue siempre mi más grande entusiasmo. Pero esto es lo que soy ahora –por consecuencias y faltas de retóricas–: un magnífico jinete en pelo, de las ideas».
A la cultura el poeta le opone natura, con el fin de volver a los orígenes, a los estados primitivos donde el hombre alcanzó estados de pureza. Y líneas después acota:
«En la escuela hice mi primer aprendizaje erótico; conocí el carácter de esta plástica en las piernas con malla de una compañera que, según Martín Adán, se llamaba Polack. Yo sólo recuerdo que era muy fea y alemana. En este punto, o en el anterior de las piernas, el colegio tuvo para mí un verdadero significado de cultura circense».
Hacia 1921, conoció personalmente a César Vallejo, amigo de su hermano Pablo, poeta ligado al movimiento modernista de entonces. Vallejo, quien visitaba Lima, entabló rápida amistad con el joven Abril. Ese primer encuentro, que los llevó por el agitado barrio chino, marcaría el inicio de una importante relación de compañerismos que más tarde se fortalecería con la experiencia europea de ambos.
El afán de permanente irreverencia señalan el espíritu inquieto del vate, espíritu que probablemente hayan inclinado a su familia a conducirlo hacia una fugaz y veraniega experiencia como marinero en la armada peruana, en 1922, cuando aún no había cumplido los 17 años. Abril señala: «Pasé una temporada de señorito marinero (grumete) en un buque de la Marina peruana. Allí principié a tomar alcohol –los marinos me daban whisky y charlaban conmigo pornográficamente– pornografía horrible y abstencionista –de las mujeres del puerto–. Había conocido una mujer que me enfermó de una blenorragia, entonces para mí ideal. La gonorrea tiene siempre una época ideal de aclimatación en el hombre: la adolescencia».
Al margen de esta suerte de iniciación sexual, que el poeta evoca con inocultable entusiasmo, relacionando el mar, los viajes, el alcohol, la conversación, los puertos y las mujeres, sería conveniente indicar los iniciales pasos de Abril en el mundo de las letras. Las primeras noticias que se tienen al respecto nos remiten a escuetas notas que aparecen como preámbulos a sus iniciales textos líricos, ya sea en el periódico El Tiempo o en las revistas Mundial o Variedades de Lima. En esta última, por ejemplo, se anuncia la pronta publicación de Las palabras de la esfinge, libro que supuestamente debiera editarse en Madrid en 1925 y que nunca apareciera. Los treinticinco textos que Variedades difundió, el 23 de mayo de 1925, como adelanto del supuesto poemario, cuando el autor aún no cumplía los veinte años de edad, llevan la inequívoca huella de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna: «Broadway: correr de autos, tranvías. / En New York, la vida se apura demasiado». Se trataba de pequeños textos que la revista limeña difundía subrayando el grado de originalidad del joven poeta, cuyo primer viaje a Europa ya se anunciaba en las líneas de presentación. 1925 también es importante en tanto que conoce y visita a José Carlos Mariátegui, de quien se convertirá, a partir de 1926, en su incondicional colaborador literario, asunto que se visualiza en las páginas de Amauta.
1926 es un año clave en la vida del poeta. Antes de su primer viaje a Europa, hizo uno por mar rumbo a Arica, con una pequeña delegación de jóvenes peruanos entre los que se encontraba Jorge Basadre. Casualmente, el historiador tacneño recuerda ese episodio en su libro Apertura (Lima: Ediciones Taller, 1978), donde señala: «Recuerde Xavier Abril que hicimos en 1926 juntos el viaje a Arica» [p. 472], en alusión a una experiencia peligrosa en tanto que estaba vinculada a visitar territorio peruano en cautiverio. Pisar la patria en poder del ejército invasor, fue para nuestro poeta una experiencia singular e inolvidable, que lo acompañaría por el resto de su existencia; acaso ello explique por qué en 1979, con motivo del centenario de la infausta Guerra del Pacífico, Abril editase en Montevideo el solitario número de la revista El Lunarejo en donde lo único que se publica es el conocido y emotivo poema «Grau», de Juan Ríos.
Meses después realiza su primer viaje a España beneficiado con una beca del Estado español para estudiar pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde coincide ahí con Salvador Dalí. César Vallejo tenía otra similar que había conseguido por intermedio de Pablo Abril (igual que Xavier) gracias a las influencias que Pablo tenía en su calidad de Primer Secretario de la Legación de Perú en España. Vallejo había conseguido una beca para continuar sus estudios de Derecho.
A partir del segundo número de Amauta, Xavier Abril inicia sus colaboraciones en la mítica revista de José Carlos Mariátegui. Al respecto, el poeta ha confesado: «Yo me fui haciendo una cultura completamente arbitraria. Un viaje a las sierras y a las montañas del Perú me dio una dirección y un sentido dentro del trabajo de la naturaleza. Principié a ordenar mi biología desorientada y caótica. Mi método ha sido siempre la especulación psíquica. De esta manera preparé –sin quererlo– lo que después será una sorpresa para mí mismo: la locura. Esto es lo que todos preparamos. Yo he traído a la poesía sudamericana el sumernage, la taquicardia (1926), el temblor, el pathos, «el terror al espacio» (1927). Después de mis primeros ensayos y experimentos literarios (1923-25), hice un viaje a Europa. Asistí al debate del Surrealisme; pero a mi vuelta al Perú (1928) me ganó la revolución, el marxismo, en la prédica de Mariátegui. Y mi vida y mis esperanzas son el proletariado. No creo en otra clase para la continuación creadora del mundo. Mariátegui acaba de morir; pero mi vida está hoy como nunca ligada a su trabajo, a su orden social revolucionario. Mariátegui ha creado una conciencia, un nuevo nacimiento de América. Mi conocimiento y revelación del mundo político están vinculados a su agonía».
En 1927 deja Madrid y se traslada a París donde coincide del todo con César Vallejo. Una oscura bohemia maltrata su salud. Estrecheces económicas acompañan su vida diaria. Su poesía es invadida por motivos vinculados al menoscabo de la salud, la noche, el erotismo y la muerte. El 23 de agosto, Vallejo escribe a Pablo Abril: «[…] su enfermedad sigue en el mismo estado, aunque está ya curándose en una forma más seria y regular. Vive en un hotelito muy cómodo, donde también come y disfruta de absoluto reposo. En cuanto a sus proyectos de Cannes, Niza y demás puntos turísticos del Mediterráneo, creo que ya no piensa en ellos. Le digo todos los días que es menester que se cure de preferencia, pues, de lo contrario, nada podrá ya hacer y ni siquiera escribir versos vanguardistas. Ojalá así lo haga, aunque creo que lo más prudente es que viva, por el tiempo de su enfermedad, bajo el cuidado y paternal dirección de usted. En fin, yo le avisaré después cómo sigue, para que usted tome la decisión que más convenga. Por el instante, está curándose y ya no piensa en locuras literario-suicidas. Tranquilícese usted, Pablo, y ya veremos lo que haya que hacer con nuestro poeta ultra-avanzado».
Semanas después, el 12 de setiembre, Vallejo vuelve a comunicarse epistolarmente con Pablo: «Xavier vive lejos de mi hotel, en la Porte Champerret. Allí está más tranquilo, un poco cerca de la campiña de París. Está mejor de su enfermedad y me dice que lo que le hace falta es dinero para seguir curándose. Nos vemos con cierta frecuencia. No siempre, dada la distancia a que estamos. Le he observado que está dispuesto a volver a Madrid, a fines de este mes. Digo ‘observado’ porque, como varía tanto de decisiones, no hay que atenerse mucho a lo que él dice ‘por medio de palabras’». Por entonces, Xavier Abril no cumple los 22 años y da la sensación de que ha ingresado, confuso y excitado, como actor y testigo de excepción de la bohemia parisina. Conoce y frecuenta a los poetas surrealistas Andre Breton, Louis Aragon, Paul Eluard, Jean Cassou y Jules Supervielle a quienes pone en contacto con José Carlos Mariátegui y su revista Amauta.