El presente texto fue publicado por su autora originalmente en la revista web Resonancias.org, N° 134, el 15 de abril de 2001.
Por: Vivian Lofiego*
Crédito de la foto: Cortesía Archivo Blanca Varela
Blanca Varela. Vida y poesía
Mallarmé afirmaba haber experimentado inquietantes síntomas causados por el acto de escribir. Escribir el poema aparece como una situación extrema que deja suponer una caída radical. Ahondando en el verso, decía haber encontrado dos abismos que le desesperaban. Uno era la nada, es decir la ausencia de dios, el otro era su propia muerte.
¿Qué síntomas puede experimentar a la hora de escribir, una poeta de la dimensión de Blanca Varela? La palabra desde la cual nos habla, es una palabra que evoca el destierro en su dimensión más universal. Caída desde lejos, alimentada de lo inexacto, expulsada del paraíso, la poesía llega en carne viva para alterarnos los ojos. Poesía poseída, nos sumerge con sensualidad de flor carnívora hacía el centro del poema. Canto de ideas expuestas con lucidez implacable, el poema se integra al mundo, como los héroes de las tragedias clásicas, en una suerte de voz del destino que arranca a la vida de lo absurdo para conferirle una cierta grandeza. Si la propuesta de Rimbaud en la poesía fue la de fijar vértigos, podríamos interpretar a la poesía de Blanca Varela como una expulsión permanente del yo hacia zonas oscuras, hasta alcanzar después del mareo, un cierto grado de iluminación. Su poesía se aferra a la seguridad de lo cambiante, a la brevedad de la intensidad, hallando el frágil huesecillo de la estirpe al azar hasta perderlo, como lo dice en El libro de barro. Un naufragio sin mar, sin playa, sin viajero. Blanca Varela crea a dios a su imagen y semejanza, lo modela, lo esculpe desde su herida congénita y felizmente mortal, exponiéndolo a la vista de todos, a los clavos, a la sangre y a las moscas.
Blanca Varela nació en Lima en 1926, en 1943 ingresa a la Universidad Mayor de San Marcos, estudia literatura con otros escritores, quienes formarán parte posteriormente de la generación llamada del 50. Esta, generación prolongó el camino que ya estaba descubierto por César Moro y Emilio Adolfo Westphalen, algunos de sus miembros fueron: Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren y Sebastián Salazar Bondy. Muy pronto comprendieron que la literatura debía ser universal. En 1949, Blanca Varela se instala en París, época de apogeo del surrealismo, se hace amiga de los principales representantes de este movimiento. Más tarde continuará su exilio por Florencia hasta radicarse nuevamente en el Perú.
La poesía de Blanca Varela es una referencia a la poesía universal. Poseedora de una mitología propia nos habla delo cotidiano como un oráculo: ni declara ni oculta, significa. Como Loxias, el oblicuo, su poesía cubre el sí y el no. La visión del mundo es lúcida, exacta en su desamparo como lo muestran magistralmente todos sus poemas. El yo poético está herido en primera persona del singular y se extiende al mundo que lo rodea.
Queja narcisística que se transforma en literatura a través de un complejo mecanismo de sublimación. Descripción de un mundo sombrío, amargo como la hiel, pero la perfección de la palabra da a esa visión negra una magnitud que linda con lo sublime. El sufrimiento, las pérdidas del yo poético se encarnan resistiendo con tanta superioridad y elegancia que rebasan la experiencia trágica. La vida y la poesía constituyen en Blanca Varela una unidad indisoluble, indestructible, dando lugar a la existencia como un acto total. Mario Vargas Llosa, prologuista de Ejercicios materiales, nos aclara este aspecto de la obra y de la vida de Blanca Varela, incluyendo a otro gran poeta del Perú: Martín Adán. Nos dice Vargas Llosa: «El escribir es un acto de compromiso total dela persona, Blanca Varela pertenece a la clase de escritores y poetas cuyo escribir es un compromiso total del ser.»
Vida y poesía, fueron el centro de las preocupaciones de los surrealistas. Como ya hemos dicho, Blanca Varela llega a París y forma parte de este movimiento. Los surrealistas hablan a cada momento de la alianza: vida y poesía, ser soporte y paradigma del poema. Recordamos la frase de Tristan Tzara: la poesía como actividad del espíritu, el poema se transforma en documento. No olvidemos que la documentación fue el elemento fundamental de los surrealistas. La nombrada documentación permite unir, crear el lazo invisible entre vida y poesía. Pero vida y poesía son dos cosas diferentes y la fusión era, es y será problemática. Tomemos algunos ejemplos: Vaché es la vida sin obra. Lautréamont la obra sin vida, en Rimbaud estuvo primero la obra, después la vida.
En Blanca Varela poesía y vida van unidas, iluminación y ceguera; nacer y morir; blanco, negro y rojo de la sangre redentora; oscuridad y proximidad; vacío continuo y plenitud sin nombre. La esperanza es absurda y delgada pero posee el mérito de entrar en la vida por una puerta, desde la misma contempla al mundo ¿cómo una niña, un animal, una idea? Octavio Paz dice: «Blanca Varela es una poeta que no se complace con sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Su poesía no explica, no razona ni es tampoco una confidencia. Es un signo, una totalidad frente al mundo, contra él y hacia él, una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor, el tiempo, la soledad.»