Por Rodrigo Arriagada-Zubieta*
Crédito de la foto (izq.) BAP Ed. /
(der.) el autor
Bajo la tediosa cúpula del cielo.
Selección de 5 poemas Rodrigo Arriagada-Zubieta
El cine y la vida
Las películas no son como la vida:
estas emociones pueden diferir del tiempo de los hechos
deslumbrar sí a media luz, pero desalojadas unos momentos
de la letanía del reloj
apenas montadas en la ilusoria cercanía del espectáculo de uno mismo
En la memoria todo es un cuarto oscuro
que retiene el aire frío de lo ausente,
actores cuyas imágenes no tuvieron por sí mismas un final
y dejaron de envejecer
conservando una feble transparencia
capaz de romper la quietud de noches tan silentes que irritan
En ellas sólo basta con cerrar los ojos para mirarme en ti
dejarme atar a estas impresiones inestables
que desnuda ostentas como única eternidad aparente
belleza que duele entre un desplazamiento y otro
de Isabella Rosellini a través de la pantalla
fatalidad de mujer
trágicamente adherida por la memoria a tus gestos
Lo que me ata a ti son estos no lugares
donde para siempre ocurre un desencuentro o una espera…:
de la pareja en otro tiempo ideal
el desconsuelo sin imagen
de un final feliz, en nuestro caso, imposible
que me priva decir más
– corten-.
Ofelia
–Duda lo cierto, admite lo dudoso
pero no dudes del amor mis ansias-
le habías dicho hace unas horas en el bar
recitando versos de loco
en los que una lectora atenta
habría adivinado, en lo que comenzaba, un final.
Y es que todo en la vida
se parece a la famosa tragedia, Ofelia
Todo, especialmente la verdad, sucede fuera de acto
los encuentros son torpes diálogos simulados
las palabras que decimos tardías flores que coger en el jardín
antes de volver a caer en las aguas de la soledad
como en un cementerio de otro mundo,
enterrando los suspiros de un aliento ahogado
por la pena de desencontrarnos.
Eso debiste advertirle
antes de dejarla desnuda en su habitación
cargada de perfumes y armonías
mientras salías aún incierto de ser o no ser en su cama
Ella habría querido seguir jugando
a ese amor del que sólo le dejaste una sombra
y te fuiste junto a las luces de la mañana
brillando tibiamente para desaparecer
con la luz de su sonrisa eco de su último canto.
(de Extrañeza)
Respiración artificial
Para dormir de una vez
tendría que separarme oníricamente
de mis sueños.
Cada noche ensayo la retractación de mí mismo
y en la mañana me ausento a primera hora
frente al espejo.
Puntual: el mezquino vacío de siempre
se enmascara a fuerza de evitar otros desencuentros
como si alguien me hubiese quitado “el buenas noches”
cansado del luto riguroso de pensar
en una enfermedad presunta.
Cuántos baños de anestesia
toma el cuerpo aromatizado en su propia morfina
cuando desaparece el tiempo
y comparece horas más tarde
un solo de color durante el eclipse.
Me habitan mis soledades
como agujeros en las cuerdas del patíbulo,
enfermeras sin urgencia,
cenicientas a media sombra
de un baile interminable
sobre el salón blanco
mi propia cama un merodeo rutinario
en el patio de los locos
lo suficientemente a oscuras
y, sin embargo, luminoso tragaluz
bajo la tediosa cúpula del cielo.
Espérenme en pie los muertos
como a la buena nueva
que provoca en todos un pavor inexplicable.
Aguarden en vela
mientras se aprueba sin dolores la eutanasia
y yo sea la vida, la insoportable vida,
un imbroglio de cables sin oxígeno
la respiración artificial
ante la ausencia de suicidio.
Palabra
Palabra a la que es necesario
ceder siempre la palabra,
para que pueda callar
lo que nunca sabe decir,
porque no alcanza siquiera
a tocar el ser
cuando ya se extingue
en el silencio de alguien
que se dice yo, pero nada
de lo que habla es él;
exceso de retórica en las cosas,
fuga de gusanos en el funeral,
vapor en el espejo de un muerto
que no quiere vivir
encerrado en sí mismo
y, a pesar de todo,
sólo alcanza a existir
en la escucha de los otros:
apenas viento en la semilla del árbol
aquenios como espermas,
incubando su mudez.
Desencanto (punto final para la poesía)
Esta disciplina náufraga
contra viento y marea
La ceguera de estar, sin excepciones,
del lado del paisaje que uno nunca termina de ver,
abandonada la esperanza de entrar aquí o allá
en parte alguna
y la cabeza se tuerce alejada de lo increíblemente cerca
Sombras a medianoche por las que despertar a mitad del sueño
tajos en el pensamiento como vidrios de siluetas degolladas
seres que distancian de otros seres cristalizando en lo indecible
vida en el sentido opuesto de la palabra
como no estar en pie a primera hora de la mañana
para ver la ciudad sumergida en brumas
poesía a pesar de todo digna de una pobre dicción
el silencio consumido a fuego lento por la luz
un puñado de letras
la oscuridad, ¿¡Oh!?
en medio del canto
el punto final
esta guillotina.
(inéditos)