Por: Mario Pera
El poeta Miguel Ángel Sanz Chung estudió Literatura a inicios de la década del 2000 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí fundó con algunos jóvenes poetas (Diego Sánchez, José Agustín Haya de la Torre y Romy Sordómez, entre otros) el grupo literario Sociedad Elefante. Algunos años después varios de ellos compartieron un espacio radial dedicado a la literatura, al que llamaron «La Divina Comedia», por radio 1160 del que fueron directores el propio Sanz Chung y Moisés Sánchez Franco.
En el año 2002 apareció La voz de la manada, poemario con el que el poeta rompió fuegos e inició una carrera literaria que cuenta a la fecha con cinco publicaciones.
En esta ocasión, sirve como motivo de la entrevista la publicación de su último poemario, Arte Rupestre, libro que ha visto la luz íntegramente en versión digital y gratuita, hecho bastante inusitado pese a que el uso de la tecnología es cada vez mayor en tanto las publicaciones, pues no es secreto que la literatura, y en particular la poesía, es uno de los últimos bastiones en donde los autores suelen decantarse por lo impreso en papel. Sanz Chung nos sorprende de nuevo gratamente, no sólo por la calidad de lo publicado, sino por la apuesta en los nuevos medios de comunicación como propuesta integrada al contenido de su obra.
Aquí la entrevista con el poeta Miguel Ángel Sanz Chung.
1. Miguel Ángel, ¿cómo nace Arte Rupestre? Sé que trabajas siempre varios proyectos en paralelo pero, ¿cuál es la idea, vivencia o sentimiento que dio origen a este poemario que, como otros, asumo que has dejado reposar por un tiempo antes de publicarlo?
El origen de un poemario casi siempre es algo que sólo logro ver a posteriori. Uno va escribiendo poemas y no es hasta que se tiene un grupo de ellos que se da cuenta que algunos pueden formar parte de un futuro libro.
La singularidad de este último poemario, es que a diferencia de los anteriores, que guardan una temática muy específica, partió de una premisa diferente. Me prometí dedicarme por un tiempo a escribir poemas sin pensar en la idea de conjunto. Intentaba concederme una especie de libertad creativa. Confiaba en que llegado un punto in-determinado se agotaría una etapa creativa y los poemas que pasasen el filtro de la autocrítica (y la crítica de algunos amigos) se pudiesen hermanar finalmente en un libro.
Luego, es cierto que nunca publico un poemario antes de que hayan transcurrido al menos dos años de haberlo «terminado». Ese tiempo es trascendental para perder apego, para ganar perspectiva. Dejarlo reposar y volver a retomarlo cada ciertos meses para corregirlo. Así periódicamente hasta que, llegado un momento, quedo satisfecho o resignado con el resultado final. Sólo a partir de ese momento considero que el libro es libro.
2. A grandes rasgos, en tus poemarios anteriores explicas al hombre desde una metáfora animal, delineas una visión del mundo desde la serenidad de la flora, luego haces un repaso de los conflictos internos del hombre volviendo, más tarde, a los recuerdos familiares rescatados a partir de diferentes espacios físicos en los que viviste tu infancia y juventud. Siento que último poemario gira en torno a tu familia (esposa e hijos) y a tu vida en el país que te acoge, España.
En lo concerniente a lo primero es así. Como sabes, el poemario está dividido en dos partes. La primera trata sobre la vida familiar, tanto en el plano paternal como marital. La segunda parte trata de la faceta del hombre como individuo solitario. Es cierto que existe una sensación de desarraigo en esta sección del libro, y que los poemas han sido escritos en España (donde resido desde hace casi una década), y que esa circunstancia tiene que haber dejado su impronta de alguna forma en estos poemas, pero creo que el vacío y el desasosiego que están ahí presentes trascienden las fronteras políticas.
Siento que esos poemas no serían muy distintos si los hubiera escrito en el Perú o en cualquier otro lugar. Para poner un ejemplo paradigmático y un tanto límite, pienso ahora en El Extranjero de Camus, donde el protagonista es un extranjero del mundo, de la sociedad en general, y por sus características seguramente lo seguiría siendo de haber nacido y crecido en cualquier sitio de la Tierra.
3. En ese sentido, ¿cómo se conecta Arte Rupestre con tus poemarios anteriores y en qué sentido es una ruptura con los mismos?
Hasta la fecha, nunca se ha dado en mí una ruptura radical en términos del lenguaje. Mis poemarios reflejan un proceso que no es otro que el del aprendizaje existencial. Siempre hay un trabajo con la palabra, por supuesto, un trabajo a veces consciente, otras veces intuitivo, pero la búsqueda de la expresión que más se acerque a ese poema ideal que siempre deseamos escribir nunca cesa, es una cuestión de vocación, de honestidad, por desgracia también de obsesión —que hasta puede derivar en angustia e impotencia—, pero al fin al cabo una búsqueda comprometida con nuestra propia conciencia.
Este libro, en lo que más se puede diferenciar respecto a los anteriores, es en las fuerzas que lo amalgaman. Como comentaba antes, mis poemarios siempre han respondido a temas muy específicos como sostén metafórico (bestiario, «herbolario», las habitaciones de una casa, etc.), mientras éste tiene vasos comunicantes menos evidentes. Pondré de ejemplo dos de ellos. El primero tiene que ver con el título del libro, que es el mismo título del poema que abre el libro (sin contar los tres versos iniciales). En aquél poema se dan las claves del resto del libro. La idea del Arte Rupestre como testimonio de la vida doméstica, solo que en lugar de pintar sobre las paredes, yo lo hago escribiendo poemas en mi «moderna» caverna de cuatro paredes y sobre el papel en vez de piedra. El segundo tiene que ver con los sentimientos que recorren el poemario. Toda esa sensación de desencanto, de desesperanza, de vacío está motivada por algo que nombro como «sed» en el poema «Brote de plaga», una sed de algo que la vida misma no parece satisfacer y que, muy por el contrario, parece acrecentar.
4. Muchos poetas optan por ilustrar, si se quiere, sus poemarios con viñetas o dibujos que, en la gran mayoría de los casos, no tienen un vínculo real con el contenido de la obra. ¿Qué función cumplen las imágenes (pinturas rupestres) que ubicas entre los poemas? ¿Cómo se vinculan estas a al contenido del poemario?
Siempre he creído que un libro, como objeto final, no debería incluir nada gratuito o simplemente ornamental. Sobre todo un poemario, donde hasta las comas y los encabalgamientos son mirados con lupa por el lector atento.
Las ilustraciones, tanto para una portada como para los interiores tienen que responder también a una idea de conjunto, tienen que entablar algún diálogo con los poemas. En mis dos primeros libros esto es algo evidente. En La Voz de la Manada, Eduardo Tokeshi tuvo la gentileza de hacer una portada y unas viñetas maravillosas que respondían a una lectura atenta del propio libro. En Quién las Hojas me dediqué a elegir entre más de tres mil imágenes las doce hojas que aparecen intercaladas entre los textos. Ahora, en Arte Rupestre los dibujos tienen un papel aún más importante si se quiere, ya que al ser un libro electrónico la parte visual es fundamental.
Desde el proceso creativo fue una experiencia especial. Fernando Vargas, que ha hecho un trabajo fantástico recreando el estilo de las pinturas rupestres y dándoles un toque muy personal, fue haciendo uno a uno los dibujos tras largas conversaciones entre ambos después de la lectura de cada poema. De alguna manera, en el libro se prolonga ese diálogo, pero son ahora los dibujos y los poemas los que conversan frente al lector que, con su propia interpretación, termina por dar vida a la experiencia total del arte.
5. Muy pocos escritores deciden utilizar el medio virtual para publicar por primera vez alguno de sus libros. Incluso cuando es así, utilizan formatos virtuales que cobran una cantidad para la descarga. Este no es el caso, has decidido publicar por primera vez Arte Rupestre vía web y de modo gratuito. ¿Cuál es la intención con esta nueva manera de difusión de tu obra? Para muchos lo que no está impreso en papel es como si no existiera.
En esa última afirmación se encuentra el germen de mis motivos. Creo, como tú, que muchas personas piensan así. Es más, todos pensamos de manera parecida en distintas circunstancias.
Es cierto, lo que no está impreso en papel no existe para el que no lee más que papel, como también la poesía que está impresa en papel no existe para el que no lee poesía. El medio no legitima el contenido. Que la cantidad de información y publicaciones que circulan por internet suela adolecer de cierta ligereza y falta de elaboración no significa que sea el medio el que lo cause, sino el uso que le damos al mismo. Esa característica es sólo una de sus posibilidades. Existen otras, y hay numerosos ejemplos de ellos que utilizan el medio virtual para difundir el arte (ya no digo sólo la poesía). Si el espectador (o lector en este caso) es paciente y tiene verdadera inquietud se detendrá en la obra y leerá en la pantalla concentrándose en el contenido, olvidando el soporte que está utilizando para leer, al igual que sucede cuando leemos en papel.
Sobre las ventajas de publicar en formato electrónico creo que ya es algo conocido por una gran cantidad de personas. Es obvio que el papel tiene bondades que el libro electrónico no tiene, pero también sucede al revés, y lo que me parece más positivo es que ambos soportes convivan para aprovechar todas sus cualidades.
El medio virtual nos da la posibilidad de compartir la obra con el mundo entero y no sólo con un circuito de distribución limitado, por ejemplo. Y que, como en este caso, sea gratuito hace que su democratización sea casi total, sólo por detrás de una biblioteca pública. Por eso es que publico este poemario para que pueda ser leído en línea, descargado o compartido sin coste alguno. Creo no equivocarme si afirmo que aquellos que publicamos poesía no tenemos una motivación económica para hacerlo. Es más, suele ser que utilizamos nuestros propios ahorros (¡o los ahorros de quienes nos rodean!) para editar un libro en papel. Tener la pretensión de ganar algo de dinero con la venta de unos poemarios, además, sería una necedad. Todos los que amamos la poesía, como lectores o autores de ella (o ambas cosas a la vez como suele ocurrir en su mayoría), sabemos que es un círculo muy reducido, somos conscientes que todo el planeta ha leído algún poema en su vida, pero que son contados los que persisten en su lectura.
Al publicar Arte Rupestre en este medio, realizo el mismo acto que Emilio Pacheco describe tan bien en un poema suyo: «lanzar una botella al mar para que lo recoja aquél que se lo encuentre en cualquiera de las costas de nuestro mundo», o, lo que es lo mismo, cualquiera que lea poesía, y que navegando en la red se encuentre este poemario y le apetezca leerlo.
6. Miguel Ángel, ¿qué proyectos vienen? ¿Quisieras añadir algo más?
Como afirmaste unas preguntas atrás, siempre trabajo varios proyectos paralelamente. Cuál de ellos será el primero que termine o considere finalmente apto para su publicación es algo que ignoro. Al igual que intento cumplir la premisa del reposo de los libros antes de publicarse, también intento cumplir con otra premisa: no publicar un libro antes de transcurridos dos años de mi última publicación.
Creo que dejarse llevar por la inercia es un error. Prefiero hacer caso a otra fuerza igual de sutil pero que tiene una naturaleza totalmente opuesta, la intuición. Y la intuición me dice que esta vez transcurrirán varios años más hasta que vuelva a publicar.
Miguel Ángel Sanz Chung. Lima – Perú, 1979. Publicaciones en poesía: La voz de la manada (2002), Quién las hojas (2007), Paciente 164 (2009), Casa amarilla/Casa abandonada (2011) y Arte rupestre (2013).