Por Cristián Gómez O.*
Crédito de la foto Universidad Nacional de Piura e
Hipocampo Ed.
Deslindar escrituras; deslindar subjetividades.
Arena, asfalto y memoria: Kloaka 1982-1984 (2019),
de Julio Alexis León
A través de una serie de entrevistas, estudios y testimonios, el escritor y profesor peruano Julio Alexis León contribuye de manera decisiva al análisis y la comprensión de ese fenómeno poético que fue Kloaka, en particular, y de la vida política y cultural del Perú en general.
Dividido entre la semblanza y el balance de cada uno de los integrantes de Kloaka, las entrevistas a sus miembros, pero también a aquellos que compartieron con ellos esos años y esos lugares de la bohemia y la polis limeña, este libro de León se suma a un creciente número de publicaciones que han tocado, tangencialmente algunos, mucho más en profundidad otros, el legado de este grupo cultural. A saber: la inaugural publicación de La última cena, en mil novecientos ochenta y siete, Poéticas del flujo, de José Antonio Mazzotti, donde se hace una de las primeras aproximaciones detalladas a la escritura de esos años, del año dos mil dos, la antología de Zachary de los Dolores, donde compila textos de los miembros del grupo, en dos mil catorce, además de Movimiento Kloaka (1982-1984), de Juan Zevallos Aguilar, del año dos mil dos, entre muchos otros textos y libros que sería lato detallar aquí.
Arena, asfalto y memoria busca, por su parte, consolidar una imagen de conjunto del grupo al entregarnos reveladoras entrevistas a todos y cada uno de ellos, las que repasan anécdotas de la época, la conformación del grupo, sus conflictos internos y su verdadero significado al interior de ese campo de estudios que es la poesía peruana. Pero Julio A. León también plantea una tesis central, que recorre el libro a todo lo largo y ancho del mismo: el intento de aquilatar la influencia ejercida en el medio literario del Perú por dos fenómenos en principio ajenos a él, como fueron la violencia política que se vivió en el país, a partir de la asonada senderista de los ochentas y la respuesta institucional por parte de los distintos gobiernos de la época y, relacionado con lo anterior, los cambios que introdujeron en la vida nacional las corrientes migratorias que cambiarían de manera radical la faz de Lima, pero también de la sierra.
En su estudio introductorio, León repasa la producción literaria y pictórica (Jorge Polanco fue el único miembro que no se dedicara a la literatura) de los integrantes de Kloaka. Por sobre todo, plantea, desde una perspectiva que quiere ligar los procesos históricos con sus proyecciones artísticas y culturales, que algunos de los mayores condicionantes para la fundación y producción artística de Kloaka, se deben a la “invasión” de los habitantes de la sierra peruana, que huyendo del conflicto interno entre Sendero Luminoso y los grupos militares, terminan asentándose en el extrarradio (o lo que era el extrarradio) de Lima, conformando nuevos poblamientos que paulatinamente le irán dando otro rostro –urbanística y culturalmente– a Lima.
Sin embargo, el autor no se queda allí. También plantea, haciéndose eco de algunos de los argumentos esgrimidos por José Antonio Mazzotti en su seminal Poéticas del flujo, que la violencia política que vivió el país durante la década del 80 y parte del 90, no se limita a ser meramente un tema que los distint@s autores traten, sino que se convertirá en una piedra de toque para algunos de los poetas más prominentes de este grupo y de este tiempo, léase Roger Santiváñez y Domingo de Ramos, entre otros, en quienes vemos que tal violencia se traduce en una forma de escribir, se internaliza a tal grado que se trasluce como una unidad constituyente de la propia sintaxis de la obra de estos poetas.
Según León, “la poesía de Santiváñez recibe además otras huellas que la migración produce en el sujeto discursivo postmoderno”; estas huellas serían el “quiebre de la lógica denotativa para explotar formas de expresión cercanas al discurso esquizoide” (J.A. Mazzotti, citado por León). Para explicarnos mejor, ya que esto no sólo involucra la poesía de Santiváñez, fundador del movimiento junto a Mariela Dreyfus en su primerísima hora, sino también textos de Domingo de Ramos y otros poetas de la misma época: esta estética de la violencia verbal sería el resultado de décadas de lucha por abrir el compás expresivo e incluir lo que Zapata y Mazzotti llaman “la discursividad dominada” y “la alteridad verbal”; en el prólogo a El bosque de los huesos, la antología de poesía peruana que publicasen en mil novecientos noventa y cinco, precisaban lo siguiente, que nos parece necesario citar en toda su extensión:
“Pero esta alteridad no se limita a recoger las normas populares
y hasta lumpenescas del español limeño, sino que transcribe la
violencia de la cotidianidad exagerando la ruptura morfológica
y sintáctica del discurso poético, para crear en el texto la tensión
y el dislocamiento que el sujeto de la escritura (al fin y al cabo
recipiendario de una subjetividad) recoge del sujeto social del
que procede y al que se dirige”. (34, el subrayado es nuestro)
A lo largo de todas las entrevistas, donde conocemos pasajes tal vez no tan conocidos del movimiento y anécdotas que no dejan de agregarle un cierto color local al libro, Julio Alexis León vuelve con cada uno de los entrevistados sobre los temas aquí expuestos, a saber: la influencia de la violencia política en la conformación de Kloaka y en sus propias obras y, en segundo lugar, la importancia de la migración campo-ciudad para entender el Perú de hoy.
Uno de los casos más emblemáticos en este sentido es el de Domingo de Ramos (Ica, 1960), quien es precisamente uno de esos inmigrantes que llegó a Lima para establecerse allí; de hecho, el mismo poeta relaciona su paso desde Cañete a la capital como un momento clave de su educación, ya que sin ese viaje, como él mismo confiesa, “me hubiera quedado analfabeto” (Arena, asfalto y memoria, 49); según nuestro ensayista, la poesía de Domingo de Ramos se desenvuelve en un “escenario fundacional de migración y violencia barrial ultraperiférica” (49). Discontinuidad, fragmentariedad y descentramiento son las características más destacadas de una poética que se escribe, siempre según León, desde la posición de un sujeto migrante y, en esa medida, subordinado, cuyo mismo acceso a la palabra “culta” lo pone en capacidad de no sólo reivindicar esa subordinación desde su propia habla, sino también de cambiarla.
Central, entonces, resultará el concepto de heterogeneidad que León utiliza para tratar de entender los procesos a los que se enfrenta. Antonio Cornejo Polar, en su Escribir en el aire, señala que a partir del (des)encuentro colonial entre la oralidad (ágrafa) andina y la escritura occidental, estamos en
“el grado cero” de esa interacción; o si se quiere, el punto en el cual
la oralidad y la escritura no solamente marcan sus diferencias
extremas sino que hacen evidente su mutua ajenidad y su recíproca
y agresiva repulsión (…) es el comienzo más visible de la heterogeneidad
que caracteriza, desde entonces y hasta hoy, la producción literaria
peruana, andina y –en buena parte– latinoamericana (en León, 25)
La gran virtud de un concepto como el de heterogeneidad es que, a diferencia de lo que ocurría con la idea de la transculturación, donde toda una serie de negociaciones y acuerdos tendían a lograr una síntesis si no mutuamente satisfactoria, por lo menos en apariencia permanente, con la heterogeneidad, en cambio, se estudia precisamente esa grieta, ese desencuentro, la carencia de armonía, el conflicto lingüístico. De aquí se desprende, en consecuencia, que los propios textos latinoamericanos no puedan participar sino con mucha dificultad de la idea de un sujeto homogéneo y sin fisuras.
Para volver a Domingo de Ramos: su procedencia barrial, su vida en los “pueblos jóvenes” lo hace especialmente atractivo para cierta crítica que pareciera seguir en búsqueda del buen salvaje. Tal vez esta sea la única distancia que yo podría marcar con un libro necesario y sumamente bien informado como es el de Julio Alexis León. No es el único, sin embargo, que comparte esta tendencia. Ya antes Juan Zevallos Aguilar recalcaba su carácter periférico y provinciano. Y los mismos Zapata y Mazzotti lo ven como dueño de un lirismo “explicable hasta cierto punto como parte de una tradición andina, aunque migrante y revestida de un aparato teórico modernizante”. Haciendo uso de una sinécdoque, podríamos extrapolar lo aquí dicho sobre De Ramos a todo el conjunto de Kloaka. Nos parece que, sin minimizar en absoluto la trascendencia de un movimiento vital para la cultura peruana y, por qué no, de alcances también latinoamericanos, muchas veces la aproximación a Kloaka deja completamente de lado una revisión de sus puntos de contacto con el resto de las poéticas de los 80 en el Perú, con la de un Chirinos, por ejemplo, que es una contraparte necesaria para comprender esos años, o con la escritura de los autores de generaciones anteriores (de Hora Zero, del 60, incluso desde más atrás) en la medida que el alejamiento de tales poéticas no es exclusivo de Kloaka, ni tampoco algo nuevo. De hecho, sería interesante leer también al interior de Kloaka las diferencias escriturales en poetas como Dreyfus, Ruiz Rosas, José Alberto Velarde y otros.
Más allá de estos reparos, creo que el libro de Julio Alexis León será un aporte duradero a la hora de acercarse a Kloaka y a la década de los 80 en el Perú. No sólo por el espacio que le otorga a los miembros para explayarse sobre sus experiencias, sino también a aquellos que no militaron directamente en el grupo, pero sí formaron parte de su entorno y pueden testimoniar lo que era la Lima de aquel entonces con una perspectiva que no es la del iniciado, pero sí la de testigos presenciales de todo lo que ocurriera por ese entonces.