Alguien cuyo nombre estaba escrito en el agua. John Keats

 

 

La presente conversación, que hoy Vallejo & Co., reproduce, fue publicada inicialmente por su autor en el número 164 de la revista Adiós Cultural.

 

 

Por Javier Gil Martin*

Crédito de la foto (izq.) www.poetryfoundation.org /

(der.) Goat Star Books

 

 

Alguien cuyo nombre

estaba escrito en el agua

 

 

“Here lies One Whose Name was writ in Water”, estas palabras pueden leerse en la lápida que corona la tumba de John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), que se encuentra en el Cimitero acattolico de Roma (también conocido como Cementerio protestante y Cementerio de los ingleses), lejos de la Inglaterra natal del poeta, pero cerca de donde halló su muerte con solo 25 años, junto a la Piazza di Spagna, pues allí se encontraba la casa donde pasó sus últimos días buscando un lugar más benigno para sus pulmones, aquejados de tuberculosis. En el mismo cementerio romano se encuentra también la tumba de su amigo Percy Bysshe Shelley, que murió solo un año después en un naufragio en la costa occidental de Italia.

El resto de la inscripción en la lápida dice:

Esta tumba contiene todo lo que fue mortal de un joven poeta inglés que, en su lecho de muerte, con el corazón lleno de amargura, a la perfidia de sus enemigos dedicó estas palabras para que fueran grabadas en su lápida.

 

La soledad como camino, pero que puede ser entendida como “soledad habitable” (y, por ello, fructífera) en el sentido en que la formuló Julio Cortázar en Imagen de John Keats:

Toda gran poesía nace de la soledad para habitar en las soledades que la eligen. Por ser experiencia formulada, solo vale como tal en la medida en que tú y yo experimentamos lo que el poeta comunicó en su día.

 

Una posible traducción de la frase con la que dábamos comienzo a la sección es “aquí yace alguien cuyo nombre estaba escrito en el agua” y se la debemos a Rafael Peñas Cruz**, que en 2021 editó y tradujo una muestra importante de la poesía de Keats con el nombre de Keats Now (2021). Con él hablamos de su trabajo sobre la poesía del poeta romántico inglés para traerlo al castellano del siglo XXI.

 

 

Conversación con Rafael Peñas Cruz,

traductor de John Keats

 

 

Javier Gil Martín [JGM]: Muy buenas, Rafael. En un momento de tu prólogo a Keats Now (2021) escribes: “Cada generación necesita su propio Keats, al igual que cada nueva generación necesita su propio Shakespeare, o su propia ‘Odisea’, porque el tiempo añade nuevas posibles interpretaciones, y las miramos siempre desde una nueva perspectiva”. Al hilo de tus palabras, ¿qué crees que puede aportar su poesía a los lectores actuales? 

Rafael Peñas Cruz [RPC]: Una cosa importante que aprendemos de Keats es a proyectarnos en los mitos grecolatinos para entender y entendernos. Él hace suyos a Hiperión, Endimión o Lamia, como luego hicieron Freud y Picasso.

Por otra parte, creo que hoy día se nos anima a situar nuestros traumas e infortunios en el centro de nuestra existencia, construyéndonos alrededor de ellos una identidad. Quizá nos beneficiaríamos del ejemplo de Keats, quien conoció bien pronto el peso de las penas y dolores humanos, tanto por su biografía (huérfano, relativamente pobre, vilipendiado por la crítica…) como por su formación como cirujano. En vez de hacer de toda esa miseria bandera, buscó siempre una salida imaginativa por medio de la poesía y la acción colectiva. Keats nos urge a aprender a “vivir en las incertidumbres, los misterios y las dudas, sin estar siempre pendiente de la enojosa razón y los enojosos hechos”, lo que llamó la “capacidad negativa”.

Luego está su concepción de la naturaleza, la idea de que somos parte de ella y no algo separado de la alondra o del otoño. El concepto de naturaleza de Keats y nuestra relación con el planeta son similares a la idea de Gaia de James Lovelock, la Tierra como una diosa que es infinitamente más poderosa que sus habitantes y observadores.

Otra óptica interesante para el lector actual es la del feminismo. En sus poemas, la mujer es fuerte y decidida. La “Belle Dame sans Merci” de Keats, por ejemplo, es una mujer insumisa ante el patriarcado; y Lamia representa lo imaginativo frente al mundo masculino, encarnado en el filósofo Apolonio, quien no se deja arrastrar por ese poder de la imaginación de Lamia.

 

El Poeta John Keats en una pintura

 

[JGM]: ¿Cuáles han sido los escollos y retos que has encontrado para dar vida en el castellano de hoy al inglés decimonónico de Keats? 

[RPC]: Decidí que no iba a buscar trasladar a Keats al lector actual con un lenguaje “romántico” hispano, imitando a Espronceda o Bécquer, por ejemplo, ni iba a atormentarme contando sílabas ni buscando rimas. Lo importante no es mi virtuosismo, sino el de Keats. Dejé que el ritmo del poema fluyera de forma natural en español a través de mí. Quise que los versos salieran de mí tal como los sentía yo, como si los escribiera yo mismo aquí y ahora, aunque siempre siendo fiel al original. Gracias a mi buen conocimiento del inglés, del español y a mi sensibilidad poética, logré canalizar la voz de Keats como si fuera un médium. Realmente no hubo escollos importantes.

 

 

[JGM]: Hace un tiempo me comentabas de la tardía recepción en España de la poesía del poeta romántico, no llegando esta hasta entrado el siglo XX, e inicialmente a través del catalán, ¿nos podrías hablar de sus avatares? 

[RPC]: Quien lo podría contar mejor que yo es Mercedes Enríquez-Aranda, profesora de traducción de la Universidad de Málaga, que tiene un doctorado sobre la recepción de Keats en España y Latinoamérica. La poesía inglesa tardó mucho en llegar al mundo hispano, tradicionalmente obsesionado con la tradición francesa. Creo que Zenobia Camprubí, que era una excelente traductora y buena conocedora del inglés, ayudó a Juan Ramón Jiménez a traducir algunos poemas sueltos, pero no llegaron a publicar nada. Cernuda, que estuvo exiliado en Londres, sí que lo conoció, claro, y se sabe que era un gran admirador y que recogió la poética de Keats en la suya propia.  La primera traducción en territorio español es al catalán, la de Marià Manent, en 1919. Luego hay que esperar hasta los años cuarenta del siglo XX, cuando Elisabeth Mulder y Clemencia Miró publicaron versiones bilingües. Leopoldo Panero tradujo las cartas y algunos poemas. A partir de ahí ya sí, se abren las compuertas. En América Latina, Borges, gran anglófilo, lo leyó en el original y contribuyó a su difusión. Cortázar se enamoró de Keats y escribió un libro muy bonito, Imagen de John Keats.

 

El traductor Rafael Peñas Cruz con «Keats now» (2021)

 

[JGM]: Más allá de su difusión a destiempo, ¿crees que se puede rastrear su influencia en la poesía en castellano? Se me ocurre un ejemplo evidente desde su título en el monumental La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre.

[RPC]: Mestre recoge la antorcha de Keats para iluminar el camino “a un poeta futuro”, como diría Cernuda. Creo que el verso: “yo he visto al turbulento y a su ferviente amiga salvados por la imaginación,/ porque el cínico no ha ido al infierno gracias a la imaginación” describe perfectamente el legado de Keats hoy y siempre: el poder de la imaginación para salir de los abismos y los infiernos humanos. El poema de Mestre es deudor de Cernuda, el verdadero introductor de lo anglosajón en la poesía hispana, creo yo. A través de él llega a Biedma y a todos los de los cincuenta, Valente, Panero, etc., poetas fundamentales para entender la lírica española moderna. En América Latina, Rubén Darío, aunque afrancesado, tiene una influencia keatsiana importante. Los ya mencionados Borges y Cortázar en sus cuentos también muestran ese influjo, huyendo del realismo crudo hacia lo que se llamó luego “realismo mágico”.

 

 

[JGM]: La vida de Keats tiene algo de arquetípicamente romántico: su precocidad, ese vivir apresuradamente ―que lo emparenta, de nuevo, con Byron y Shelley―, su arrebatado enamoramiento por Fanny Brawne testimoniado en sus cartas, su temprana muerte por tuberculosis… ¿Crees que todo ello ha ayudado a su difusión y vigencia hasta hoy o más bien ha podido mediar en la valoración del alcance y calidad de sus poemas? 

[RPC]: Las dos cosas. Como Rimbaud, ha encarnado aquello de “vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver”. Esa imagen romántica a menudo no ha permitido profundizar en el alcance revolucionario de su poesía. Luego está la idea de “el pobre Keats”, “el suicidado por la sociedad”, como decía Artaud de Van Gogh, que lo ha reducido a una lánguida estampa de cuadro de Chatterton. Keats fue un joven gozoso. Le gustaban las mujeres y el vino, y vivir rodeado de amigos con los que charlar y crear. No fue un genio incomprendido. Fue precisamente porque sus enemigos comprendieron bien el alcance revolucionario de su concepción de la imaginación por lo que los articulistas “tories” intentaron destruirlo. No lo consiguieron.

 

La tumba del Poeta John Keats en Roma (Italia)

 

[JGM]: Muchas gracias, Rafael, por tu traducción y por el diálogo.

 

 

Oda a una urna griega

 

Tú, novia aún sin desflorar de la quietud,

       tú, hija adoptiva del silencio y del tiempo lento,

historiadora silvestre, que puedes por tanto contar

       historias floridas de forma más dulce que nuestra rima:

¿Qué leyendas de deidades o mortales, o de ambos a la vez

se muestran en esa forma tuya, de hojas ribeteada,

        allá en Tempe o en los valles de Arcadia?

       ¿Qué hombres o dioses son esos? ¿A qué doncellas desprecian?

¿Qué locura persiguen? ¿De qué batallas huyen?

               ¿Qué flautas y panderos son esos? ¿Qué delirios feroces?

 

Dulces son las melodías escuchadas, mas las no oídas

       son más dulces todavía; sigue pues tañendo tus suaves flautas;

no para ningún sensual oído, sino, mejor aún,

      para elevar nuestro espíritu con tus silenciosas cancioncillas.

Hermoso joven, yaciente bajo los árboles, tú no puedes cesar

       tu canto, ni esos árboles podrán nunca quedar desnudos;

               audaz amante, nunca tú podrás besar a tu amada,

aunque estés tan próximo a ella, mas no te aflijas;

       pues aunque tú no consumas tu dicha, tampoco puede ella rechazarte,

               ¡para siempre tú la amarás, y ella hermosa siempre será!

 

¡Ah, ramas doblemente dichosas! que no podéis perder

         vuestras hojas, ni decir adiós a la primavera;

y tú, feliz músico melodioso, infatigable,

         para siempre tocando con tu flauta canciones siempre novedosas;

¡amor dichoso! ¡Amor doblemente dichoso!

         para siempre cálido y para siempre a punto de ser disfrutado,

                jadeando eternamente, y joven también eternamente;

ajeno a todas las pasiones humanas que alientan aquí arriba,

         dejando a los corazones apenados y de placeres empachados,

                con la frente ardiente y la lengua abrasada.

 

¿Quiénes son esos que acuden al sacrificio?

         ¿A qué verde altar, oh misterioso sacerdote,

llevas esa novilla que alza su mugido al cielo,

         con el lomo vestido de sedas y de guirnaldas adornada?

¿Qué pueblo junto al mar o a orillas de un río,

         o a una montaña encaramado y por un pacífico castillo coronado,

               habrá sido abandonado por esa gente, en esta piadosa mañana?

Y, tú pequeña población, tus calles para siempre

         quedarán ya silenciosas; pues a ti jamás podrá volver

ningún alma que pueda contar por qué estás así tan desolada.

 

¡Oh ática silueta! ¡grácil forma! sobrecargada

         de marmóreos hombres y doncellas, y de boscosas ramas

entrelazadas y maleza pisoteada.

         Tú, forma silenciosa, juegas con nuestros pensamientos

igual que lo hace la eternidad: ¡oh fría escena pastoril!

         Cuando a esta generación la vejez destruya,

         tú ahí permanecerás, entre los males diferentes

de otras gentes, compañera de otros hombres, a quienes dirás:

         «La belleza es la verdad, la verdad la belleza, eso es todo

                lo que sabes de este mundo, y todo lo que necesitas saber».

 

En Keats Now (2021, edición y traducción de Rafael Peñas Cruz)

 

 

 

 

 

*(Madrid-España, 1981). Licenciado en Filología española, Se dedica al subtitulado de series y películas y la corrección de libros. edita (junto a Víktor Gómez y Miguel Fernández) las colecciones de poesía “Instrucciones para abrir una caja fuerte” y “Señales de vida”, los pliegos “Manuales de instrucciones” y la segunda serie de los “Cuadernos caudales”. También junto a Víktor Gómez y Enrique Cabezón coordina la colección Once de poesía y ensayo para Amargord Ediciones. Es el corrector de pruebas de la colección “Nuevos mapas del siglo XXI” para la editorial Grupo5. Desde 2006 lleva la sección “Versos para el adiós” de la revista Adiós Cultural. Ha escrito los poemarios Motivos para después de la muerte y Propiedades del pájaro solitario (ambos inéditos), el librito artesanal Lento naufragio, en 2015 publicó Poemas de la bancarrota y, en 2018, Poemas de la bancarrota y otros poemasUna versión aumentada y Reestructurada del anterior.

 

 

 

**(Córdoba-España, 1964). Novelista. Creció en Barcelona (España). Licenciado en Filología inglesa por la Universidad de Barcelona (España) y magíster en Estudios hispánicos por el Birkbeck College de la Universidad de Londres (Reino Unido). EN la actualidad, reside en Londres y se desempeña como profesor de Lengua y cultura hispana en la London School of Economics (Reino Unido). Ha publicado las novelas Las dimensiones del teatro (2004) y Charlie (2010).

 

 

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