Por Antonio Luis Ginés*
Crédito de la foto el autor www.malagahoy.es
Algo parecido a la angustia.
5 poemas de Antonio Luis Ginés
Bisturí en mano
Qué queda de nosotros cuando nadie hace ruido
con nuestro nombre, nadie nos calienta un cuarto
entre los ojos, un resquicio mínimo,
la duda por si nos hubiesen amado
en secreto, con saña.
Qué podría quedarnos
si no es esta locura de caminar más solos
que varillas de cohetes después de la verbena
Busca y captura
Era otro el tiempo
de concesiones, de contar las bajas
con la punta de los labios,
de esperar sentada un saqueo anunciado,
otro.
La lucha cansa, sin embargo,
está en juego un capítulo
de tu vida y no sabes si el más importante,
así que saca tus preciosos puños
de chica en guardia, respira,
amaga buscando un costado que te calme.
No consientas que el amor
entre, como una bomba, en tu agenda,
a sembrar de cadáveres tus ojos
Fugas en blanco
Dime quién pasará por cada lugar que hemos pisado,
qué vehículo cruzará puertos, carriles oscuros, se
detendrá en miradores, viajará hacia sitios que hace años
que no pronuncio. ¿Acaso no nos pertenece ni un trozo
de cada camino recorrido, queda al menos el surco de
nuestros dedos en la tierra?, ¿qué huella se recoge en
formol aunque una y otra vez nos venciera la certeza de
que el trayecto éramos, únicamente,
nosotros mismos?
Zona azul
El padre deja al hijo en el coche. Es el centro de una gran
ciudad. Las bocinas, los atascos, gente que pasa, el niño
comienza a sudar, algo parecido a una angustia le detiene la
voz de golpe. El padre tarda más de lo previsto. Unos
guardias urbanos se acercan, apenas se les entiende, las
ventanillas bien cerradas. Se nublan los ojos del niño,
la escena se derrumba lentamente, las piezas del castillo se
desmoronan y deja de oír el mundo; el zumbido de un
monstruo que nunca sale en los cuentos.
Mitades
Piensa en todo lo que ha dejado de hacer.
Nunca pudo estar en dos sitios al mismo tiempo. Por
más que intentó desdoblarse, su sombra pisaba un lugar
y él otro. Lo que vivió no parece tanto, y presiente que
es mucho más lo que dejó de tener entre las manos,
mucho lo que la mente y el cuerpo jamás conocieron:
quizás demasiado para respirar tranquilo los días que aún
le quedan por llenar.
Pero es de noche, invierno cerrado, y las imágenes, los
pensamientos, se suceden sin orden; caen como una
rapaz sobre su presa. Él está aturdido, no puede respirar,
por más que abre la boca, nadie le oye
pedir oxígeno.