Alexis Gómez Rosa y su Épica de medio cuerpo

 

Por León Félix Batista

Crédito de la foto (izq.) Ed. La Castalia –

Eds. Línea Imaginaria /

(der.) www.mirardesdeadentro.wordpress.com

 

 

Alexis Gómez Rosa y su Épica de medio cuerpo

 

 

Alexis Gómez Rosa* (Santo Domingo, República Dominicana, 1950-2019) se formó esencialmente en los fragores líricos de la poesía de post-guerra, pero muy pronto se sintió constreñido por la camisa de fuerza de las ideologías encontradas que la signaban (puesto que brotó de nuestra guerra civil y de la consecuente Revolución de Abril contra los marines invasores), y se hizo dueño de un discurso amplio, tributario de muy diversas fuentes, como las tradiciones literarias norteamericanas modernas a partir de Whitman, la antiquísima sabiduría japonesa de expresión relampagueante, el neobarroco latinoamericano, el Concretismo verbivocovisual brasileño y, por supuesto, el Pluralismo fundado por Manuel Rueda en base a su dictado manifiesto “Clave para una poesía plural” (1974).

Con un dejo proteico letrado, el aeda primero fue cantor contestatario de trincheras; después trabajaría el haiku, otras formas orientales, el epitafio, el epigrama, la poesía visual, hasta parar en la especie de neopostumismo de sus últimos libros, versión actualizada (en amalgama) del ideario criollizante, salvo que el sujeto, en este maremoto de la verbalidad, se ubica en tierra isleña y también allende sus acantilados, además de contenido en un contenedor barroco y citadino. Toda esta mezcolanza, bien digerida y servida en libros de inigualable dominio técnico, convirtieron a Alexis Gómez Rosa en un poeta mayor.

 

 

Como el gran crítico norteamericano Harold Bloom insinúa, los grandes escritores no sólo influyen en sus continuadores, sino que —afirma, como en el caso de Borges— éstos también crean de algún modo a sus predecesores. Pues, eso hizo Alexis: marcó de manera medular sobre todo a los poetas de la generación siguiente, y a la vez levantó para sí mismo, para su estética, un parnaso particular, un canon de nombres clave y heterogéneos que desembocaron en una poesía brillante, la suya, que habrá de permanecer de manera prolongada y principalísima en la historia de la literatura dominicana.

Expandiendo la referencia ut supra al neopostumismo, he de aclarar que, en su tentativa, no se trataba de un restablecimiento postumista renovado. Echo mano del término para situar a Alexis en su atmósfera: un escritor con el oído abierto permanentemente al habla popular, transformándola en glocal por vía del poema. Vale decir, que toma del Postumismo el ideario del color local, de lo autóctono pero urbano, sumándole a su lema el de los Sorprendidos: “Poesía con el hombre universal”.

Sin embargo, ávido lector que fuera, se dejaba permear por expresiones muy dispares. Y, sobre todo, por las más contiguas. Así, la poesía contemporánea norteamericana incidió profundamente en sus creaciones, desde el Imaginismo hasta los L=A=N=G=U=A=G=E Poets, pasando por Ginsberg y la Escuela de Nueva York. Ashbery precisamente –conspicua cuotaparte de este último grupo, y quien era muy de su predilección–, llegó a escribir: “Mi idea es democratizar todas las formas de expresión, una idea que llega a mí desde lejos, quizás desde el Whitman de Democratic Vistas, la idea de que tanto las formas de expresión más populares como las más elegantes merecen de igual forma ser representadas” (ver la introducción de Julio Mas Alcaraz a El juramento de la pista de frontón, John Ashbery, Calambur, Madrid, 2010). Esa también fue su ruta: un imaginario extenso montado sobre lenguaje demótico.

 

El poeta Alexis Gómez Rosa

 

Los años de exilio en Nueva York le permitieron amplificar su numen, gracias además al entrecruzamiento con múltiples voces y estilos de poesía escrita en castellano que incidían allí durante los 80 y 90. Aquella metrópolis del ciudadano Gómez Rosa también era la ciudad gótica de los ciudadanos Humberto Díaz Casanueva, José Kozer, Reinaldo Arenas, María Negroni, Dionisio Cañas, los nuyorican poets, Cecilia Vicuña, Iván Silén, Octavio Armand, Gabriel Jaime Caro, Roberto Echavarren, Giannina Braschi, etc. Muy pronto, el discurso estético de Alexis sobrepasaría a los de su propia generación, erigiéndolo a la vez como el poeta dominicano vivo más destacado y reconocido en el ámbito internacional. Sus pares extranjeros llevan nombres tan prominentes como los mexicanos Coral Bracho (1951) y David Huerta (1949), los colombianos Piedad Bonnett (1951) y Juan Manuel Roca (1946), los argentinos Arturo Carrera (1948) y Néstor Perlongher (1949), el ecuatoriano Iván Carvajal (1948), el peruano Enrique Verástegui (1950), los uruguayos Eduardo Milán (1952) y Eduardo Espina (1954), la cubana Reina María Rodríguez (1952), el chileno Raúl Zurita (1950), la venezolana Yolanda Pantin (1954), la nicaragüense Gioconda Belli (1948) o la española Olvido García Valdés (1950).

Sabiéndose un sujeto imbuido por las letras (“poeta 24/7”, que diría de sí mismo), elegía permanentemente conducir en vía contraria (contra el poder económico y político, contra la poesía acomodaticia, contra las normas sociales, contra las academias), el culmen de lo cual fue su último libro, Coartada. El poema (Amargord, Madrid, 2020), en el que pasa las cuentas a —y también pasa a cuchillo— casi todo. Todo poeta es, de alguna forma, y por su iconoclasia ingénita, un sujeto ofrecido en holocausto por la sociedad que habite. Alexis no ha sido la excepción, sino una de esas reglas extremas. Y, así, dejó de ser, sólo para seguir siempre siendo, en cada libro que escribió.

Épica de medio cuerpo pretende ser una muestra de lo dicho.

 

 

 

 

 

*(Santo Domingo-República Dominicana, 1950 – Santo Domingo-República Dominicana, 2019). Poeta, narrador y ensayista. Licenciado en Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (Rep. Dominicana) y magíster en Literatura Hispanoamericana por la New York University (EE.UU.). Se desempeñó como profesor de Lengua Española en el sistema de educación pública de Nueva York y enseñó Cultura Dominicana en The City University of New York (Hunter College). En 1981, fundó la colección de poesía Luna Cabeza Caliente. Obtuvo el primer premio de poesía en Casa de Teatro (Rep. Dominicana) e igualmente el Premio Anual de Poesía del Ministerio de Cultura (Rep. Dominicana). Se desempeñó, también, como director general del Libro y la Lectura, director de Proyectos Especiales y director de la Editora Nacional. Publicó en poesía Oficio de post-muerte (1973); High Quality, Ltd (1985); Contra la pluma la espuma (1990); New York en tránsito de pie quebrado (1993); Si Dios quiere y otros versos por encargo (1996); Self Service Poems (2000); Adagio cornuto (2000); Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida (2003); La tregua de los mamíferos (2005); Ferryboat de una noche invertebrada (2006); Marginal de una lengua que persigue su forma (2009); Prosas de un peso welter (2011); Máquina olandera y otras olas de lava & Lanman (2014) y Coartada, el poema (póstumo, 2020).

 

 

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