Acercamiento al «Libro animal de los muertos». Libro 2

 

Por Nidia Marina González*

Crédito de la foto (izq.) FruitSaladShaker ed. /

(der.) www.cardenalrevista.com

 

 

Acercamiento al Libro animal de los muertos. Libro 2

 

Aunque el título tiene resonancia con el Libro de los muertos, textos funerarios del antiguo Egipto, y el Libro tibetano de la muerte, que guía a los difuntos por los pasajes después de la muerte, el texto que nos ocupa mira hacia los demás seres y su derecho a la vida y la muerte digna. Se trata de un libro que incluye al resto de los seres sintientes que han sido víctimas del ser humano y no tuvieron quién les escribiera un libro, que no han tenido una voz para contarnos su sentir, tan válido como la de cualquier criatura.

Sebastián rompe en cada renglón de este libro la barrera que pudiera separar el concepto de dolor y sufrimiento entre las especies viva sobre el planeta; mientras que la mal llamada “civilización” se ha encargado de diferenciarlo, minimizarlo o hacerlo invisible, y el poeta también incluye lo humano en el derecho a la ternura:

sé que detrás de esa coraza de hombre

hay un cachorro tembloroso

que sufre en silencio

y no duerme por el miedo 

 

Ciertamente el miedo nos separa y nos ciega, pero este libro nos iguala, en un horizonte que compartimos como seres terrestres, sufrimos también mientras infringimos dolor en este sistema económico depredador, unido a la coja creencia de que somos los únicos seres con conciencia y con alma, para justificar lo injustificable.

El especismo, término que el diccionario define como “discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores…. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio”, está arraigado en nuestra sociedad y ha provocado desequilibrios ambientales, e inenarrables injusticias.

Acertadamente Sebastián comienza este libro en un escenario lejano en la historia, pero que sigue presente en el inconsciente como una justificación: la mesa de sacrificio a los dioses, entendida en el texto desde los ojos del sacrificado, desde su horror, la víctima no posee palabras humanas para expresarlo, pero el poeta se las presta para evidenciar lo que siente, gritándolo desde la mirada:

mientras me enfriaba

la respiración se hacía más lenta

las pupilas se ampliaban

morí

ante dioses desconocidos

a los que nunca les importó

ni las ofrendas

ni las peticiones

ni mi sacrificio.

 

 

Esta será una constante fundamental en todo el texto, la voz poética ve y siente por las venas de otros seres que la humanidad ha considerado inferiores apoyándose, desde la religión hasta la filosofía, en un sistema de creencias que se nos ha hecho tarde en cambiar, por erróneo, por humano-centrista, por doloroso.

Este libro es una declaratoria que trasgrede el humano-centrismo, demostradamente insoluble en un mundo donde el desequilibrio provocado a la naturaleza que sostiene la vida se ha vuelto insostenible, lo vemos cada día, hemos cambiado sin remedio el clima y la sustentación de la vida humana y de otras especies, pende de un hilo.

El autor nos habla con la voz de los seres que nos sirven de comida, de sacrificio, de experimentación, del egoísta acto de poseer una mascota de raza por capricho, de las voces sin palabras, pero con sentimientos. Nos habla, utilizando también la inserción de datos concretos entre textos, de todos los seres que en este momento están por extinguirse en una carrera espantosa, de la que hemos perdido en este momento el 60% de la biodiversidad del planeta, generosa madre tierra, como nunca violentada. 

Si para algo sirve la poesía, debe ser para mover el árbol de las verdades, cuestionar, proponer, evidenciar lo que esta sociedad esconde bajo la alfombra de la apareciencia.

La muerte es protagonista en este texto, con lenguaje claro y coloquial, la poesía de Sebastián es honesta por los cuatro costados al respecto, coherente con sus propias creencias.

“ustedes constituyeron lo salvaje”, nos dice el poeta en el poema Equinostoria, (fusión de los términos equino e historia) dejando claro que lo salvaje es un término manipulado a favor de un constructo social a la medida de las justificaciones.

Como lo señalé párrafos atrás, el autor utiliza el recurso de insertar un dato científico que termina a cada poema construido como testimonio, y esta estrategia subraya y sensibiliza la narración acerca de la crueldad, pero desde la mirada de la víctima, dando voz a otras especies que no la tienen y han estado al servicio de la especie humana, como capricho en el caso de los criaderos de perritos, o como alimento en el caso de aves de corral, cerdos, vacas, investigación con seres vivos,  tratados con crueldad absoluta e impronunciable. Para efectos de abordar este tema no existen modos velados y amables, la belleza de la verdad no puede suavizarse, y es la razón por la que esos estos textos son crudos, y deben recorrerse con humildad y reflexión.

El autor también logra textos de una sutileza enorme, como cuando nos lleva en una serie de imágenes a denunciar la muerte de millones de seres marinos por ingestión de plástico, a través de la figura de un pelícano, con una sutileza arrolladora.
La vida cruel de los animales de circo la cuenta un león al borde de su muerte para mostrarnos esa instantánea como si fuera un fotomontaje narrativo.

 

El poeta Sebastián Miranda Brenes

 

Después de todo, este libro de los muertos no puede suceder sin la vida, y su protagonista, la muerte, es una liberación también.

La muerte de peces, moluscos y otras especies por plaguicidas agrícolas también aparecen como paisaje de plata en una noche de luna, el brillo de la muerte de los peces es poetizado en los caminos de este libro.

Encontramos el acto cobarde de la matanza de un toro en el ruedo, cuando el toro nos habla sobre su tortura hasta la muerte y la vanidad humana nos da un puñetazo en ese texto.

Kibú, al que todos los costarricenses vimos morir de soledad y de tristeza por años enjaulado en el zoológico, viene a contarnos un poco del ambiente de esos lugares y sentencia:

Su mayor crimen

es asesinarnos

de tristeza.

 

El libro termina con un gran poema, uno que reúne las voces de estos seres hermanos y nos describe la absurda sociedad que vivimos, lanza la implacable pregunta:

Les preguntamos                              

¿cómo reconocen algo vivo si están muertos? 

 

y así la muerte vuelve a nuestra cara, como la incapacidad de reconocer el dolor, de ser sensible, de tener empatía.
Y en un epílogo le cobra a la literatura la omisión de pedir perdón por tantos crímenes. Ya lo había dicho García Lorca en el libro Un poeta en Nueva York, en 1930, un poema desgarrador bajo el número VII Vuelta a la ciudad, New York, denuncia el maltrato de los animales y sus sacrificios, cito un mínimo fragmento que sirve al propósito de este comentario:

…yo denuncio la conjura

de estas desiertas oficinas,

que no radian las agonías,

que borran los programas de la selva,

y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

 

Sebastián, casi 100 años después que Lorca nos ofrece un panorama del desgarro de una sociedad que sigue estando llena de crueldad, desigualdad y muchos otros males que parecen incurables.

Este es un libro crudo de leer por su naturaleza confrontativa, y lo que a cada uno nos toca, tanto como lo que no está al alcance nuestro, se rebela.  Tal vez nuestra vergüenza y dolor de poetas y lectores que queremos un mundo de ternura y paz, un mundo compasivo, se lo lleve el huracán de la inconsciencia y los intereses de un sistema económico suicida, tal vez alguien lea esto y se una al sueño de ser mejores seres sobre este planeta tan generoso que no hemos sabido merecer como civilización que evoluciona (o más bien involuciona) en desarmonía con su entorno. Gracias, Sebastián por señalarlo, y les invito a los lectores a transitar los rincones de este libro que tiene tanto qué decirnos.  

 

 

 

 

 

*(Costa Rica). Poeta, artista plástica. Se desempeña como profesora Catedrática de la Universidad de Costa Rica. Obtuvo el Primer Premio de Poesía Marta Eugenia Marín del (2022) y la medalla de plata en Latin American Book Award (2023). Ha publicado en poesía Cuando nace el Grito (1985), Brújula extendida (2013), Seres Apócrifos (2015), Objetos perdidos (2015), Bitácora de escritorio y otros viajes (2016), La estática del fuego (2019), Zurda (2022), Ananmenesis (2022) y Astilla de Agua (2024).

 

 

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