Texto por Elízabeth Echemendia*
Poemas por Héctor Lira**
Crédito de la foto (izq.) Valparaíso eds.
– Fabián Barraza /
(der.) el autor
Acerca de Imaginar un hijo (2022),
de Héctor Lira
El libro como proyección poética de la descomposición física y social que sufrimos, pero que gravita alrededor de la sensibilidad como núcleo aglutinante/fuerza que nos define.
“Perder lo mismo muchas veces, cada vez en su versión más pálida”
Me pareció una lectura perforante.
Héctor logra conjugar aquí una obra madura y descarnada, honesta con el eclecticismo emocional contemporáneo, ese cólico que se adhiere a la caricia debido a la improbable memoria futura, nuestro producto como especie.
A lo largo del poemario su mano se traduce áspera, tajante, crítica y se evidencia un nítido contraste entre un curso agónico e indiferente y, sin embargo, la comprometida ternura que guardan los diálogos que involucran al hijo, a través del cual Lira se dispuso a romper el arquetipo de macho primitivo desde lo más profundo de su propia masculinidad, consiguiéndolo con maestría.
Sin duda, una gran adición poética que representa nuestra actualidad; se ha ganado un espacio inalterable en mi librero.
5 poemas de Imaginar un hijo (2022),
de Héctor Lira
II
Una abeja sin colmena no tiene ciudad
ni tiene el recuerdo de la miel o el calor
de las otras obreras. Las leyes de la física indican
que una abeja aerodinámicamente no puede volar:
sus alas son demasiado pequeñas en proporción a su cuerpo.
Por eso no vuelan: alteran sus pulsaciones torácicas,
mueven sus alas hacia adelante y atrás
cada vez que respiran. La gravedad
y toda su burocracia científica es derrotada
por la respiración ineficiente de un insecto.
(Hijo, inhala y exhala como las abejas)
¿Por qué en vez de proteger aquel frágil respirar
preferimos vitorear el choque de
las abejas versus las Avispas?
¿Para nosotros jugar a la dulce revolución
atorados en la miel
de nuestros simétricos panales?
Vivimos en un lugar donde las nubes
son búnkers en exceso frágiles,
no son capaces de preservar la vida
de esta ciudad sin centro, todos cargamos
nuestra propia periferia. Aquí
entre los márgenes, la noche entra
en nuestras córneas, la parte blanca del ojo
cada vez más negra
y nuestra mirada de hormiga
desesperada por refugios mínimos.
VII
Un hijo pregunta por qué el Costanera Center tapa el sol
-muchos horizontes han sido
interrumpidos por el Costanera Center-
Un trozo de vereda se quiebra
y se abre paso la maleza, la ciudad es derrotada
con pequeños actos apenas perceptibles
para los insectos;
seres insignificantes
que usan la sombra de los árboles
como mermelada.
Y sin embargo, hay días cuando cerrar los ojos
no es más que proyectar escenas de bajo presupuesto:
encerrado en un departamento de 20 m²
un joven hace su cama todos los días
¿para quién?
Hay ciervos que sueñan
a través de los ojos del león
mientras son devorados.
– Muchos horizontes han sido
atravesados por el Costanera Center-
¿Nadie más escucha el pequeño gruñido
que emite un dinosaurio de peluche
abandonado en un tacho de basura?
Ausentes
tiritamos de ternura,
el frío, la espera de otra mano
que acorte la agonía.
Ausente, un abuelo contempla
el abandono del sol sobre su jardín expropiado
por la sombra de nuevos y modernos edificios
Y una especie de perverso urbanismo
edifica soledades como muros infestados
por termitas y larvas de fuego.
XII
INT. DORMITORIO – NOCHE
Un padre se instala todas las noches en un improvisado escritorio en un cuarto matrimonial. Se sienta en la cama. Enciende una lámpara de pie. Luz fría. Abre su notebook. Abre un archivo Excel. Toma su mouse. Cada gasto es una fila y cada mes una columna. Simula distintos escenarios económicos. Estima los costos de abdicar. Un niño observa hipnotizado los cambios de brillo que emite la pantalla en el rostro de su padre. Una madre observa acostada la silueta de un marido a contraluz hasta altas horas de la madrugada.
-¿Cuánto dura un hogar?-
Divorciarse
es ahogar a un hijo
con tus propias manos
en el borde de un océano.
XXIV
Llueve porque los cuerpos se oxidan
y mueren los compañeros y las amantes
y a veces solo se encuentra consuelo
en el descenso de las fuerzas verticales.
Envejecer es un siglo sin lluvia.
Tal vez esa sea la mejor forma
de abandonar el mundo:
instalarse en la lluvia
como quien vive
en el descenso.
XXX
Un hijo pregunta por qué
por qué por qué por qué por qué,
con sus preguntas deshace/ordena la materia.
Un hijo imaginario ensaya para los huesos y la carne,
juega en el color de los paisajes y atardeceres;
en la fuerza imperceptible que deforma a robles y espinos;
adopta la forma de los vientos firmes
que descienden cada tarde desde la montaña.
Abre/cierra los ojos,
¿Cuánto tiempo lo ha atravesado?
Un hijo imaginario envejece hasta ser padre de su padre,
lo muda, lo lleva de la mano, le dosifica las pastillas.
Ahora el hijo es un gigante ante un padre-niño.
Recuerda cuando sus brazos y piernas eran gemas
de acero, sus ojos dos vectores inagotables.
Un padre imaginario tiembla como un gorrión
atrapado en una mano. Siente el calor
de las últimas escenas. Mira el bosque de su infancia,
recuerda el peso de su cuerpo sobre las rodillas,
galopar ebrio de viento por los cerros,
podar y poner tutores en los árboles torcidos,
recoger, una a una, las nueces cosechadas.
Un padre imaginario mira a su hijo
como si emergiera en ese instante de su vientre.
Siente un oxígeno líquido en los pulmones.
Escucha el latido de su madre por primera vez.
Llora su último llanto. Es la lluvia.
Ahora vive en el descenso
*(Cienfuegos-Cuba, 1992). artista multidisciplinaria consolidada como escritora y fotógrafa. Emigró a los 5 años a Costa Rica, donde cursó estudios de Medicina, hasta estudiar Artes Plásticas con énfasis en Diseño Pictórico en la Universidad de Costa Rica. Desde 2017 reside, con su esposo e hijo, en EE.UU. Desde 2021, comenzó a trabajar en el Proyecto Cultural Casa Bukowski como curadora literaria y como colaboradora en Movimiento San Isidro, un colectivo de “Artivistas” de la disidencia cubana. El mismo 2021 participó en la obra Carta de Renuncia, del Artista y activista cubano Luis Manuel Otero Alcántara. Ha publicado El ave nos guarda en su canto (2020) y Mi sombra es la madrugada (2021).
**(Santiago de Chile-Chile, 1988). Poeta. Reside en Barcelona (España). Licenciado en Negocios y magíster en Dirección de Personas y Organizaciones. Es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Se desempeñó como coproductor del largometraje Fragmentos de Lucía (2016) del director chileno Jorge Yacoman. En la actualidad, es docente universitario y asesor en transformación digital para compañías e instituciones. Ha publicado en poesía Imaginar un hijo (2022), Recurso Humano (2021) y Fragmentos de un idiota (2016). Su web es: www.hectorlira.com.