Por Bruno Pólack
Crédito de la foto (Izq.) Miguel Mejía Castro /
(Der.) Ed. Planeta
“A una novela no le puedes pedir corrección política”.
Entrevista con Leonardo Aguirre*
Bruno Pólack [BP]: En un inicio la novela se iba a titular Jirón Soledad, aunque debo decirte que Interruptus me gusta más. ¿Qué pasó?
Leonardo Aguirre [LA]: Así se llama la calle donde ocurre un episodio importante de la novela: ese asunto de los cinco colegiales que pretenden comerse a una mereca; es decir, el episodio donde debuta el protagonista. Es una historia crucial y por eso quería que el título tuviera una relación directa con esa historia. Y quería también que una calle de Lima titulara la novela porque la presencia de Lima es fundamental. Además de constituir un inventario de polvos, Interruptus es también una guía de calles: esas calles donde el protagonista fue feliz. Interruptus, entonces, viene a ser a la vez tanto prontuario como itinerario. Ahora bien, también me interesaba especialmente el nombre de esa calle porque suena falso. Suena ficticio. Parece inventado. Muchos limeños no saben que existe una calle con ese nombre. Y esos muchos pensarán que todo el contenido es ficción. Tantos como aquellos que, por lo contrario, pensarán que solo estoy hablando de mí mismo. Me interesaba, entonces, empezar desde el vamos con la ambigüedad, con la confusión. Quería jugar en esa zona brumosa, intermedia, esa twilight zone donde se mezclan ficción y realidad.
[BP]: Pero, ¿te volaron el título entonces?
[LA]: Persiste, sin embargo. Está tachado en la misma portada y es el título del attachment que la editora corrige, comenta, interrumpe a cada instante. He ahí otra razón para el título final, es Interruptus también por eso, por la editora que interrumpe al autor. De hecho, hay varios tipos de interrupción en este libro.
[BP]: ¿A qué tipo de interrupciones te refieres?
[LA]: Además de la obvia referencia sexual, y además de las intervenciones aguafiestas de la editora, por lo general dejo en suspenso la resolución de una historia para dar paso, rápidamente, a la historia próxima. Y no son cortes abruptos, ojo: cada historia se une a la siguiente con mucha suavidad. Por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza, pienso en 2001 de Kubrick: ese hueso lanzado al cielo que se termina por fundir en, o confundir con, la nave espacial.
[BP]: ¿Y esa vinculación estrecha que mencionas que tiene la novela con la ciudad explica también el lenguaje que utilizas?
[LA]: Eco. El abuso de jergas, un abuso tal que casi atenta contra la inteligibilidad, era para mí necesarísimo. Es que no veo cómo hablar tanto de la calle, y hablar de tantas cochinadas, usando al mismo tiempo un registro estándar, correcto, plano, gris, ortodoxo, no sé… no, no tenía sentido. Por otra parte, sería como que un poco incongruente hablar de excesos, y hablar de una ciudad excesiva, usando un lenguaje simple, parco y contenido. No. El lenguaje debía ser excesivo también. De hecho, creo que Lima es la que habla en este libro a través del protagonista. Lima posee al narrador, lo usa de médium. Es decir, en él se funden voces de distintos estratos socioeconómicos y de diversas épocas. Lo cual, por lo demás, ya te indica que se trata de una construcción, de un artificio: ningún limeño despliega todo ese vocabulario, todo ese arsenal de variada extracción en la vida cotidiana, pese a que lo conozca o lo entienda. No estoy transcribiendo lo que oigo: estoy reelaborando y recreando… Para no hablar de las varias jergas que también inventé.
[BP]: Claro, aunque igual me parece que en este texto no juegas tanto con las palabras. Es decir, no llegas al extremo de crear todo un vocabulario completo, como sucede en El Conde de San Germán, o como en el primer cuento de La musa travestida…
[LA]: Es que el abuso de las jergas es un juego de por sí. Y fíjate que también inserto fragmentos de un cuento en rima y en verso: he ahí otro juego. Incluso juego también con el ritmo de las frases: he trabajado con eso casi de modo matemático. Así que juegos hay. No habrá muchos retruécanos ni muchos neologismos, pero…
[BP]: ¿La literatura es un gran juego, entonces?
[LA]: Para mí, es un juego. Es juego, no fuego. Y digo esto pensando, lógicamente, en el discurso que dio Vargas Llosa cuando ganó el Rómulo Gallegos. Un discurso muy pomposo y ultra politizado: cosas ambas que suelo eludir. Y es curioso que Vargas Llosa se apoye en la figura de Oquendo de Amat: un poeta, precisamente, juguetón.
[BP]: Con respecto al ritmo, hay como que una cadencia muy precisa…
[LA]: Un sonsonete, sí. Casi como un rap. No sé si has escuchado el recap rap de Millie Bobby Brown… lo hizo en el Tonight Show de Jimmy Fallon. La chibola te hace un resumen de la primera temporada de Stranger things, pero no diserta sino rapea. [Haz click para ver el video] Creo que mi novela se puede cantar así. Creo que se canta más que se lee. Y me refiero, por supuesto, al attachment titulado “Jirón Soledad”: ahí es que funciona el ritmo. No funciona para las espesas intromisiones de la editora.
[BP]: Claro, pero son como un complemento, porque en estas intervenciones no se usan jergas, casi no tienen ritmo…
[LA]: Las líneas de la editora corresponden al registro estándar, correcto, plano, sencillo, periodístico… medio soso, insípido, desangelado… que demandan, por lo común, las grandes editoriales. O sea, esa prosa apta para todos y que fácilmente se puede traducir. Esa prosa que, por lo general, vende bastante bien. Y si pongo ambos registros en el mismo libro, el de la editora y el autor, es porque quiero resaltar las peculiaridades del segundo. Y también porque quiero hacer evidente la tensión, el choque, conflicto, whatever, entre las imposiciones del mercado y la libertad artística.
[BP]: Remontándome un poco, tus cinco libros anteriores fueron publicados en sellos independientes, en sellos pequeños, pero ahora te publica Planeta. ¿Por qué crees que apuestan, entonces, por un libro como este? ¿Cómo influye eso en tu carrera? ¿Cómo cambia tu…?
[LA]: Aguanta… oigo la palabra “carrera” y me da como que un escozor. Llámalo, si quieres, oficio. Chamba. Quehacer. O mejor seamos específicos y hablemos de escritura. Solo eso, escritura. Porque dices “carrera” y al toque me imagino un tipo de terno y sonrisa de maniquí… diplomas en las paredes… oficina sin luz… hemorroides… en fin. ¿Cuál era la pregunta? ¿Qué es lo que cambia cuando…? Pues nada. Nada cambia. Yo sigo en mis trece. Yo sigo, y lo has visto en este libro, escribiendo con la misma extravagancia de siempre. Ahora bien, ¿por qué apuesta un sello comercial por alguien como yo? Pues, soy honesto, no tengo ni la más remota idea. No sé realmente si están esperando que venda mucho… quizá no. Porque fíjate que hace poco publicaron a Prochazka, quien, claramente, no es un escritor fácil. No es un escritor, digamos, de alta rotación… Así que no lo sé y, la verdad, no me importa. No es algo que me quite el sueño. Lo único que me quita el sueño es una coma mal puesta…
[BP]: Fungiendo de abogado del diablo, ¿no crees que eso es pensar poco en el lector?
[LA]: Sí y no. Más claro: yo soy mi propio lector. Escribo para mí. No, no es una pose adolescente: es tal cual. Lo que pasa es que siempre habrá otros tipos como yo. Siempre habrá lectores como yo. No creo ser un tipo tan original, único, irrepetible. De modo que hay, lo sé, siempre los hay, los hay y se contactan conmigo… hay otros, decía, otros especímenes allá afuera parecidos a mí, que leen como yo, que buscan en los libros las mismas cosas que busco yo. En consecuencia, cuando escribo solo para mí, de cazuela y sin querer escribo para ellos también.
[BP]: Alguna vez me dijiste, recuerdo, que cuando hacías reseñas…
[LA]: No, pues, ¿tenemos que hablar de eso? ¿Una vez más?
[BP]: A lo que voy: cuando reseñabas tampoco pensabas en quiénes leerían esas reseñas. Tú me dijiste, además, que no tenías idea de cuántos te leían, que creías que te leían cuatro gatos…
[LA]: Y por eso escribía con total libertad. Por eso decía la verdad. O, bueno, mi verdad, si quieres, pero esa es la única verdad a la que puedo ceñirme, ¿no? Y esa es la forma, me parece, la única forma que te permite hacer auténtica literatura: sin pensar en los lectores, o solo pensando en ti mismo como único lector.
[BP]: ¿Por eso maleteabas?
[LA]: Por eso, repito, decía la verdad. Sin miedo. Sin asco.
[BP]: No te imaginaste nunca que aparecería por ahí un Galarza para golpearte o que Cecilia Zero te iba a enjuiciar…
[LA]: No llegó a enjuiciarme.
[BP]: Pero sí te denunció…
[LA]: A ver. La cosa fue así: una tarde llegó a mi casa la carta notarial, redactada y firmada por su papá, en la que me acusaba de llamarla y mandarle correos con el propósito de… cágate de risa… extorsionarla. Y entonces, para aclarar el entuerto, tuve que ir a la DIVINDAT, a la avenida España, y explicar debidamente…
[BP]: Pero espera. Le pedías plata a cambio de qué.
[LA]: ¡Yo no! Yo no pedí nada. No fui yo. Fue alguien que se hizo pasar por mí, que usó mi nombre. Y si no fue eso, pues la chica se volvió loca y lo inventó todito. Aunque esto último no parece verosímil… Como te decía, mi mejor hipótesis es que algún payaso, un payaso malévolo, usó mi nombre. Sabrá dios quién. Abundan, por lo demás, en el mundillo ese tipo de individuos, esos cuadros siquiátricos, más preocupados por joder a los supuestos competidores que por mejorar su propia escritura.
[BP]: Y te denunció de todas maneras…
[LA]: Yo mismo pedí a la DIVINDAT [División Nacional de Delitos de Alta Tecnología] que revisen mis computadoras y mis teléfonos para que corroboren mi inocencia. Para que determinen que yo no hice ninguna llamada ni escribí ningún mail. Pero no siguieron adelante con la investigación porque bien pronto la chica Zero se echó para atrás. Ajá, decidió retirar la denuncia. No sé por qué. Todo eso fue muy raro. Quizás entró en razón al final y entendió que semejante situación era muy absurda y que yo no podía ser tan imbécil de hacer una cojudez como esa.
[BP]: ¿Piensas volver a hacer crítica? Te dio buenos réditos en el pasado. Hasta donde sé, tu primer libro, el Manual para cazar plumíferos, se agotó justamente por la relativa notoriedad que lograste con tus reseñas. ¿Por qué no jugar esa carta de nuevo?
[LA]: Fíjate que no son pocos los que me sugieren esa vaina. Son varios los escritores con quienes rajamos periódicamente de cada nuevo adefesio que la prensa encumbra. Lo diré mejor: cada mamotreto que cierta crítica, interesada cuando no miope, quiere levantar a como dé lugar. Pero ellos mismos, mis amigos y colegas, no son capaces de alzar la voz. No son capaces de decir nada en contra de nadie públicamente. Quieren que yo ladre por ellos. Quieren que me queme yo solito porque, total, yo ya me quemé y entonces no me puedo quemar más.
[BP]: ¿Por eso dejaste la crítica? ¿Porque te quemaste?
[LA]: No, no, no. La dejé porque… porque todo tiene su final, ¿no? Y porque ese no fue nunca mi principal vacilón. Eso de la crítica fue, digamos, como quien prueba una cosa distinta. Un experimento. Alguien me lo propuso y acepté solo para ver cómo era. Y supe cómo era y entonces volví a lo mío: escribir, crear, hacer mis propios libros en lugar de perder el tiempo leyendo adefesios… Más bien, creo que debería aclarar que yo nunca me consideré precisamente un crítico. Yo solamente hacía reseñas con cierta gracia y trataba de decir la verdad. Lo que pasa es que ambas cosas, la gracia y la verdad, son escasas en el medio.
[BP]: ¿Y por eso crees que destacaste?
[LA]: Prefiero que volvamos a la novela, si te parece. Casualmente, acabo de decir dos cosas que son también importantes en Interruptus: gracia y verdad. El humor es clave en este libro… siempre lo es, en todo lo que hago… así como también la verdad: hay mucha verdad en esta novela pese a la considerable cuota de ficción. Obviamente, no voy a decir ahora qué es verdad y qué no, qué cosas hice yo y qué cosas hizo el personaje, pero me parece justo establecer…
[BP]: Pero recuerdo que dijiste cosas muy parecidas de Asociación Ilícita. Sé que Interruptus es un libro muy distinto, pero, ¿hay conexiones entre ellos?
[LA]: Bueno, como habrás notado, la editora que comenta el attachment menciona constantemente Asociación ilícita. Y parece empecinada en conectar ese borrador con Asociación ilícita por cuestiones comerciales. Las conexiones que sugiere, sin embargo, resultan algo forzadas. Ahora bien, ¿hay conexiones entre Interruptus y Asociación? Quizás. Pienso, por ejemplo, que Interruptus podría leerse como una continuación.
[BP]: A ver, explícame cómo es eso.
[LA]: Muy sencillo. Luego de haberme fijado en la paja del ojo ajeno, porque eso es lo que hice en Asociación, tocaba fijarme ahora en la viga del ojo propio. Tocaba confesar mis propias cochinadas.
[BP]: Pero volvemos al inicio, decías que no se trataba de ti, que se trataba de un personaje…
[LA]: Y he dicho también que Interruptus podría leerse… subrayo: podría leerse… así o asá. Es decir, solo ahora, mientras respondo tus preguntas, me estoy situando en el lugar del lector común. Recién ahora. No antes: nunca me pongo en su lugar cuando escribo. No, eso jamás. Lo hago siempre después, cuando el libro ya salió de imprenta. Y entonces recién me pongo a sospechar que ese lector común leerá esto como un sucedáneo de Asociación. Porque este lector común pensará que yo soy el narrador. Y verá que ahora confieso mis faltas luego de haber denunciado las ajenas. Claro que, por cierto, hay un número, mínimo pero significativo, de elementos textuales que podrían abonar esa interpretación.
[BP]: El personaje es un pipiléptico, pero tú no. ¿Esa es la idea?
[LA]: Lo has dicho bien. Ojo: ni siquiera aparece mi nombre.
[BP]: O sea que el personaje es el violador, tú no.
[LA]: Guarda, estás espoileando la novela.
[BP]: ¿Será que en este libro hay más sexo que nunca? ¿Más que en cualquiera de tus novelas y cuentos previos?
[LA]: Tal vez. Pero no todos son polacos, ah. Lo dije antes: es tanto un libro de mujeres como un libro de Lima. Así que las mujeres no necesariamente…
[BP]: ¿Es esta la novela de Lima que pensabas escribir?
[LA]: No, todavía no. Pero, por lo menos, es un primer paso en esa dirección. De hecho, pienso seguir intentándolo: en algún momento, espero, escribiré algo parecido a un homenaje, una oda, un canto, a la ciudad de Lima. Sí, en algún momento. Es una vieja obsesión, es un asunto personal. Y, por otro lado, eso es lo que sigue faltando en nuestra tradición. Se ha dicho, y se sigue diciendo, que Lima es una ciudad sin novela. Alguien tiene que hacer esa novela. Y yo, por lo demás, trato siempre de hacer cosas nuevas o cosas que faltan…
[BP]: Lo del sexo también tiene que ver con eso, supongo. Con buscar cosas nuevas, con parchar baches. ¿Crees que a nuestra tradición literaria le falta sexo o excesos?
[LA]: Nuestra tradición es muy pacata. Y las escasas veces que se escribe sobre sexo, lo que resulta es una escena cliché y, encima, sosa, parca, contenida… mero trámite, pues, ¿no? Ahora bien, que no se piense tampoco que todo es sexo en Interruptus. No todas las relaciones sentimentales del protagonista terminan en sonora.
[BP]: ¿En dónde?
[LA]: Sonora matancera. No solo hay polacos. No solo hay pólacks… De hecho, recién se me ocurre, tu apellido debe haberte marcado, ¿no?
[BP]: A mí, no sé, pero a ti… Este libro está lleno de aguirres…
[LA]: Nomen est homen, como dice la editora citando a Plauto. Pero el punto es el siguiente: tampoco es que haya yo regado, inundado, embarrado la novela de fluidos corporales. No todo es camacho. Hay también amores platónicos. Y aparece, por ejemplo, mi madre, mi suegra, mi… perdón: la madre, la suegra, la hermana… claro, del protagonista. Y una gata, encima. O sea que se trata de hembras en general. Hembras importantes en la vida del personaje.
[BP]: Que se parece a ti, pero no eres tú.
[LA]: Lo explicaré de este modo: Interruptus es algo así como una dimensión paralela. Y en esa dimensión paralela vive un fulanito cuya biografía puede coincidir, en ciertos aspectos, con la biografía de Leonardo Aguirre, quien, desde luego, sí habita nuestra dimensión. Y en esa dimensión paralela, el fulanito tiene varias relaciones paralelas…
[BP]: ¿No te parece un tanto machista tu novela?
[LA]: Quién sabe. Tal vez, tal vez no. Yo sugiero, en todo caso, dirigir ese reclamo al protagonista, no al autor. Si las feministas quieren objetar algo, que se las arreglen con el personaje. Sin embargo, igual me parece un poco idiota, un poco inocente, juzgar una novela con ese tipo de parámetros. Ni siquiera puedes esperar que haya corrección política en una novela. O en la literatura en general. O en el arte en general. No, pues, a una novela no le puedes pedir corrección política.
[BP]: Para terminar, una pregunta trillada ¿cuáles han sido tus referentes, tus modelos, a la hora de escribir Interruptus?
[LA]: En cuanto al contenido, digamos, no se me ocurre ahora ningún referente porque, valgan verdades, no hice más que trabajar, reelaborar, ficcionalizar, a partir de mis pulsiones, obsesiones, intereses, manías, etc… todas ellas, por lo demás, muy añosas y persistentes. En cuanto al floro del narrador, seguro que cualquier lector apurado pensará en Reynoso, pero más útil, te diré, me han resultado las chupetas con mis tíos paternos, las pichangas de los miércoles, algunos poemas de Nicomedes Santa Cruz… y también, cómo no, los videos del youtuber apodado El Cacash.
En cuanto a la estructura, al contrapunto, a la tensión entre la editora y el autor, quizá Interruptus descienda… y subrayo el quizá: leí eso con mi libro ya casi terminado… quizá descienda, decía, de la edición anotada por Napoleón de El Príncipe de Machiavello.
[BP]: [Risas] Comparten el cinismo, al menos…
[LA]: Y también se me ocurre otro antecedente: las Glosas emilianenses. Y es muy curiosa, por lo demás, esa conexión con las Glosas… Como es bien sabido, se trata de los comentarios hechos al margen de un códice redactado en latín. Comentarios que pretendían explicar ciertas palabras y pasajes oscuros. Ahora bien, esos comentarios están escritos en una mezcla de lenguas, una de las cuales es algo así como un proto-español. Por mucho tiempo se consideró ese documento como la huella más lejana del español. Y es que las Glosas datan del siglo diez… diez u once… Aunque hace poco, me parece, se descubrió un documento todavía más antiguo… Como sea, el punto es el siguiente: si en las Glosas hay un texto en lengua culta, o estándar, con anotaciones en lengua vulgar, pues en Interruptus ocurre lo inverso. O sea, en mi libro hay un texto recontra vulgar con anotaciones marginales en un registro estándar, correcto, que pretende ser culto. Pretende ser culto y, a menudo, resulta huachafo.